julio 03, 2014

Sobre la importancia de la independencia económica de las mujeres


Los mandatos de género arraigados en la sociedad mexicana establecen para las mujeres diversas obligaciones al ser integrantes de una familia (según el modelo fordista [1]) y habitar en el mismo inmueble que -quienes tienen- sus esposos o padres. Tales asignaciones están relacionadas directamente con las actividades domésticas y de cuidado; actividades que no reciben una remuneración económica y son devaluadas socialmente. De esta forma, "debido a que dichas actividades están fuera de la esfera del mercado y generalmente no son remuneradas, muchas veces son ignoradas y consideradas como no productivas"(Waring, 1990). Las mujeres en consecuencia son vistas como quienes desarrollan ocupaciones inferiores, desprovistas del prestigio asociado con el mercado laboral. Así, al ser amparadas por el salario dado al hombre que provee en el hogar, están ligadas a él de múltiples formas.

Las mujeres deben corresponder a tal manutención con la dedicación a la administración y arreglo de la casa, al cuidado de menores y ancianas/os y la repartición de afecto. Esas ocupaciones absorben todo su tiempo y energía, pues es sabido que las amas de casa no tienen un horario específico ni vacaciones ni seguro social, no reciben aguinaldo ni cotizan en Infonavit , mucho menos un auto de la empresa o seguro de gastos médicos mayores. Es preciso observar las diferentes capacidades económicas de quienes integran una familia para señalar la importancia de la independencia económica de las mujeres. Madre y padre tienen distintos poderes adquisitivos y de toma de decisiones en lo financiero. En mayor desventaja se encuentran las hijas que son vistas como incapaces para las actividades financieras y como peligrosas para la conservación del arca familiar .

No obstante, también hay que señalar que tales desventajas son vividas con múltiples diferencias, pues no todas las mujeres tienen la misma relación con el campo laboral, con las actividades de cuidados ni tienen el mismo riesgo de empobrecimiento, "ni siquiera todas están instaladas en la precariedad -precariedad con respecto a los trabajos, a los ingresos, a los tiempos de vida-, aunque la precariedad es hoy uno de los nexos fundamentales, en sus distintas dimensiones y grados, entre muchas mujeres. Y si las diferencias entre mujeres siempre han sido un factor crucial, con el aumento de la inmigración es, si cabe, todavía más ineludible" (Pérez y del Río, 2002http://www.ecologistasenaccion.org/article13104.html ).

Ante tal contexto, ingresar al campo laboral de cualquier forma posible se ha convertido en una prioridad para muchas mujeres, especialmente para las jóvenes, con el objetivo de conseguir la independencia económica, elemento que podría dotarles de autonomía y la posibilidad de abstraerse de aquellas actividades que no desean realizar. (En otro texto deberá reflexionarse sobre los valores negativos otorgados ahora a las actividades domésticas).

Sin embargo, aun cuando se consiga la independencia económica, si se permanece habitando la misma casa, no existe la posibilidad de sustraerse de una doble o triple jornada. Esta situación se sortea de múltiples formas según las redes sociales de las que se disponga. Otras mujeres ayudan para que las tareas asignadas se completen; madres, cuñadas, abuelas, hijas, nueras, vecinas, amigas ofrecen su tiempo, perpetuando las dobles jornadas para todas.

También se hace uso de una infraestructura pública o privada que sustituye a las mujeres durante su jornada laboral ; otras mujeres, bajo un pago mínimo realizan esas actividades domésticas y de cuidado para que ésta pueda destinar tiempo a una actividad remunerada. (Otro tema para reflexionar es la feminización y precarización de estos trabajos). A esto, hay que añadir que esasustitución trae consigo una serie de problemas emocionales pues se señala a las mujeres como quienes abandonan a sus hijos o familiares por codiciosas o egoístas. Aún hoy, después de cientos de años de lucha el espacio legítimo de las mujeres es el privado y la transgresión es costosa.

Tantas dificultades no hacen sino remarcar que el mundo, en este caso el campo laboral, ha sido construido por hombres para hombres, para personas que no tienen bajo su responsabilidad a otras ni otra serie de actividades invisibles. La incorporación de las mujeres al trabajo es una anomalía pues altera todo el sistema y se debe pensar en paliativos o políticas de conciliación. No obstante, desde el feminismo se sigue y se continuará insistiendo en la des-generización de la ética del cuidado y el afecto, y en la corresponsabilidad de las actividades domésticas.

Ante las diferencias de posibilidades económicas entre lxs integrantes de una familia, continuamente las madres tienen que negociar el presupuesto del que disponen para un sinfín de gastos de otrxs. Y con mayor desgaste negocian gastos propios, tal desgaste es el resultado de un conflicto con el proveedor y consigo mismas pues no se merecen tal compra o prefieren aplazarla paratiempos mejores. Tales diferencias pueden ir -y lo hacen- de la mano con distintos tipos de violencia. Violencia económica, por ejemplo, que puede desembocar en feminicida ya que muchas veces las mujeres no atienden los problemas de salud a causa de la estrechez del presupuesto, lo que puede concluir en situaciones irreversibles de enfermedades crónicas o la muerte.

Este es un asunto verdaderamente complejo, y solo me atrevo a compartir una línea -entre todas las posibles- que puede aparecer como solución, y que ya muchas otras autoras han señalado: que se promueva una educación -en el más amplio sentido- en el amor y el cuidado alejada de los valores capitalistas y patriarcales. Además de practicar algo parecido a la sororidad económica: que mujeres con disponibilidad de recursos económicos financien altruistamenteproyectos de mujeres, proyectos que les permitan construirse una vida digna sin preocupaciones económicas en coherencia con una ética eco-feminista, que se ocupe del bienestar humano y la vida en el mayor sentido.

[1] Incluye un cabeza de familia -trabajador asalariado con disponibilidad total para el mercado laboral y único proveedor de ingresos monetarios- acompañado -necesariamente- por una mujer dedicada en cuerpo y alma al trabajo doméstico y al cuidado familiar y extra-familiar (Pérez y del Río, 2002) .

Fuentes:

Pérez Orozco, Amaia y Sira del Río (2002) "La economía desde el feminismo: trabajos y cuidados" enEcologistas en Acción, Noviembre, [Documento en línea]http://www.ecologistasenaccion.org/article13104.html

Perona, Eugenia (ed.) (2012) Economía feminista: Ensayos sobre el papel de la mujer en la economía, la educación y el desarrollo. Córdoba: UNC.

Waring, Marilyn (1990) If Women Counted. San Francisco: Harper Collins.


Por Amelia Arreguín Prado
Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la FCPyS-UNAM. Diplomada en feminismo "Los desafíos del Feminismo en América Latina" 2011, CEIICH-UNAM. Asistente de investigación para el Programa de Investigación Feminista del CEIICH-UNAM, y profesora adjunta de las asignaturas "Metodologías de la Investigación" e "Introducción a las Teorías de la Comunicación" en la FCPyS-UNAM; organizadora y participante de diversos eventos académicos.
Foto: Brenda Ayala/MujeresNet

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