noviembre 26, 2016

Ver desde la libertad de ser mujer: porque amamos la vida, porque nos queremos vivas

Lluïsa Vidal (autorretrato)

Empiezo esta nota con una buena noticia. En el MNAC de Barcelona se ha inaugurado el primer monográfico de pintura dedicado a una mujer, Lluïsa Vidal (1876-1918). La dirección del museo reconoce que se trata de “recuperar” a una artista muy importante, de estilo modernista, cuya obra ha sido silenciada por tratarse de una mujer

Empiezo esta nota con una buena noticia. En el MNAC [1] de Barcelona se ha inaugurado el primer monográfico de pintura dedicado a una mujer, Lluïsa Vidal (1876-1918). La dirección del museo reconoce que se trata de “recuperar” a una artista muy importante, de estilo modernista, cuya obra ha sido silenciada por tratarse de una mujer. El museo reconoce también que parte de su obra está aún sin valorar y que algunos de sus cuadros, por ser muy buenos, fueron adjudicados a otros pintores de su tiempo, como Ramón Casas y Santiago Rusinyol. El catálogo de la exposición lo justifica por razones de la época al considerar que “…una mujer no podía pintar de este modo”.

Lluïsa Vidal fue en su tiempo una importante pintora retratista que obtuvo la autonomía económica mediante su trabajo como pintora, cosa muy rara para la época. Pintó muchos cuadros con escenas cotidianas, su obra representa un documento gráfico muy valioso sobre la vida de las mujeres de su tiempo. Sin duda era una mujer erudita e inteligente, que tuvo como amigas a otras mujeres muy cultas, valientes e interesantes, como la escritora Caterina Albert [2] (conocida con el seudónimo masculino de Víctor Català), la pedagoga Dolors Monserdà, Carmen Karr y Francesca Bonnemaison, entre otras, con las que colaboró en la revista Feminal [3]. Perteneció a una generación de mujeres que, a su manera, se rebeló y luchó a favor de la mujer y se enfrentó al patriarcado.

Posible autorretrato de Clara Peeters
Otra buena noticia, que también quiero resaltar, es que en el mes de noviembre se inaugura una primera exposición monográfica de una pintora, en el Museo del Prado: Clara Peeters [4]. Clara nació en Amberes a finales del siglo XVI. La obra expuesta está fechada entre 1607 y 1621. Pintora de excepcionales bodegones, de estilo Barroco-Flamenco, fue contemporánea de Rubens y Van Dick a quienes actualmente se la compara aunque, como muchas otras mujeres, también ha sido olvidada y silenciada en la historia de la pintura. 

En la Tate Modern de Londres finaliza en octubre un monográfico fantástico de la pintora americana Georgia O’Keeffe [5] (1887-1986) con una grandísima afluencia de público. Algunos críticos de arte consideran a esta pintora “difícil de catalogar” porque no perteneció a ningún –ismo de arte moderno del siglo XX. Sabemos que vivió y conoció de primera mano todos los “ismos” del arte moderno, desde el modernismo americano hasta el expresionismo abstracto de los años 50 y 60, pero no se encasilló en ninguno de ellos. ¡Su obra no sigue ningún estilo! Georgia tiene una obra muy extensa y variada, pero se la conoce popularmente como la pintora de flores que fueron tildadas como sexuadas y eróticas, cosa que siempre negó diciendo que ella pintaba lo que sentía, que la naturaleza es sexuada: “Los que ven solo erotismo en mis obras es porque solo tienen esto en la cabeza”.

No voy entrar si ha habido mujeres “grandes” artistas, me parece una discusión dentro de la lógica patriarcal, pero sí quiero resaltar, y es cierto, que haberlas las hay, en todas las épocas y durante toda la historia. Cuando las buscamos las encontramos y no podemos seguir educando a nuestros y nuestras jóvenes sin enseñar lo que ha hecho el 50% de la humanidad.

He querido empezar resaltado estas exposiciones por dos cosas. La primera: hay que ir a verlas, es un acontecimiento importante, es el resultado de la lucha de muchas mujeres feministas por romper el silencio, por erradicar la injusticia y la violencia cultural contra las mujeres. La segunda es porque merece la pena volver a plantear la reflexión ¿por qué no hay, o hay poquísimas, obras de arte realizadas por las mujeres en los grandes museos? Y también: ¿cómo mirar y explicar el arte silenciado, discriminado y maltratado culturalmente de las obras de arte realizadas por las mujeres?

