mayo 25, 2018

Música, Mujeres y Feminismos


Las articulistas de alguna manera retornan a una pregunta que en los años setenta se hiciera Griselda Pollock: ¿por qué en la historia del arte no encontramos mujeres?

“La verdadera victoria de las mujeres: es una lucha difícil y larga, pero esa victoria siempre tiene que estar anclada en unos contenidos culturales, intelectuales y artísticos muy sólidos”.

(Cita de la entrevista realizada por Miriam Bastos Marzal a Teresa Catalán, Premio Nacional de Música 2017 en España)

Hace unas semanas, caminando por una majestuosa plaza localizada en Pátzcuaro, antigua ciudad colonial de México, me topé con un evento artístico de música tradicional indígena (Purépecha), en el que un grupo de jóvenes interpretaba, al ritmo de un violín, un contrabajo y dos guitarras, algunas pirékuas y sones abajeños en lengua purépecha, muy característicos de la región.

Me llamó la atención que, de los cuatro integrantes del grupo, tres eran mujeres, vestidas con el traje tradicional. Las jóvenes intérpretes transmitían al público la alegría de compartir este “patrimonio intangible de México”, fue así como conocí a las y al integrante del grupo Son de Michoacán, interpretes callejeras que, sin dedicarse exclusivamente a la música (ellas) y sólo por amor al arte y a la tradición regional, decidieron crear un ensamble; durante la conversación que sostuvimos después de la presentación, las jóvenes me aclararon que no pretendían hacer de la música su profesión, no obstante consideraban que: “es un regalo de la cultura y de nuestras raíces para expresar sentimientos cotidianos”.

Los argumentos por los cuales las intérpretes del grupo de música tradicional no están del todo convencidas para iniciar una carrera profesional en la música son en realidad bastante complejos; de regreso a casa, después de concluir el evento artístico, pensaba que los artículos que circulan en este número de la revista nos dan pistas para comprender las muchas aristas que tiene el fenómeno de la incursión o abandono de las mujeres en la exploración creativa en los diferentes géneros musicales.

Las articulistas (permítanme que les señale que, aunque participa en este número de la revista un hombre, me tomaré la libertad de hablar en femenino, con la seguridad de la empatía del compañero) en sus textos, de alguna manera retornan a una pregunta que en los años setenta se hiciera Griselda Pollock: ¿por qué en la historia del arte no encontramos mujeres? Los escritos reflexionan y cuestionan sobre un espacio masculinizado y permisiblemente jerarquizado, para tratar de responder acerca del lugar que ocupan las mujeres en la historia musical antigua y contemporánea.

En esta línea, los escritos de Gina Enríquez y Gabriela Orta son de una gran riqueza pues su vivencia ocupa el lugar central de la enunciación y, a partir de su relato biográfico, nos abren la puerta para conocer un andamiaje que si bien en esencia está diseñado para producir belleza, en el andar cotidiano no deja de verse plagado de prácticas de discriminación e incluso maltrato contra algunas mujeres que ambicionan ingresar en el mundo de la música. Los caminos recorridos por ambas como pioneras en sus actividades musicales (como percusionista la primera y directora de orquesta la segunda) no han sido fáciles, pero su persistencia y dedicación las han llevado a descubrir, interpretar y promover la música compuesta por mujeres, en coincidencia con lo apuntado por Teresa Catalán, entrevistada por Miriam Bastos. La “rebeldía” ha sido el motor que ha estimulado a muchas mujeres inmersas en el ámbito musical a fomentar espacios de diálogo con otras colegas y constituir equipos de trabajo solidarios.

Por su parte y desde dos momentos diferentes en el tiempo, los artículos de Cecilia Piñero y Miriam Bastos nos invitan a sumergirnos en la producción creativa de dos magníficas compositoras: Alicia Urrueta y Teresa Catalán, ambas instrumentistas, gestoras, promotoras y educadoras musicales. Sus artículos nos hechizan para introducirnos en otros mundos posibles de la creatividad, entre el eclecticismo musical de Urrueta, quien en su obra se aferró en mantener el diálogo con las expresiones de la música popular mexicana, y la energía reflejada en la obra de Catalán, quien prefirió bordar sueños en cuadernos pautados antes que coser un ajuar de boda como se lo solicitaba su madre.

Los sueños hechos carne de Mercedes Gómez Benet son revelados por Clara Meierovich, autora de un texto en el que nos presenta a la catedrática, educadora y conferencista, instrumentista y promotora de un proyecto generoso dirigido a niños, niñas y jóvenes de ambos sexos en situación de vulnerabilidad. La cooperación y el trabajo en equipo son para Mercedes actitudes fundamentales para tratar de disminuir la competencia que prevalece en algunos espacios de creatividad musical, una frase devela claramente su posición sobre la experiencia de las mujeres en la música: “Vale la pena seguir su propia voz en el aspecto de la vocación”.

