febrero 16, 2018

“Niñas y niños tienen que saber que viven en una sociedad patriarcal que favorece a la parte masculina” .La autora de 'Educar en feminismo', Iria Marañón, alega que no existe una educación en igualdad real y que los mensajes dirigidos a la infancia mantienen los estereotipos

Niña juega en el salón de su casa a ser una soldado. GETTY IMAGES


Iria Marañón, filóloga, editora y autora del blog feminista Comecuentos Makers, acaba de publicar Educar en feminismo, un libro en el que incide en luchar para acabar con los estereotipos de género y así abrirnos los ojos ante una realidad: que no estamos educando a nuestros hijos e hijas en una igualdad “real”: “No nos damos cuenta de que si no permitimos ni fomentamos que un niño pueda jugar con muñecos y casas de muñecas, el día de mañana no va a ser un padre implicado y no va a asumir los cuidados y la corresponsabilidad en el hogar como propia. Y si nuestras niñas no juegan a ser superheroinas, no creerán que tienen la capacidad de cambiar el mundo”, afirma Marañón. Nos adentramos en los entresijos de su libro.

La autora Iria Marañón.


PREGUNTA. El título de tu libro es potente: Educar en el feminismo, ¿qué quieres transmitir con este mensaje?

RESPUESTA. Quiero transmitir que es necesario empezar a resolver el problema del sexismo y el machismo desde la educación, en el momento en el que nacen. Necesitamos educar en justicia, libertad e igualdad para que nuestra sociedad mejore; eliminar la violencia machista, las diferencias sociales y los estereotipos, para que sean libres de expresarse como prefieran; educar en la diversidad, para que vean que hay muchas maneras de ser una niña o un niño.

P. ¿Cómo defines el feminismo?

R. El feminismo es un movimiento que pide justicia y libertad para las mujeres. Vivimos en un sistema patriarcal que oprime a las mujeres, que son las que sufren mayoritariamente la pobreza, la brecha salarial, la violencia machista, la infrarrepresentación, la invisibilidad. Es necesario corregir todas las desigualdades para que nuestra sociedad sea más justa y más libre. Para esto, es necesario el feminismo, un movimiento con siglos de historia y que es vanguardia porque reclama derechos para las mujeres cuando ni ellas mismas saben que necesitan esos derechos. Y que además beneficia a los varones, porque les libera de la presión de mantener su posición en el sistema patriarcal.

P. El libro llega tras un 2017 que ha sido importante para el movimiento feminista, con múltiples acontecimientos que lo han potenciado. ¿Es hoy más fácil educar en el feminismo?

R. Hoy hay más conciencia social. Creo que estamos más abiertos a oír hablar de feminismo y de cómo educar a nuestras niñas y niños en esta línea. Incluso hay libros, películas y referentes que antes no teníamos para poder llenar nuestro entorno de referentes positivos y diversos. Sin embargo, todavía no es fácil, porque muchos estímulos que reciben fuera de casa siguen siendo los mismos, no han variado. Queda mucho trabajo por hacer.

P. ¿A qué edad son los niños conscientes de la diferencia entre géneros?

R. En cuanto toman conciencia de sí mismos. Según un estudio publicado en 2017, las niñas a partir de los 6 años se sienten menos inteligentes que los niños. Esto es así porque, desde que nacen, la sociedad les lanza mensajes que les dicen qué lugar ocupan en la sociedad. Y ese lugar está cuidando bebés, haciendo comiditas y maquillándose. Les decimos “pórtate como una señorita” o “las niñas buenas no son mandonas”, por lo que ellas mismas sabrán cuál es su papel en la sociedad desde muy pronto.

Mientras tanto, los niños juegan con superhéroes y tortugas ninja que les transmiten que son capaces de cambiar el mundo, o pistolas y espadas donde se sienten poderosos y fomentan su agresividad. Además, les decimos que “los niños no lloran” y “pórtate como un hombre”. Desde que son muy pequeños van a ser conscientes de que cada uno ocupa un lugar diferente. Y el gran problema es que ese lugar diferente, genera muchas desproporciones.

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P. ¿Es posible huir de estos estereotipos?

