julio 16, 2018

En España las mujeres toman las calles... y el callejero.

Las ciudades del cambio combaten la desigualdad y el agravio histórico con la incorporación de relevantes personajes femeninos, al tiempo que eliminan el nomenclátor franquista. Pese al esfuerzo, el porcentaje masculino es aplastante.

Acción simbólica de #WomenInCities en una calle de Barcelona en 2017. / EVA GARCÍA VALERO 

Las mujeres han tomado las calles, pero les falta estampar sus nombres en el callejero. La desigualdad sigue presente en el mapa urbano, un reflejo viario de su exclusión histórica. A lo largo del tiempo, se han colado algunos personajes femeninos: santas y beatas, nombres de pila sin apellido, incluso princesas a secas, cuando después del rey siempre va Carlos, Fernando, Alfonso o Felipe. Aunque sea simbólica, su presencia resulta justa y reparadora, por lo que los algunos gobiernos municipales surgidos de las urnas en 2015 tratan de enmendar el plano y, de paso, un agravio secular.

Entre las ciudades del cambio, València destaca por su propósito de revertir “la gran infrarrepresentación de las mujeres”, además de eliminar los nombres que ensalzan la dictadura franquista. El objetivo, según fuentes del Ayuntamiento gobernado por Joan Ribó (Compromís), es “terminar con la anormalidad democrática en la que estaba sumida la ciudad”. Al inicio de la legislatura, sólo un 7% de las vías estaban dedicadas a mujeres, frente al 93% correspondientes a hombres. En tres años, siguiendo las recomendaciones del Consell de les Dones i per la Igualtat, las denominaciones femeninas propuestas y aprobadas casi doblan a las masculinas.

“Los nombres de las calles son una herramienta importante para que la ciudad pueda reconocer a aquellas personas que lo merecen de una manera muy visible. En este sentido, hacer lo propio con mujeres como Jerónima Galés, Alejandra Soler o Gloria Fuertes marca el camino de la urbe que queremos ser", explica la concejala de Cultura, Glòria Tello. Las placas también remiten a otra veintena de féminas, como las escritoras Gloria Fuertes y Emilia Pardo Bazán, las políticas Pilar Soler Miguel y Federica Montseny, las pedagogas María Montessori y María de Maeztu, la filósofa María Zambrano o la impresora Jerónima Galés.

También hay ginecólogas, matemáticas, científicas, intelectuales, profesoras y maestras, tanto valencianas y españolas como extranjeras, caso de Ada Lovelace, Marie Curie o Simone de Beauvoir. Ellas sustituyen —en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica y a partir de un informe de la Universitat de València— a los referentes franquistas, el 92% masculinos. También han sido reconocidos doce hombres, entre ellos el fotógrafo Agustí Centelles y el escritor Joan Fuster.

“Propusimos casi cincuenta nombres de mujeres para incorporar en el callejero y, además, incluimos una recomendación para que cuatro de cada cinco nuevas calles o espacios públicos de València tengan nombre femenino”, apunta la concejala de Igualdad y Políticas Inclusivas, Isabel Lozano. “Compensar el desequilibrio inicial es urgente”.

El libro La Zaragoza de las Mujeres lo evidencia con cifras pasmosas. El 84% de las vías aluden a hombres y apenas el 16% están dedicadas a mujeres, cuyo origen habría que matizar. “De las 3.230 calles, 1.463 llevan nombre de personas concretas y, de éstas, 1.234 tienen nombre de varón y 229 de mujer, de las cuales 41 son santas. Del resto de los topónimos (1.667), sólo 142 están en femenino (oficios, monasterios, advocaciones de la Virgen...). ¿Será que una vez más no se está haciendo justicia al peso y la presencia que las mujeres tienen y han tenido en la historia y la sociedad?”, escribe Pilar Laura Mateo en la introducción de la obra, editada por el Servicio de Igualdad del Ayuntamiento, gobernado por Pedro Santisteve (Zaragoza en Común).

En 2016, se aprobaron seis calles que homenajean a la farmacéutica Enriqueta Castejón, a la pintora María Pilar Burges Aznar, a la documentalista Concepción Contel Barea, a la bailarina Ana Laguna y a Pierrette Gargallo, quien posibilitó que el legado artístico de su padre, Pablo Gargallo, luzca en el museo del escultor. Además de las personalidades locales, también hubo espacio para la activista hondureña Berta Cáceres, asesinada por su lucha contra la destrucción del medioambiente. En 2017, le llegaba el turno a Desideria Giménez, militante de las Juventudes Socialistas Unificadas y del Socorro Rojo Internacional, ejecutada por falangistas que se habían sublevado contra la República.