Pero en términos materiales ¿cuál es la raíz de esa voz que nos acompaña durante el viaje por el mundo? Violeta Schwarcz, a partir de los estudios de la musicología, nos descubre las intersecciones entre sonido, música, voz y cuerpo, nos muestra cómo es la voz un signo de identidad personal que se desarrolla incluso desde antes de nacer. Para ella, la “voz materna” (o de otras mujeres y cuidadores) antecede a lo que nuestra voz enunciará en el futuro. A partir de la reflexión del texto de Violeta, descubro una vez más la importancia de construir nuestra genealogía, voltear y mirar a las ancestras como ejemplos a seguir, para sostener la creatividad de las mujeres en el ámbito de la música.

La importancia de construir nuestra genealogía, voltear y mirar a las ancestras como ejemplos a seguir, para sostener la creatividad de las mujeres en el ámbito de la música

Así nos lo demuestran también los artículos que sobre los géneros de música electrónica y popular escriben Teresa López Casilla, respecto del primero y Carmen de la Peza y Alejandro de la Rosa sobre el segundo. Los tres artículos hacen una fuerte crítica a la cultura patriarcal que ronda los espaciosos de la música electrónica y popular en los cuales las mujeres participan, como señala Teresa en su texto, el desarrollo de tecnologías musicales en colusión con masculinidades hegemónicas que reproducen los discursos heterosexuales y que subestiman la creatividad de las mujeres, invisibilizando su presencia en todos los espacios de la música electrónica. Algo similar ha ocurrido en los ambientes de música popular, reflejo de los discursos y prácticas culturales, como bien apunta Carmen en su texto: “Las mujeres han sido un tema/objeto privilegiado de la canción popular”. Alejandro hace eco a la sentencia y agrega que, en México, la religión católica patriarcal históricamente abona al desplazamiento de las mujeres tanto en música como la danza.

A lo largo de la historia, hacer y expresarse a través de la música está relacionado también con privilegios o exclusiones vinculadas no sólo con el género, sino también con la clase, la edad y la racialización de los cuerpos; los contextos históricos, las guerras y la migración, también son factores que han modificado, en lo local, las prácticas discriminatorias que dificultan o promueven el ejercicio de la profesión musical.

Pese a lo anterior, los escritos presentados en este número de la revista con la A dejan en claro que la incorporación de las mujeres en los distintos géneros musicales ha repuntado en los últimos tiempos, en la llamada música de concierto, electrónica, popular (rockeras, hip hoperas), cantantes e instrumentistas de la música tradicional o de bandas. Todas ellas han tenido que forjarse sus propios espacios, muchas veces sin un referente claro que las guíe por ese Largo y sinuoso camino, de allí la importancia de seguir bordando nuestra genealogía.

El conjunto de textos, aquí reunidos, es uno entre diversos ejercicios que muestran el aporte de las mujeres a los distintos géneros musicales; las autoras nos aleccionan para comenzar a seguirles la pista, armar nuestros propios catálogos, recuperar sus historias, alimentarnos el alma con sus obras y, sobre todo, rescatar las experiencias de trabajo conjunto, equipos de colaboración entre mujeres que solidariamente imaginan y luchan por mejorar los espacios y condiciones de creatividad musical y así, las jóvenes, consideren que es viable el ejercicio musical como profesión de libertad creativa.


Referencia curricular

María Guadalupe Huacuz Elías es Feminista de origen Purépecha, Maestra y Doctora en Antropología Social, candidata a Maestra en Historia del Arte, Licenciada en Derecho, Especialista en Estudios de Género y estudiosa de la música producida por mujeres. Actualmente es profesora-investigadora de la Maestría en Estudios de la Mujer y del Doctorado en Estudios Feministas de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. Ha publicado los libros: ¿Violencia de género o violencia falocéntrica? Variaciones sobre un sis/tema complejo, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México. 2009; es coautora junto con Anabella Barragán Solís del libro Diluyendo las fronteras: género, migración internacional y violencia conyugal en Guanajuato, Instituto de la Mujer Guanajuatense, México, 2003, y es compiladora de los textos: La bifurcación del Caos: reflexiones intersiciplinarias sobre violencia falocéntrica, UAM-ITACA, México, 2011; junto con Eli Bartra, Mujeres Feminismo y Arte Popular,Editorial La Cifra, México, 2014; con Verónica Rodríguez, Estudios sobre Ética de la Investigación y Violencia de Género en México, UAM y Editorial La Cifra, México, 2014; y con Verónica Rodriguez, Chloé Constant y Jaqueline Bautista, Heterotopías del cuerpo y el espacio, Editorial La Cifra, México, 2018; ha escrito varios artículos sobre temas feministas relacionados con la violencia, mujeres de pueblos originarios, mujeres en la música, entre otros.

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Fuente: Revista con la A

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in