septiembre 23, 2018

“El activismo estético implica descolonizar también el cuerpo, no solo la mente”

Desirée Bela-Lobedde en nuestra cita en Madrid.
/ Lucía Mbomío
Cabello, raza y género se trenzan en ‘Ser mujer negra en España’, el primer libro de la comunicadora y activista Desirée Bela-Lobedde. Su protagonista es la autora, pero podría ser cualquier mujer negra residente en el Estado español en los años ochenta o los noventa, cuando éramos menos que ahora, en número y, desde luego, en voz.

Entrevisto a mi amiga, mi hermana Desirée Bela-Lobedde (Barcelona, 1978 ) en Madrid, cuando se acaba de estrenar como columnista en el diario Público y espera, con ilusión, el lanzamiento de su primer libro en el que, me reconoce, se muestra tal y como es, sin ahorrarse detalles. Toda una oportunidad para descubrirla, no solo como la persona que denuncia sino como la niña de Vilanova i la Geltru que creció casi huérfana de referentes y tuvo que ir construyéndose con baches y llanos, hasta llegar a ser quien es hoy. Escuchadnos y/o leednos ahora, porque somos, estamos o pasamos por aquí. Siempre fue así y tenemos mucho que decir.

— Empecemos por el final porque, por ahora, lo es: ¡estás a punto de sacar libro!

— Sí, ‘Ser mujer negra en España’ habla de mis experiencias como mujer negra en España y lo he dividido en tres etapas: niñez, juventud y edad adulta. Es un compendio de memorias con algunos apuntes históricos o didácticos que ayudan a comprender todo y lo aterrizan en el sistema racista en el que vivimos. La idea es explicar un poco cómo hemos llegado adonde hemos llegado.

— Está muy relacionado con el pelo, ¿por qué?

“LOS CÁNONES DE BELLEZA OCCIDENTALES (PIEL CLARA Y PELO LISO) SE TRADUCEN EN PRESIÓN Y VIOLENCIA QUE EJERCEMOS NOSOTRAS MISMAS SOBRE NUESTROS CUERPOS”

— Porque para mí y creo que para muchas mujeres negras de mi generación con el tipo 4C como el mío, el pelo ha sido un tema de mucho peso.

— ¿Qué es eso de 4C?

— Es una de las clasificaciones que hay sobre el cabello, en función del rizo. El tipo 1 sería el más liso, el 2, ondulado y el 3 y el 4 ya serían rizados. Aparte, hay varios subtipos: a, b, y c. Es curioso porque, en Twitter, hice un hilo y había gente a la que le costaba encontrarse debido a que, muchas veces, no tenemos un único tipo de pelo en la cabeza sino varios.

— Te gusta que te definan como activista estética, ¿y eso qué es?

— Una forma de activismo que implica dar recursos a las mujeres negras para que aprendan a cuidar de su piel sin aclararla y de su pelo afro natural sin utilizar productos para alisarlo y transformarlo químicamente. Vivimos en una sociedad que marca unos cánones de belleza occidentales por los cuales, cuanto más clara la piel y liso el pelo, más aceptadas seremos. Eso se traduce en una presión y una violencia que ejercemos nosotras mismas sobre nuestros cuerpos, por una cuestión de asimilación. El activismo estético implica descolonizar también el cuerpo, no solo la mente.

— ¿Hasta qué punto nos dañamos?

— Hasta puntos, en ocasiones, insospechados. Los productos de alisado contienen ingredientes que son disruptores hormonales, de forma que ya no es solo que transformes la textura de tu cabello o que, en el proceso de alisarlo te quemen el cuero cabelludo, sino que, como contienen sosa cáustica e ingredientes, incluso, que se usan para limpiar aguas residuales, estamos metiendo en nuestro organismo agentes muy tóxicos que a la larga son dañinos. En EEUU se han biopsiado tumores uterinos a mujeres afroamericanas y se han encontrado partículas de los desrizantes. Es evidente que la cosa es seria.

— Al margen del daño físico, hay que tener en cuenta lo psicológico, o sea, el pelo es más que pelo, en el caso de las mujeres negras.

— Exacto. Y yo creo que tiene que ver con la presión a la que nos vemos sometidas. Criándote en los 80 y los 90, no tienes referentes, en la televisión casi no se ve a mujeres negras y las pocas que aparecen llevan el pelo alisado. Como quieres parecerte a ellas, te parece genial que tu madre te lleve a la peluquería a tratarte el cabello. No lo cuestionas porque es la forma que tienes para parecerte a los referentes que admiras.

