abril 08, 2018

Catalina Ruiz Navarro, feminista colombiana conocida en el mundo virtual como Catalinapordios “En las redes el feminismo transgrede el doble”

Entrevista a la feminista colombiana radicada en México. Ruiz Navarro revolucionó las redes con videos cortos con humor, en los que explora los problemas más comunes que viven las mujeres.

Catalina Ruiz Navarro, conocida como Catalinapordios. Imagen: Leandro Teysseire

En las redes sociales es conocida como Catalinapordios, como le gritaban fuera de su casa cuando salía de los roles tradicionales esperados para una niña y se trepaba a un árbol o interrumpía a un adulto para dar su opinión. “Si hubiera sido hombre, me hubieran dicho, ‘Catalino, que asertivo’, ‘Catalino, que líder’, pero como era una chica, me decían ‘Catalina por Dios’”, dice la feminista colombiana radicada en México, Catalina Ruiz Navarro. Tiene 35 años. Con lenguaje millenials revolucionó las redes con un feminismo pop latinoamericano de la mano de los videos cortos de (e)stereotipas que presentaban hasta hace pocos meses con la abogada mexicana Estefanía Vela Barba, donde buscaron –y lo consiguieron– explorar ideas y debates feministas, con mucho humor, para explicar los problemas más comunes de discriminación y violencia que viven las mujeres. Ruiz Navarro estuvo en Buenos Aires y en una entrevista con PáginaI12 contó cómo y por qué se hizo feminista, y reflexionó sobre las agresiones que suelen recibir en las redes quienes ponen en evidencia y cuestionan el discurso machista. “Hay un gusto y un sabor en odiar a las feministas en internet. Porque estás haciendo una trasgresión doble, primero eres una mujer que está hablando en lo público de lo público. Si están publicando recetas de cocina no te van a trolear, si están haciendo cosas tradicionalmente femeninas en internet, no te van a trolear. Pero hacer una transición a lo público, trasgrede y estas transgrediendo el doble porque estás incitando a otras mujeres a transgredir. Eso tiene un costo muy grande. Por eso el discurso feminista se castiga tanto en internet”, dice ella que ha sido víctima de feroces troleos que la han llevado a perder 8 kilos de peso y bastante cabello.

Entre otros logros, con su coequiper de (e)stereotipas impulsaron en México la campaña #MiPrimerAcoso, en 2016, que buscó visibilizar que esa conducta machista era mucho más frecuente de lo que se hablaba y se convirtió velozmente en trendingtopic en ese país, y generó que una catarata de testimonios de mujeres se conocieran en pocas horas, contando esas situaciones tan frecuentes y silenciadas de acoso sexual en la calle, en las propias familias, en las escuelas. “Llegamos a la conclusión de que es un problema que sufren las mujeres, en promedio, a partir de los 7 años de edad”, recordó. 

Estudió filosofía, pero decidió dejar la academia para volcarse al periodismo porque, dice, le gusta hablar con el público y tener incidencia. Es columnista semanal de los diarios El Espectador y El Heraldo en Colombia, Vice en México, y Univisión en Estados Unidos. Y a mediados de enero lanzará, como editora, una revista digital feminista dentro de la web de noticias de Guatemala, Nómade, que se llamará Volcánica. 

“CatalinaporDios” viene mucho de cómo me criaron. A mí me criaron diciéndome, interrumpe, grita, salta, tirate al piso, trepate a los árboles. Cuando empezaba a hacer eso fuera del ámbito familiar, me decían Catalina por dios. Y quedó como mi nombre en Internet, y hay gente que cree que es mi apellido. Ya es mi identidad”, cuenta. 

Le gusta usar camisas entalladas y polleras rectas arriba de la rodilla, que le marcan muy bien las curvas. Le gusta bailar y divertirse. Y también ir de copas. Feminismo y goce. Esa es su fórmula. 

El feminismo, dice, le viene de su bisabuela materna, que nació en Colombia en 1900, en un pueblito cafetero y se escapó de la casa a los 15 años, a la ciudad más grande que tenía cerca que era Medellín. 

