septiembre 24, 2016

Mujeres Creando, Despatriarcalizar con Arte



En los años noventa nace en Bolivia Mujeres Creando, un movimiento que actúa desde la creatividad como un espacio de lucha contra un sistema patriarcal, colonizador y neoliberal, y que ha servido para la sociedad boliviana como órgano legitimador de activismo político, intervención artística y pedagogía feminista.


En la casa de Mujeres Creando “La virgen de los deseos”, donde se puede leer una de las grafiteadas que decoran el lugar. Fotografía de Arpad Pou.


Toda forma de arte va más allá de lo explícito, es un arma “con sentido político” decía Jean-Luc Godard, director de cine cuya filmografía mutó de lo meramente cinematográfico a una subversiva estética de lo político. En eso coincidió con el historiador de arte y ensayista Georges Didi-Huberman quien consideraba la imagen como “un espacio de lucha”[1]. Lo indispensable para Didi-Huberman era el lenguaje, “devolverle su fuerza” emancipadora. “Cada imagen nos exige ser vista, no solo contemplarla una y otra vez”, respondía ante una instantánea de las víctimas del campo de concentración de Auschwitz.

En Bolivia, esa idea del poder del arte como acción transformadora apareció el trazo del colectivo Mujeres Creando durante la época del creciente neoliberalismo que fue expandiéndose como una plaga de geografía cartográfica por América Latina desde la Chile de Pinochet, gurú por excelencia, pasando por Menem en Argentina, Cardoso en Brasil, Fujimori en Perú o Jaime Paz Zamora en Bolivia.

Para Mujeres Creando, en una sociedad terriblemente conservadora y machista como la boliviana, el arte debe ser feminista y encontrarse en el terreno de lo público. “Nosotras creemos en la calle como escenario principal de acción política”, explica María Galindo, una de las tres fundadoras de Mujeres Creando junto a Mónica Mendoza y Julieta Paredes en 1992, dos años después de que María y Julieta regresaran de “su exilio sexual, humano y político en Italia”, como lo relata Helen Álvarez en El camino de Mujeres Creando, una sucesión de estridencias.

Sin proselitismos de ningún tipo, el grafiti como expresión se consolidó desde los inicios como un arma subversiva, incómoda, irritante y provocadora. Del mismo modo que Didi-Huberman, la fuerza del lenguaje para este grupo de mujeres polimorfas (rebeldes, callejeras, agitadoras, heterosexuales desobedientes, anarquistas, grafiteras, feministas, indias, cholas, lesbianas) sigue siendo el poder que destapa lo invisible, desenmascara la apariencia, “una forma de vida en la que las utopías se abren camino entre los espinos”, escribe Helen.

Indias, putas y lesbianas, juntas, revueltas y hermanadas

En 1990 Julieta Paredes y María Galindo regresaron a Bolivia convencidas de que debían construir un espacio de mujeres en un momento en que las fuerzas populares estaban prácticamente derrotadas por el amplio consenso social de un Estado en favor del modelo neoliberal. En aquel momento, la izquierda estaba incapacitada para ofrecer un discurso alternativo y diferente. Encajada y limitada en una idea del proletariado propio del marxismo ortodoxo incapaz de reconocer a la mujer como sujeto político en la revolución, Julieta y María entendieron que dentro de la izquierda no había un lugar para ellas y se vieron indudablemente en la necesidad de construir una comunidad de mujeres para hacer frente a las vetustas teorías marxistas claramente patriarcales.

Empezaron a comprometerse a nivel barrial con pequeñas iniciativas de alfabetización. Hubo un acercamiento con algunas organizaciones no gubernamentales, pero rápidamente Julieta y María tomaron distancia. Consideraban que el proceso de transformación de las oenegés era inexistente porque profesaban el discurso erróneo de empoderamiento y autoestima que imponía el neoliberalismo, “un discurso neoliberal sobre la equidad de género que venía de la incidencia que tenían las organizaciones internacionales en toda América Latina”, explica María.