— ¿Y cuándo dices hasta aquí?

“CUANDO FUI MADRE DE NIÑAS ME PARECIÓ POCO CONSECUENTE HACER QUE MIS HIJAS AMARAN SU PELO, MIENTRAS YO DESTROZABA EL MÍO. AHÍ LLEGÓ EL CAMBIO”

— Cuando devengo madre. Yo me alisé por primera vez a los 15 o 16 y con 31 o 32 paré, de modo que he estado media vida haciéndolo, cada tres meses. Ser madre de niñas me hizo replantearme cosas. Me parecía poco consecuente hacer que mis hijas amaran su pelo, mientras yo transformaba y destrozaba el mío. Ahí llegó el cambio.

— ¿Significa eso que algunas madres no han sabido educarnos a ese respecto?

— Las madres han hecho lo que han podido y sabido con los recursos que han tenido. Ellas no se libran de haber sido esclavas de esos mismos cánones que estamos reproduciendo desde hace siglos. Salir de eso, con muchísima menos información de la que tenemos ahora, es complicado.

— ¿Cuánto te ha ayudado internet?

— Mucho, porque internet te permite consumir la información que tú quieres. Gracias a la red empecé a plantearme la posibilidad de que hubiera algo más allá del alisado y empezó mi hair journey.

— ¿A qué se debe que las nomenclaturas asociadas al pelo sean, muchas veces, en inglés?

— Cuando empiezas a meterte en ese mundo, comienzas buscando donde sabes que habrá información, yo tenía claro que en el mundo anglosajón la habría. Así las cosas, los primeros conceptos que empiezas a ver sobre tu vuelta al natural son en inglés y con eso te quedas. Por otro lado “hair journey” [de cabello y viaje] define superbien ese camino.

— ¿Realmente es un viaje?

— Sí, lo es. Después de tantos años, muchas no recordamos ni cómo es nuestra textura. Te redescubres y tienes que acostumbrarte a ese nuevo tú, con el pelo corto, que se encoge, que es seco, que no cae hacia abajo, que despierta y suscita muchos comentarios.

— ¿Te viste fea?

— Sí, aunque hay momentos. Cuando vuelves al natural, tienes dos vías: la lenta es lo que se denomina transición, no te alisas más, dejas que te crezca el pelo y vas cortándote las puntas hasta que te quitas todo. La vía rápida es el gran corte, te cortas todo el alisado y te dejas solo la raíz. Yo empecé con la transición, me cansé muy pronto así que a los dos meses me hice el gran corte. Al principio, me veía rara; ni guapa ni fea. Luego pasé por el típico momento en el que tienes una medida rara, que suelto no te queda bien pero aún no se puede recoger, debo reconocer que ahí sí me veía feísima y es algo muy común.

— ¿Lloraste el día que te cortaste el pelo o sentiste alivio?

— Sentí alivio. Yo lloro cuando veo a otras mujeres en ese proceso, sobre todo cuando hacen transiciones largas, se cortan el último mechón y lloran porque es una liberación, yo al menos lo considero así.

— Sois muchas las mujeres que habéis decidido compartir esas vivencias a través de internet, ¿por qué lo hiciste tú?

— Lo hice en 2011, porque en ese momento sólo había un blog en castellano en el que se hablara de esos temas, Afrohair, de Tris, una chica que vive en Barcelona. Me dejé llevar por mi comadre, Gisela, que es blogger desde hace más de una década y que me dijo: “Con lo bien que escribes, ¿por qué no abres un blog?”. Como no soy de darle muchas vueltas a las cosas, dije “bueno, venga, vale, va”. Lo que comenzó como un cuaderno de bitácora en el que hablaba de lo que yo aprendía sobre mi pelo y el de mis hijas se convirtió, cuando mi contenido empezó a llegar a gente a la que yo no conocía, en el medio para compartir peinados, tutoriales de turbantes, etc…

— Continuando con lo de los viajes… tú iniciaste uno que partió del tema capilar y te ha llevado al antirracismo.

