enero 21, 2014

Violencia de género en Gaza y mecanismos de intervención

Las mujeres de Gaza continúan luchando por la liberación de Palestina y, a la vez, trabajan por su propia liberación del patriarcado y por la reivindicación de sus derechos. Sufren graves carencias de recursos básicos y se encuentran en una situación que contraviene todas las convenciones internacionales sobre la eliminación de la violencia y la no discriminación, pero, pese a todo, siguen organizadas para prestar apoyo a las mujeres que lo necesiten, para documentar todas las agresiones, para lograr legislaciones más justas y para que éstas pasen del papel a la práctica.

La violencia contra las mujeres por el simple hecho de ser mujeres es un fenómeno crónico que refleja la más grave violación de derechos humanos que prevalece en las sociedades. A pesar de ello, hasta que los movimientos feministas, a nivel global, no plantearon que la violencia contra las mujeres era una grave violación de los derechos humanos básicos, no comenzó a destacarse de manera clara esta conexión. La comunidad internacional comenzó a prestar atención a esta cuestión sólo después de diciembre de 1993, cuando la Asamblea General aprobó la Declaración para la eliminación de la violencia contra las mujeres[1].

Antes de esa fecha, la violencia se consideraba un asunto privado entre los individuos y no una cuestión de derechos humanos que requisiese intervención. Este tema fue abordado en varias convenciones internacionales, en especial en la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CETFDCM o CEDAW, por sus siglas en inglés)[2], en 1979. Pero esta convención se basa en la eliminación de la discriminación entre hombres y mujeres en todos los campos, para así conseguir la eliminación de la violencia contra la mujer, y no aborda directamente la violencia a la que nos referimos.

El Artículo 1 de la CEDAW define la discriminación contra la mujer como “toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera”. No es el objetivo de este artículo analizar en profundidad éste ni ningún otro documento, pero sí nos gustaría señalar algunos apartados que nos parecen de vital importancia para el tema. El Artículo 2 de la CEDAW, por ejemplo, afirma que los Estados parte adoptarán las “medidas adecuadas, legislativas y de otro carácter, con las sanciones correspondientes, que prohíban toda discriminación contra la mujer”. Los Estados parte también deberán, según el Artículo 5, adoptar todas las medidas apropiadas para “modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres”.

Estas cuestiones incluyen de algún modo la violencia contra las mujeres, cierto. Pero es la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer (DEVM) el primer instrumento internacional que aborda claramente esta cuestión, define claramente sus manifestaciones y los mecanismos apropiados que los Estados deben tomar.


La violencia en la DEVW

La Declaración para la eliminación de la violencia contra la mujer (1993) define en su Artículo 1 la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”. Aborda las siguientes formas de violencia[3]:

La violencia física, sexual y psicológica que se produzca en la familia, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales nocivas para la mujer, los actos de violencia perpetrados por otros miembros de la familia y la violencia relacionada con la explotación;
La violencia física, sexual y sicológica perpetrada dentro de la comunidad en general, inclusive la violación, el abuso sexual, el acoso y la intimidación sexuales en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros lugares, la trata de mujeres y la prostitución forzada;
La violencia física, sexual y sicológica perpetrada o tolerada por el Estado, dondequiera que ocurra.

La DEVM también pone de relieve los deberes de los Estados para poner fin a la violencia contra las mujeres Así, deben condenarla y “no invocar ninguna costumbre, tradición o consideración religiosa para eludir su obligación de procurar eliminarla” (Artículo 4).

Las consecuencias de la violencia contra las mujeres son múltiples y no es pretensión de este artículo abordarlas de manera amplia. Destacamos simplemente que no son sólo consecuencias físicas (muerte, traumatismos…) sino también psicológicas (miedo, inseguridad, etc.) La violencia contra las mujeres se produce mediante los golpes, pero también al limitar el acceso de ellas a los recursos, al obstaculizar la contribución de las mujeres al desarrollo o al negarles el disfrute de sus derechos humanos.

La violencia contra la mujer en la sociedad palestina

Hablar de la violencia contra la mujer en la sociedad palestina implica diferenciar entre la violencia practicada por la ocupación israelí y la que podríamos llamar “violencia local”, sufrida doblemente a su vez debido a su papel social convencional y a su estado de marginación en el ámbito interno. Las mujeres en la sociedad palestina son objeto de violencia personal, violencia estructural y violencia cultural[4].

Las mujeres palestinas sufren directa o indirectamente la violencia constante practicada por la ocupación israelí, que ha implicado un endurecimiento terrible de la vida cotidiana. La violencia en general no se queda en las calles de la sitiada Franja de Gaza, sino que genera más violencia en el interior de las familias.

El índice de violencia, por llamarlo de algún modo, varía entre golpes, humillaciones físicas, insultos verbales, acoso sexual, asalto sexual en la familia, amenazas de muerte y asesinato, “delitos cometidos para mantener el honor de la familia”, etc.

A pesar de la prevalencia de la violencia basada en el género o contra las mujeres, los datos y las estadísticas no reflejan con exactitud su tamaño real, sobre todo porque la sociedad y la cultura palestina han estado considerando la cuestión de la violencia como algo familiar y privado.

