octubre 23, 2018

Mucho antes de Ni Una Menos y Me Too: retablitos mexicanos que cuentan violencias y abusos sexuales.

Esta selección de retablitos mexicanos es un archivo inesperado: una serie de exvotos que encontré en un mercado de la ciudad de Antigua Guatemala a mediados de 2016 y fotografié para guardar su registro. La violencia sexual aparece como un tema en el que se intersectan cuerpo y archivo. Existe una gestualidad en parte de los feminismos contemporáneos en Argentina y Latinoamérica hoy en postular que la narración de las violencias machistas son recientes. Sin embargo, sólo este recorte de archivo evidencia que históricamente mujeres, lesbianas, travestis y trans han encontrado intersticios en las formas de comunicar para denunciar situaciones en las que son victimizadas. Mucho antes de Twitter, de Facebook, de Youtube y la comunicación 2.0. Mucho antes de Ni Una Menos y Me Too.


En los retablitos se enuncia la violencia machista como tal pero es narrada en las miradas, actitudes y gestos violentos de las identidades masculinas que aparecen en los retablitos. Las sobrevivientes se muestran vulnerables pero no fuerzan una narrativa de la victimización.

Escena uno: dos campesinas encomiendan su “honra” a la virgen de Zapopán tras cruzarse con dos varones en el campo. Vestidas con ropa tradicional, una con un pañuelo en su cabeza y otra con trenzas en el pelo y canasta en la mano, se muestran en actitud de escape y con miedo en sus rostros. Escena dos: un cuerpo femenino desnudo bajo la ducha. En una ventana pequeña se ve la imagen de un varón que mira de forma lasciva. Cerca de su rostro, la virgen de Guadalupe. Escena tres: dos varones vestidos, uno de ellos con un cuchillo en la mano someten a una mujer desnuda en el piso de un lugar interior. Las proporciones del cuerpo desnudo no cumplen con el verosímil: la cabeza de la mujer es pequeña en comparación con el resto del cuerpo. Es una pintura que retrata una violación. Las tres escenas forman parte de una selección arbitraria de tres exvotos mexicanos que datan de los años 1952, 1971 y 1975, respectivamente. Los tres coinciden en tema y conflicto: la violencia sexual que tiene a los cuerpos feminizados victimizados e identidades masculinas como perpetradores de esa violencia.

En México, los exvotos son objetos ofrecidos a una divinidad tras un milagro o promesa. Cualquier objeto ofrendando puede entenderse como un exvoto. Este archivo en particular se trata de piezas pictóricas, los denominados retablitos. Son pequeños cuadritos coloridos que dan testimonio de una promesa hecha por una persona, narran una situación “milagrosa” o simplemente agradecen. También se los conoce como “el arte de dar gracias”. Quienes ofrendan estas piezas las dejan en santuarios o lugares de culto. Son documentos y relatos visuales de la cultura popular que se remontan al siglo XVIII pero que sobreviven hasta la actualidad. A pesar de que su producción comenzó como un pedido de las clases más adineradas, fueron las clases subalternas quienes sostuvieron la tradición.

Estos exvotos, en particular, visibilizan historias de identidades feminizadas que no tuvieron un reconocimiento significativo en la Historia pero que hoy existen a través de estos documentos pictóricos visuales. Al narrar situaciones excepcionales adquieren un valor documental y hasta periodístico. Las historias que relatan ponen en escena protagonistas que, se presume, no tuvieron oportunidad de contar en primera persona sus vivencias en otro ámbito. 


Regresando medio tarde de casa de nuestra tía Josefina veníamos atravesando mi hermana Lupe y yo por el Rancho de la Gloria cuando unos fuereños nos empezaron a seguir con muy malas intenciones y asustadas encomendamos nuestra honra a la Virgen de Zapopan y ella izo que aparecieran unos peones de Rancho y los fuereños se espantaron y se fueron sin atacar nuestra virtud. Damos gracias. Guadalajara, México 1955.


Le doy gracias a la Virgen de Guadalupe que por fin me izo el milagro de quitarle lo mirón a mi vecino que siempre me espiaba cuando me bañaba. Señorita Angélica Moreno. México D.F. 1971


Le agradezco a la Virgen de San Juan de haber salido con vida y que no me haya embarazado después de que me asaltaron y violaron unos maleantes. Sofía García Méndez. México. D.F. 1975.

Las temáticas elegidas dentro del archivo hoy ocupan un lugar frecuente y periódico en las redes sociales en todo el mundo. En perfiles de Twitter, en posteos de Facebook, vídeos en Youtube o Instagram cada vez más y con una frecuencia inédita hay mujeres, lesbianas, travestis y trans que narran en primera persona abusos, acoso callejero, violaciones y situaciones de violencia machista en distintos niveles. Al mismo tiempo, los perpetradores de esa violencia también encuentran en las redes sociales formas de exhibir escenas de violación, abuso o acoso.