— Es que, al final, la percepción que se tiene de las personas negras que vivimos en España, también tiene mucho de racismo, por eso, llega un momento en el que a mí me cuesta mucho separar el activismo estético del antirracismo. Al final, los cánones de belleza que nos vienen torturando son eurocéntricos, occidentalocéntricos y racistas, así que no se puede desligar una cosa de la otra.

— Pero hay gente, dentro del activismo antirracista, a la que el tema del pelo le parece algo banal.

— Sí y no tengo nada que decir. Al final, somos una comunidad muy diversa y no tenemos por qué estar de acuerdo todes en todo. El hecho de que yo considere que el activismo estético es importante no me hace ni más ni menos que las personas que consideran que el pelo no es un ámbito de lucha dentro de la reivindicación de derechos para las personas negras.

— Has convertido en fácil lo difícil porque, juntando a les seguidores que ya tenías y a les que se han ido sumando a tusredes sociales, les han llegado temas que llevan hablándose toda la vida en el entorno afro pero que había gente que no concebía que estuvieran teniendo lugar.

— Sí, además, yo creo que como tengo una forma de comunicar bastante cercana y amable, la gente recibe bien lo que digo y se pone a pensar. Teniendo bastantes seguidores resulta más fácil hacer de altavoz de cosas de las que ya se lleva hablando hace mucho tiempo pero que a lo mejor no llegaban a un segmento determinado.

— ¿A quién llegas tú?

— A mujeres negras, a madres blancas o negras de niñas con pelo afro y luego, a raíz de haber participado como colaboradora en Locas del coño, a un público mucho más amplio, sobre todo, mujeres voy a poner entre comillas “feministas” a las que también aporto un punto sobre el feminismo que quizá no se habían planteado, puesto que se consideran deconstruidas y aliadas de determinadas luchas pero después empiezan a leerse y se dan cuenta de que todavía tienen que revisarse.


“MENOSPRECIAR LAS OPRESIONES DE MUJERES QUE SON DIFERENTES A TI Y QUE TIENEN EXPERIENCIAS COMPLETAMENTE DIFERENTES A LAS TUYAS, NO ME PARECE MUY FEMINISTA”

— ¿Y por qué las entrecomillas?

— Las entrecomillo porque llamarse feminista y menospreciar las opresiones de mujeres que son diferentes a ti y que tienen experiencias completamente diferentes a las tuyas, a mí, muy feminista no me parece.

— ¿Pero crees que es por una cuestión de menosprecio o de desconocimiento?

— Hay de todo. La base muchas veces sí que es el desconocimiento, pero si tú no lo sabes y yo te digo “oye, me duele aquí” y a partir de ahí, continúa dándote igual y afirmas que eso no es importante o que el foco está en otro sitio, me mosqueo un poco.

— ¿El feminismo es una cuestión de leer mucho, de vivir mucho, de escuchar mucho o de qué?

— El feminismo es una cuestión de ser, estar, colaborar, de todo lo que dices y de aportar en la medida que una puede, yo creo.

— ¿Tú llevas mucho tiempo considerándote feminista?

— A lo mejor ya era feminista antes, pero nunca nadie me había puesto la etiqueta, ni yo. Ha sido en los últimos cuatro años, aproximadamente, que ya me vengo denominando abiertamente feminista.

— ¿Qué otras etiquetas te han puesto?

— Muchas. Hay una que me hace mucha gracia, que es la de que formo parte de los feminismos periféricos. Esa forma de designarlo se hace desde el feminismo hegemónico, evidentemente, porque ya que nos ponemos a etiquetar, etiquetemos todo. También me han dicho que soy afrofeminista, feminista negra y bueno, luego ya, entrando en calificativos despectivos, feminazi, radical, Tío Tom…

— Eso es terminología del colectivo afro, ¿podrías explicar lo que es Tío Tom, para quien no lo sepa?

— La verdad es que no lo tengo muy claro. Es algo que dice en algunos sectores, en los que también me llaman Black Beauty. Elles tienen una concepción propia sobre lo que es lucha y lo que no. A su modo de ver, yo, por estar más centrada en el activismo estético, no aporto. Por otro lado, como tengo espacios en medios que son más blancos, me ven como una vendida, de ahí lo de Tío Tom (que, a su vez, viene de la novela La Cabaña del Tío Tom).

— ¿Era todo más fácil cuando hablabas “solo” de pelo?

— Sí, más fácil y más amable. Hacer ciberactivismo y, sobre todo, en medios como Twitter es muy hostil, pero se aprende a llevarlo bien.

