Andrea Dip es una periodista que para abarcar el tema del trabajo sexual se sumergió tres meses en el nordeste de Brasil. El resultado fue traducido a un formato poco habitual y arriesgado: una tira de historietas. Narró, por medio de imágenes y una precisa compilación de datos y estadísticas, un tema delicado como es el tráfico de personas para explotación sexual, expandido en todo el país e intensificado en dicha región.
Viñetas del segundo capítulo del reportaje en cómic ‘Meninas em jogo’
El turismo sexual suele expandirse durante los eventos deportivos como el Mundial de Fútbol y los campeonatos de Fórmula 1 con el arribo y circulación de extranjeros por el país. El resultado es un completo y creativo informe que ofrece información dura y suma creatividad a la narrativa. Brasil es el segundo destino, después de Tailandia, para viajeros y viajeras, turistas y proxenetas implicados en el turismo sexual. El 25 por ciento de los 1500 destinos turísticos brasileros cuentan como negocio más rentable a la prostitución. Por eso los ojos de muchos movimientos contra el tráfico de personas y la explotación sexual están posicionados en el mega-evento.
“Las historias de prostitución están envueltas en un marco de extrema pobreza y falta de perspectivas. Todas las trabajadoras a las que entrevisté comenzaron muy jóvenes, con 12, 13, 14 años”
“Todo comenzó con una entrevista a una abogada que trabaja junto con mujeres de áreas rurales y que hizo una denuncia sobre esas ciudades del nordeste. Puntualizó que las niñas estaban siendo cooptadas para trabajar en la explotación sexual durante la Copa. Consideré esa denuncia muy grave y me quedé con muchas ganas de profundizar. Tiempo después cuando apareció un concurso para proyectos periodísticos me reuní con el ilustrador De Maio, enfocado en periodismo investigativo y que daba apoyos para investigaciones de este tipo, escribí este proyecto de reportaje y ganamos el premio para seguir la investigación”, relata la cronista de la Agencia Pública.
¿Cómo son las condiciones del trabajo sexual en Fortaleza?
Las prostitutas que entrevisté son mayores de edad. En la ciudad de São Gonçalo do Amarante trabajan en burdeles y casas de prostitución. Todas ellas comenzaron muy jóvenes, con 12, 13, 14 años; difícilmente una mujer comienza con mayor edad. Identificamos varios tipos de explotación y prostitución. Existen aquellas jóvenes y mujeres que están implicadas con aquellas mujeres ‘ricas’ o que tienen más dinero, más poder y llegan a conectarse con redes internacionales o brasileras; son personas con mucho poder, una especie de ‘leyenda urbana’ porque difícilmente las personas tienen acceso a esas redes. Justamente porque son extremamente cuidadosas, inteligentes y protegidas, son pocas las mujeres que están implicadas en ese tipo de prostitución. La mayoría son niñas y mujeres que están en las calles o en las casas y que circulan mucho por los estados, ellas andan porque dicen que ‘los hombres, los clientes buscan siempre novedades’, entonces buscan clientes nuevos. También existen las chicas que se quedan en torno al estadio Castelão, que es un punto histórico de prostitución; allí ya tenían un punto pero que ahora se intensificó con la llegada de trabajadores para la construcción del estadio.
¿Cómo es tu percepción respecto del debate por la despenalización de la prostitución?
Acompañé la cuestión de la explotación infantil de niños, niñas y adolescentes. Respecto al debate de la legalización de la prostitución (sobre el proyecto de ley Gabriela Leite) en aquellas personas que tienen más de 18 años, encuentro que sus voces y experiencias son poco oídas. Termina siendo un debate hecho muy desde afuera de sus realidades, desde el gabinete o desde estudiosos del tema. Hay muchas caras en esta discusión, pero generalmente las historias están envueltas en un marco de extrema pobreza y falta de perspectivas. Los programas sociales son raros y muy hechos desde arriba. No se conversa ni se intenta un diálogo con esas chicas, entonces se les ofrece una beca de estudios pero la niña tiene que ser mayor de edad o tener primaria completa, y eso no sucede porque muchas abandonaron la escuela. Esa falta de diálogo dificulta más.
