octubre 16, 2016

Sabias, liberadas y rurales

Integrantes de la Red reflexionan en Dulantzi sobre el camino recorrido y los retos futuros.
Con motivo del Día Internacional de las Mujeres Rurales, que se celebra el 15 de octubre, queremos rendir homenaje a la Red de Mujeres del Medio Rural de Álava, que rescata saberes y vida para hacer de sus pueblos lugares más habitables. Recibieron el último Premio Emukunde.

En 1999, un pequeño grupo de mujeres lideresas de distintas asociaciones del medio rural de Álava creaba una red para impulsar su participación en el avance de la igualdad de oportunidades y su protagonismo en el desarrollo de los pueblos que habitaban. Se trataba de una pionera asociación de asociaciones. Desde entonces, a través de incesantes actividades y siempre con ese objetivo final, las integrantes han visibilizado sus experiencias y conocimientos y “han puesto en valor los trabajos tradicionales de cuidados y de sostenibilidad de la vida”, reconocen.

En sus inicios, la Red de Mujeres del Medio Rural de Álava aglutinaba a alrededor de 750 mujeres, de en torno a los 50 años, “con mucha iniciativa, dedicación y esfuerzo, pero con una escasa conciencia del hecho diferencial de ser mujeres”. La andadura de la Red representó un proceso de crecimiento personal de sus integrantes que, con el tiempo, tomaron conciencia y aprendieron a identificar las desigualdades de género: “Ahora sabemos que el ser mujeres nos ha hecho como somos y que el empoderamiento, algo que nos ha costado aprender, interiorizar y poner en marcha, nos libera y nos permite ser nosotras mismas”.

Se aproximaron a él a partir de la crítica al androcentrismo. De lo contrario, como mantiene Marcela Lagarde, “no se habrían empoderado nada”. “Tenemos que ser capaces de mirar que estamos en un mundo de dominación masculina y que ello supone una condición social y política que nos afecta a nuestra vida personal como mujeres”, explican desde la Red. Para la antropóloga mexicana, es necesario “generar espacios de confianza como reducto del empoderamiento”. Esta red es, sin duda, uno de ellos.

“Ahora sabemos que el empoderamiento, algo que nos ha costado aprender, interiorizar y poner en marcha, nos libera y nos permite ser nosotras mismas”

Un estudio realizado por la socióloga Sara Ibarrola Inchusta confirma que pertenecer a una asociación ha significado para las mujeres vascas una plataforma de acceso a mayores grados de autoestima, autocuidado y autonomía.
“Ver la vida de otra manera”

Como consecuencia de formar parte de la Red, las integrantes han experimentado el proceso de empoderamiento en sus propias vidas, partiendo “del aprendizaje, del reconocimiento y de la revalorización” de ellas mismas y, más tarde, haciendo llegar sus intereses y necesidades a quienes han considerado pertinente.

Conscientes de eso, pueden plasmar con palabras cómo, con el tiempo, han ido adquiriendo mayores cuotas de autoestima, de autonomía y de incidencia política. Tere López de Arróyabe destaca que la Red significó para ella salir de su casa, de su pueblo y relacionarse con otras personas. Y Leonor Sastre González de Apocada, el hecho de conocerse mejor a sí mismas. Por su parte, Karmele Peña Mardones señala como hito importante en el proceso de emancipación “dar el paso a hablar en público”, al tiempo que subraya “el aprendizaje de nuevas habilidades”, como las relativas a la negociación o la organización.

Tras estos logros personales, cambiaron el chip; le perdieron el miedo a tratar “con las autoridades políticas” y a ser conscientes de que están “a su servicio” y les tienen que escuchar. Ahora, los concejos cuentan con una mayor participación de las mujeres y su capacidad para influir en los espacios de decisión va en aumento. Y así seguirá siendo, porque no tienen intención de parar: “Iremos a donde haga falta a plantear nuestras necesidades”, afirma con rotundidad Edurne Ibarrola Alday.

Pertenecer a la Red les ha hecho “ver la vida de otra manera”. La sororidad y el apoyo entre ellas -“la unión hace la fuerza”, recuerdan- es su motor principal. Sin embargo, no se olvidan de los aspectos negativos del asociacionismo, como la “escasa participación a largo plazo” que, entre otras cosas, provoca cargas de trabajo en las mujeres más activas, o “la poca conexión entre algunas integrantes”. Para sortear este bache, tienen una estrategia clara: “Nuestro funcionamiento asambleario y abierto a cuantas mujeres quieran participar, más allá de estructuras jerarquizadas, es una manera de plasmar el valor que damos a todas las opiniones y los puntos de vista”. Para estas mujeres, los conflictos son también una cuestión de actitud: “Hemos aprendido de ellos, los hemos superado y hemos salido reforzadas”.
Algunos proyectos

En 2004, la Red de Mujeres del Medio Rural de Álava detectó una necesidad vital que quería contribuir a resolver: el cuidado de criaturas y de personas mayores. Tras muchas pizzas compartidas en la oficina nació Etxezain, una iniciativa destinada a poner en contacto a una familia que demanda servicios de tareas domésticas y de cuidados con trabajadoras y trabajadores: “Es gratificante. Cuando la familia está agotada de los cuidados, recurre a nosotras y, en un plazo máximo de una semana, solucionamos esa situación de agobio”, explican desde la asociación.