— ¿Cómo?

SOBREVIVE EN UN MEDIO TAN HOSTIL COMO TWITTER “HACIENDO UN TRABAJO PERSONAL MUY BESTIA, TENIENDO CLARO QUE LA GENTE INTERPRETA LO QUE TÚ TRANSMITES EN FUNCIÓN DE SU SISTEMA DE CREENCIAS, PREJUICIOS Y VALORES, Y QUE A VECES SE PONE A ESCUPIR PORQUE SÍ”

— Haciendo un trabajo personal muy bestia de tener claro que la gente interpreta lo que tú transmites en función de su sistema de creencias, prejuicios y valores y que, a veces, se pone a escupir porque sí. Para mí es importante tener claro que son personas que no me conocen en absoluto, que a lo mejor me están leyendo por primera vez; porque, en muchas ocasiones, tampoco quieren saber y les gusta despotricar. Por tanto, la incidencia que eso tiene que tener en mí, yo he decidido que sea muy poca.

— ¿Tan importante es el ciberactivismo como el activismo offline, el de las calles?

— Todo lo que podamos hacer es importante. No se trata de esto es mejor o peor sino de lo que pueda aportar cada une desde su espacio y sus posibilidades.

—¿Y qué estás aportando tú?

— Por una parte estoy ayudando a mujeres negras a redescubrirse, a reenamorarse de sí mismas, a que se valoren. La vía del activismo estético es una forma de desaprender muchas cosas, de descolonizar conceptos que, como personas negras que nos hemos criado en entornos blancos, hemos dado por sentados sobre la negritud, porque todo lo que se nos ha explicado se ha hecho desde una cara del disco y no hemos escuchado la otra. Para muchas personas, el pelo es una puerta de entrada para replantearse cosas en torno a su imagen, su identidad o su propia historia. Y luego, cada día, recibo mensajes de personas blancas que me dicen que ahora están mucho más atentas y más receptivas a ver esos comportamientos mal llamados “microrracistas” que no detectaban y desde que me leen los ven y hasta los denuncian.

— ¿Cómo los llamamos?

— Yo prefiero llamarlo “racismo cotidiano”.

— Antes has dicho que eres madre, ¿tus hijas saben en qué andas metida?

— Sí, saben que doy charlas y, evidentemente, que tengo el canal de YouTube porque las peino y si ellas me dan su consentimiento, grabo el peinado y lo subo a redes. Saben que he escrito un libro, que saldrá en breve… La mayor, sobre todo, presume. La pequeña es una persona muy particular, tiene un mundo interior muy rico y le da más igual, de momento, también tiene solo 9 años y es todavía muy niña.

— ¿A ti te gustaría que tus hijas fueran youtubers?

— A mí me gustaría que mis hijas fueran lo que quieran ser.

— ¿Y las ves por esos derroteros?

— No se graban a sí mismas, pero se montan películas en el sentido más literal de la expresión. Se ponen a jugar con sus muñecas, graban el juego y lo editan. De momento, es lo que hacen.

— Tienes un blog, un canal de YouTube, escribes enPúblico y, en breve, saldrá tu libro. ¿Crees que todo eso servirá para que tus hijas vivan en un lugar mejor?

— La respuesta es que espero que sí. No tengo muy claro si ellas van a ver cambios significativos pero, evidentemente, si no lo creyera no lo haría.

— Tú empezaste con tu blog en 2011, ¿no notas cambios en la sociedad?

— Sí que se notan cambios. Igual es porque ahora toca esto pero sí que es verdad que las comunidades racializadas van recuperando espacios en medios, en tertulias, en debates…

— ¿Imaginabas, cuando empezaste, que llegarías hasta este punto?

— A mí, hace siete años alguien me dice que llegaría hasta aquí y yo me muero de la risa. Pero en plan “tú estás flipando, chiqui, o qué?

— “Chiqui”, ¿no?

— Chiqui, sí, siempre, y cari, queri, cuqui…

— ¿Y todo esto que me estás contando aparece en el libro?

— Sí, porque forma parte de mi experiencia como niña, adolescente, joven y mujer en España.

— ¿Para qué te ha servido escribir? ¿Has descubierto algo que desconocieras de ti?

