mayo 23, 2015

Mujeres e historia de Argelia a través de sus escritoras activistas.

Las mujeres de Argelia se conforman como un caleidoscopio de realidades visibles y ocultas marcadas por un devenir histórico que ha producido fracturas de difícil reparación. El pasado colonial, la lucha por la independencia, el espejismo hacia el estatuto de igualdad de la mujer en el periodo de entreguerras y el 'decenio negro' representan su historia reciente.

“Los libros ajenos han habitado mi soledad. Han habitado mis luchas. Han introducido sueños en los vestidos de miseria. Han convertido mivehemencia en tenacidad. En resistencia. (…) Es mi parte de expatriada, mi fuga de cualquier encierro” (Malika Mokeddem)

Salima Ghezali, Malika Mokeddem y Assia Djebar son parte de las voces femeninas de Argelia. Las tres son activistas en defensa del estatus de la mujer y la libertad de expresión, dos de ellas como escritoras y Ghezali, además, como fundadora y presidenta de dos asociaciones feministas. En la mayoría de sus obras muestran cómo la historia ha marcado el carácter de la mujer argelina. EnEl amor, la fantasía, de Djebar, conoceremos la transformación de la mujer del periodo colonial y la guerra de independencia. Continuaremos el recorrido por los años de entreguerras con las novelas Sueños y asesinos, de Mokeddem, y Los amantes de Sherezade, de Ghezali, que nos llevarán hasta la guerra civil de los noventa.

Revisar la historia de Argelia con la mujer como protagonista nos puede ayudar a entender las distintas realidades de la mujer argelina actual, así como los movimientos feministas del presente.

Entre la ilusión y el fracaso de la independencia

El largo proceso de colonización de Argelia por parte de Francia se inició en 1830. No finalizaría hasta 1962, con la proclamación del estado independiente tras diez años de guerra por la autonomía.

El gobierno colonial francés llevó a cabo una política de segregación de la población autóctona, bereber y musulmana, del resto de población francesa, al no permitirles acudir a la escuela o acceder a los mismos puestos de trabajo. En los años previos al estallido de la guerra, el Frente de Liberación Nacional (FLN), principal partido a la oposición colonial, reclamó junto a otros el voto de las mujeres argelinas como “luchadoras por la independencia”. Ese llamamiento a la lucha, que se haría efectivo en 1956, supuso el acceso de las mujeres al espacio público y el poder articular un discurso a través de partidos y asociaciones femeninas. La mujer dejó de ser únicamente madre para convertirse en guerrillera y militante. Lucharon en la propia esfera familiar privada y en la esfera pública. Vistieron como occidentales (como sucedió durante la Batalla de Argel) y se relacionaron con hombres desconocidos en las guerrillas, pero en ningún caso llegaron a ocupar puestos de relevancia en las organizaciones políticas[1].

Pese a los cambios conseguidos, resultó ser un espejismo. El fin de la guerra y el inicio de la presidencia de la república por el FLN significó una vuelta al orden establecido previo. Supuso la decepción y el fracaso para la mujer argelina observar que todo había sido objeto de instrumentalización política.

La ilusión y decepción de este periodo quedan reflejadas en las voces de la literatura argelina seleccionadas. Sherezade, protagonista en la obra de Ghezali, encarna este triángulo. Madre que luchó contra los colonos en nombre de la libertad y que vive esa decepción que marca su carácter actual, terco en palabras y triste al ver los caminos que toman su país y sus hijos. Recuerda su juventud y su etapa como maestra tras la independencia, en la que se marcó el objetivo de luchar contra la ignorancia. Este objetivo se esfuma el día que la internan en un campo de concentración, sintiéndose rota por segunda vez. Alejada de su marido para casarse posteriormente con un militar, relata a su nuera Rahma, conservadora y defensora de la tradición, los años vividos.

