enero 20, 2015

Carmona, no estás sola


Imagen de la camapaña #Nomellamonena

Cada vez que alguien acciona el interruptor de los piropos hacia las mujeres, no solo se enciende un debate, sino que defensores y detractores se cortocircuitan haciendo saltar las chispas. La última en pulsar el incendiario botón ha sido Ángeles Carmona, presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), cuando dijo que el piropo “supone una invasión de la intimidad de la mujer y debe erradicarse”, en una entrevista en Radio Nacional el pasado día 10 de enero.

Fue decir la frase y arder las redes sociales. En Twitter, con el hashtag#EliminaUnPiropo, algunos internautas escribían ejemplos de esos comentarios acerca del físico femenino –ofensivos para algunos, cariñosos para otros– que, según Carmona, habría que extirpar (o no, según a quién se pregunte) de la costumbre masculina.

Muchos de los usuarios consideraban oportuno distinguir el piropo de la "grosería”, para no caer en las exageraciones, siendo admisible lo primero y criticable lo segundo. Ciertamente el piropo es, por definición ("lisonja, alabanza afectada para ganar la voluntad de alguien", según la RAE) un comentario positivo. Y, aunque distinguirlo de la grosería, el insulto o, simplemente, de una palabra molesta, parece una cuestión de sentido común, no es tan fácil. 

Al final, poco importa si el emisor de los calificativos, aun siendo propiamente piropos, frases o requiebros de la galantería, los consideran inofensivos, incluso corteses, agradables y elegantes. La cuestión es que (casi) siempre son ellos los que tiran el dardo y ellas, la diana.


¿Qué mujer no ha recibido alguna vez un comentario sobre su aspecto por la calle? A algunas les agradan (si el adjetivo no es denigrante, claro). Otras no le dan importancia. Y cada vez son más –Carmona, no estás sola– las que los consideran inoportunos, inapropiados o radicalmente inadmisibles. Un claro ejemplo de manifestación del machismo. 

Por: Alejandra Agudo 
Fuente: Blog El País

Sí a la Diversidad Familiar!
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