— Yo creo que me ha servido para ver en perspectiva por lo que he pasado. Me encuentro en un punto en el que desarrollo, cada vez más, mi espiritualidad, de ahí que intente eliminar las connotaciones positivas y negativas de los episodios que vivo. Son cosas que pasan, porque tienen que pasar y ya está.

— ¿Qué te parece a ti esta ola que se está dando ahora de generación de estrellas del antirracismo?

— Me parece que, no siendo necesario, es normal en una sociedad como la que vivimos en la que parece que, en todos los ámbitos, tiene que haber estrellas, influencers y cabezas visibles.

¿Y quiénes son tus estrellas del antirracismo?

Revista Negrxs, colectivo EFAE, Conciencia Afro, que han tenido que cambiar el nombre, desafortunadamente, Afroféminas, Black Barcelona, United Minds, en Valencia y muchos más.

De fuera, admiro a la Red Feminista Antimilitarista, de Bogotá, las conocí hace poco y me encantó lo que hacen. Luego, por la cuestión del pelo, tengo mucha relación con Amafrocol, de Cali, Colombia, que hacen activismo a través del conocimiento del cabello. A Carolina Contreras, de Miss Rizos, que comenzó en 2011, como yo, pero en República Dominicana, la conocí como dos años después, cuando vino a Barcelona. Por aquel entonces, ella estaba viviendo en EEUU y, evidentemente, la proyección que ha tenido es muy diferente a la que he tenido yo. Se volvió a su país y ha acabado abriendo su propia peluquería.

— ¿O sea que tú crees que si vivieras en EEUU sería diferente?

— Sí, en todos los sentidos. También la policía podría pegarme un tiro. A nivel de difusión del mensaje, a lo mejor, tendría más enganche o puede que no, porque como ya hay mucha más gente haciendo esto, quizá fuera una más y punto. Cosa que no estaría mal, ojo.

— Lo que es verdad es que allí tus mensajes no serían “periféricos”

“NO HAY ENTREVISTA EN LA QUE NO ME PREGUNTEN: ¿PERO, CONSIDERAS QUE TODAVÍA HAY RACISMO?”

— Eso sí, totalmente.

— Topicazo: ya has sacado un libro, ¿qué te queda?

— Plantar un árbol y montar en globo.

— ¿Y dentro del mundo negro?

— No lo sé, estoy abierta a que pasen cosas. Como yo voy por la vida sin expectativas, cualquier cosa que me pasa, la recibo y la valoro. Me encantaría seguir colaborando en Público y con Playground, medios para los que escribo o hago vídeos. Sea como fuere, quiero seguir comunicando y divulgando, que es lo que a mí me mola.

— ¿Y crees que esa falta de expectativas definidas tiene que ver con ser mujer negra en España?

— Puede que sí, en el sentido de que, como se espera más bien poco de las personas negras y como, además, cuando en la edad en la que nos criamos tú y yo (los 80-90) no había referentes, por carecer de ellos, llega un momento en el que te dices, “bueno, pues yo voy haciendo y ya”.

— Te han hecho muchas entrevistas hasta ahora y más que te van a hacer por el tema del libro. ¿Qué sabes, desde ya, que te van a preguntar? ¿y qué no quieres que te pregunten?

— Me van a preguntar qué es eso del activismo estético. Lo voy a tener que registrar y todo, jajaja. Es un término muy desconocido porque, como la mayoría de mis entrevistadores son personas blancas, no lo han necesitado y por eso no les suena. Seguro que caerá también la de “¿pero, todavía, consideras que hay racismo?”. No hay entrevista sin esa cuestión. Que no me pregunten más por la apropiación cultural, estoy harta ya.

— Entonces no pregunto.

— No, ¿ibas a preguntar?

— La verdad es que no, me agota el tema, pero sí quiero saber si tienes miedo a lo que pase cuando salga tu libro.

— Mucho. Porque me muestro mucho y eso siempre da miedo. Ya no es una cuestión de qué van a pensar, se debe a que en él digo “soy esto”.

— ¿Y a quien no le guste “esto” que no mire?

— Sí, o que mire, pero que no moleste, ya está.

— ¿Qué esperas?

— Todo lo que sean preguntas relacionadas con las expectativas me mata.

— Entonces, ¿qué quieres?

— Quiero que salga ya y ver qué trae.

— ¿Te deseo mucha suerte o mucha mierda, como a las artistas?

— Deséame paz.

— Pues paz.

— Gracias, hermana.



Fuente: Pikara