–Desde ese momento se las arregló ella sola. Carlota García se llamaba. Hizo dos cosas cuando llegó a la ciudad, trabajó para mantenerse ella sola, como obrera en una fábrica textil y en la primera huelga en la que participó, en 1919, reclamaban que las dejaran ir calzadas a trabajar. Y luego militó con las sufragistas. No fue una figura pero para ella ser parte de esa lucha fue muy importante. No pudo votar hasta que tuvo 57 años, cuando pudimos votar por primera vez las mujeres en Colombia en 1957. Pero entonces llevaba sus ideas liberales sin poderlas ejercer. Yo me metí en el activismo porque ella me crió como una persona muy política. Mi mamá trabajaba en el banco, mi abuela era modista. La que me cuidaba todo el día era mi bisabuela. Se murió cuando yo tenía 17 años. Me criaron las tres. Mi bisabuela me enseñó de todo, desde cómo tomar, cómo usar un machete para cortar matas, me enseñó la importancia de tener ideas políticas e ir a votar. Cuando ella se fue a Medellín aprendió a leer de manera autodidacta con el periódico local, que era El Espectador, uno de los más antiguos de Colombia. Tres generaciones después, su bisnieta escribe en ese medio. Eso a mí me emociona y me llena de esperanza porque pude ver en mi familia cómo en cuatro generaciones pasamos de no poder ir calzadas a trabajar a que la bisnieta está en el mismo medio con el que su bisabuela aprendió a leer y escribir cuando no tenía derecho a eso. Rezaba el rosario y luego me leía el periódico todos los días, de esquina a esquina –cuenta Ruiz Navarro, con orgullo.

–¿La atacan mucho en las redes sociales por sus ideas feministas?

–Mucho.

–¿Cree que hay que contestarle a los trolls? 

–Depende del troll y del momento. Contestarles puede afectarte emocionalmente, pero a veces sirve porque quedan los argumentos ahí, públicos, y de pronto, no vas a convencer al troll pero sí a esos que están alrededor mirando la discusión. Y la gente, con oír pelea, llega corriendo en Internet a ver lo que pasó. A veces es empoderador mandarlos a la mierda, porque no puedes solo ignorarlos. Si la única estrategia es ignorarlos, terminás haciéndote daño. Cuando empecé con la columna en El Espectador me decían, “si te insultan, si te trolean y te dicen cosas terribles es porque tu columna es buena y genera reacciones en la gente”. En parte sí, pero a mis colegas hombres, cuando escriben columnas que despiertan polémica, no los mandan a la casa, no les dicen que son brutos, no dudan de sus capacidades, ni les dicen putos, ni promiscuos, no se meten con su moral sexual ni buscan a personas de su familia para insultarlas también.

–¿Eso le pasaba?

–No. Me sigue pasando. Buscan a mi mamá y le preguntan por qué no me abortó. Ella ya tiene entrenamiento para responderles y contesta muy lindo: que cuando me tuvo fue en el momento en que ella quiso tenerme, porque tenía una carrera, un plan de vida y ojalá todas las mujeres pudieran tener sus hijos en el momento en que quieren como ella tuvo la oportunidad. A mi esposo lo buscan también para decirle que es un “mandilón”, que en mexicano significa que llevas el delantal de la casa, o que es una víctima de mi feminismo o es un abusado. Esas no son cosas que les pasan a los hombres cuando escriben. Noto que hay una diferencia de género cuando está opinando una mujer y un hombre. Al comienzo me decían que me debía sentir orgullosa de que me dijeran “puta” en Internet y en realidad, de repente me di cuenta de que no era normal. En 2013 con una troleada bajé 8 kilos y se me calló el pelo mientras decía: “estoy bien, estoy bien; es la libertad de expresión y el oficio”.

–¿Qué fue lo que la afectó tanto?

–Fue muy masivo, empezó a ocurrir en varios países al mismo tiempo. Era un tema sobre el aborto. Llamaban al diario, a la universidad donde trabajaba. Lo que sucede en Internet no tiene un efecto físico, pero cuando bajas 8 kilos y se te cae el pelo, es también un atentado físico. Tuve que entender que tenía que tener un protocolo de seguridad, como cuidar tantas horas de sueño, comer bien, controlar la salud, para poder resistir en esta carrera de largo alcance.

–¿Cree que los ataques contra los discursos que defienden los derechos de las mujeres se potencian por la propia dinámica de las redes sociales o porque hay un avance significativo de los feminismos?

