marzo 01, 2019

Magdalena León, un camino de conocimiento hacia la revolución pacífica de las mujeres.


El Doctorado Honoris Causa recientemente otorgado a Magdalena León por la Universidad Nacional de Colombia[1], es una excelente oportunidad para reflexionar sobre la vida y obra de una de las feministas más reconocidas en América Latina por sus enormes contribuciones en al menos tres temas críticos para avanzar hacia la igualdad de las mujeres: mujer rural, mujer y propiedad, y trabajo doméstico. Esta reflexión nos permite comprender la forma en que una trayectoria académica puede nutrir un cambio político, y a la vez, revisar una producción intelectual que sin duda sigue ofreciendo mucho que aprender a las nuevas generaciones. 

Magdalena León se desempeñó en docencia desde 1965 hasta 2000 (con interrupciones), cuando se jubiló en la Universidad Nacional de Colombia como Profesora Titular. Fue profesora en los departamentos de Sociología y Trabajo Social, y en la Escuela de Estudios de Género. Tuvo a cargo asignaturas como “metodología de la investigación social”, “las clases sociales y la estratificación social”, “problemas sociales”, “comunidad”, “mujer/género y desarrollo”, entre otras. 

Fue pionera en la investigación sobre mujer y género: hizo el primer estudio a nivel nacional sobre la mujer urbana, que dio como resultado el libro Mujer y Desarrollo en Colombia, publicado en 1977 y el primer estudio nacional sobre la mujer rural, que tuvo como resultado el libro Mujer y Capitalismo Agrario, publicado en 1980. Además, con el proyecto de investigación-acción, Acciones para transformar las condiciones sociolaborales del servicio doméstico en Colombia, de nivel nacional, se dio por primera vez atención a las trabajadoras del servicio doméstico, en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga. El proyecto adelantó diferentes estrategias de acción y dio origen a la ley 11 de 1987 que hizo posible la aplicación de la seguridad social a este sector de mujeres. También como investigadora adelantó pesquisas sobre género y propiedad de la mujer rural en América Latina, cuya referencia está en el punto de contribución a la comunidad internacional.

Fue fundadora (1994), –y directora en dos oportunidades–, del Fondo de Documentación Mujer y Género Ofelia Uribe de Acosta, de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, entidad que forma parte de la Escuela de Estudios de Género.[2]

Por su trayectoria académica e investigativa, Magdalena León participó de distintos debates relacionados con el surgimiento del enfoque de género en el desarrollo e hizo parte del grupo de docentes que fundaron en 1997 el Programa de Estudios de Mujer, Género y Desarrollo que dio lugar más tarde, a la Escuela de Estudios de Género de la Universidad (EEG), de la cual fue profesora e investigadora sobresaliente hasta el momento de su jubilación.

Sus contribuciones al desarrollo de los estudios de mujer y género, a nivel nacional y en América Latina son claros. Magdalena León fue catalizadora del desarrollo de los estudios de mujer y género, como campo disciplinario de estudio en América Latina, especialmente en Colombia, a través de la temprana publicación (1982) de tres volúmenes (Debate sobre la Mujer en América Latina y el Caribe, vol. i la realidad colombiana, vol. ii las trabajadoras del agro y vol. iii sociedad, subordinación y feminismo con obras seminales en el campo (algunas con traducciones), publicación que se convirtió en texto básico para investigadores y estudiantes de pregrado y posgrado en varios países. 

La publicación del libro Poder y Empoderamiento de las Mujeres en 1997 con dos reimpresiones, posiciono el tema a nivel teórico y de política pública y de ello se derivó su participación en conferencias y talleres diseñados por ella en la comunidad nacional y de Latinoamérica, con extensión a España. El proyecto sobre las trabajadoras del servicio doméstico ha sido paradigmático en el proceso de conquista de los derechos laborales de un amplio número de mujeres en el país, en el reconocimiento de sus derechos sociales y culturales y sobre todo, en el impulso al cumplimiento del pago de los aportes a la seguridad social de las trabajadoras domésticas, comportamiento que cada vez se advierte más en la sociedad colombiana.

Su trabajo de investigación sobre la mujer y la propiedad, con Carmen Diana Deere, tuvo como resultado la publicación (en coautoría) del libro Género, Propiedad y Empoderamiento: Tierra, Estado y Mercado en América Latina. Esta obra seminal es una contribución para comprender la discrepancia entre la igualdad formal de hombres y mujeres ante la ley y la desigualdad real de las mujeres rurales en el acceso a la tierra, con trabajo de campo en doce países de la región: Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, y Perú. Ha influido en la legislación agraria de varios países donde la titulación conjunta de la tierra al hombre y la mujer, pasó de ser una opción a ser un requisito; o en Ecuador, Venezuela y Brasil donde las mujeres jefas de hogar tienen prioridad o en Colombia, en relación con la titulación por restitución de tierras. 

Algunas reflexiones[3]

La diferenciación por sexo y, con ello, la división sexual del trabajo, fueron lentes nuevos que Magdalena abrazó con pasión y que pasaron a convertirse en el eje de sus proyectos intelectuales y académicos. A las categorías de clase, sexo y género, se sumaron otras tales como raza, etnia y opción sexual, para conformar una mirada multifocal que, desde la sociología y los estudios de género, han ocupado más de cuatro décadas de su vida. Las luchas de la década de los años 70 fueron precedidas por el movimiento sufragista a nivel mundial, el cual pretendió el reconocimiento de las mujeres como sujetos plenos de derecho en la búsqueda de ciudadanía. Los logros alcanzados por este movimiento permitieron que en las décadas finales del siglo XX y hasta hoy, ampliáramos el abanico de reivindicaciones. Siguiendo a Judith Astelarra y Line Bareiro, Magdalena evoca seis debates puntuales de la segunda ola del feminismo.