En Sueños y asesinos, de Mokeddem, la protagonista Kenza iniciará la búsqueda de Zana, antigua amiga de su madre fallecida y que, al parecer, la abandonó. Zana relatará años después a Kenza la historia de una madre. Ella representa a la mujer colonial y de la independencia, repudiada y apartada de su hija por su marido. La desilusión que sintió su madre ante la independencia también la sentirá Kenza: “Nunca debí creer que ese inmenso sueño colectivo de libertad, que abrazaba todo el mundo, iba a contribuir a forjar hombres diferentes. Llevaba en sí sus discriminaciones”.

Es en la obra de Djebar donde encontramos el discurso directo de la mujer que se transforma en guerrillera. La novela transcurre entre dos tiempos intercalados, los momentos de la invasión y colonización francesa un siglo antes y los años de la lucha por la independencia. Las mujeres que rodean a Zohra, la protagonista, participan de esas voces femeninas en forma de abuelas, tías u “otras madres”, mostrando diferentes mujeres. Es Zohra la que se convierte en guerrillera tomando el espacio público y, posteriormente, la mujer exiliada de esa realidad e infancia a través de su escritura.

Feminidad y Código de Familia 1984

Tras los primeros años de independencia la reconstrucción del país se realiza según el ideal socialista, árabe e islámico. Esto se tradujo en medidas como la universalización de la educación en árabe o la organización de la sociedad mediante el estatuto personal dictado por la religión, que delimitaba el rol y estatus de la mujer[2].

Hasta 1984, el discurso del FLN, partido en la presidencia, proclamaba la vuelta de la mujer a casa con el rol de mantener el orden social desde la familia, la institución principal. Muestra de esa actitud inmovilista sobre el cambio de estatuto de la mujer fue la aprobación del código de familia en 1984, código que fue reformado en dos ocasiones (1990 y 2005) debido a la oposición directa que mantuvieron algunas asociaciones de mujeres.

La escuela y la universidad significarán la libertad frente a la realidad de la sociedad argelina, especialmente para niñas y mujeres. Lo vivimos de primera mano en las obras de Mokeddem y Ghezali. Sherezade, en el libro de esta última, recuerda lo que significaba para ella ser profesora: “Quiso ser maestra para dedicarse a la lucha contra la ignorancia y el vacío posterior al ser dirigida a un campo de concentración dejando atrás su antigua vida. Lo que acabábamos de enterrar, al ser expulsados de nuestros sueños de redimir a los demás a través de las palabras, podría prescindir de ellas”.

Kenza, desde las letras de Mokeddem, relata sus años en el internado como un lugar en el que moverse y pasar desapercibida entre la multitud. Allí se encuentra alejada de su padre y hermanos islamistas, a los que detesta, salvo a uno de ellos, que se convertirá, sin esperarlo en su amigo.

“Única escapatoria, la escuela. (…) Cada vez que volvían a empezar las clases descubría que algunos padres habían retirado a algunas Houria, Nacira y Djamila de la escuela para casarlas a la fuerza”.

Como vemos en esta última cita, no todas las niñas pueden acceder a esa libertad o pueden mantenerla más allá del instituto. Un hecho produce una nueva fisura en el estatus de la mujer, en su anulación. “Algunas desgarradas entre el deseo de despegue y la culpabilidad, se suicidan. Argelia puede enorgullecerse de una de las mayores tasas de suicidio femenino del mundo”[3].

Guerra Civil en los noventa

Este último hito en la historia significará la tercera fractura en la sociedad y sus mujeres. Los años de la guerra civil son años de auge de movimientos feministas y, al mismo tiempo, de su represión. Un conflicto sobre el que la comunidad internacional volvió la mirada hacia otro lugar (por miedo a que el islamismo llegara a Europa), contribuyendo al alto número de víctimas y desaparecidos.

El Islam político y su brazo armado surgieron como alternativa a las medidas políticas del partido único, que habían llevado al país a la crisis económica y social. La radicalización de sectores de ambos bandos y la instrumentalización del islamismo llevaron a una guerra todavía viva en la mente de los argelinos. La élite del país, sus escritores, profesores, y cualquiera que fuese un posible sospechoso, era reprimido por alguna de las facciones en guerra.