“Teníamos el prejuicio de que las empleadas de hogar serían recibidas de una manera menos acogedora. Sin embargo, las familias las consideran incluso como parte de su núcleo”, añaden. El seguimiento continuado de cada relación laboral asegura el bienestar y la conformidad de ambas partes. El proyecto Etxezain cuenta, además, con otro objetivo: mejorar la empleabilidad de las mujeres en situación de vulnerabilidad, en convenio con el Instituto de Bienestar Social de la Diputación de Álava.

Los Saberes de las Mujeres es otro proyecto de la Red. Valiéndose de internet y de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), pretende “visibilizar, valorar y transmitir los conocimientos y saberes de las mujeres rurales de Álava para que las generaciones más jóvenes pongan en valor la sabiduría de sus antecesoras”.

Los encuentros entre las integrantes de la Red y los intercambios con mujeres del medio rural de otras localidades del Estado, como Alicante, Cáceres o Madrid, forman parte de la actividad periódica y siempre están plagados de anécdotas: “En el primer encuentro [Murgia, 1999], andábamos todas muy nerviosas con los apuntes que teníamos que leer. Con todo preparado, tuvimos que suspenderlo porque cada vez nevaba más y el regreso de las participantes a sus pueblos se complicaba por el estado de las carreteras. Otro año, en Llodio, una de nosotras se cayó y nos llevamos un gran susto. No pasó nada; ¡cuatro días después se marchó de viaje con un moratón en la cara…!”.


Haciendo memoria, bromean con que tuvieron tiempos más boyantes: “Al principio, a modo de agradecimiento, les regalábamos a las ponentes una cesta de castaño con productos naturales de la zona -pan de pueblo, queso, miel, txakoli y nueces-; o una bandeja con vasitos y vino; u otra de cristal con jabones artesanos. Cuando empezamos a contar con menos recursos, les entregábamos una cesta ‘asiática’ con chorizo… [risas]. Hasta hoy, que les damos las gracias y nuestra mejor sonrisa… Y una retribución económica por su participación, ¡eso sí!”.

Entre las demandas actuales de la Red figuran un transporte público que solucione los problemas de movilidad en el medio rural de Álava —demanda que, a estas alturas, se ha convertido en “eterna”— y un transporte escolar adecuado que contribuya a que los pueblos no se deshabiten: “Las criaturas no van a caminar más de kilómetro y medio para ir a la escuela, aunque en nuestra época lo hiciéramos”, señalan las integrantes de la Red.

Para la Red, el Premio Emakunde significó un reconocimiento “a todas las mujeres que viven en el medio rural y colaboran para que este se mantenga vivo”

Sobre sus retos, uno es “indudable”: integrar a las jóvenes y considerar sus miradas nuevas y sus inquietudes como única vía para que la Red pueda seguir trabajando otros 17 años más por el empoderamiento y la igualdad de oportunidades de las mujeres rurales. Asimismo, se esforzarán por digitalizar todos los materiales con los que cuentan: “Cuando los releemos nos damos cuenta del aprendizaje por el que hemos pasado y del valor de esos saberes para todas”.
Premio Emakunde

El pasado mes de abril, Emakunde otorgó su premio anual a la Red de Mujeres del Medio Rural de Álava y a la Asociación de Mujeres Rurales Hitzez. El Instituto Vasco de la Mujer reconocía, así, “la toma de conciencia de las desigualdades y el fortalecimiento personal y colectivo” como fruto de la actividad asociativa, en un entorno con “obstáculos específicos para el ejercicio de los derechos de las mujeres y para el avance hacia la igualdad”. El jurado también puso en valor su “trabajo en red” y la “colaboración con otras entidades e instituciones para reivindicar los derechos de las mujeres rurales”.

Para la Red, el galardón significó un reconocimiento no solo a sus integrantes, sino “a todas las mujeres que viven en el medio rural y colaboran para que este se mantenga vivo, pues los pueblos sólo se conservan con gente que les da vida”. Sirvió, además, para desatar una reflexión interna acerca del camino recorrido y de los retos futuros. A estas elucubraciones dedicaron parte de su último encuentro, el vigésimo octavo, que tuvo lugar el 11 de junio en Alegría-Dulantzi.

Por Mentxu Ramilo, Miriam Ocio e Itziar Abad
Fuente: Pikara

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