diciembre 05, 2015

Entrevista a las Superpoderosas, las Superwomans guatemaltecas que luchan por erradicar la violencia machiista

En el marco del VII Festival de Cine Invisible, Las Poderosas realizaron tres funciones en Azkuna Zentroa, Teatro Barakaldo y Olalde Aretoa de Mungia.
Adelma Cifuentes, Lesbia Tellez, Telma Ajin, Telma Sacerño y Rosa García se conocieron en el Centro de Investigación, Capacitación y Apoyo de la Mujer (CICAM) de Guatemala, un centro que ayuda a las mujeres que han sufrido violencia machista. Cuando el dramaturgo y director de teatro argentino Marco Canale llegó a Guatemala las cinco decidieron participar en el primer proyecto audiovisual que se llamó "Hoy puedo ser", un vídeo que refleja sus historias de vida. A partir de ahí decidieron seguir trabajando juntas y hoy Las Poderosas es también una asociación conformada por diez mujeres, todas supervivientes del sistema patriarcal. Y es que como nos decía Silvia Trujillo, socióloga y miembro de la asociación, “el nivel de violencia es tan alto, que al final el factor de riesgo en Guatemala es ser mujer”. Las conocimos en el VII Festival de Cine Invisible celebrado del 16 al 22 de octubre y organizado por KCD-ONGD.

La violencia machista os transformó en superheroínas a cinco mujeres. ¿Cómo os conocisteis?

TS: No nos conocíamos entre nosotras, lo que teníamos en común era nuestro problema en relación con la violencia intrafamiliar. Por mi parte oí por la radio que había una institución que me podía ayudar. Al separarme del papá de mis hijos decidí buscar ayuda legal y así llegué a la asociación en la que realicé terapias individuales y colectivas. Después de esto llegó el proyecto de Marco Canale y vi una oportunidad de poder ser feliz. Y de hecho, lo soy haciendo teatro.

AC: Yo fui a la organización buscando ayuda psicológica cuando mi marido me mandó a matar y perdí mi brazo. Después, él siguió tratándome mal y empezó a amenazarme con mi hija y fue entonces, por defender a mi hija, que fui a poner la denuncia; del juzgado me enviaron a psicología para hacerme comprender que podía seguir adelante sin mi brazo y allí fue donde me encontré con las compañeras. Luego vino Marco Canale con su proyecto y me ofrecieron unirme al grupo. Me dijeron que se trataba de ayudar a otras mujeres a salir de la violencia y yo acepté.

Fotografía realizada por Javier Gonzalez, colaborador de Pueblos, durante la entrevista.

TA: Yo, en cambio, no he sufrido violencia en realidad, lo único que la separación de mi pareja le afectó tanto a uno de mis hijos que cuando nos separamos empezó a defecarse en la ropa antes de comer, para ir a dormir, en la escuela… Entonces fui a buscar terapia para el niño y la que acabó recibiendo la terapia fui yo.

Magdalena Morales: Yo quisiera hablar sobre mi compañera Rosa, la cual yo vengo a sustituir, porque en su caso la violencia le llevó a un intento de suicidio, por eso es que estaba allí. Fue madre muy joven, con dieciséis años, y es la más joven de todas. Vengo a sustituirla porque estaba embarazada y perdió al bebé. Eso es muy complicado, está pasando por un duelo y físicamente también tiene que cuidar mucho su salud.

La violencia sexista tiene como objetivo anular la autoestima de las mujeres. ¿Cómo fue el proceso y el momento de tomar conciencia y actuar?

TS: Resulta tan fácil una vez que ya has empezado el proceso que me preguntaba por qué no había tomado antes esa decisión para sufrir menos. Pero uno no la toma por cuestiones de cultura, religión, miedos, ausencias… También una sigue ahí por los hijos, pero llegó un momento en que la situación ya no era sostenible. Yo violencia física no sufrí, ni me hubiera dejado tampoco, era violencia psicológica y patrimonial porque teníamos un negocio que lo controlaba él y me amenazaba con cortarme los pocos recursos económicos que tenía. Ya cuando mi exmarido se fue encontré la paz y la tranquilidad en mi casa y ahora mis hijos tienen una buena relación con él. Esas decisiones hay que tomarlas por salud mental y por bienestar.

AC: Para mí fue muy dura la decisión porque yo me preguntaba como haría para mantenerme yo y mis tres hijos. ¿Cómo les voy a dar de comer si supuestamente yo no puedo trabajar sin mi brazo? Y a eso me aferré, me fui otra vez a la casa con mi marido cuando salí del hospital. Pero él empezó otra vez a maltratarme bastante. Decía que yo era una puta, que no me quería ahí, que me fuera a la mierda, que me fuera con mis papás y le dejara a sus hijos. Hasta que un día decidí poner la denuncia por mi hija y sacaron a mi marido de la casa. Fue una decisión muy dura, lo único que me aliviaba era que yo ya había logrado algunos recursos para mantenerme y alimentar a mis hijos e hijas y ahora, gracias a dios, mis hijos ya trabajan y nos vamos ayudando entre todos.