Retomando en este punto a nuestras mujeres de ficción literaria, viviremos el exilio de Kenza a Montpellier como forma de continuar con su vida (tras la desilusión del país y del desamor) con el objetivo de encontrar a Zana. Asistimos a su relación con compañeros de universidad que permanecen en Argelia con el pensamiento de que viven un periodo transitorio que llevará la democracia al país. El exilio aparece como parte de un conflicto que convierte a los argelinos en extraños en su propia tierra y en la tierra de destino, incluso cuando ya han nacido en ella, como le sucede a Slim, el joven del monopatín.

Por su parte, Ghezali nos muestra en los ojos de Sherezade y su nuera Rahma la guerra en los más humildes. Madre que ha vivido la guerra de independencia y que se enfrenta de nuevo a una guerra, en la que la mujer vuelve a ser moneda de cambio para todas las partes, incluidos los guerrilleros. Rotas por las agresiones físicas y también por la marcha de esos combatientes como hijos o maridos. “Nacida durante la guerra, crecida en medio de la guerra, y, ahora, ¡ver a sus propios hijos inmersos en una nueva guerra!” Ahora será Rahma, al conocer la marcha de Althir, hijo de Sherezade, la que sufra una primera agresión psíquica de la guerra, que la llevará a comprender por primera vez a Sherezade.

Ghezali, Mokeddem o Djebar son sólo algunos ejemplos de una literatura que denuncia la desigualdad de la mujer en Argelia. Los movimientos femeninos y feministas continúan trabajando hacia la consecución de una igualdad legal que se vea reflejada en la sociedad. Desde su propia perspectiva y atendiendo a su historia, son ellas, las argelinas, las que continúan adelante para conseguir su propia igualdad. Mientras tanto, podemos entenderlas mejor leyendo sus novelas y prestando atención a un país tan cercano como desconocido.

S. Ghezali. Periodista, escritora y activista por la mujer y los derechos humanos. Dirigió el diario La Nation, en Argelia, cerrado en 1996. Recibió el premio Sarajov a la libertad de conciencia del Parlamento Europeo en 1997 o el Premio Agustín Merelló de la Comunicación en 1999. Fundadora del movimiento feminista Movimiento para la Emancipación de las Mujeres, la revista Nyssa y Mujeres de Europa y el Magreb.

A. Djebar. (Cherchell 1936, París 2015). Profesora de Historia en Rabat y posteriormente de Literatura en la Universidad de Nueva York. Escribió catorce novelas, siendo la última En ningún lugar, en la casa de mi padre (2007). Directora de cine, recibió el premio de la crítica de la Bienal de Venecia en 1978 por La Nuba de las mujeres del monte Chenua. Activista en género y en grupos de escritoras y escritores exiliados.

M. Mokeddem. Kenadsa, 1949. Estudió medicina en Orán y en 1970 se exilió a Montpellier, tras recibir amenazas de sectores radicales. En 1990 publicó su primera novela, Los hombres que caminan, que recibió los premios Chambèry y el Nourredine Aba. Otros de sus libros son La prohibida (1994) o El discurso de los insumisos (2003).

Por María Jesús Cabezón Fernández licenciada en Sociología y Periodismo, máster en Estudios Internacionales y doctorando en migraciones entre España y Argelia por la Universidad de Alicante. Bloguera en el sitio personal www.migracionesgolondrinas21.com y columnista en Sociólogos.com
Imagen Paula Cabildo

Notas
  • Chinchilla, J. (2014): “La mujer argelina como elemento de negociación en la construcción de un nuevo poder político: de la independencia a la crisis del sistema de partido único”, Revista Relaciones Internacionales, nº 27, Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI)-UAM, Madrid.
  • Pérez Beltrán, C. (1998): Evolución del movimiento femenino y feminista en Argelia: Las mujeres y la política, Estudios de Asia y África, vol. XXXIII, 1.
  • Ghezali, S. (1999): Los amantes de Sherezade, Ediciones Martínez Roca, Barcelona.

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