Se alejaron de todas aquellas organizaciones basadas en estructuras de poder cuyo único fin eran impedir formas alternativas y comunitarias, propias y rebeldes. Julieta y María lanzaron entonces la propuesta de la rebelión: el desafío de que las mujeres se apropiaran de su propio discurso teórico, ideológico, y de un espacio público que para algunas era irreconocible y para otras innecesario.

Sin embargo, como escribe Helen Álvarez, para la estudiante Mónica Mendoza, como para Julieta y María, era imprescindible “recuperar el espacio público que el sistema patriarcal había vetado”. Así que, en marzo de 1992, Julieta, María y Mónica empezaron el camino de la utopía en los muros de paredes y edificios de la capital boliviana. En ese proceso de construcción de lo heterogéneo entre mujeres de identidades sexuales y étnicas distintas era muy importante que la manera de expresarse tuviese una relación directa con el contenido de lo que se pensaba.

Mujeres Creando adoptó nuevas formas de comunicación que marcaron la diferencia. Se quería lograr que más mujeres se unieran al movimiento. Había que protestar y denunciar, cautivar y animar. Era indispensable no solo romper con el Estado, sino también escindirse del lenguaje de la izquierda, de la influencia de los movimientos revolucionarios armados que bebían del guevarismo como Nicaragua, El Salvador o Cuba. “La idea de una estructura jerárquica, muy militarizada, con una estructura capaz de cambiar la sociedad estaba muy arraigada dentro de muchos sectores populares”, cuenta María. Y la única manera de conseguirlo para Julieta, María y Mónica era mediante la creatividad, y en repudio de cualquier forma de violencia que incluso ellas mismas habían sufrido en marchas y manifestaciones.

Así empezaron en el 93 con una mezcla de grafiti y pintura que llamaron grafiteadas, denunciando el racismo y la violencia estatal, familiar, sexual e institucional. Era su forma de expresión natural y pacífica capaz de revolucionar las conciencias femeninas y practicar un mensaje claro y feminista. Para María aquello fue la clave del futuro del colectivo: “Queríamos reivindicar a las mujeres que están fuera del modelo que entiende el patriarcado, visibilizar a las locas, a las insoportables, a las mal vistas, a las insultadas, a las adúlteras, a las lesbianas, a las putas, a las indígenas, a las gordas.”

Ahora las mujeres bolivianas tenían un lugar común que respondía a sus necesidades, un espacio social en el que podían acudir para reivindicar sus derechos y transgredir la norma que las condenaba. Era el momento para que Mujeres Creando articulara su discurso ideológico, recoger las posiciones del movimiento frente a cuestiones políticas, económicas y sociales. El reto fue plantear un instrumento de comunicación quincenal, Mujer Pública, abierto a todas las mujeres que quisiesen denunciar y protestar. Era un periódico libre, autogestionado, que solo dependía de quien lo escribía, que generaba discordia en el poder, y se vendía en la calle. De repente, Mujeres Creando ya no solo estaba en la pared de un edificio en Bolivia. La venta ambulante del periódico era también una forma de intervención urbana para interpelar con la sociedad y ganar popularidad más allá de La Paz. Música, gritos y acciones callejeras empezaban a acompañar a los grafitis.

Pensar es altamente femenino

Durante los 24 años de existencia del movimiento Mujeres Creando la propuesta se define como “la lucha creativa a través de expresiones pacíficas”. Las oportunidades de exponer su arte en diferentes espacios de creación artística en todo el mundo supusieron una evolución que se ha acabado instaurando en el sí de una sociedad anclada en la opresión machista, en el racismo institucional y en la impunidad homofóbica.

Mujeres Creando supo revertir una situación que parecía infranqueable, inmutable. Consiguió que la mujer boliviana, reprimida en su propia existencia impuesta por los roles patriarcales, levantara el hocico de su madriguera y saliera a la calle. Julieta, Mónica y María establecieron un estilo transgresor y provocador en sus ideas éticas, estéticas y sociales. Les enseñaron a las mujeres bolivianas la autonomía para decidir en cada uno de los asuntos de las que eran protagonistas.

