Lamentablemente todavía queda un largo recorrido hasta que se produzca la completa igualdad entre los seres humanos. Existen muchas excusas para esgrimir la desigualdad por motivo de género, sexo, raza o condición social, pero ninguna de ellas está asistida y justificada por la razón, la inteligencia o el sentido común.
Anclada en creencias, tradiciones, culturas y religiones la desigualdad pervive y persiste como una lacra silenciosa, intangible y evanescente que lacera lo más profundo de nuestra humanidad y a la que, incomprensiblemente, aceptamos con normalidad y de buena gana.
La mayoría de las veces no se trata de algo extraordinario o espectacular, sino más bien de algo cotidiano, simple, sencillo y acaso imperceptible. No es fácil luchar contra ella pero es misiónde todos nosotros el advertirla, hacerla notar e intentar todo lo que esté a nuestro alcance para erradicarla, terminar con ella y liberar, definitivamente, a quienes la sufren y la padecen.
Burkini Island es una serie de la fotógrafa norteamericana Anna Boyiazis que ha merecido el Segundo Premio “Historias de Personas” en el World Press Photo 2018 y cuyas imágenes se publicaron en National Geographic. En ella nos muestra uno de los muchos ejemplos en los que la desigualdad se manifiesta en toda su extensión y en el corazón mismo de una aparente cuestión sin importancia que no sólo discrimina a niñas y mujeres, sino que mantiene al continente africano en el primer puesto de la tasa de ahogamientos en el mundo.
“En Zanzíbar, una isla frente a la costa de Tanzania, la vida diaria se centra alrededor del mar, sin embargo, la gran mayoría de las niñas de Zanzíbar nunca aprenden a nadar. Se estima que el 98% de la población es musulmana. La cultura islámica conservadora y la ausencia de modestos trajes de baño han desalentado a las niñas a nadar. Hasta el Proyecto Panje, claro.
“Panje” es una palabra swahili que se traduce como “pez gordo”. Durante los últimos años, el Proyecto Panje ha hecho posible que las mujeres y niñas de la localidad se metan en el agua, no sólo enseñándoles a nadar, sino también enseñandoles técnicas de seguridad acuática y prevención de ahogamientos. El grupo ha capacitado a sus estudiantes para enseñar a otros, creando un ciclo sostenible. Y también les ha proporcionado burkinis, trajes de baño de cuerpo entero, para que puedan meterse al agua sin comprometer sus creencias culturales y religiosas…” Sarah Stacke.
Fotoportada y fotos: de la serie Burkini Island de Anna Boyiazis
Fuente: www.adfphoto.com