En el álbum "Salón, lágrimas y deseo", Downs adoptó la mexicanidad como el corazón de su música y sus presentaciones; se trata de una reafirmación constante de los sonidos y los ritmos que la inspiran. CreditBrett Gundlock para The New York Times
Mientras sus pensamientos saltan de una idea a otra, Lila Downs intenta darles forma con un torrente de palabras. Es un arrebato de recuerdos que ha transformado en canciones de resistencia y orgullo. Recuerda la vez que visitó a su madre en su pueblo de Oaxaca, donde las mujeres vendían pulque, y esa imagen la lleva a reflexionar sobre cómo las mujeres salen adelante aunque eso implique romper con las tradiciones. Luego se detiene y se pregunta: “¿Por qué piensan que las mujeres fuertes son peligrosas?”.
Hija de un profesor estadounidense y una cantante mixteca, en la vida de Lila Downs conviven distintas herencias. Su último disco lleva la marca de la crianza bicultural de dos países que le han roto el corazón. Para aliviar su tristeza, buscó hacer catarsis en la música: el resultado fue el disco Salón, lágrimas y deseo que ganó un Grammy Latino en la categoría de Mejor Álbum Vocal Pop Tradicional de 2017. “El amor vence el desamor”, dice la cantante con su voz de contralto. “Y eso me está dando fuerzas”.
Downs comenzó a trabajar en esa producción hace más de un año, justo después de que la victoria de Donald Trump la sumiera en la desesperanza. “Pensé: dedicas tu vida a reunir a la gente y después pasan estas cosas”, dijo en una entrevista, en medio de las presentaciones de su gira. Entonces ahogó sus penas en una sesión de mezcal en Oaxaca, dijo, y “al día siguiente sabía que estaba lista para crear esto”.
Como suele sucederle, Downs comenzó yendo en una dirección y terminó en otro sitio. Al principio, Salón, lágrimas y deseo estaba pensado como una compilación de boleros famosos, pero el plan inicial no se concretó. En vez de eso, la cantante se dedicó a recorrer la tradición musical mexicana y añadió composiciones de distintos géneros como la ranchera, el danzón, la banda sinaloense, el son huasteco tradicional e incluso el rock.
En este disco —el número 12 de su carrera— Downs adoptó la mexicanidad como el corazón de su música y sus presentaciones; se trata de una reafirmación constante de los sonidos y los ritmos que la inspiran. En un concierto reciente, celebrado en Ciudad de México, cantó rancheras acompañada por mariachis de Jalisco. En un momento les dejó el escenario a los músicos invitados, Caña Dulce y Caña Brava, un grupo de son jarocho que en su mayoría está conformado por mujeres.
También invitó a bailarines de Ciudad Ixtepec, Oaxaca, para que actuaran en su concierto, así como a chinelos de Morelos que son famosos por sus tocados elaborados. Cuatro parejas bailaron al ritmo de “Inmortal”, su danzón que evoca los perfumes y sabores de Oaxaca.
Downs ha presentado su nueva producción en países como España y Argentina y continuará su gira en Estados Unidos con un concierto en Nueva York el 23 de febrero. Cuando no viaja, está en la ciudad de Oaxaca, donde vive con su esposo y colaborador musical, Paul Cohen, su hijo, Benito, y su madre.
Junto con otros músicos, Downs ha comenzado a recaudar dinero para las víctimas del terremoto de septiembre, que destrozó Juchitán y otros pueblos de la costa del Pacífico. Además organizó un festival en beneficio de las víctimas de esa región para costear hornos de cerámica y está donando algunas de las ganancias de su gira para comprar materiales de construcción, catres y lonas para las personas que se quedaron sin casa.
“Se trata de admiración por las mujeres que tienen una enorme y grandiosa fuerza”.
Aunque decidió no grabar un álbum completo de boleros, Salón, lágrimas y deseo está poblado de canciones clásicas que incluyó por la fuerza de sus letras. Cada una de ellas suele llevar un giro grácil, sorpresivo, de la búsqueda de Downs. En “Urge”, de Martín Urieta, el arreglo ranchero cede a un ritmo de cumbia y un intermedio hablado. Un violín melancólico marca una nota de tango en “Palabras de mujer”, la canción de Agustín Lara.