“Ya no nos callamos más” es una consigna que sintetizó los relatos de abusos en el mundo del rock pero que después fue organización y blog. La frase traza una cronología. Marca un antes y un después. Sin embargo, para las mujeres que eligieron contar sus historias en los exvotos el silencio no era una opción. 

Es indudable que Internet y las nuevas tecnologías democratizan-para las usuarias-y potencian las posibilidades de enunciación. También la atomésfera feminista que se vive en tiempos de Ni Una Menos en los últimos años. Pero este archivo evidencia la voluntad, persistencia y tenacidad de las identidades feminizadas de encontrar huecos donde construir sus propios discursos cuando su palabra no es tomada en cuenta en otros ámbitos y la potencia del patriarcado como sistema estructurante de las trayectorias vitales de las mujeres. Los archivos feministas construyen memoria en espacios de resistencia, como puede ser un mercado de Antigua, Guatemala. Las denuncias existieron siempre, basta con rastrear los infinitos archivos con mirada feminista.

En tanto instrumentos de comunicación los retablitos enuncian distintas expresiones de violencias contra las mujeres en el espacio público y privado. Se constituyen, así, como alternativas para canalizar una denuncia en un ámbito no tradicional y convertir ese episodio en un relato para otros y otras. Las experiencias de las mujeres victimizadas despreciada en otros ámbitos encuentran un lugar en esta forma de expresión popular. Las escenas son diversas e implican distintas gradualidades en escala de violencias. Aunque a simple vista pueden parecer relatos aislados, vistos como archivo dan cuenta de una trama estructural de violencias machistas.

Si la violencia sexual fue, es y será en general, un tema del ámbito de la palabra hablada entre mujeres. Aquí aparece retratada de manera pictórica. ¿Existe una diagramatología de la violencia sexual?

“El acceso sexual al cuerpo de las mujeres sin su consentimiento es un hecho sobre el cual todas las sociedad tuvieron o tienen noticias”, señala la antropóloga feminista Rita Segato en Las estructuras elementales de la violencia. Sin embargo no es sencillo encontrar corpus visual o audiovisual de relatos en primera persona sobre violencia sexual por fuera del archivo judicial. En una sociedad donde acumulamos infinitos discursos sobre el sexo ¿Este corpus inagotable e inabarcable de discursos sobre el sexo tienen real representatividad de las experiencias femeninas en torno a la violencia sexual?

En los retablitos elegidos el acoso, la amenaza de violación o “violación cruenta” se cuelan siempre vinculados a la religiosidad. Son las deidades quienes “salvan” o reducen de alguna manera los daños de estas situaciones violentas.

La presencia de las figuras de las vírgenes que aparecen en las escenas son quienes habilitan la posibilidad de enunciación de estas tres situaciones para las mujeres que las narran.

La feminista estadounidense Camille Paglia diijo que “la violación es asumida como un riesgo inevitable para las identidades femeninas”. Virgine Despentes en Teoría King Kongrecoge y desarrolla este pensamiento y problematiza la violación como proyecto político del patriarcado: “Nos obstinamos en hacer como si la violación fuera algo extraordinario y periférico, fuera de la sexualidad, evitable. Como si concerniera tan sólo a unos pocos, agresores y víctimas, como si constituyera una situación excepcional, que no dice nada del resto (…) Es el proyecto mismo de la violación lo que hacía de mí una mujer, alguien esencialmente vulnerable”.

En uno de los retablitos la violación se traduce y gráfica de forma explícita. Y en todos la posibilidad de ese crimen es una amenaza que está presente en la atmósfera.

A su vez, en la escena de la violación queda plasmado el agradecimiento por sobrevivir, primero, pero también por no haber quedado embarazada. Esta idea encuadra a la maternidad como experiencia glorificada femenina ineludible y valorada por encima de cualquier otra experiencia.

En los retablitos se enuncia la violencia machista como tal pero es narrada en las miradas, actitudes y gestos violentos de las identidades masculinas que aparecen en los retablitos. Las sobrevivientes se muestran vulnerables pero no fuerzan una narrativa de la victimización.

Existe una gestualidad en parte de los feminismos contemporáneos en Argentina y Latinoamérica hoy en postular que la narración de las violencias machistas son recientes. Sin embargo, sólo este recorte de archivo evidencia que históricamente mujeres, lesbianas, travestis y trans han encontrado intersticios en las formas de comunicar para denunciar situaciones en las que son victimizadas. Mucho antes de Twitter, de Facebook, de Youtube, el Me Too y Ni Una Menos.

Fuente: Latfem

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