Tarcila Rivera Zea tenía 44 años cuando participó en la Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing en 1995. Hoy la activista indígena peruana es Presidenta del Centro de Culturas Indígenas del Perú (CHIRAPAQ) y es miembro del Grupo Asesor Mundial de Sociedad Civil de ONU Mujeres.
Ha sido un proceso muy interesante porque yo estuve también en 1985 en Nairobi. Éramos muy pocas indígenas, no más de 15. En Beijing en el 95 ya éramos más. No éramos muchas, pero casi 100 mujeres indígenas en Beijing era un éxito. Y sobre todo, las indígenas de América Latina, que éramos las tercermundistas del tercer mundo, tuvimos la oportunidad de comunicarnos con mujeres indígenas de otras partes del mundo y de nuestra región salvando las barreras del idioma.
Foto cortesía de Tarcila Rivera Zea
Después de casi 20 años, nos hemos podido entender en el tema de la violencia a nivel global. Estamos juntas, indígenas de todas partes del mundo, y también con el movimiento de mujeres – o sea no estamos solas. Entonces esto es un gran avance, y es la base del futuro.
Hoy hay mujeres indígenas que tenemos rostro propio, tenemos voz propia. Y creo que hemos roto el silencio. Hemos tratado de romper el silencio en el aspecto más privado –la casa, la familia, la comunidad– y hemos trabajado bastante en estos años a nivel nacional e internacional, tanto así que ya no tenemos vergüenza de llamarnos indígenas en países donde no se aceptaba este término.
Llegamos aquí después de casi 20 años y vemos que, las Metas del Milenio y los Planes de Acción de Beijing y Cairo, sirvieron para enterarnos de qué significan las políticas internacionales en relación a la implementación de las políticas nacionales. Este proceso y contexto nos ha permitido desarrollar capacidades. Nos encontramos en una nueva etapa, con mejores herramientas e información para lograr mejores resultados. Aspiramos a que en el 2015 se nos escuche y que tengamos políticas y programas nacionales e internacionales con nombres propios y con presupuestos apropiados.
A nivel mundial somos cerca a los 400 millones los pueblos indígenas. Entonces esa política con rostro y nombre propio va a poder incluir en sus políticas a casi 200 millones de mujeres a nivel mundial, que somos las que estamos pendientes en la agenda, con capacidades y conocimientos para poder aportar a la humanidad accediendo a las mismas oportunidades de educación, de participación política y de desarrollo económico.
Prioridades para después de 2015
Sobre la base de lo avanzado en las políticas internacionales y nacionales las mujeres indígenas queremos ser reconocidas, respetadas e incluidas en las acciones relacionadas a nuestras vidas con nuestra plena participación en todos los escenarios, y que las decisiones sobre el destino de nuestras tierras, territorios, recursos naturales, el derecho a la alimentación, a la salud y a la educación, no sean ajenas a nosotras en ninguna parte del mundo.
La dimensión de los derechos humanos debe estar incluida en todos los aspectos de la vida física y espiritual, en todo ámbito, multidimensional y transversalmente. En el derecho al desarrollo, por ejemplo, necesitamos que se tomen en consideración nuestros conocimientos y capacidades específicas como un potencial y no como barreras; que el conocimiento sobre la diversidad de plantas medicinales y alimenticias sean tomadas en cuenta en las políticas de salud y alimentación; para prevenir la mortalidad materna necesitamos que se tomen en cuenta a las médicas tradicionales; que las políticas de salud intercultural y de educación sean sistemas nacionales facilitando el acceso desde las niñas a estos servicios que son responsabilidad del Estado.
Queremos que estas agendas que parecen dispersas [de Beijing, los ODM y post-2015] puedan articularse y se complementen. Si se proyectan las acciones para el futuro deberían hacerse tomando como base la dimensión de los derechos humanos y desde ese enfoque se abre un gran abanico que empieza por erradicar toda forma de violencia en nuestras vidas y en nuestros territorios. Donde el ser indígena y mujer sea significado de riqueza en conocimientos, valores, capacidades que contribuyen a la sociedad, por ejemplo, en la mitigación y adaptación al cambio climático y contra el hambre en el mundo.
Fuente: Onumujeres