R. Debemos intentar suavizarlos. Nuestros niños volverán a casa diciendo que el “rosa es de niñas” o que las “niñas no pueden ser futbolistas” por los mensajes que reciben de la sociedad y en el colegio. Pero debemos insistir en la igualdad y cuando vayan creciendo entenderán las injusticias que este tipo de prejuicios genera.

P. ¿Cuál sería tu principal consejo para que los padres eduquen hacia la igualdad?

R. El ejemplo se debe dar en casa. Tienen que ver que hay corresponsabilidad real, donde ambos asumen las tareas del cuidado y del hogar equitativamente. Debemos enseñarles que la violencia no se puede usar para solucionar nada y que tienen que aprender a resolver sus conflictos de forma pacífica gracias a la negociación. Además, tenemos que proponerles referentes femeninos diversos para que vean que las mujeres somos capaces de conseguir cualquier logro. En casa, deberíamos hablar con un lenguaje inclusivo que las nombre también a ellas, romper los estereotipos con los juegos y juguetes y evitar decir expresiones que les limiten desarrollarse plenamente. Tenemos que enseñarles a ser críticos con cualquier manifestación machista o sexista que se presente en el cine, los libros, la televisión, o en el colegio. Y darles libertad para que expresen su feminidad y masculinidad como prefieran.


En casa, deberíamos hablar con un lenguaje inclusivo que las nombre también a ellas, romper los estereotipos con los juegos y juguetes y evitar decir expresiones que les limiten desarrollarse plenamente

P. Entonces, ¿cómo podemos ayudar a los niños a que entiendan el feminismo?

R. Los niños tienen que aprender a solucionar cualquier conflicto sin violencia. Debemos fomentar en ellos la sensibilidad y la comunicación para que aprendan a gestionar correctamente sus emociones. Tienen que aprender empatía, para poder ponerse en el lugar del otro. Además, es fundamental la autonomía, que todos sean capaces de cuidarse y responsabilizarse de sus propias cosas. Hay que insistir en que se comprometan con los cuidados y las tareas del hogar y fomentar que sean generosos y que respeten y escuchen a las niñas y mujeres. Hay que hacerlos críticos. Niñas y niños tienen que saber que vivimos en una sociedad patriarcal que favorece a la parte masculina, tienen que saber qué es un estereotipo y cómo romperlo. Y deben aprender a vivir con las gafas violetas puestas, un filtro que resalta cuando están siendo testigos de una actitud, comportamiento o lenguaje sexista, machista o misógino. O cuando ellos mismos, o incluso nosotros, estamos perpetuando ese comportamiento.

P. ¿Y cuáles serían las pautas a seguir con las niñas?

R. Nuestras niñas tienen que aprender asertividad para ser capaces de decir lo que sienten y defender sus derechos sin agredir y con respeto. Tienen que aprender a negarse a hacer algo que no les apetece hacer, ya que nos educan para ser complacientes y cuando somos adultas, nos cuesta decir que “no”. Debemos fomentarles la autoestima para que se sientan seguras de sí mismas, el espíritu de lucha para que sepan que son capaces de conseguir cualquier cosa, la valentía para tomar decisiones y el liderazgo, para que sean capaces de romper techos de cristal y abrir camino, que sepan que pueden conseguir lo que se propongan.

P. Desde tu punto de vista como madre de dos hijas, ¿cómo has llevado esa dualidad que contrapone lo que tú les enseñas y lo que les transmite la sociedad?


Por nuestra parte tenemos que señalar el machismo y el sexismo allí donde lo veamos, y que nuestras niñas y niños aprendan a identificarlo

R. Hay que ser flexibles y muchas veces dejar que ellas mismas se den cuenta de las cosas. Hay una edad en la que por mucho que tú les digas que el estereotipo de princesa sumisa, complaciente y rescatada por un príncipe no es positivo, ellas quieren disfrazarse de Blancanieves, y jugar a la Cenicienta pese a quien pese. Por nuestra parte tenemos que señalar el machismo y el sexismo allí donde lo veamos, y que nuestras niñas y niños aprendan a identificarlo. No es algo que se consiga en un día, es una carrera de fondo. Yo misma aprendo cada día sobre igualdad.