“Sigue habiendo una brecha de género muy grande, que en los últimos años se está intentando atender priorizando nombres femeninos en nuevas calles y plazas, así como en espacios públicos que hasta ahora no tenían nombre”, señalan fuentes del Consistorio, en manos de Juan Alberto Belloch (PSOE) entre 2003 y la llegada de Santisteve. El citado libro, coordinado por Carmen Romeo, documenta los esfuerzos para corregir la situación: “Más de cuarenta mujeres, seleccionadas de un amplio espectro profesional y social, para nombrar calles nuevas y para sustituir a nombres de connotación política franquista, eran la muestra de una voluntad política a favor de la causa de las mujeres y el comienzo de una nueva andadura”.

Así, entre 2010 y 2017, han ocupado el espacio público la geógrafa María Jesús Ibáñez, las maestras Pilar Almenar y Pilar Gea, la jotera Aurora Tarragual y la yudoca Ana Belén Fernández Trasobares. También se han introducido otros nombres femeninos a través de títulos de películas en el nuevo barrio de Valdespartera, de figuras mitológicas en el de Valdefierro, de monumentos en el de Arcosur y de cuadros de Goya en el parque homónimo.

“A las mujeres y a los movimientos sociales comprometidos con la mitad de la humanidad nos corresponde estar vigilantes para que estas líneas de actuación se fortalezcan y no se quiebren”, escriben a cuatro manos Gloria Álvarez, Cristina Baselga, Concha Gaudó e Inocencia Torres, bajo la dirección de Carmen Romeo, en La Zaragoza de las Mujeres.

Acción simbólica de #WomenInCities en una calle de Barcelona. / EVA GARCÍA VALERO (CITYCISE)

Sin embargo, las buenas intenciones a veces se topan fundamentalmente con dos obstáculos. Por una parte, la sustitución de las denominaciones franquistas por otras ya aprobadas anteriormente. Por otra, la falta de espacios en los centros de las ciudades, lo que provoca que muchas tengan que esperar por su calle o que terminen bautizando la vía de una urbanización construida recientemente y situada en el arrabal. “El nombre de las calles cambia raramente. Es el típico ejemplo en el que la inercia —y, obviamente, los costes económicos— obstaculiza la transformación hacia una mayor igualdad de género”, cree Marta Fraile, doctora en Ciencias Sociales.

“De hecho, los nombres de calles de mujer suelen estar en la periferia, donde han crecido nuevos barrios y nunca en el centro histórico de las ciudades”, añade la profesora del European University Institute de Florencia, quien escarba en una brecha de género histórica que también las ha relegado en el nomenclátor.

- ¿La invisibilidad en las calles se corresponde con la desigualdad en la vida real?

- El nombre de las calles forma parte de la cultura popular. Y sabemos que todos los productos culturales benefician y han aventajado a los hombres frente a las mujeres.

Muchas calles en las ciudades y pueblos rememoran u homenajean la figura de un personaje público que forma parte de la cultura del país o del mundo: poetas, pintores, maestros, políticos, actores, científicos, activistas de la sociedad civil... 

Sabemos que las mujeres han sido históricamente relegadas a un papel central dentro de la familia y los cuidados, mientras que se les ha negado la posibilidad de realizar actividades conectadas con la vida pública: la política, el arte, la cultura o la ciencia. Por lo tanto, la desigualdad en los nombres de las calles es un reflejo de la desigualdad histórica entre sexos, donde el espacio público ha sido diseñado por y para hombres. Y, claro, donde el poder ha estado siempre en sus manos.

- A veces, en las placas sólo figura el nombre propio de las mujeres, aunque hayan sido personajes históricos, mientras que habitualmente consta el nombre y el apellido de los hombres. O, al menos, el apellido.

- El sesgo en el uso de los apellidos para referirse a personajes masculinos y en el de los nombres de pila para mujeres es muy conocido. Por ejemplo, está documentado en el ámbito de la política: Rajoy frente a Soraya; Hillary (Clinton) frente a Trump; Cristina, Dilma y un largo etcétera de presidentas, vicepresidentas o primeras ministras a las que se les llama por su nombre de pila. Incluso sucede en otras dimensiones de la esfera pública como la ciencia, el cine o la literatura. 

