mayo 21, 2015

México. La división de hombres y mujeres en el Metro.

Las dinámicas de género se expresan de múltiples maneras en la vida cotidiana. Trasladarse de un lugar a otro en la ciudad utilizando el transporte público es un ejemplo de cómo el género y sus evidencias ideológicas hacen clara la relación asimétrica entre mujeres y hombres. En el Metro del Distrito Federal, una de las ciudades más pobladas de México y el mundo, la gran afluencia de transeúntes por día ha exigido una separación tajante entre usuarios masculinos y femeninos. El argumento: evitar las agresiones de índole sexual que pueden sufrir las mujeres a manos de los hombres en dichas aglomeraciones.

El Sistema de Transporte Colectivo Metro, cabe decir, está considerado como un medio de transporte de primer nivel a escala mundial, pero las características de la cultura mexicana, sumado a la cantidad de usuarios que se registran por día, hacen muy peculiar la manera de vivir un viaje en el Metro. Visto desde el género, es todavía más significativa la apropiación que hacen mujeres y hombres de este servicio de transporte. El Metro se vuelve un espacio donde la masculinidad hegemónica hace demostración de uno de sus rasgos más característicos: el sexismo. Pero también de la fuerza física, la violencia, la discriminación y el sometimiento para con otros hombres y para con las mujeres.

En el año 2005 se tomó la medida de asignar los primeros vagones del tren para que mujeres y niños menores de 12 años pudieran viajar seguros en los horarios de mayor afluencia. Para esto se utilizan vallas de separación y personal de vigilancia que impiden el paso a algún despistado sujeto masculino que finge desconocer la disposición. Con todo y eso se han dado casos de infiltración de hombres vestidos de mujer que insisten en ejercer el acoso sexual.

En las estaciones de trasbordo se han instalado oficinas de atención a delitos sexuales. Con el lema: "Viajemos seguras", las autoridades buscan concientizar a las mujeres sobre la importancia de la denuncia, además de considerar medidas preventivas para evitar ser acosadas durante su trayecto. Pero aquí surge una interrogante formulada tanto por mujeres como por hombres con perspectiva de género y es: ¿Por qué se tiene que educar a las mujeres a cuidarse y prevenir el acoso sexual y no se educa a los hombres a respetar el cuerpo y la libertad de las mujeres?

Como mencioné al principio las evidencias ideológicas del sistema de género justifican la división entre hombres y mujeres a partir de fundamentos esencialistas. Así, el sujeto masculino es un ser impulsivo que no puede contener sus instintos sean sexuales o agresivos. Al no poder modificar su condición "natural", es mejor separarlos de la mujeres como para no provocarlos.

En días recientes fui testigo (y eso fue lo que motivó la redacción de este texto) de un incidente más de acoso. Una joven de unos veinte años de edad vestida con falda corta y sandalias hizo uso de la palanca de emergencia al sentir el manoseo de un hombre. De inmediato llegó el auxilio policial y le dieron alcance al acosador. Al principio éste negó las acusaciones de la afectada pero terminó confesando al argumentar que la culpa era de la muchacha por estar vestida de esa manera. La opinión de los mirones que estábamos al pendiente del alegato se dividió. Unos asumían convencidos que a pesar de los calores, no era propia una vestimenta tan corta para viajar en el Metro. Otros nos quedamos con la idea de que nadie debe acosar a otra persona por la forma en que va vestida.

Vemos cómo esta situación nos muestra qué tan arraigada está la visión sexista de la masculinidad hegemónica que otorga un cierto privilegio al hombre para ejercer su poder sobre las mujeres. Dicho sexismo coloca a las mujeres como mero objeto de placer y niega su condición de sujeto. Aunque hay que advertir que esta separación que se realiza entre los géneros no evita que el acoso sexual se siga manifestando entre los mismos hombres y entre las mismas mujeres.

Es sabido que algunas mujeres lesbianas, apropiadas de los rasgos machistas, acuden al metro para acosar sexualmente a las mujeres. Por otro lado, hay hombres que a causa de dicha separación, aprovechan la aglomeración para frotar sus genitales en cuerpos masculinos. Provocando en ambos casos peleas y conflictos que hacen tortuoso el viaje en el Metro.

En ese sentido, considero que el sexismo es el rasgo que se debe modificar en las personas (hombres y mujeres) a través de una reeducación para la convivencia social, sobre todo en esa dinámica tan sui generis como es el viajar en el Metro y otro medios de transporte público de la Ciudad de México.



Maestro en Comunicación y Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Docente e investigador de temas de semiótica, género y masculinidad, e identidades y cambios culturales.
Fuente: Mujeres. net

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