Los espacios artísticos que iba conquistando Mujeres Creando con su arte feminista, después de haber participado como alumnas aventajadas en el encuentro de San Bernardo (Argentina), en 1990, que supuso que Julieta y María se declarasen feministas, empezaban a consolidarse en los engranajes que había custodiado hasta entonces el arte burgués. Por ello, su trabajo suscitaba una reacción adversa, crítica y discriminatoria. El arma de doble filo apuntaba, por un lado, hacia una creciente legitimización social del movimiento, pero, por otro lado, asomaba una dura e injusta manipulación mediática en contra de la exhibición de un arte proscrito por los espacios que pertenecían a las élites artísticas.

En 1999, María fue invitada en el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía a participar en la exposición “Utopías” que se desarrollaba a nivel mundial. La propuesta feminista y colectiva de María favoreció a comprender que en Bolivia se iniciaba un cambio social importante desde una posición antineoliberal y sin privilegios. La repercusión generó controversia en muchos artistas con una concepción del arte moralmente superior. Pero la exposición para Mujeres Creando y para Bolivia fue un éxito. El reconocimiento comenzó a trascender en su país, y su mensaje de denuncia a calar entre la sociedad boliviana. Al año siguiente, María volvió a ser invitada en una exposición de arte contemporáneo latinoamericano. Su propuesta era la más grande que se exhibía en el Reina Sofía. El acontecimiento provocó de nuevo protestas por parte de artistas y críticos que consideraban que Mujeres Creando no hacían arte. No entendían que la propuesta artística del colectivo feminista era un lenguaje con sentido político.

Durante todos estos años sus intervenciones no han dejado indiferente a nadie. La última en la apertura de la 31ª Bienal de Arte Moderno de Sao Paulo, en septiembre de 2014. María, que no ha perdido ni un ápice de su fuerza, instaló el “Espacio para Abortar” con varios úteros gigantes para reivindicar el aborto libre y gratuito mientras uno de los seis cortometrajes que forman la película de María 13 horas de rebelión se proyectaba repetidamente. Mujeres Creando consideró que la obra quedaba censurada cuando la dirección de la muestra calificaba la instalación como no apta para menores de 18 años.

¡Ay si fuésemos un espejo de la otra!…

Actualmente el movimiento gestiona de manera cooperativa varias iniciativasdentro de “La Virgen de losDeseos”, un restaurante, en La Paz, que actúa de centro neurálgico para asesoría jurídica a víctimas de violencia machista, servicio de hospedaje, centro infantil y punto de venta para sus publicaciones. Además, tienen una cooperativa de serigrafía, de limpieza de casas, y, desde 2007, la radio comunitaria, Radio Deseo, que sirve para difundir lo que ellas llaman la “construcción de lo ideológico y la producción de justicia”.

María identifica la primera como “política simbólica”, la teoría política y filosófica inseparable del activismo y contemplada en la generación de publicaciones que ha representado otra forma independiente de sustento para la organización. Para Mujeres Creando es indispensable que cada militante desarrolle transversalmente, en la construcción ideológica, un triple trabajo (manual, intelectual y creativo) para hacer frente a la jerarquización que ha supuesto la noción del trabajo en el modelo capitalista.

La segunda se establece como “política concreta”, la materia prima de toda la labor que realiza Mujeres Creando en contra de la usura bancaria, que no permite a la mujer boliviana emanciparse económicamente cuando decide tomar la calle como modo de subsistencia, y en contra de la violencia machista, donde asisten a las víctimas y proponen acciones concretas que van de lo legal a lo ilegal, del escándalo público a la vía jurídica.

En estos 24 años de lucha inagotable, el proyecto de autoafirmación de Mujeres Creando ha conseguido encontrar su camino: “una historia dolorosa y emocionante”, como afirma María, que ha trascendido a una sociedad profundamente afianzada en los procesos del patriarcado colonizador. Para todas ellas, la lucha continúa y el sueño se mantiene.

Arpad Pou, licenciado en Filosofía y miembro del Proyecto Termitas y Elefantes,www.termitasyelefantes.org.

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