junio 30, 2015

Igualdad, un partido difícil de ganar para futbolistas argentinas

Mujeres de diferentes edades de Villa 31, que integran el equipo de fútbol de La Nuestra, en espera de comenzar su entrenamiento en la cancha de ese barrio pobre de Buenos Aires, que muchas veces deben interrumpir por la invasión de los varones. Crédito: Fabiana Frayssinet /IPS

Durante un partido de fútbol femenino en un barrio pobre de Buenos Aires, la directora del equipo, Mónica Santino, debe interrumpir y pedir a un grupo de varones que no invadan el espacio de las mujeres. Es un símbolo de una lucha que, centímetro a centímetro, también se está librando en las canchas de Argentina.

“Dale, aflojá un ratito que nos vamos. No se pongan en el medio”, intenta persuadir amablemente Santino a los niños y adolescentes que avanzan violentamente con su balón por la cancha donde se juega el partido femenino, en Villa 31, un emblemático asentamiento informal en el noreste de Buenos Aires, dentro del cotizado barrio del Retiro.

“Si hubiera un partido de varones ni locos harían esto, porque tendrían problemas serios. Pero como son pibas (muchachas) las que están jugando…” comentó a IPS, la noche que fue compartir la actividad del equipo de La Nuestra, en esta villa con una población estimada de 40.000 habitantes.
“Aquí jugando fútbol, las mujeres disponen de dos horas en las que no tienen que pensar en otra cosa, en que se divierten, en que establecen un vínculo con otras. Muchas cosas ocurren que para nosotras son hechos políticos, que tienen un componente revolucionario, porque algo cambia”: Mónica Santino.

Las mujeres son la mitad de la población de esta villa miseria, como se llaman en Argentina a los asentamientos pobres y hacinados, pero no les fue fácil conquistar su lugar en la cancha, un territorio tradicionalmente masculino.

“Piensan que el fútbol y la cancha son para ellos”, señaló a IPS la jugadora Agustina Olaña, de 15 años.

En el 2007, cuando comenzó el proyecto, las mujeres tuvieron que delimitar su espacio de juego con conos y piedras. Hoy entrenan dos veces por semana.

“Parece poco, pero como conquista el mensaje de género es importantísimo porque las canchas de fútbol son los espacios públicos más importantes del barrio”, continuó tras la interrupción Santino, exjugadora de 49 años y primera mujer en ser directora técnica de laAsociación de Fútbol Argentino.

“Vivimos en un país donde el fútbol es el deporte nacional, que nos explica como argentinos, que nos representa en campeonatos mundiales, pero las mujeres en el fútbol seguimos siendo ciudadanas de segunda”, lamentó.

La Nuestra es además una organización que busca que más mujeres accedan al deporte y que usa el fútbol para reforzar sus capacidades, autonomía y autoestima, desde una perspectiva igualitaria.

El proyecto inicialmente convocaba solo a adolescentes, pero pronto se vio desbordado por la demanda espontánea de niñas y mujeres adultas. Actualmente participan 70, la mitad de seis a 12 años y el resto a partir de 13.

“Me regalaban muñecas o pelotitas chiquitas, pero yo quería pelotas de fútbol”, recordó una de las alumnas, Florencia Carabajal, de nueve años.

“Siento que los hombres no aprenden que nosotras también podemos jugar. Los varones me decían ‘mujer marimacho’. Pero ahora no me dicen más nada. Yo les digo que si yo quiero jugar a la pelota, ellos no son nadie para decirme que no”, relató Juanita Burgos, de 10 años, que aspira a ser jugadora profesional.

Un sueño difícil de alcanzar en Argentina, pese a que su selección masculina ganó dos veces la Copa Mundial de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) y el país es semillero de míticos jugadores, como Diego Maradona y Leonel Messi.

El fútbol femenino, en cambio, nunca ganó un campeonato mundial, según Santino porque para los grandes clubes “no es espectáculo, no genera dinero” y por eso no se invierte en las futbolistas como en otros países.

“Ningún club tiene estructura para que haya divisiones inferiores o para que las chicas comiencen a formarse como deportistas a edad temprana, que es cuando se crece como deportista y te permite ir la competencia”, explicó.

“Las veces que Argentina participó de competencias internacionales fue doloroso porque cuando jugamos con selecciones como las de Alemania o Estados Unidos, nos meten 11, 13,15 goles”, se lamentó.

“Después vienen esas críticas fuertísimas: que la camiseta argentina no se mancha, que no se hace esos papelones internacionales. Pero acá ves que no tenemos infraestructura. Es un discurso muy perverso”, cuestionó.

“Tuve la suerte de estar en la selección, de haber disputado un mundial pero a puro sacrificio” agregó la entrenadora de La Nuestra, Vanina García, de 33 años, quien alternaba el deporte con otro trabajo.

Santino impulsa que el proyecto se replique en otros barrios, para lo que cuenta con su experiencia como seleccionadora del denominado Fútbol Callejero. También aspira a crear un club de fútbol femenino, donde además de jugar, se debatan cuestiones de deporte y género.

La Nuestra surgió a partir del trabajo de Santino como coordinadora del Programa de Fútbol Femenino del Centro de la Mujer del municipio bonaerense de Vicente López. Cuenta con fondos del Programa de Adolescencia, del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y de la Secretaría de la Niñez, del gobierno nacional.

“Después, todo se apechuga (se consigue con esfuerzo)”, explicó.

Según Santino, activista por los derechos de la mujer en el deporte e integrante de la no gubernamental Fundación Mujeres en Igualdad, “este es un tema pendiente en la agenda feminista”.

“De una mujer se espera una conducta que no tiene que ver con correr, transpirar, hacer fuerza. Te dicen que si jugás fútbol el cuerpo se te transformará en el de un hombre. Hay una idea muy firme de creer que todas las que juegan al fútbol son lesbianas”, subrayó.

“Yo creo que se pone en juego lo mismo que cuando hablamos del derecho al aborto y de todos los prejuicios que aparecen. Es una forma de tutelar los cuerpos de las mujeres, de qué forma debieran ser”, opinó.

Para Santino, el fútbol femenino es una buena excusa para hablar sobre otras reivindicaciones feministas, como el derecho al ocio.

“Para venir a la cancha, el gran peso era el de los quehaceres domésticos. Venían después de lavar los platos, de cuidar hermanos o hijos propios desde edad muy temprana. Cosas que están asignadas a las mujeres. Los varones en cambio, llegan del colegio, tiran la mochila y vienen a la cancha automáticamente”, comparó.

“Aquí jugando fútbol, las mujeres disponen de dos horas en las que no tienen que pensar en otra cosa, en que se divierten, en que establecen un vínculo con otras. Muchas cosas ocurren que para nosotras son hechos políticos, que tienen un componente revolucionario, porque algo cambia”, analizó.

Para Karen Marín, una vendedora de pollos de 19 años, quien migró desde Bolivia con sus padres a los ocho años, La Nuestra fue una manera de integrarse.

“Sufría discriminación porque era boliviana y me cerraba mucho y vivía en mi cuarto. Un día me invitaron. Nunca más falté, comencé a tener amigas. El fútbol me ayudó en todo, sobre todo a estar más suelta”, destacó.

Pese a las dificultades, la entrenadora García cree que ya no se cuestiona tanto el fútbol femenino, presente en las escuelas y en casi todos los torneos de los barrios.

“Supongo que porque la mujer ha tomado otro rol. En otro montón de cosas, pero también en el fútbol. La mujer se planta y quiere jugar al fútbol y juega”, sintetizó.

Editado por Estrella Gutiérrez
Fuente: IPS

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in