mayo 14, 2018

Las agricultoras de Kolda se empoderan


Pese a trabajar a destajo, las mujeres de Kolda (en la región natural de la Casamance, en Senegal) sufren profundas desigualdades que las hacen dependientes de los hombres de la familia. Organizaciones locales y de otros países desarrollan proyectos orientados a mejorar su autonomía financiera y su poder de decisión.



En el sur de Senegal, en la región de Kolda, la agricultura es la principal actividad productiva de la que se ocupan las mujeres. La koldoise media vive en el campo, tiene 25 años o más y apenas ha recibido formación escolar: el 74,2 por ciento de las mujeres de la región siguen siendo analfabetas, dato que sería aún mayor sin los centros de alfabetización que algunas organizaciones locales han creado.

Ella y sus congéneres son las responsables del cultivo del arroz, de la horticultura o cultivo de frutas, verduras y legumbres, del cuidado de pequeños rumiantes como las cabras y de la avicultura tradicional (gallinas, pollos, etc.). Ese es su trabajo estrictamente agropecuario, pero ahí no acaban sus obligaciones diarias.

Además de las tareas campestres, en ellas recae el nada desdeñable peso de las domésticas, indispensables pese a carecer de rédito económico. Van al bosque a obtener la madera con la que cocinar y también al pozo que con suerte habrá en la aldea de donde, no con poco esfuerzo, sacan pesados cubos de agua que cargan hasta sus hogares. Cuidan de los niños y niñas, así como de las personas mayores o dependientes. Y, por supuesto, cocinan, una labor en la que suelen emplear más de tres horas por comida dado que tienen que batir, descascarillar y moler alimentos básicos de la alimentación senegalesa como son el arroz, el mijo o el maíz.

En la realización de todas estas faenas emplean gran parte de su tiempo. Exactamente, el doble de tiempo que trabajan los hombres, según el diagnóstico de género elaborado por el Foro para un Desarrollo Sostenible y Endógeno (FODDE son sus siglas en francés), en estrecha colaboración con la ONG española Alianza por la Solidaridad.

La senegalesa, en general, y la koldoise, en particular, son sociedades patriarcales en las que la estructura familiar se organiza en torno a la figura masculina, que es quien toma las principales decisiones. Especialmente, en lo que se refiere a en qué invertir el escaso dinero que entra en el hogar. Los hombres son los encargados del ganado de mayor talla y rentabilidad, como es el vacuno, y también de comercializar el cacahuete, producto emblemático de Senegal, pese a que su cultivo recae en manos de las mujeres. Incluso son ellos quienes llevan la voz cantante, imponiendo a menudo su criterio, en las agrupaciones de mujeres. Ni siquiera en esos espacios, donde la participación debería ser exclusivamente femenina, pueden ejercer su poder de decisión.

La importancia de que ellas se empoderen

Por lo tanto, las desigualdades en función del género se dan en todas las esferas, privadas y públicas, en el ámbito reproductivo o familiar y en el comunitario, pero también en el productivo.

Como afirma Fatoumata Bintou Correa, responsable de género en FODDE, el mayor obstáculo al que se enfrentan las koldoises agricultoras es “el acceso y control de los medios de producción: falta de equipamiento, de semillas de buena calidad y de insumos”, elementos que permanecen bajo control masculino. A esto se une la falta de formación técnica y la problemática de la titularidad de la tierra, que les cede en usufructo el Estado a riesgo de que, en cualquier momento, unos terratenientes la compren y se les expulse de un terreno que llevan cultivando y cuidando durante generaciones.

“Todos estos problemas surgen de las cargas socioculturales que actúan en contra de las mujeres”, sentencia Fatoumata, que, desde 2010, se ocupa del acompañamiento y refuerzo del poder económico, decisorio y de liderazgo de las mujeres rurales de Kolda.