Utilizáis el teatro como forma de enfrentar la violencia sexista, un problema global pero especialmente grave en Guatemala: el 28% de las mujeres reporta violencia de su pareja.

MM: En Guatemala la violencia está totalmente normalizada. Lo primero que tienes que hacer es identificarla porque uno vive dentro de la violencia. Te puedo decir que la violencia en Guatemala es algo tan cotidiano como por ejemplo que las madres nos digan a nosotras “si ves un grupo de hombres en la esquina, por favor cámbiate de calle”. Eso se acaba naturalizando hasta llegar al extremo de que la violencia sexual se utilizó como estrategia de guerra en el conflicto armado interno. Por eso el primer paso es identificar la violencia; y el segundo, aceptarlo. Y aceptar que vives en violencia no es sencillo. En mi opinión, violencia es el hecho de que yo tengo que amanecer pensando en qué ropa me voy a poner, estar cuidando como madre a las chicas para que no las violen, estar cuidando que los novios no te registren el teléfono… El proceso por el que han pasado Las Poderosas ha sido primero identificar la violencia, después aceptarla, y finalmente trabajarla para empoderarse.

Empoderarse para hacerse poderosas.

MM: Así es. Nos instalan relaciones en la cabeza donde el centro de nuestras vidas son los hombres y eso en Guatemala es bien jodido. Allá por ejemplo, la madre de mi pareja le decía a una niña de seis años que estaba barriendo: “Barra, barra, barra. Barra por donde la suegra pasa”. Y ella le decía: “Suegra pero si yo no tengo novio”. Y mi suegra le respondió: “No, pero vas a tener”.

En cambio, reivindicáis que sois luchadoras y supervivientes, pero nunca víctimas.

AC: Sí fuimos víctimas, pero ahora ya no (risas).

TS: No somos ni víctimas ni victimarias. Necesitamos que la equidad sea una realidad; no odiamos a los hombres, nos gustan, son lindos. Los necesitamos, tenemos hijos, parejas. Ya salimos de la violencia, ya vemos la vida de otra forma.

¿Qué os transmite el teatro? ¿Y qué mensaje hacéis llegar a las personas a través del teatro?

TA: Pensamos que es una oportunidad de vida para nosotras y otras mujeres. Es un espacio que nos ha ayudado a sanarnos y a transformarnos. Es un espacio que brinda muchas oportunidades.

TS: Para mí lo más importante es poder expresar lo que guardamos por tanto tiempo y la oportunidad de ayudar a otras personas para que superen esas situaciones. Es necesario buscar información real, información que te haga ver las cosas desde un punto de vista mejor. Eso ha sido para nosotras el teatro. Nos hemos conocido a nosotras mismas, nuestros derechos… Y con ello hemos transmitido alegría y calidad de vida a nuestras familias.

AC: A mí me ha ayudado mucho y sobre todo el apoyo de las compañeras. Tuve muchos momentos difíciles porque después de que me pasara todo esto y se celebrara el juicio, mi marido se llevó a mis dos hijos. Sólo mi hija me acompañó durante el proceso del juicio. Mi marido manipuló a mis hijos, los puso en contra mía, y ahí tuve un gran apoyo de mis compañeras. Por medio del teatro he salido adelante.

¿Además del teatro compartís vuestra experiencia de superación con otras mujeres a través de talleres u otras iniciativas?

TS: Sí, claro. Damos talleres a las comunidades para enseñarles a las mujeres que el teatro puede ser una herramienta potente para salir de esas situaciones de violencia. Como miramos la vida de otra forma, ahora también hacemos talleres de sexualidad porque con todo lo que nos hemos capacitado, y tal vez empoderado, ya sabemos que nuestro cuerpo es nuestro y podemos hacer lo que nosotras queramos con él. No es de otra persona, no es de nuestra pareja, sino nuestro, y eso es lo que queremos mostrar.

MM: Yo creo que lo valioso de la metodología de Las Poderosas es que el teatro ha sido una terapia de sanación. Por otro lado, es interesante cómo la obra también viene a cuestionar los cánones establecidos dentro del pensamiento hegemónico del arte en el país. Ellas no son actrices formadas académicamente y esto generó mucha polémica en el país sobre si era teatro o actrices lo que ellas hacían. Además, ellas van acompañadas bajo un marco institucional, el Centro Cultural de España, y a partir de ahí hay alianzas estratégicas con otras instituciones.

