Fátima Muriel, oriunda del Putumayo, en Colombia, siempre corre peligro debido a su trabajo como lideresa y defensora de las mujeres. Este es su testimonio.
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Fátima Muriel. |
Twitter.
Su nombre es Fátima Muriel Silva. Nació y creció en el Putumayo, una de las regiones más golpeadas por la violencia en Colombia. Se reconoce como una “lideresa natural” y dirige 65 organizaciones de mujeres que, en el territorio, buscan protegerse las unas a las otras y reclamar los derechos y la seguridad que el Estado no les está proporcionando. Habla Fátima:
“El ser putumayense, mujer, hija, madre, maestra, supervisora de educación departamental, y el haber recorrido todo el departamento y conocer las cultura y la geografía de los 13 municipios, el haber compartido todo el dolor, la feminización de la pobreza, el militarismo ante la vulnerabilidad de las mujeres, de los niños y de las comunidades frente al conflicto armado, me llevó a buscar organizaciones y lideresas que estaban también pensando en la grave situación por la que estaban atravesando las comunidades.
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Mapa del Putumayo y su ubicación en Colombia. | Creative Commons
En uno de mis viajes al municipio de San Miguel, vereda San Carlos, al pasar por cierto lugar, había cinco taxis incinerados con sus ocupantes, puertas de las escuelas argollas con orejas de diferentes tamaños, mujeres asesinadas y sus genitales y senos completamente destruidos, y un miedo que se veía en los ojos de los niños, de las docentes, me hizo pensar que estábamos en guerra, así nuestro entonces presidente Uribe dijera lo contrario.
Esto, y muchas realidades tristes que me tocó vivir en cada uno de los municipios, me dijeron que había que hacer algo, que así no podíamos continuar con tantos niños y niñas huérfanas, abandonados porque sus padres fueron desaparecidos, nunca más volvieron, y en donde las profesoras me preguntaban qué hacer con los niños internos que nadie los iba a llevar e ir de casa en casa a rogarle a las familias que nos apoyaran con estos niños hasta que regresaran las clases.
Nunca olvidaré los ojos de los niños con sus miradas perdidas en el infinito y la impotencia de no poderles responder …no acabaría de contar...
La llegada de la guerra
Cuando esta guerra llegó a mi casa, nos quitaron todas las propiedades, la finca en donde trabajábamos; amenazaron a mi esposo y luego le hicieron un atentado dejándolo discapacitado. La guerrilla pensó que lo habían asesinado, nos obligaron a desplazarnos a toda la familia y a llegar sin nada a la cabecera municipal. Luego, en Mocoa, asesinaron a mi hermano mayor que dejó una viuda y 2 hijos menores de edad. Más adelante, secuestraron al menor de la familia que era el Director de salud, lo asesinaron y dejaron otra mujer viuda y tres hijos muy pequeños.
Tejedoras de vida
Fue así como, en el 2005, nació Tejedoras de Vida como una red de protección, y hoy ya tenemos más de 1.500 asociadas. Empezamos a identificar qué organizaciones aún permanecían en silencio, las activamos y fue así como, con otras organizaciones de mujeres del Putumayo, nos dimos a la tarea de reclamar nuestros derechos, especialmente el de la vida. Pero una organización social de mujeres, en medio de esta guerra, es una amenaza.
¿Por qué? Primero, por el sistema patriarcal que está muy presente en Colombia y muchísimo más en las regiones. Segundo, porque la disputa de la tierra está en manos de poderes oscuros. Y tercero, por el extractivismo petrolero.
Los nombres de las víctimas
En este proceso, la organización de mujeres Tejedoras de Vida es interrumpida por el asesinato de una de sus lideresas, Luz Marina Benavides, en el municipio de Villagarzón, y de Melva Erazo, concejala de este municipio. Luego, asesinaron a la lideresa indígena Martha Jamioy en el municipio de Puerto Guzmán, en la vereda Alpamanga por poner resistencia al reclutamiento de las jóvenes indígenas. Más adelante le llegó el turno a Mary Luz Lucero, del Valle del Guamuez, líder comunitaria que venía cuestionando al gobierno municipal de ese entonces por desaciertos en obras que no existían. Aparte de esto, desaparecieron a la lideresa Deyanira Guerrero, de la inspección del Placer, municipio del Valle del Guamuez, y en 2019 asesinaron a Gloria Ocampo, integrante de la Junta de Acción Comunal de la vereda La Estrella, del municipio de Puerto Guzmán.
Ante las amenazas hacia 11 mujeres lideresas, las Tejedoras de Vida conformamos la Mesa de Garantías para la seguridad para defensoras y lideresas, con el fin de protegernos y a la vez exigir la presencia del Estado. Pero somos la ”resistencia”, y seguiremos luchando porque somos constructoras de paz.
Mujeres: la resistencia
Las Tejedoras de Vida trabajamos bajo tres ejes fundamentales por los que se guía la asociación y son: 1, Mujer, Derechos Humanos y Paz; 2, Mujer y Políticas Públicas; y 3, Mujer, Cultura y Medio Ambiente. Aplicamos a convocatorias departamentales, nacionales e internacionales y cuando somos favorecidas se benefician las 65 organizaciones.
Hoy, las Tejedoras de Vida dejan como producto de su trabajo mujeres que se han formado mediante diplomados y cursos. En liderazgo femenino 150; en Violencia Basada en Género 65 mujeres rurales en el corredor Teteye en el municipio de Puerto Asís, 150 en Aviturismo, 150 mujeres rurales guardianas del agua; y 65 mujeres como Mediadoras para la Paz. El departamento cuenta con una política pública de género para las Mujeres del Putumayo y con una política pública de género para las mujeres del Valle del Guamuez.
Aparte de eso, hemos construido muros de la verdad en los municipios de Puerto Asís, Villagarzón, Mocoa, Puerto Guzmán , San Miguel y Valle del Guamuez con los nombres de las mujeres asesinadas y desaparecidas, como lenguaje simbólico para que pare la guerra. Recibimos a los excombatientes en el municipio de Puerto Guzmán, muchas mujeres querían encontrarse con sus hijos e hijas que fueron reclutados por las FARC, algunas se encontraron, otros nadie dio razón de su existencia. Así, hemos realizado encuentros de reconciliación entre los excombatientes y las Tejedoras de Vida, porque nosotras queremos estar ahí para quien lo necesite. Por eso, en cada pueblo del Putumayo, se puede encontrar a una mujer de la red y sentarse a conversar”.
Todo esto cuenta Fátima.
Fátima y el resto de las integrantes de la Red, viven bajo amenazas constantes contra su vida. Su labor de registrar e informar sobre los hechos violentos contra las mujeres, también les genera un riesgo latente. A muchas las han asesinado y a otras las han atacado con armas blancas y de fuego, pero sobrevivieron a las agresiones. Para Fátima “estos hechos resaltan la persecución por razón de género que se lleva a cabo contra mujeres líderes en la región, y que busca amedrentar y silenciar a quien busca el avance de nuestros derechos”. En múltiples ocasiones, ha hecho un llamado al Estado en el que lanza un mensaje: el trabajo que ella y las otras tejedoras hacen en el territorio no es posible sin el apoyo de la Nación, un apoyo que, hasta ahora, no existe. Este es un ejemplo más del desprecio con que los gobiernos sucesivos de Colombia han actuado en demasiados territorios de un país que ha sido abandonado a su suerte.
Por Juanita Rico
Fuente: Democracia Abierta