El último estudio elaborado por la Oficina Central de Estadística de Palestina[5] sobre la violencia contra la mujer en Cisjordania y la Franja de Gaza señala que alrededor del 37 por ciento de las mujeres que estaban o habían estado casadas fueron sometidas a alguna forma de violencia por parte de sus esposos palestinos; mientras que el 29,9 por ciento en Cisjordania y el 51,1 por ciento en la Franja de Gaza fueron objeto de violencia psicológica al menos una vez. El estudio también revela que el 30 por ciento de las mujeres que habían estado casadas y sometidas a violencia por parte de sus maridos recurrió a sus padres o hermanos, mientras que el 65,3 por ciento de las mujeres prefiere guardar silencio acerca de la violencia que sufre de sus maridos. Se calcula que sólo el 0,7 por ciento de las mujeres que fueron objeto de violencia recurrió a un centro o institución de mujeres para solicitar consulta o asistencia.

Factores que provocan violencia

Los factores que dan lugar al ejercicio de la violencia contra las mujeres pueden ser sociales, culturales, económicos y políticos, además de la ausencia de leyes y legislaciones de protección. En el caso de Gaza, como decíamos antes, no se pueden olvidar el bloqueo israelí ni los ataques militares.

Sin embargo, los factores culturales y sociales son los que principalmente conducen a la violencia que sufren las mujeres de Gaza, ya que la cultura masculina y patriarcal ha prevalecido en la sociedad palestina. Esta cultura, junto con la ignorancia de las mujeres sobre la violencia, así como el hecho de que se considere la violencia un asunto privado, fomenta la distribución de funciones entre los miembros de la familia y hace que, a menudo, se acepte y justifique la violencia. Esto también explica tanto que el porcentaje de mujeres que busca ayuda de instituciones sea tan pequeño como el hecho de que las mujeres que presentan denuncias contra sus maridos sean estigmatizadas socialmente.

Mecanismos de intervención de las organizaciones comunitarias de base

Las organizaciones de derechos de las mujeres juegan un papel muy importante en el campo de la eliminación de la violencia contra la mujer y ofrecen asistencia a las víctimas. En primer lugar, proporcionan orientación, atención psicológica, social y legal. Además, realizan investigaciones y estudios sobre las distintas formas de violencia, documentando los delitos cometidos para “mantener el honor familiar”, por un lado, y los delitos relacionados con la mujer en cuanto a las violaciones de derechos humanos cometidas por Israel, por otro.

En tercer lugar, las organizaciones diseñan programas de prevención para sensibilizar a las mujeres y otros grupos y para mostrar los impactos negativos de la violencia (en la familia y en toda la sociedad). Dedican grandes esfuerzos al trabajo de incidencia, mediante el que pretenden influir en la legislación y en la toma de decisiones y lograr que se aprueben leyes que protejan a las víctimas. Apoyan, en este sentido, las acciones encaminadas a la modificación de las leyes locales que se considere discriminan y perjudican a las mujeres.

El papel de las instituciones gubernamentales y la cooperación con las organizaciones sociales

Sin embargo, los esfuerzos realizados por las organizaciones de derechos de las mujeres no pueden satisfacer todas las necesidades de las víctimas de la violencia. Tampoco pueden sustituir a las instituciones gubernamentales, que por desgracia no han abordado seriamente esta cuestión en los últimos años. Estas instituciones gubernamentales no han prestado la atención que el tamaño y prevalencia de este fenómeno exige. En todo caso, sí hay que señañar que la división política ha tenido un gran impacto en la intervención gubernamental en el campo de la eliminación de la violencia contra las mujeres en la Franja de Gaza.

A comienzos de 2011, el Consejo de Ministros palestino aprobaba una estrategia nacional de lucha contra la violencia de género para el periodo 2011-2019[6]. Esta estrategia, que promueve la cooperación entre las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, configura un marco general para quienes trabajan en este campo y se considera de referencia para las y los responsables políticos.

En el caso de Gaza, varias organizaciones de mujeres[7] se han comprometido a implementar esta estrategia en la Franja, estrategia que, debido a la división política, no se puede poner en marcha a nivel gubernamental.

Faltan en todo caso, además, recursos básicos. Las comisarías, por ejemplo, carecen de unidades especia lizadas en el campo de la violencia en la familia para hacer frente a estos casos, y tampoco existen programas para capacitar y rehabilitar a los agentes y mejorar sus habilidades.

Algunas propuestas

Desde las organizaciones de derechos de las mujeres se vienen realizando varias sugerencias para mejorar el trabajo conjunto. Se plantea continuar celebrando actividades de sensibilización sobre la violencia de género, sin perder de vista la importancia de involucrar a los hombres en este tipo de actividades.

Se plantea también realizar un mayor esfuerzo en programas de empoderamiento económico de las mujeres, así como capacitar a las y los trabajadores del sector de la salud sobre cómo identificar, tratar y calificar de una manera segura y eficaz a las sobrevivientes de la violencia. Por último, se considera necesario continuar con las investigaciones emprendidas y, entre otras cuestiones, elaborar una base de datos sobre la violencia contra las mujeres en la sociedad gazatí.

Por Mona al-Shawwa dirige la Unidad de la Mujer del Centro Palestino de Derechos Humanos (PCHR). www.pchrgaza.org/portal/en.
Traducido para Pueblos – Revista de Información y Debate por Susana Pérez.

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in