  1. Reconocimiento de la igualdad siendo diferentes. Así se rescató la diferencia como valor y también que la igualdad importa entre diferentes y no entre idénticos.
  2. Acceso al mundo público, en el cual estaban excluidas las mujeres, no sólo por prohibición legal, campo en el que se acotaban avances, sino también por los usos y costumbres. 
  3. La biología como destino no condicionante de las mujeres para ser madres. Se reivindicó el derecho al control del propio cuerpo –con el eslogan “mi cuerpo es mío”–, a la sexualidad y al placer sexual, a la diversidad de las opciones sexuales y a la decisión de la libre maternidad.
  4. Identificación del componente de poder que las relaciones entre mujeres y hombres tienen, lo que apunta a la exigencia de la redistribución del poder, la riqueza y la cultura.
  5. Existencia de una dicotomía entre lo público (economía, política y cultura) y lo privado (la familia y lo doméstico). Reconocimiento de que el rol de las mujeres en lo privado es tan importante para el funcionamiento social como lo es para el público, bajo el slogan “lo privado es político”. La familia es también una unidad de producción de bienes, servicios y cuidados que descansa sobre el trabajo, no sólo remunerado, sino también en el trabajo no remunerado de las amas de casa. Lo anterior llevó a la reivindicación de la economía y la ética del cuidado.
  6. Constatación de que el sexo biológico se construye en géneros sociales, que conlleva a una jerarquía entre lo masculino y lo femenino, y a una desigualdad social. Al género femenino se le asigna un estatus inferior que se traduce en discriminación social. El análisis de género suscitó un verdadero reacomodamiento científico, intelectual y político. De esta manera, el género –como categoría analítica– se mostró tan fructífero como lo han sido las clases sociales. 

Los aprendizajes y análisis derivados de estos debates mostraron que las sociedades y su organización económica, social y cultural han cambiado históricamente y, sin embargo, en cada caso se ha mantenido la jerarquía entre los géneros y la discriminación. Lo anterior no invalida reconocer cambios importantes en la vida de las mujeres, que son diferentes por regiones, países y grupos específicos.

Las reivindicaciones de las mujeres pos movimiento sufragista, se han traducido en políticas públicas de igualdad de oportunidades y en el surgimiento de nuevas relaciones sociales, económicas y culturales entre mujeres y hombres. ¿Esto significa que se ha acabado la discriminación? No. Sin tapar el sol con las manos se puede señalar que presenciamos aspectos de su derrumbe. Sin embargo, es claro que las conquistas en igualdad formal no bastan para generar igualdad real y de trato. Fue necesario pasar a proponer modificaciones institucionales –aunque pequeñas–, tales como la creación de mecanismos estatales para la igualdad, es decir, que los Estados desarrollen políticas públicas para mujeres y hombres. El reconocimiento de acciones afirmativas en algunos temas forma parte de estos avances.

Todo lo anterior va unido a una mayor participación política de las mujeres, al crecimiento de un movimiento amplio de mujeres y a su inserción en ámbitos de poder público, al desarrollo del pensamiento que ha permitido revisar la legislación sobre leyes de filiación, administración de bienes de la sociedad conyugal, adulterio, delitos contra la libertad sexual, violencia de género, derechos humanos, derechos sexuales y reproductivos, y sistemas electorales, entre otros. 

Podemos afirmar, entonces, que no hay un campo de la actividad humana que no haya sido en algún momento un ámbito de disputa de los estudios de género. 

Los estudios de género de la Nacional y de otras universidades, junto con los de la cooperación internacional, las ONG feministas, las redes de mujeres y los movimientos de mujeres y feministas de este siglo XXI, se encuentran frente al gran desafío de proponer cambios para el conjunto de las sociedades y para la construcción de nuevas instituciones en lo político, lo económico y lo social. Ya no se trata sólo de terminar la discriminación contra las mujeres –que no se debe olvidar–, sino articularla a un discurso democrático para que las mujeres y los hombres de las diferentes razas, etnias y clases sociales puedan tener igualdad de oportunidades y participar en las decisiones que afectan sus vidas. En eso estamos en los estudios de género, con propuestas de cambio cultural, de transformación social, de producción científica y simbólica, de desarrollo económico, de gestión, de cambios legislativos y, sobre todo, de justicia social y de género en un mundo cada vez más desigual. 

Fuente: Revista Bravas

[1] Se trata de la primera vez que hay una mujer en la Rectoría de la Universidad Nacional de Colombia (Dra. Dolly Montoya Castaño). Apenas un escaso 11% de los Doctorados Honoris Causa otorgados desde 1988 han sido para mujeres. Septiembre 20 de 2018. 
[2] Vale la pena subrayar que el Fondo se inició con la donación de 3.500 títulos de su biblioteca personal.
[3] Tomado de “Palabras en la ceremonia de otorgamiento del Doctorado Honoris Causa Universidad Nacional de Colombia. Magdalena León. (Bogotá, 20 de septiembre de 2018