Creo que forma parte del lenguaje que tantas veces utilizamos de forma inconsciente pero que, de nuevo, contribuye a reforzar estereotipos e ideas preconcebidas sobre hombres y mujeres, así como sobre lo que se espera de ellas y de ellos en sociedad y en familia.

- ¿A qué atribuye ese atraso histórico?

- A que la historia ha sido escrita por y para hombres y a que tiene un aliado muy poderoso: la inercia. Contra la que hay que luchar para cambiar la cosas.

- ¿Cómo paliar la desigualdad?

- En primer lugar, hay que visibilizarla. O sea, mostrar la evidencia de esa desigualdad. Mucha gente niega la evidencia y hasta que no se la pones delante de los ojos no cambia de idea. 

En segundo lugar, hay que concienciar a la sociedad de que este desequilibrio puede transmitir una imagen concreta a niños y niñas sobre quién es famoso y quién se merece ser recordado: si no hay figuras de referencia que sean mujeres, se está contribuyendo a reforzar el estereotipo a través del cual las mujeres no deberían dedicarse a actividades de relevancia pública.

Y en tercer lugar, hay que impulsar proyectos que recuerden este sesgo y esta desigualdad, y que propongan la adopción de nombres de mujeres en calles de pueblos y ciudades. Y no solo en calles periféricas —concluye Marta Fraile.

Acción simbólica de #WomenInCities en Barcelona. / EVA GARCÍA VALERO (CITYCISE)

Iniciativas como #WomenInCities reivindican su presencia en el nomenclátor. Hace un año, con motivo del Día Internacional de la Mujer, varias placas del barrio barcelonés de Besòs-Maresme fueron cubiertas por los nombres de Carme Ruscalleda, Jane Goodall, María Moliner, Cleopatra, Rocío Jurado, Virginia Woolf, Bibi Ándersen o Erika Lust. Una acción simbólica, organizada por Citycise y la Comissió de Memòria i Gènere de Barcelona, que perseguía denunciar la desigualdad existente en la zona —la mitad de las calles están dedicadas a hombres y apenas un 5%, a mujeres— y reivindicar una mayor presencia femenina en la sociedad.

Desde que Ada Colau se convirtió en alcaldesa, el Ayuntamiento trabaja en el cambio de la denominación de doce plazas, jardines y calles, entre ellos el carrer de la Maternitat por el carrer d'Elisabeth Eidenbenz. En 2017, aprobó que siete mujeres darán nombre al passatge de Isabel Vicente, a la plaça de Maria Mullerat, al passatge de Carme Aymerich, al jardí d'Assumpció Català, a los jardins d'Elisa García Sáez, a los jardins de Montserrat Figueres y al carrer de Micaela Chalmeta. En cuanto se le adjudique un espacio, Rosa Barba también figurará en el mapa.

Fuentes del Ajuntament de Barcelona explican que están pendientes de revisión unos 230 nombres aprobados en el pasado por la Ponència del Nomenclàtor, entre los que se encuentran la dirigente vecinal Emília Llorca —conocida como la Emiliona—, la periodista Irene Polo Reig, la escultora Maria Llimona i Benet y la pionera de la abogacía Maria Soteras Mauri.

Mientras no se ponga al día la lista, que data de 2010 y está desactualizada, la citada comisión —encargada de estudiar las propuestas de nombre de las vías públicas— "ha decidido no aprobar más nombres sin asignación directa de espacio". En todo caso, habrá más en el futuro, aseguran desde el Consistorio, que últimamente otorga a mujeres los interiores de illes del Eixample y plazas de reciente construcción. ¿El motivo? "No quedan calles nuevas en Barcelona para nombrar".

Cádiz se ha marcado como objetivo el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica en paralelo a la actualización del callejero en clave femenina, pero la situación de partida es desalentadora. En 2015, cuando José María González (Por Cádiz Sí Se Puede) fue elegido alcalde, sólo ocho de 736 calles (el 1,08%) tenían nombre propio de mujer: Adela la Chaqueta, Clara Campoamor, Concepción Arenal, Condesa Villafuente Bermeja, Dora Reyes, Gitanilla del Carmelo, Isabel la Católica y María Arteaga. Había más denominaciones femeninas, si bien aludían a santas y vírgenes, por no hablar de las impersonales calle Sirenas o plaza de la Amante.

