Las personas y comunidades comienzan a resentir el peso de lo que significa estar en cuarentena. El miedo y la incertidumbre son emociones que están prevaleciendo en la población. La salud mental es un tema que preocupa porque la pandemia nos ha demostrado que se vive diferente de acuerdo a tu grupo socioeconómico, al sector territorial que habitas y su cultura. Por ello la importancia de hacer análisis psicosociales y trabajar en los territorios que más lo necesiten.
A pesar que el Coronavirus 2019 ataca físicamente a las personas, la cuarentena ha comenzado a afectar psicológicamente a quienes se están en el encierro de manera voluntaria u obligatoria. El trabajo territorial se vuelve fundamental para el bienestar de las comunidades. Así lo advirtió Dévora Kestel, directora del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la Organización Mundial de la Salud (OMS). “El impacto en la salud mental es significativo y podría generar mayores dificultades si no se le hace frente correctamente”. La organización aseguró que entre un 3 y un 4% de la población puede sufrir trastornos severos, un 15 y un 20% podría padecer trastornos leves a moderados durante la pandemia y el porcentaje restante se ve expuesto a un fuerte estrés psicosocial no patológico.
Kestel además aseguró que los mayores grupos de riesgo son el personal sanitario que está al frente de la crisis provocada por el COVID-19; niños, niñas y adolescentes, mujeres que estén expuestas a violencia doméstica, personas adultas mayores, personas con una condición mental preexistente y otras con enfermedades, que hayan tenido alguna dificultad para recibir su tratamiento.
Países que están en una fase de declive de la crisis, ya han levantado cifras sobre el incremento de la prevalencia de la angustia: En China aumentó en un 35%, en Irán un 60% y un 40% en Estados Unidos, tres de las naciones más afectadas por el la pandemia. En Chile, previo a la llegada del COVID-19, las cifras en salud mental eran poco alentadoras. Según la Encuesta Nacional de Salud (ENS) una de cada cinco persona ha tenido una enfermedad mental durante el último año, además de altos indicadores de diagnóstico de depresión, abuso de alcohol y otras sustancias, y un considerable aumento en el índice de trastornos depresivos en adolescentes.
Chile pandémico
La desigualdad y vulnerabilidad social, la alta desconfianza en las instituciones, las experiencias previas con desastres naturales y la propia revuelta social de octubre 2019, en Chile colaboraron para propiciar un escenario muy diferente al de cualquier otro país que esté aún en la curva ascendente del virus. Por ello, las consecuencias que se alojarán producto de la pandemia, deberán ser abordadas de una manera distinta.
Para Sonia Pérez, psicóloga, académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y una de las redactoras de las propuestas de Estrategia Nacional de Salud Mental que se presentó ante la Mesa Social COVID-19, el panorama en Chile es distinto y más delicado que en otros países. “Tenemos indicadores también de malestar social muy centrados en la desconfianza y la ruptura del tejido y cohesión social, es mucha incertidumbre y aislamiento”. Por ello apuesta a que el problema de la salud mental en Chile se aborde desde una mirada integral. “Si queremos trabajar por la salud mental tenemos que hacerlo desde un mirada psicosocial y participativamente, intersectorialmente y con inclusión territorial, mirando a las poblaciones que deben ser nuestra principal atención”.
Además Sonia pone el foco y agrega otro punto nada menor: “Tenemos una inversión en salud mental de las más bajas a nivel mundial. Chile es un país que no se ha pensado a sí mismo como un sistema que tiene que proteger la salud mental de sus habitantes. No solo hay desprotección en el área del trabajo, la educación, en la salud, en la vejez y en otras más; también los efectos de esa despreocupación impactan directamente en el estado anímico social.”
Así, la creación de la Estrategia Nacional de Salud Mental propuesta por la Universidad de Chile se vuelve indispensable en estos tiempos, ya que es una estrategia integrada y universal, con enfoque de derechos, de género, de curso de vida, inclusión y equidad. El plan es un llamado a comprender que “la salud mental es precisamente una de las claves para sobrevivir a esta pandemia y todo lo que conlleva al corto, mediano y largo plazo, desde la crisis potencial en la provisión de servicios de salud hasta ayudar a preservar y reconstruir una sociedad post-pandémica”. Los expertos y expertas aclaran en este programa, que esto se logrará con la coordinación de todos los actores sociales a nivel nacional, regional y territorial. Además del trabajo en conjunto de ministerios, municipalidades, academia y sociedad civil.
Sonia Pérez comenta que, con todo lo que implica esta situación de crisis, persisten las divisiones en medio pandemia. “Las condiciones de desigualdad estructural y socioeconómicas determinan la vivencia y la experiencia social que se percibe durante el confinamiento, no solo en término socio económicos si no en términos de género, de etnia, de generación, y territorialidad, que son las secciones que implican que la pandemia sea distinta y que hay unas más graves que otras, como cuando hay vulnerabilidades existentes previas como la violencia simbólica y física”.
Los tres principales lineamientos y recomendaciones de la estrategia se relacionan con la priorización de la salud mental dentro del plan de acción COVID-19, una coordinación de las diversas actorías que participan en la respuesta (MINSAL, MINEDUC, sectores de la sociedad civil, academia; además de mesas técnicas y redes de colaboración) y el cuidado de la salud mental de trabajadoras y trabajadores de salud.
