junio 30, 2017

Empujando el avance del feminismo decolonial


Hortensia Hernández
En España no ha habido una reflexión muy amplia sobre la “cuestión colonial”, al menos desde el campo de los estudios de género

Comprometidas con la igualdad, somos conscientes de que, como indica Maite Lorente, “… en España no ha habido una reflexión muy amplia sobre la “cuestión colonial”, al menos desde el campo de los estudios de género”. Entendemos que la reflexión sobre la descolonización es un trabajo en avance al que desde aquí queremos empujar.

Proponemos en este número de con la A escuchar las voces de las mujeres de Ecuador, país que alberga 13 nacionalidades y 15 pueblos indígenas. En su sierra vive la mayor nacionalidad indígena, que es la Kiwcha, constituida por 12 pueblos: Karanki, Natabuela, Otavalo, Kayambi, Kitu-Kara, Panzaleo, Chibuleo, Salasaka,Waranka, Puruhá, Kañari, y Sarakuro. En esta ocasión prestamos atención a las mujeres del pueblo indígena de Chibuleo (en el anterior número trajimos la voz de Betty Jerez, ex-asambleísta de Tungurahua del pueblo Salasaka).

Libres del colonialismo, los pueblos indígenas, para reconstruir su propio pensar, han necesitado recuperar y revalorizar los saberes ancestrales que les permitan una comprensión del mundo sin violentar su cosmovisión y sus valores éticos fundamentales. Como fruto de estos saberes, desde Ecuador y Bolivia, ha resurgido el término Sumak Kausay que traducimos por Buen vivir, y que definen como una filosofía de vida basada en la búsqueda y el mantenimiento de la armonía con la comunidad y con los demás seres de la naturaleza. Esta idea se sustenta en varios principios que han sido desarrollados y llevados al accionar de cada día, en Ecuador, con el Plan Nacional para el Buen Vivir:

Nos hablan de la unidad en la diversidad, de un ser humano que desea vivir en sociedad, de la igualdad, la integración y la cohesión social, del cumplimiento de los derechos universales y la potenciación de las capacidades humanas, de una relación armónica con la naturaleza, de una convivencia solidaria, fraterna y cooperativa, de un trabajo y un ocio liberadores, de la reconstrucción de lo público, de una democracia representativa, participativa y deliberativa y de un Estado democrático, pluralista y laico.

María Blanca Chancoso Sánchez, del pueblo Otavalo, escribió cómo se inscriben en sus vidas diarias estos valores :

“Para las mujeres es muy importante el Sumak Kawsay unido a la Pachamama. Las mujeres como humanas somos dadoras de vida, no solo porque parimos sino porque hacemos crecer a ese nuevo ser. Nosotros somos parte y estamos dentro de ese vientre que es la Pachamama. Aquí la exigencia es reconocer la vida para todos, pero también con el ejercicio de derechos: iguales oportunidades y espacios para hombres y mujeres.

Hasta los horarios de trabajo tienen que cambiar en el caso exclusivo de las mujeres para llegar al Sumak Kawsay, porque una mujer que está dando de lactar a su hijo, que debe dejar la comida hecha para salir a trabajar, no puede llegar a la misma hora que los demás. La participación política para las mujeres se debe tener en cuenta, pero también estas particularidades que nos permitan seguir siendo mujeres con nuestras responsabilidades. (…) Entonces toca hacer una adecuación hasta en la educación, en la salud y en los horarios de trabajo, porque de lo contrario, para la mujer no llegaría el Sumak Kawsay.

Somos conscientes que las mujeres, por las responsabilidades propias, no hemos tenido las mismas oportunidades que los compañeros, ni tiempo, ni espacio para estar en iguales condiciones de conocimiento. Esto no quiere decir que las mujeres no estemos capacitadas ni tengamos nuestra inteligencia. (…) Hace falta una mayor sensibilización y concienciación en los compañeros hombres. 

Las mujeres debemos participar porque tenemos opiniones y podemos reforzar las agendas que se están planteando dentro de un movimiento

El cambio lo esperamos de la nueva generación, por eso creemos importante la formación en conjunto con la familia. Compartir qué sentimos las mujeres y los hombres, para superar esas situaciones del tiempo y del espacio, y de responsabilidades familiares conjuntas, para que nos sintamos en iguales condiciones. Las mujeres debemos participar porque tenemos opiniones y podemos reforzar las agendas que se están planteando dentro de un movimiento, al menos si culturalmente decimos que está compuesto por niños, hombres, mujeres y jóvenes.”

Se precisa trabajar mucho para que las mujeres lleguen a disfrutar de Buen vivir como podemos deducir de las palabras de María Blanca, las entrevistas presentadas en este número, reforzadas con los informes de 2015 de la Relatora Especial sobre los derechos de los pueblos indígenas, Victoria Tauli Corpuz que solo referido a nivel de salud nos da datos extremadamente preocupantes:

“Las mujeres se ven gravemente afectadas por los bajos niveles de salud en las comunidades indígenas. Su reducida capacidad de resistencia debida a la negación de derechos más amplios hace que se vean afectadas de forma desproporcionada por las enfermedades. Las mujeres desempeñan asimismo un papel primordial en la vigilancia de la salud y el bienestar de sus familias y comunidades, y pueden verse particularmente afectadas por el sufrimiento de los niños y otros miembros de la familia. El hecho de ser mujeres y su inherente función de procreadoras también las expone a problemas de salud determinados.”

La relatora insiste en que:

“Un problema de salud grave que depende específicamente del género es el tema de la salud sexual y reproductiva de las mujeres indígenas. Las mujeres indígenas se enfrentan a muchas barreras para gozar de sus derechos sexuales y reproductivos, como la falta de un asesoramiento adecuado culturalmente sobre salud sexual y reproductiva; el acceso geográfico a los servicios y la falta de suministros tales como anticonceptivos; una atención sanitaria de mala calidad y, en algunos casos, leyes que prohíben el aborto, incluso en casos de embarazo producto de una violación. Esta situación hace que las tasas de mortalidad materna sean superiores al promedio; que la proporción de niñas indígenas en los índices de embarazo en la adolescencia sea excesiva; que el uso voluntario de anticonceptivos sea bajo, y que las tasas de enfermedades de transmisión sexual y VIH/SIDA sean elevadas.” 

Estamos convencidas de que otro mundo es posible, que los aportes de las mujeres indígenas son muy valiosos, y que es hora de darles la palabra. 

Referencia curricular

Hortensia Hernández es madre de una hija y un hijo. Máster en género e igualdad en el ámbito público y privado con especialidad en violencia de género, UJI. Licenciada en Ciencias Químicas. Desde hace diez años muy vinculada con activismo en derechos humanos que se ha centrado en temas de género, especialmente hace seis, generando múltiples páginas en red con contenidos propios y de difusión con un alcance de millones de páginas visitadas. 
Creadora y Directora de: http://mujeressalvandoelmundo.blogspot.cl/,
http://www.heroinas.net/, http://equalrights4womenworldwide.blogspot.com.es/,
http://mujerdelmediterraneo.heroinas.net/,
Creadora y Co-administradora en https://www.facebook.com/Mujeres-salvando-el-mundo-476867942341126/,
https://www.facebook.com/nosotras.heroinas/
https://www.facebook.com/mujer.delmediterraneo/ Esta actividad le ha llevado a participar en Naciones Unidas en Ginebra y a ser conferenciante en Ecuador y Chile en diversas universidades.

Fuente: Revista con la A

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in