La respuesta gubernamental al movimiento feminista y en políticas de igualdad, ¿en qué momento está?

TS: Nosotras, algunas veces, nos sentíamos mal porque llegábamos con nuestra alegría a presentar nuestra obra y oíamos cosas como: “Ni saben hablar en las tablas, por qué la gente llega a verlas, ni son artistas, no han pasado por una escuela,…”. Era triste pero nunca hicimos caso de eso porque a nosotras lo que nos interesaba era que se dieran cuenta de que por medio del teatro, no el clásico o el estudiado, sino el que nosotras hacemos, podíamos cambiar situaciones. Eso es muy lindo.

MM: Lo que pasa es que hay una cuestión fuerte ahí en Las Poderosas porque si una institución lo valida, está validando a nivel nacional el sistema machista en el que vivimos. Entonces, ¿qué institución nacional va a querer validar Las Poderosas? No quieren aceptar que estamos en un sistema patriarcal. Las mujeres sí, el sector de mujeres sí está con nosotras y nosotras estamos con ellas. Y al sector artístico le ha costado un montón.

Desde el nacimiento de vuestra compañía “Las Poderosas” habéis podido actuar en diferentes países como México, Venezuela y el País Vasco, entre otros. ¿Qué se siente ante la buena aceptación de vuestra obra y lucha?

AC: Las primeras veces que salimos al escenario me puse muy nerviosa, temblaba de miedo (risas), pero una se va acostumbrando. Cuando al final de la obra el público nos aplaude me pongo muy contenta.

TS: Siempre nos ponemos nerviosas. Nos ponemos detrás de los telones y no nos gusta ver cómo está la sala porque eso genera nervios. A mí hay veces que me palpita el corazón de forma horrible o me pongo con escalofríos, pero una vez que estás ya en escena cambia todo. Y el resultado son los aplausos, es algo bonito.

TA: Para nosotras este espacio ha sido grandioso y para nuestros hijos también porque en la primera hora participan ellos. Después de venir de hogares terriblemente violentos y que para un niño o niña la separación de la familia es algo traumático, el teatro es para ellos un encuentro muy especial y muy lleno de vida y esperanza. Su forma de pensar también ha cambiado.

Sois un ejemplo para muchas mujeres a nivel mundial que sufren violencia sexista… ¿Hay posibilidad de cambio para erradicar la violencia sexista?

TS: Pienso que con tanta gente que nos ha visto hemos conseguido algunas cosas. En una de las actuaciones que hicimos en Venezuela, por ejemplo, una jovencita nos dijo que no tenía nada que hacer y que se iba a quedar a ver la obra. Al finalizar, se nos acercó llorando y nos dio las gracias porque ella planeaba suicidarse ese mismo día, pero se identificó con uno de los personajes del cual contábamos que había logrado salir de la violencia machista y que tenía una oportunidad. Puede haber otras personas que no lo cuentan pero que nuestra obra les ayudó. Sí que hemos conseguido algunos cambios.

TA: En los hombres también. Han llorado cuando hemos presentado la obra, se han identificado como machistas y algunos prometen no volverlo hacer.

AC: En mi aldea los hombres son muy violentos y machistas. Desde que conseguí que encarcelaran a mi exmarido todos me tienen miedo. Dicen que soy una mujer mala y les tienen prohibido a sus esposas que me visiten. Pero a pesar de todo, las esposas vienen donde mí a escondidas. También han venido a visitarme mujeres de otras aldeas. Ha habido muchos cambios.

MM: No creo que solas logremos erradicar la violencia machista. Lo que sí te puedo decir es que somos parte de todos esos cambios que han logrado todas las mujeres en la historia. Si creemos que todo puede ser construido también lo podemos deconstruir perfectamente. Estamos empezando, a ver hasta donde llegamos.

Cambios aquí y allá que queréis transformar en una Red de Poderosas a nivel global.

TS: Ese fue el pensamiento inicial, poder ser un perraje, decíamos nosotras, un perraje de puntaditas hasta lograr ser todo un tapado de pensamientos y acciones.

MM: Creo que el teatro lo que hace es contar la vida de las mujeres, que eso es bien importante, visibilizar nuestras luchas y desnaturalizar todos esos paradigmas que tenemos. Quizás nosotras no veamos los cambios que vamos a generar ahora pero sí los verán las mujeres de mañana.

TS: Estamos empezando nosotras mismas, después nuestras familias y a partir de ahí, otras personas. Yo siento que algo se va a mover, algo se va a crear, de hecho, ya se está moviendo y vamos a lograr grandes redes.

Por Eneko Calle y Maddi Goikoetxea 

Sí a la Diversidad Familiar!
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