Además, “Piensa en mí”, de María Teresa Lara, abre con un fondo de orquesta que se desvanece para darle paso a una guitarra y percusiones que acompañan la melódica interpretación de Lila Downs, que se interrumpe por un solo de saxofón. El bolero “La mentira”, de Álvaro Carrillo, es una canción que expresa el enojo y la frustración que los mexicanos sienten ante la corrupción y la deshonestidad de sus dirigentes.
Las canciones originales de Downs ofrecen un contrapunto a la melancolía de los boleros. Para el disco escribió temas sobre el reto de una mujer que no tiene miedo a exhibir su pasión. “Creo que al terminar el disco, cuando lo escuché todo, le dije a Paul: ‘Ay, esto es muy femenino, es un recuento de nosotras y de nuestra historia’”.
“Peligrosa”, una ranchera a ritmo de rock que escribió con Cohen, es una declaración de independencia y apetito sensual. “Dicen que soy peligrosa/ Que yo soy dolorosa porque/ Quiero vivir así”, comienza, junto con las notas de la trompeta del mariachi. Y después responde: “Digo que sí soy peligrosa/ Que sí soy desdeñosa/ Porque te quiero para mí”.
“Se trata de admiración por las mujeres que tienen una enorme y grandiosa fuerza”, dice Downs. Y de “la percepción de que las mujeres somos peligrosas”. Sobre todo cuando piensan y expresan sus opiniones.
Pero hay otra forma de verlo: “También se trata de relaciones de amor. Si eres alguien pasional, cuando estás en una relación amorosa, la gente te percibe como alguien peligroso”.
La canción constantemente revela nuevas interpretaciones, dijo. “Hay elementos de esa canción que todavía tengo que aprender en nuestros conciertos y el público también me va enseñando a entender qué significa, porque siento que esa canción me sale muy de la entraña”.
En “Tus pencas”, Downs pone al machismo de cabeza cantando descaradamente sobre el deseo sexual femenino con ritmo de música norteña. “Se trata de hacer una declaración fuerte sobre la sensualidad y, por supuesto, la sexualidad, y la metáfora es ese hermoso maguey, que es el símbolo de la virilidad mexicana”, dijo.
El disco también es una celebración de la dignidad de los migrantes mexicanos en Estados Unidos. Sin embargo, en lugar de lamentar la hostilidad del gobierno de Trump, Downs lo enfrenta como un desafío. Hace una nueva interpretación del bolero de Álvaro Carrillo “Seguiré mi viaje” con un arreglo íntimo de piano a ritmo de jazz, como el viaje de un migrante que regresa una y otra vez incluso después de ser deportado. “Qué fuerza tienen, porque a pesar de ser insultados y despechados vuelven con más fuerza”, dijo.
En “Envidia”, que escribió con Cohen, Downs canta acompañada de un acordeón tormentoso sobre la vida gastada al servicio de alguien más y la demanda de respeto: “Ya no me tapas esta vez/ Ya somos muchos/ Porque yo tengo lo que tú quisieras ser”. La canción es una “carta de contestación”, dijo Downs. “Me tienes miedo, me tienes temor y me tienes envidia. Y te voy a mostrar quién soy. Yo no soy quien tú piensas que soy”.
Para Downs, eso significa regresar a Oaxaca, donde pasó parte de su juventud en Tlaxiaco, un pueblo en lo alto de una montaña empapada de niebla, en el que están enterrados su padre estadounidense y su abuela mexicana. En este álbum colabora otra vez con la Banda Tierra Mojada, de Oaxaca, en su canción “Son de Juárez” que tiene un ritmo electrónico y es un tributo con tintes de rap a Benito Juárez y los pueblos indígenas de su estado.
Para completar la exploración de géneros mexicanos en su disco, escogió un tema de son huasteco clásico, “El querreque”, de Rolando Hernández
“Musicalmente, era muy importante incorporar la música que me apasiona”, dijo. Eso incluye el mariachi, que le encanta y con el que ha tratado de “buscar una manera de que se dignifique y que se tenga el aprecio y el respeto correcto hacia ese género musical”.
Por ELISABETH MALKIN
Fuente: BBC