Alianza y FODDE formulan y ejecutan proyectos de desarrollo encaminados a reforzar las capacidades de las mujeres en diversos ámbitos. Lo hacen a sabiendas de que el resultado no solo será beneficioso para ellas, sino que redundará en una mejora en la calidad de vida de toda la comunidad, en tanto que las mujeres son las sustentadoras de las familias y que todos sus esfuerzos se orientan a asegurar el bienestar de los suyos: cultivan primordialmente para el autoconsumo familiar y centran las inversiones en el hogar y en la descendencia, a diferencia de los varones, que priorizan las adquisiciones para la producción y el ahorro para pagar la dote de una futura esposa (entre los musulmanes senegaleses impera la poligamia).

Si bien, en los últimos años, se aprecian tímidos cambios. Los hombres jóvenes comienzan a participar en la horticultura y la avicultura sin prejuicios, se están empezando a dar cuenta de que la resiliencia también les incumbe a ellos. Aunque el proceso sea difícil, ya se ven hombres extrayendo agua de los pozos y ayudando en la cosecha y preparación del arroz.
Kolda. Ana Henríquez Pérez.

Sus vecinas como referentes

Dado que la unión hace la fuerza y que conocer casos reales convence más que charlas y argumentos abstractos que les pueda dar el personal técnico de cooperación, Alianza y FODDE abogan por organizar visitas e intercambios para que las propias beneficiarias de las iniciativas conozcan experiencias exitosas de mujeres de la región que, con sus mismas barreras y coyunturas, están saliendo adelante y construyendo proyectos fortalecedores y sólidos.

Desde FODDE destacan dos de estos ejemplos positivos: el de las campesinas de Diyabougou, un pequeño pueblo cercano a la frontera con Gambia, y el de la Red de Organizaciones Productoras de la Casamance (ROPROCAS). Como subraya Fatoumata, “en Diyabougou, donde la falta de terreno y las presiones sociales están muy presentes, hay mujeres líderes bien organizadas que están cosechando óptimos resultados agrícolas y facilitando a otras mujeres el acceso a semillas de calidad”.

Por otro lado, ROPROCAS es un entramado formado por unas sesenta organizaciones que agrupan a más de tres mil mujeres productoras. Ya han abierto una tienda en las afueras de la ciudad de Kolda, en la que venden abonos y demás productos agrícolas y las verduras que cultivan. Sin intermediarios, siendo ellas mismas quienes gestionan las ganancias obtenidas por sus cosechas. El objetivo de esta asociación es promocionar la autonomía de las mujeres reforzando sus capacidades técnicas, financieras, de negociación de sus intereses y derechos, y también su acceso a las instancias de decisión.

Si bien la ley senegalesa de paridad obliga a tener una representación femenina lo más cercana posible al 50 por ciento en las entidades políticas, a menudo esta presencia es puramente cuantitativa, es decir, las mujeres están pero no intervienen, bien sea por dinámicas discriminatorias de funcionamiento o por desconocimiento de cuáles son sus funciones. Por esto, organizaciones como ROPROCAS, respaldada por FODDE y Alianza por la Solidaridad, perseveran para que no se cuente con las mujeres solamente “para la foto”, sino para todas las decisiones que les incumben de una u otra manera.

La tradición, las condiciones climáticas, la escasa tecnificación del trabajo rural… Estos y otros factores obstaculizan el desempeño de las koldoises. Pero, lejos de dejarse amedrentar por tanta complicación, ellas hacen alarde de su inquebrantable resiliencia y se implican de lleno en iniciativas que aspiran a dotar a las mujeres de las herramientas para gestionar sus roles productivo y reproductivo, reduciendo la brecha de género y valorizando el indispensable rol que juegan en el desarrollo de sus sociedades.

Por Ana Henríquez Pérez es periodista y máster en Culturas y Desarrollo en África.
Artículo realizado tras un periodo como voluntaria de la Unión Europea (EU Aid Volunteer) en la ONG Alianza por la Solidaridad en Senegal”.
Fuente: Revista de los Pueblos

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