P. ¿Podría evitarse este cambio tan evidente de percepción y de comportamiento con una coeducación verdadera, tanto en casa como en las aulas?

R. Sí. Es fundamental educar en igualdad para que nuestras niñas y niños sientan que pueden ser capaces de las mismas cosas. Y coeducar no significa educar niñas y niños, sino educar en igualdad. Con los mismos referentes, rompiendo los estereotipos, forzando un cambio.

P. Cuando llega la adolescencia parece que los valores están más asentados, ¿resulta más difícil reorganizar su cerebro o comportamiento hacia la igualdad?

R. Sí, porque ya llevan en la mochila muchos años de un sistema patriarcal que ha calado hondo y que tienen completamente normalizado, por lo que es más fácil hacerle ver el sexismo durante la infancia que a un adolescente, que ya ha desarrollado el pensamiento crítico y da por sentadas determinadas cosas. Sin embargo, tenemos que seguir insistiendo y es fundamental trabajar con ellos, porque son los que van a mantener los comportamientos sexistas y es en ese momento en el que van a empezar a ejercer de forma más evidente su poder.

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P. Algunos adolescentes siguen perpetuando actitudes machistas, incluso con mayor intensidad que generaciones anteriores. ¿Qué estamos haciendo mal?

R. No existe una educación en igualdad real. Los mensajes dirigidos a la infancia mantienen los estereotipos. Seguimos usando un lenguaje no inclusivo, repetimos dinámicas, frases y comportamientos que les mandan el mensaje de que los hombres tienen el poder, deben esconder sus emociones y las mujeres deben ser sumisas y complacientes. El germen perfecto para que nuestros adolescentes ejerzan control y violencia machista.

R. ¿Es tiempo de utopías y revoluciones feministas? ¿Cómo comenzamos?

De hecho, creo que es el mejor momento. Hace 150 años parecía utópico que las mujeres pudieran votar, algo que hoy damos por sentado. Hoy, la coeducación es antisistema porque el sistema que prevalece sigue siendo sexista, y hay que cambiar el sistema entero. Si educamos a las niñas y niños de hoy en el feminismo, es posible que las futuras generaciones vivan en una sociedad mucho más justa. Por eso tenemos que ser optimistas. Podemos comenzar despertando conciencias a través de leyes que corrijan la desigualdad: cuotas, bajas maternales y paternales iguales e intransferibles, perspectiva de género en los currículos educativos de forma interdisciplinar, asignaturas específicas de igualdad y que eduquen a nuestros adolescentes sobre relaciones afectivo–sexuales, leyes que condenen la apología del sexismo o del machismo en medios, publicidad, etc. Si en casa coeducamos, pero ni el resto de la ciudadanía ni el colegio lo hacen, vamos a estar haciendo palanca constantemente con la sociedad: por mucho que le digamos a un niño que el rosa es para niños y niñas, volverá del colegio diciendo que no se pone un jersey rosa porque “es de niñas”. Por lo tanto, la sociedad debería estar concienciada, los propios adultos deberíamos ser los primeros en deshacernos de los prejuicios, abrir nuestra mente a nuevos referentes, nuevas masculinidades y feminidades, eliminar el dualismo de género niña-niño, tener presente siempre la perspectiva de género. Así crearemos cultura igualitaria, y nuestras niñas y niños podrán ver series y películas no sexistas, publicidad y literatura diversa, hablaremos con un lenguaje inclusivo, y educaremos a nuestras criaturas en igualdad real.

P. ¿Hay algo que te gustaría añadir?

R. Yo hablo de empoderar a las niñas, de educarlas para que sean capaces de romper techos de cristal, pero soy muy consciente de que lo hago desde mi posición de mujer privilegiada. En este tema, hay unas raíces mucho más profundas, porque las mujeres que sienten la opresión de forma más acuciante no pueden pensar en empoderar a sus hijas y ni se plantean romper techos de cristal, porque sencillamente solo piensan en sobrevivir cada día. Para solucionar esto, debemos repensar el sistema económico y financiero actual, los sistemas de poder, y profundizar más para encontrar las soluciones a un problema muy grave que genera grandes desigualdades sociales.

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