–En toda Latinoamérica estamos experimentando un blacklash, una reacción en contra en todas partes. Pero que no se nos olvide que estos ataques no son nuevos. Es una defensa del statu quo y de los discursos hegemónicos que tenemos en la región. No están siendo rebeldes cuando cuestionan al feminismo. Están siendo tradicionales. Hay mucha resistencia a que las cosas cambien. Y las redes sociales tienen una diferencia versus la vida real, que es que en la vida real el agresor puede hacer contacto visual contigo, ver lo que te pasó, hay una posibilidad de empatía que no te permiten las redes sociales, donde no sabes quién está detrás. Y además, el anonimato les permite no hacerse responsables de lo que dicen. Creo que el anonimato en Internet es un derecho que se debe defender y que es muy importante porque cuando vas a atacar a gente poderosa, necesitas el anonimato para la denuncia. Pero este no es el caso. Una persona no se pone en peligro ni frente al Estado ni en su seguridad personal por gritarle “puta” o “feminazi” a una mujer. En ese caso, el anonimato se usa para matonear y permite que no tenga que responsabilizarse y no puedan empatizar. Cuando te gritan algo por la calle, te lo olvidas al día siguiente, en cambio, en Internet queda por siempre, por siempre, jamás, y el daño se multiplica. Y hay una tercera cosa diferente y es que nos llegan los ataques y agresiones por el celular. Y el celular es nuestro objeto más íntimo y amado, más que el cepillo de dientes: una se va a la cama con el celular, duerme con el celular en la almohada, por el celular te llegan todas las manifestaciones de cariño, de afecto y es el mismo lugar por el que te atacan y acosan. No podés, simplemente, decir no voy a mirarlo porque por ahí también viene el amor. Por eso duele tanto, porque te quitan también ese espacio seguro. 

El mes pasado, Ruiz Navarro recibió tantísimas críticas por una columna. No fueron troles sino otros colegas, por calificar como machista al escritor García Márquez. 

–Señalar eso fue muy costoso en Colombia. A mí me parecía ya una cosa obvia, pero hubo muchísimo malestar. No solo troleo, sino muchas columnas en contra. Se creyó que estaba haciendo una lectura muy moralista de García Márquez o que lo quería prohibir. A García Márquez hay que leerlo para saber cómo funciona el machismo pero no era un escritor que fuera consciente de su machismo cuando escribía –se defiende–. En paralelo en México escribí sobre la vuelta a los escenarios de Gloria Trevi a los 49 años. Yo crecí con su música desde niña. Su canción Pelo Suelto es un himno como de libertad y empoderamiento de chicas. Y luego la vimos caer tan terrible con ese manager que la agarró desde que tenía 12 años, que luego cuando no era todavía mayor de edad la usaba para atraer niñas, para trata de personas. Yo la entiendo a ella como una víctima, era una niña cuando esto pasó. Luego fue a la cárcel. Ha tenido una vida muy dura. Tenía una canción, Con los ojos cerrados, donde decía, “con los ojos cerrados y detrás de él, le creo, le creo, le creo, qué más da si me miente, yo le creo”, dedicada a su manager, muy dolorosa. Y ahora vuelve a los escenarios, a llenar plazas, con canciones que dicen “Juremos que no lo vamos a perdonar jamás por serme infiel” o “desde que te fuiste, la vida se me ha puesto más buena”. A mí me parece muy inspirador saber que hay vida, después del abuso y de la cárcel y de todo eso tan dramático. Hice el comentario en internet, que me parecía muy esperanzador y feminista y explotaron las redes a decirme que yo era una promotora de la trata de blancas. Y de repente todo el mundo preocupado por la trata: si estuvieran realmente preocupados no estarían diciendo trata de blancas sino trata de personas. Hay un gusto y un sabor en odiar a las feministas en internet. Porque hacés una trasgresión doble, primero eres una mujer que está hablando en lo público de lo público. Si están publicando recetas de cocina no te van a trolear, si están haciendo cosas tradicionalmente femeninas, no te van a trolear. Pero hacer una transición a lo público, trasgrede y estás transgrediendo el doble porque incitás a otras mujeres a transgredir. Eso tiene un costo muy grande.

Por Mariana Carvajal
Fuente: Página/12

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