Derecho a no decidir
En la entrevista con Pikara, además, Dip compartió el estado de situación respecto del acceso al aborto legal, seguro y gratuito en un país que continúa penalizando el derecho a decidir (a excepción de los casos de violación y gestación de bebés anencefálicos). A pesar de ser ilegal, el aborto es común en Brasil y un estudio reciente demuestra que el 31 por ciento de las mujeres que quedan embarazadas practican abortos. “El resultado más probable de ese debate es que el aborto continuará a ser ampliamente prohibido”, señala un cable de Wikileaks al que la Agencia Pública tuvo acceso.
“En Agencia Pública ya hicimos dos reportajes sobre la cuestión del aborto. Hice uno que hablaba sobre la criminalizacióndel aborto y mostraba historias de mujeres sin alternativas. Fui detrás de una historia de una mujer que tenía dos hijos pequeños, negra, viviendo en una favela, quedó embarazada, el novio se marchó e intentó desesperada hacerse un aborto en su casa con remedios. El proceso no fue exitoso y fue al hospital con una hemorragia. Allí el médico la denunció y ella estaba siendo buscada para ser presa. Ahí reflexionábamos mucho sobre que el aborto en Brasil es prohibido para mujeres pobres por que las mujeres ricas abortan con sus médicos particulares y nadie se entera, lo hacen dentro de grandes hospitales o pagan por un aborto en clínicas clandestinas. Pero las mujeres que no tienen condiciones, que compra un remedio para abortar en casa o recurre a aquellas aborteras horrorosas que los hacen con agujas de croché (todavía existe eso), esas mujeres son criminalizadas porque ellas llegan a los hospitales y son denunciadas por los médicos. ¡Es un absurdo! Los médicos no podrían hacer eso pero lo hacen”.
Andrea Dip, diseñada por De Maio
¿Cómo es administrado y gestionado este derecho por parte de funcionarios públicos?
Mis colegas hicieron otro reportaje sobre aborto legal y constatamos que las mujeres que tienen derecho a acceder a un aborto por vía legal tampoco consiguen ser atendidas por los mismos motivos: el médico alegando que él no puede hacer abortos como objetor de conciencia. Los servicios que deberían hacer no lo hacen porque no encuentran médicos, no tienen apoyo. Y los servicios de salud que no los realizan indican a las mujeres dónde es que sí lo pueden hacer. El personal médico suele decir: “Vuelve para casa a criar a ese bebé”. El aborto es un asunto muy grave en Brasil para las mujeres, muy ligado al machismo y a la presión religiosa que aquí es muy fuerte. Las bancadas religiosas presionan mucho. Durante la primera candidatura de Dilma [Rousseff, presidenta del país] hubo una presión religiosa muy fuerte y tuvo que escribir un comunicado diciendo que no aprobaría la ley de aborto.
¿Conoces algún caso en que sí se respete y resguarde este derecho?
En San Pablo son muy pocos los hospitales que brindan este servicio como el hospital Pérola Byington. Quien hace el servicio allí es Jefferson Drezett, que es un tipo increíble y lo hace como parte de una militancia. Él es un militante de esa causa. Lleva eso muy en serio, y lo que termina pasando es que otros hospitales encaminan a las mujeres adónde trabaja este doctor. Por otro lado, mis compañeras periodistas llamaron por teléfono al Ministerio de Salud pidiendo una lista a los hospitales que daban ese servicio y les dijeron que no podían pasar esa información por que los médicos sufrirían represalias, ¡siendo un servicio público! También sucede que muchas veces ni se consigue la píldora del día siguiente en el puesto de salud; debería ser distribuida pero muchas veces no la consigues. Aquí hay otro factor que influye, y es que muchas veces los hospitales son sociedades público-privadas. Entonces los hospitales religiosos son hospitales públicos pero obviamente no van a dar ese servicio, no van a orientar y menos van a brindar la píldora del día siguiente o condones. La religión todavía incide mucho en Brasil en salud pública y en la cuestión del aborto, principalmente.
Por Florencia Goldasman
Fuente: Pikara Magazine