Desde el gobierno, respondieron a estas recomendaciones y dieron a conocer su Programa Saludable-mente, que tiene como objetivo fortalecer la prestación de tratamientos de salud mental en los sectores público y privado. Este plan integral de bienestar, pretende contrarrestar, contener y orientar a la población que resienta los efectos del confinamiento por la pandemia. Este programa se conformará mediante una mesa de expertos y el fortalecimiento de la oferta.
Mujeres y estrategias territoriales
Las estrategias comunitarias para el cuidado de la salud mental debieran ser un paso primordial para incorporar en las medidas de acción de los estados, que se reconozca a los diferentes actores y contextos en los que se encuentran. “Las estrategias psicosociales han demostrado su efectividad en situaciones de emergencia y han jugado un rol clave en la recuperación de las comunidades una vez que ésta ha ocurrido, pero para ello debe comenzar a implementarse desde el primer día”, asegura el documento entregado por los especialistas a la Mesa Social.
El llamado despertar del 18 de octubre de 2019, dejó como herencia la reincorporación del trabajo social en comunidad. Ante esta premisa, Sonia reflexiona: “En los lugares que se supone que hay diferencias estructurales, que podrían tener más abandono, ahora existen las asambleas territoriales, organizaciones de pueblo que ayudan al pueblo, ollas comunes y circulan confianza, solidaridad y reciprocidades que van armando estrategias sociales. No quisiera hacer el mismo análisis hecho antes del 18 de octubre, porque sería injusto no mirar que estamos precisamente construyendo una sociedad distinta, con una consciencia mucho mayor, hay un despertar de consciencia en la que necesitas al otro y todo esto es gracias al 18 de octubre.”
La perspectiva de género es fundamental para poder crear estos programas, ya que es importante reconocer las desigualdades a las que se enfrentan las mujeres. De acuerdo a las “Orientaciones sobre salud mental de mujeres y niñas. Entre todas nos cuidamos: #CuarentenaEnRed” de Corporación Humanas se destaca la importancia de reconocer que las mujeres no son iguales y tienen distintas vivencias de acuerdo a “orientación sexual, identidad de género, etnia y raza, situación de discapacidad, lugar de residencia urbano y rural, migración, entre otros”. Se agrega que “la depresión y la ansiedad son casi dos veces más frecuentes en las mujeres que en los hombres, a diferencia de otras patologías donde la relación es equivalente o incluso menor, como es el caso del abuso de alcohol o drogas. Esto según algunas autoras se produce precisamente por las condiciones de desigualdad de género.”
En este sentido, Sonia Pérez confirma que en las propuestas de Estrategia Nacional de Salud Mental, que presentaron en la Mesa Social COVID-19, sí se generó participación y se trabajó con perspectiva de género. “Es muy difícil y muy permanente la lucha por una implementación con enfoque de género en una institucionalidad que porfía constantemente en poner prioridad sobre las mujeres. Cuando hablamos de intersectorialidad, estamos diciendo que se tienen que poner de acuerdo para implementar la estrategia de salud mental el Ministerio de trabajo, de Desarrollo Social, de Ciencias y Tecnología y Educación, pero dijimos que los servicios nacionales relativos a la mujer y la participación local en la municipalidad y organizaciones sociales femeninas, deben estar consideradas, si logramos eso, hay un posibilidad importante de incorporación.”
Una sociedad dependiente de los medios de comunicación
Los medios de comunicación han tenido su papel durante la pandemia. Por el impacto en la salud mental en las personas, las propuestas y sugerencias presentadas a la Mesa Social por personas expertas de la Universidad de Chile, plantean que los medios deben tener un rol de educación sociocomunitaria en la forma en que manejan la información sensible, “regulando la sobreinformación y evitando la confrontación entre actores sociales involucrados. Se requiere informar de forma clara, precisa y efectiva, las medidas necesarias para avanzar en el control de pandemia, y las razones que subyacen a tales decisiones.”
Esta propuesta dirigida a los medios se planteó con el fin de evitar la saturación y el estrés, ya que el diagnóstico arrojó que la sobreinformación – infomedia – del impacto del COVID-19 ha generado estrés y angustia, por ello la propuesta es producir contenido educativo sobre salud mental para difundir a través de diferentes canales de comunicación.
“Los medios de comunicación en Chile tiene un poder social tremendo porque la gente le hace mucho caso a los medios, los ve mucho, tenemos una sociedad bien dependiente de los medios, y la información es presentada de manera ambigua y de manera engañosa. Los medios no están reflexionando sobre el rol que cumplen en la sensación de desprotección y eso implica pensar cuáles son nuestras plataformas comunicacionales, a cuáles les vamos a poner ficha”, aseguró Sonia Pérez.
La salud mental se vuelve una protagonista en esta pandemia y sus eventuales efectos colaterales es lo que preocupa a una gran parte de la población. El miedo, inseguridad laboral, económica, incertidumbre y descontento social, son parte de la lista de preguntas que buscan una respuesta al corto, mediano y largo plazo. Sin embargo, es importante ir en búsqueda de los patrones que se puedan instalar durante la cuarentena. Sonia Pérez es enfática en ese sentido y aseguró que “capacidades que se instalen ahora de bienestar, satisfacción, proactividad y empoderamiento, de la vida tienen directa relación con un desarrollo social, más allá de un desarrollo individual. Esto tiene directa relación con la paz, los Derechos Humanos, el impacto a largo plazo es que si no abordamos este tema ahora los Derechos Humanos se nos van a escapar de las manos, la paz social, y la cohesión social se va a ver quebrada, porque ya nadie va a creer ni confiar en un otro, eso eso es lo que hay que cuidar.”
Por Valentina Silva Zambrano
Fuente: Observatorio Género y Equidad