agosto 15, 2018

Enamoramiento, esa locura transitoria.

Sentirse feliz al lado de una pareja, no es sinónimo de amarla.


No existe el amor de por vida, solamente la adaptación a los cambios subjetivos que genera el amor.

En esta época estival, cuando unos amores van y otros vienen, nos preguntamos siempre qué significa el amor, y aprendemos a distinguir perfectamente cuándo nos hemos enamorado. Si bien es cierto que muchas personas están en pareja sin estar enamoradas, solamente como pacto que refiere compañía y otros menesteres, cuando la sinrazón entra en juego, difícilmente podemos definir qué nos pasa, pero si nos ha pasado, definitivamente, lo identificamos; a eso se le llama enamorarse perdidamente.

Al enamorado se le concede en cierta forma una licencia de futuro, que necesariamente podrá utilizar o no, pero se le niega al amante que es el protagonista de ese gran amor. Realmente proponerse a hablar de amor es una empresa inútil cuando el enamorado así se siente. El amor decide por fuera de la razón; elegimos a veces irracionalmente a una persona a sabiendas de que somos los perdedores. De hecho, en todo cambio vital, siempre se encuentra un amor distinto que nos complementa y nos hace llevar a cabo tareas sinsentido; esas que de antemano se escapan a la cordura.

La pasión no quiere tener razón, solo sucede, por eso el único lenguaje que el amor conoce es la contradicción; esa en la que se anidan normalmente conductas que nada tienen que ver con uno, pero que suceden.

Sentirse feliz al lado de una pareja, no es sinónimo de amarla. La vida, los proyectos, los hijos, pueden no reparar en el amor y sí en una monotonía que nos hace adentrarnos en un proyecto vital en el que estamos muertos si hablamos de amor. La empresa común que llamamos matrimonio es la tumba del amor para muchos que lo han experimentado. El conformismo social, poner fechas a todo, programar dónde, cómo y cuándo, hace que el deseo inicial de un enamorado sea agotado y salga a relucir el aburrimiento como forma de vida.

La brutalidad en la que se ven inmersos los enamorados de verdad cuyo placer se ve en sus miradas, queda lejos de lo que consideramos en occidente amar. Entonces, ¿cuál es el amor verdadero? El amor es una creencia en la que se está, es una certeza, es saberse amado sin lugar a duda, a pesar del tiempo, de las circunstancias, de no ser la persona más bella, ni de estar en la mejor época. El amor, además es un encuentro con un acontecimiento único que en algunas ocasiones va de la mano del azar, de la casualidad, de la sorpresa.

Todos los que se han enamorado alguna vez, siempre definen el hecho como algo que sucedió, algo que no tuvo preámbulo, algo definitivamente imprevisto. No elegimos de quién nos enamoramos, sucede.

Tenemos que mantener la esperanza de que al otro le haya sucedido igual para que el deseo se anide en nosotros. Esperanza que realmente es un afecto que no podemos separar de hecho de la temporalidad. La certeza de ser amado, el delirio de ser amado, la duda, siempre la duda… Entonces es cuando sucede el amor imaginario, el simbólico, el real. Ese que una vez más no distinguimos.

Ahí comienza la teoría del amor. No todos los amores son iguales, y por tanto, no todas las relaciones amorosas debemos considerarlas de la misma manera. Si vemos cómo ha dedicado la psicología de las emociones a clasificar al amor, entenderemos que los esfuerzos de Sternberg sobre los tipos de amor no están muy descaminados. La relación amorosa puede ser entendida a partir de los elementos que componen la intimidad, la pasión y el compromiso; pilares que se apoyan más en uno, otras; en otro; otras en tan solo uno, etc.

La intimidad sería aquello que nos gusta de una persona al margen del sentimiento; lo que nos interesa, lo que realmente conlleva toda relación amorosa. La pasión refiere al sentimiento de atracción física y mental que ejerce la otra persona en nosotros, que pasa de la excitación del encuentro real o a lo que imaginamos cuando se va; digamos que es la parte ciega del amor; la que no distingue, la que nos hace a veces, perder la cabeza. Y finalmente el compromiso, podría denominarse como el concepto más sobrio, en donde se organiza un futuro; ser compañeros de vida, ser uno.

Estos ingredientes que nunca son eternos, pasan por diferentes estadios a lo largo de los días. Las épocas en donde la intimidad, la pasión y el compromiso se combinan sería la perfecta. Aunque la pasión será la que más crezca en relación con los demás, pronto se estancará y dejará pasar al compromiso o a la intimidad. En todo caso, habíamos de apenas, tres o cuatro años en el mejor de los casos si no se ha estructurado otro plan de vida.

Cuando existe un enamoramiento, la dopamina, sustancia química responsable de dicho evento, mantendrá al enamorado unos tres años atontado porque como proceso transitorio, conductual y neuroquímico, afortunadamente solamente dura unos mil días. En ese proceso, la disminución de la dopamina, proceso en el que el cerebro desensibiliza las emociones, es cuando este fenómeno se termina. Tras la liberación masiva de dopamina en el núcleo accumbens del cerebro, la acción que involucra a su vez una disminución de la activación en la corteza prefrontal, hace que el enamorado no haga las cosas con razón, porque esta se ve mermada de una forma neurofisiológica. Este proceso no es debuta igual en las mujeres dado que sus hemisferios que están conectado de otra forma, integran el cerebral izquierdo subjetivo y analítico junto con el derecho, creativo y organizacional. La mujer percibe una liberación de dopamina y oxitocina pero la integración de las emociones en la mujer es mucho más alta que en los varones, que ven anulada su voluntad.

En una palabra, no existe el amor de por vida, solamente la adaptación a los cambios subjetivos que genera el amor, con los que aprendemos a querer, proyectamos una vida y mantenemos un proyecto en común o no, y en el transcurso del mismo, buscamos otras parejas que nos complementen en otros aspectos, que no son solo los que comporta el amor que llega de pronto. En realidad, cuando nos vamos haciendo mayores buscamos otras formas de amor, no el enamoramiento; quizá, porque ya hemos sufrido y también hemos aprendido a ser más selectivos.

Fuente: SemMéxico

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in