Georgia O’Keeffe
Las mujeres no somos una excepción ni una rareza en el arte, como se plantea en estas exposiciones. Tenemos una originalidad y una autoría propia que hay que saber mirar y aprender y para esto, en muchos casos, no nos sirve la lógica del arte escrita y pensada desde el patriarcado. Soy de las que piensa que nunca debemos decir que la mujer debería igualarse al hombre en el arte o en cualquier otra práctica, porque más bien creo que en muchas ocasiones debería ser al revés. Legitimar y dar a conocer las obras de arte realizadas por mujeres debe de ser, hoy, no solo un acto de justicia sino también un acto de reflexión y de ruptura con el sistema cultural actual. Romper el santuario masculino del arte es abrir otras formas de ver que nos pueden ayudar a todas las personas. 

Mirar la historia del arte nos permite entender el presente. Quien no tiene historia no puede legitimarse. Las mujeres necesitamos nuestra genealogía femenina. Mirar la historia es encontrar perlas, es trazar puentes para entender el presente, para cambiar rutinas y maneras de hacer y mirar. La sociedad es sexuada y nuestras niñas y jóvenes necesitan saber la verdad y conocer el otro modelo.

La postmodernidad se ha caracterizado por la ruptura irreversible con la tradición y las mujeres nos hemos llevado la peor parte. Se nos ha borrado, se ha menospreciado y maltratado todo lo femenino, a cambio se ha impuesto en la cultura el supuesto neutro-masculino como lo universal. Los seres humanos nacidos todos de una mujer necesitan hacer el reconocimiento a lo femenino para poder mirar el mudo de manera más humana.

Mirar el arte puede ayudar a definir una nueva y diferente manera de ver y vivir. Para mí el arte es aquello nuevo que no se puede consumir en el sentido práctico. El arte, al revés de la lógica consumista de nuestro tiempo, requiere pararse, saber mirar y esto necesita tiempo. El consumismo es una sustitución de la libertad. La libertad no es poder escoger entre una u otra cosa, como quieren hacernos creer las imágenes publicitarias de nuestro sistema económico, sino que la libertad es un acto de creación de algo nuevo, es siempre un acto de ruptura con lo que hay. La libertad es algo extraordinario e inesperado que aparece y desaparece en la vida de las personas. El patriarcado ha sido una espiral progresiva de acumular y consumir, es un estar contra todo lo natural y contra la creación artística.

¿Para qué sirve el arte? Como explicaba muy bien María Zambrano, se hace poesía, se pinta, se escribe… para decir la verdad, para explicar lo inexplicable, para ver lo que no se puede ver, para revelar secretos… ¡para poder vivir de otra manera! Y sirve a quien lo hace y a quien lo mira.

La lógica económica patriarcal de la posmodernidad está matando la creación artística. Yo, que me considero artista, dibujante y feminista [6], reconozco que muchas veces he podido seguir trabajando de manera creativa porque no estoy en la cresta de la vida cultural y artística y no tengo miedo de caer en desgracia; trabajo para decir la verdad. Una verdad que muchas veces no se puede decir de otro modo sino con el arte. Como dicen mis amigas feministas, trabajamos desde los márgenes, desde la periferia; es ahí donde consigo la libertad y la fuerza. Las exposiciones del MNAC, de Lluïsa Vidal, los bodegones de Clara Peteer´s en el Prado, los paisajes, flores y huesos de las pinturas de la Gergia O’Keeffe se han leer en este sentido de libertad. Es una manera de explicar el mundo desde otro lugar.

Hay que estudiar y leer la historia y conocer los estilos del arte, pero no basta para entender el ARTE. Para lograrlo HAY QUE PONER EL CUERPO. Lluïsa Vidal, Clara Peteer’s, Georgia Okeeffe, ellas pintaron diferente porque nunca pretendieron igualarse al arte masculino, pintaron su verdad y en sus obras revelaron sus secretos más íntimos. Esto es lo que las hace grandes. Mirarlas con autoría propia es ser feminista y esto es una manera de cambiar la mirada del mundo y acabar con la violencia patriarcal.

NOTAS 



Referencia curricular

Roser Pineda Casademont es pintora e ilustradora, ha trabajado en varias revistas y es autora de diversos carteles del feminismo, en Catalunya. Ha trabajado también como profesora en distintos institutos de secundaria de Barcelona, donde ha participado y ha dirigido diferentes programas de Coeducación y de Educación Visual Plástica y Artística.


Fuente: Revista con la A

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in