noviembre 09, 2017

La revolución de las golondrinas: feminismo en México

La reconocida periodista Lydia Cacho nos habla sobre el feminismo y el contexto actual de las mujeres en México.

Foto: Mónica Loya
¿A qué sabe tu miedo? Para algunas mujeres el temor es ácido como el aroma del beso rabioso del hombre al que ama, pero que la humilla cada vez que la ve en el camino hacia la libertad. Para otras el miedo se oculta tras un filtro de belleza en el teléfono que convierte su piel hermosa y morena en un estándar blanco y perfecto, casi plástico.

Hay mujeres que me han narrado incontables historias sobre los rituales que llevan a cabo escondidas en el baño antes de salir de casa, porque para ellas como sobreviviente de violencia sexual, la calle, los autobuses, e incluso los bares se convierten en zonas de guerra en los cuales no se sienten como hábiles soldados para subsistir y defenderse de nuevo de una guerra cuyo objeto es colonizar el cuerpo femenino, conquistarlo como quien devasta una tierra ajena para apropiarse de ella. Una empresaria exitosa me confesó que su miedo más grande es llegar a las reuniones de las cámaras empresariales en las que hay un 2% de mujeres y ser ignorada.

No importa cuántos millones de dólares tiene, de pie, sobre sus tacones, enfundada en un vestido Gucci con un cuerpo bello y frondoso que hace notar que es una mujer sana y hermosa, se confronta a hombres barrigones que, con un whiskey en la mano, se preguntan por qué tal o cuál mesera está pasada de peso; los cuerpos de las mujeres son lo importante, no su inteligencia ni sus habilidades para la vida. Ella, como muchas ejecutivas, ha aprendido a interpretar la mirada de los hombres de poder que discriminan en el trabajo, logró hacerse respetar, aunque aún está rodeada de mansplaining (esos hombres que les explican a las mujeres lo que en realidad ellas quisieron decir cuando hablan de política o economía).

En México cinco mujeres son asesinadas a diario. No es una casualidad que, en España, Colombia, Italia y el mundo entero aumenten los feminicidios en la medida en que las mujeres se empoderan. Los datos oficiales demuestran que los hombres matan a los hombres, los hombres matan a las mujeres; pero por razones muy diferentes.

El feminismo es una herramienta para arrojar luces de estrellas en el oscurantismo cultural. LYDIA CACHO

Feminicidio es la muerte de mujeres que son ultimadas por hombres rabiosos con ellas: sus ex esposos, violadores, novios, ex novios, padres, tíos, enamorados que sienten que han perdido su capacidad de controlar la vida reproductiva-sexual, emocional e intelectual de sus mujeres. En los últimos veinte años, según el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), los feminicidios han aumentado un 85%. Ellos, los agresores, como dice el masculinólogo Miguel Lorente Acosta, están enojados porque las mujeres han dejado atrás las viejas prácticas hembristas, pero ellos no han cambiado las reglas machistas que establecen los códigos de comportamiento frente al poder y al liderazgo.

Los hombres tienen miedos, y muchos. A sentirse fracasados frente a sus iguales, a ser humillados por ser malos amantes, por no dar la talla genital, o por no alcanzar el éxito que la sociedad espera de ellos como el grupo social que durante siglos ha dominado el espacio público. Sí, a ellos, a los hombres, les han dicho que deben ser fuertes, sólidos, viriles, hombres cartera que han de buscar mujeres florero.

En ese perverso intercambio cultural y educativo, por cada macho dominante, consentidor, que paga las cuentas y abre las puertas, hay una hembra manipuladora que oculta su poder personal, que se viste sólo como a él le gusta, que finge no tener fuerza física para cargar un garrafón de agua, pero que sí carga a un niño de treinta kilos sin problema. Al machismo el hembrismo, sí, son los perfectos complementarios que han dejado a hombres y mujeres destartalados emocionalmente durante siglos, eventualmente casi todas y todos se hartan de este juego y pegan un salto en búsqueda de alguien nuevo con quien jugar de nuevo al amor entre desiguales; la infelicidad les habita como la humedad que infesta una habitación repleta de belleza aparente.

El feminismo llegó para quedarse, sus logros y sus retos son inmensos; sin embargo, los hombres van dos pasos atrás de esta revolución cultural por la igualdad. El escritor José Saramago dijo siempre que no es preciso tener culpa para ser culpable, que los hombres que guardan silencio frente a la violencia contra las mujeres, son cómplices indubitables.

A lo largo de las décadas las mujeres feministas, con sus diversas visiones, pasaron de la emancipación hacia la insubordinación; de exigir el voto, el derecho al espacio público y la libertad de expresión, a la convicción de que sin opciones reales y concretas no hay forma de decisión plena, es decir si las opciones para las mujeres están supeditadas a su obediencia al Sistema y a limitaciones diferentes a las que se dan a los varones, persiste la inducción a la toma de decisiones limitadas por el machismo y la moral religiosa sexista.

No es una casualidad que haya mujeres tan machistas en la política que nos hagan pensar que hay equidad en el acceso al poder. Hay una inmensa diferencia entre una política que maltrata a las mujeres, que las hostiga y las humilla; es decir que actúa como un macho, y una mujer que accede a puestos públicos para convertirse en el ejemplo de la que ayuda a que la equidad sea una realidad, que contrata a las mujeres diversas sin discriminación de raza, género o ideología, una mujer que trata a los hombres como iguales y espera lo mismo de ellos. Hoy en día es mucho más fácil acceder al poder transformador imitando las reglas del machismo que rompiéndolas; ya sea en el periodismo, en la política o en las artes.

Hemos pasado del feminismo que descubrió lo que Marcela Lagarde denomina los cautiverios de las mujeres, al feminismo anticapitalista, el ambientalista, el radical, el queer y el de la diferencia. A fines del 2017 vivimos una época fascinante, en que florecen diferentes perspectivas feministas que se nutren, debaten y reinventan nuevas maneras de vivir los derechos de las mujeres y las niñas en la gran diversidad de culturas del mundo. También nos enfrentamos a una nueva oleada de negacionismo de la filosofía de la equidad, que pretende argumentar que ya todos los derechos han sido ganados y no hacen falta más feminismos ni feministas. Entre mis favoritas del feminismo están aquellas pensadoras y activistas ejemplares que son pacifistas. Me gusta esta definición colectiva: El feminismo es un conjunto de teorías sociales y prácticas políticas en abierta crítica de relaciones sociales históricas, pasadas y presentes, motivadas principalmente por la experiencia femenina. En general, los feminismos realizan una crítica a la desigualdad social entre mujeres y hombres, y proclaman la promoción de los derechos de la mujer. Las teorías feministas cuestionan la relación entre sexo, sexualidad y el poder social, político y económico.

Sin teoría no habría práctica de poder femenino

Por Lidia Cacho
Fuente: Glamour

Sí a la Diversidad Familiar!
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