“La intención del equipo de Gobierno es aumentar la presencia de nombres de mujeres en el callejero de la ciudad, y en ello se trabaja”, afirma el concejal de Memoria Democrática y Nomenclátor, Martín Vila, quien matiza que el primer paso es “identificar todos los nombres susceptibles de ser cambiados” por su connotación franquista. Mientras se elabora una memoria, el Pleno aprobó en junio las calles Matrona Teresa Rodríguez y Cigarrera Micaela de Castro. El nombramiento, subrayó entonces el Consistorio, responde a su “compromiso por promover procesos de cambio de valores, pautas, actitudes y hábitos sociales negativos para avanzar en la efectiva igualdad de las mujeres”.

El Ayuntamiento entiende que la inclusión de féminas es “una gran oportunidad para crear referentes a futuras generaciones de gaditanos y gaditanas”, por lo que se ha apostado por personajes relevantes en la historia local. Rodríguez, en palabras del Colegio de Enfermería de Cádiz, destaca por su “legado de excelencia entre las matronas gaditanas”, mientras que la cigarrera y sindicalista Castro fue la única candidata gaditana a diputada en las elecciones de 1933. Tiempo después, la encarcelaron y, durante su traslado a la prisión del Puerto de Santa María, fue desaparecida.

Durante esta legislatura, Ramón de Carranza perdió su avenida, pero el rebautizo no salpicó a ninguna mujer, sino a una fecha: el 4 de diciembre de 1977, oficioso Día Nacional de Andalucía, porque entonces tuvieron lugar las manifestaciones a favor de la autonomía. El dirigente vecinal José Manuel Hesle ha merecido un paseo, mientras que otras dos calles han ido a parar al laureado autor de carnaval Antonio Martín y al cantaor Beni de Cádiz, si bien la plaza del barrio de Santa María dedicada hasta ahora al citado artista recibirá el nombre de la bailaora Pepa de Oro, creadora de la milonga flamenca.

Finalmente, Madrid ha decidido eliminar medio centenar de calles con reminiscencias franquistas, de las que un quinto irían a parar a mujeres: Juana Doña, Carlota O'Neill, Matilde Landa, Soledad Cazorla, Gerda Taro, Maestra María Sánchez Arbós, Maestra Justa Freire, Filósofa Simone Weil y Pintora Ángeles Santos, a quienes habría que sumar a Fortunata y Jacinta, título y personajes de la novela de Benito Pérez Galdós. Además, el pleno del distrito de La Latina aprobó a principios de mes el cambio de seis calles que, en su día, no habían recibido el visto bueno del Comisionado de la Memoria Histórica. 

El equipo de la alcaldesa, Manuela Carmena, ha advertido de que, aunque “respeta” la iniciativa, no la aprobará en la Junta de Gobierno, por lo que difícilmente Ana María Matute, Concha García Campoy y Marie Tharp tendrán su calle; Mercedes Gaibrois, su costanilla; y Rosa Parks, su plaza. Con la fecha Ocho de Marzo, Día Internacional de la Mujer, se pretendía homenajear con una sola vía a todas ellas.

Pese al intento, no ha sido posible contrastar estos datos con el Ayuntamiento, que tampoco ha facilitado información sobre las placas ya instaladas durante el presente mandato. En todo caso, los aficionados a los odónimos disponen en la web municipal de la Memoria de Mujeres en el Callejero, que data de 2005. También resulta interesante el trabajo de la periodista Patricia Horrillo, quien ha radiografiado el plano femenino de la ciudad en el proyecto callesdemadrid.cc, destilando un pobre porcentaje: de las 3.025 con nombre propio, sólo 529 (el 11%) corresponden a mujeres.

Las cifras, pese a los avances más o menos significativos que han tenido lugar en estos tres años, siguen siendo irrisorias, a lo que habría que restar el nomenclátor religioso o impersonal. Marta Fraile tiene claro que es necesario compensar la desigualdad recurriendo a ellas para denominar no sólo calles, avenidas y plazas, sino también hospitales, polideportivos, bibliotecas y otras infraestructuras. “Cuantos más nombres de ilustres mujeres encontremos en el espacio público, mejor”, concluye la doctora en Ciencias Sociales. “Y, por favor, que sean científicas, novelistas, activistas, deportistas... El santerío está muy anticuado”.

Por Henrique Mariño @solucionsalina
Fuente: Público.es

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