septiembre 23, 2017

El cuerpo como provocación

Para la fotógrafa cubana, Misladis González Barco, “deconstruir los discursos patriarcales sigue siendo un reto”, confiesa mientras conversamos sobre su más reciente experiencia como participante en el seminario “Luc Chessex en Cuba, miradas de género” que impartió ese reconocido artista del lente suizo el pasado mayo, organizado por Circuito Líquido con el apoyo de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude)-, la Consejería Cultural de la Embajada de España en Cuba y el Palacio del Segundo Cabo.

Escultora de profesión y profesora de dibujo, cerámica y teoría de arte cubano, en el 2007, la invitaron a exponer un conjunto de fotos sobre La Habana durante una temporada de teatro cubano en el Nuevo Alcalá, Madrid, España. “Allí, dice, pasé varios meses experimentando y descubriendo la técnica de la fotografía digital. Desde ese momento, la imagen fotográfica me fascinó pues me daba la posibilidad de entablar una comunicación directa con el público. Es interesante cómo ese diálogo natural y espontáneo, esa empatía-extrañamiento de la gente con mi obra, llámese dibujo o cerámica, la conseguí de inmediato con la fotografía”. Pero la artista quería adentrarse más en la técnica, sentirse más segura, dominar la cámara. Decide, entonces, complementar sus estudios y se incorpora a varios cursos y talleres de fotografía y técnicas digitales en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí y el Instituto Superior de Arte (ISA).

La introspección es el derrotero que la mueve, lo cual le permite analizar y recrear su realidad para indagar sobre y desde ella misma, utilizando algunos recursos semióticos del arte conceptual que actúan como fundamentación constructiva de su poética visual, cuidando siempre la composición e iluminación esteticista y el uso del blanco y negro. Lo que distingue la obra de Misladis es su capacidad para recrear universos y reinterpretarlos desde una poética que ahonda en la subjetividad de los seres humanos, en particular, las mujeres. “Intento que mis imágenes sean una suerte de espacios teatrales que se sumergen en la subjetividad femenina, en su resistencia, sensibilidad y también en su dolor”, explica. De ahí que la mujer, lo femenino, el juego de roles en el devenir social, el uso del cuerpo propio como metáfora, los objetos personales y el erotismo que se enriquecen con el uso de estos medios, sean los sujetos y experiencias que más le interesa registrar a la artista desde la fotografía.

Considera que la fotografía que se hace en Cuba está basada en el modelo antropológico cultural de Occidente. “Claro, refiere, hay temas fundamentales que han sido y seguirán siendo por un largo tiempo objeto de análisis y discursos, del arte cubano en general, y de la fotografía en particular”. Entre ellos menciona al arte mismo y a su relación con la política y la institucionalidad, la cultura popular, la religiosidad y el sexo, entre otros.

Para no pocos artistas de la fotografía en la Isla, es importante explorar y hacer prevalecer el cinismo, la simulación y “la pose” como estrategias de comportamiento estético; muchos ponen el énfasis en lograr vincularse a los circuitos de mercado y consumo de obras de arte, sin embargo es innegable también la necesidad de “devolver” el objeto terminado y estéticamente agradable que enfatiza el contenido del mensaje.

“La impronta de lo digital —entendido no sólo como lo técnico— sino como todo el mundo de redes y espacios que se generan en Internet, por ejemplo, le otorgan a la obra fotográfica nuevos caminos y lenguajes”, señala la artista. Por otra parte, se asiste a una mayor “democratización” del uso de las cámaras digitales por personas que no son fotógrafos pero tienen acceso al universo mediático, lo cual produce nuevos y nuevos contenidos y modos de expresión que marcan fuertemente el discurso de quienes se dedican a esta manifestación artística en Cuba. Siendo mujer y, al mismo tiempo, asumiendo y revelando los universos complejos de lo femenino desde la fotografía, la obra de Misladis González Barco se aleja de facilismos “al uso” para desentrañar las expresiones psicológicas y preocupaciones existenciales del individuo tercermundista y globalizado, particularmente, aquellos que tienen a la mujer como punto de mira.

La artista usa su propio cuerpo como metáfora para ayudar a develar los estereotipos que la cultura patriarcal y androcéntrica nos impone cotidianamente y donde lo femenino, el juego de roles en el devenir social y el erotismo son más que provocaciones desde el lente de una cámara.


Por Idania Trujillo de la Paz
Periodista especializada en temas de género
Fuente: http://www.wim-network.org

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