noviembre 08, 2018

Mujeres muralistas mexicanas una deuda pendiente en la historia del arte.

"Prisionera de la noche
la luna crece Madura.
Era una.
El amor le dijo un día
siete palabras desnudas.
Siete lunas.
Asiste a mi corazón
la estrella de luz más pura.
Era una.
Siete satélites blancos
entre mi sombra y la tuya.
Siete lunas.
Mi sombra busca en tu sombra
la sombra de otra figura.
Era una.
Estela de siete siglos
pierde la memoria muda.
Siete lunas.
Baja ríos de silencio
lenta lágrima nocturna.
Era una.
Siete círculos azules
abren el agua profunda.
Siete lunas.
Eclipse de siete lunas".
Aurora Reyes

A unas cuadras del metro Balderas, en pleno centro de la Ciudad de México, Dina Comisarenco Mirkin, historiadora del arte, se encontró con un mural que la hizo detenerse para descubrir que su autora era una mujer, se trataba de “El ataque a la maestra rural” obra realizada en 1936 por Aurora Reyes.

Ese descubrimiento casi casual sembró en Dina una semilla en forma de inquietud. ¿Existen mujeres muralistas mexicanas? de repente, tan sólo enunciar esa pregunta sonaba absurdo… ¿por qué no se habla de muralismo mexicano hecho por mujeres? ¿por qué no las conocemos?

Esa semilla cayó en carne fértil, rápidamente echó raíz, le atravesó el estómago, los ojos y finalmente el corazón, Dina quedó prendida, y por esto emprendió la búsqueda de la luz invisible entre su sombra y la de esas otras mujeres. ¿Por dónde empezar a buscar esa luz eclipsada?

Aurora Reyes, El ataque a la maestra rural, 1936, 1.90 x 2.80 m 2, Centro Escolar Revolución

Para Dina, originaria de Buenos Aires (Argentina), investigadora, curadora, editora y docente. Dicho encuentro, que relata como compartiendo un tesoro, con su amabilidad característica y con su risa de niña grande, fue un parteaguas a partir del que empezó su investigación sobre mujeres muralistas en México y lo que dio lugar a su libro Eclipse de 7 Lunas. Mujeres Muralistas en México, en el que desafía el prejuicio que la academia impuso: interpretar al muralismo como un campo de dominio masculino por excelencia. Al mismo tiempo logra evidenciar cómo el muralismo mexicano es un caso representativo de la manera en que muchas mujeres artistas han sido invisibilizadas metódicamente en la historia del arte.

Dina Comisarenco Mirkin, Historiadora del Arte y Docente

En tan importante fenómeno cultural nada estaba consagrado a las mujeres muralistas. Como si no hubiesen existido, las artistas simplemente desaparecieron de la faz de uno de los fenómenos más interesantes del siglo XX en América Latina en términos políticos y culturales: el encuentro de las masas revolucionarias con las élites intelectuales y comunistas …o también ¿por qué no decirlo? del momento en que se institucionalizaban nuevos caudillos, nuevas historias nacionales.

¿Ellas quiénes eran? ¿qué pensaban? ¿qué buscaron plasmar en sus obras?. Y la gran pregunta, ¿Por qué las desaparecieron del mapa del muralismo en México, tan sonado y presumido a nivel mundial? Estas preguntas hicieron a Dina Comisarenco Mirkin alzar la voz frente a los estudios androcentrados, y por lo tanto fragmentados sobre el muralismo: ¿Cómo se podía sesgar de esa manera a un arte que era en esencia socializante e incluyente? ¿Dónde quedaba la intención de democratizar el arte? ¿Qué pasó con el interés de replantear el papel del artista en la sociedad?¿Cómo podrían haberse olvidado de las mujeres muralistas? ¿O sencillamente se daba por descontado que las mujeres no podían encarnar papel tan importante para la transformación de la sociedad y la cultura?

Mentiras que se hacen verdades

La historia del arte mexicano parece haber borrado las descripciones exhaustivas de murales realizadas por mujeres como las que se encuentran en las obras de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros o de Juan O`Gorman, no existen valoraciones estéticas o historiografías extensas para las hermanas Greenwood, Aurora Reyes, Elena Huerta, Rina Lazo, Elvira Gascón, Olga Costa, Remedios Varo, María Izquierdo, Fanny Rabel y muchas otras. El tiempo es cruel porque sabe borrar lo que no se nombra. Las ánimas no llegan si no se les hace ofrenda.

Dina decidió rastrear de la década de 1920 a la década de 1970 a las muralistas mexicanas invisibilizadas, nombrarlas, darles un lugar y sacar a la luz las vicisitudes a las que se enfrentaron estas artistas en sus respectivas épocas. La deuda histórica que Dina empieza a saldar al dedicar su obra al estudio de estas artistas, su pensamiento y sus contextos, permite dar cuenta de que la historia del arte no ha alcanzado ni la mitad de lo que podría ser.

Y aquí la pregunta que podría emerger, si el sesgo patriarcal no existe en el arte ¿por qué se les relegó a espacios más modestos, privados, o interiores y no a los grandes palacios coloniales que se convertirían en las secretarías del estado mexicano hasta nuestros días? ¿El género no importa? Su ausencia no es casual, ni tolerable, por lo tanto el arte y la historia del arte se ponen en cuestión.

Fanny Rabel, Detalle Ronda en el tiempo , 1964-65, 19.4 x 2.60, 50 m2, acrílico sobre bastidores de madera de lino, Sección Escolar, Museo de Antropología e Historia, ciudad de México

El trabajo artístico de las mujeres ha sido analizado y definido en relación con los parámetros masculinos. El muralismo es un caso representativo de las dicotomías típicas que hace la historia de arte a partir del género. Como nos comenta Dina, el muralismo se considera masculino por excelencia, al punto que hasta la fecha se dice que no existe el muralismo de mujeres.

En la historia del arte muchas investigaciones naturalizan la idea de que el muralismo no es propio de las mujeres, pues ellas están vinculadas por extensión a los espacios domésticos, íntimos y privados. Afianza la idea de que a las mujeres no les interesa el ámbito público, la relevancia que tiene esta investigación es que demuestra no solamente que hay mujeres muralistas, sino que tenemos mucho por decir y que va más allá de nuestras experiencias personales e íntimas.

Además de lo anterior, otro argumento que ha sido recurrente para explicar por qué supuestamente no hay un muralismo de mujeres está relacionado con la fuerza física y la gran capacidad de trabajo como rasgos de las masculinidad, y que muchos muralistas, como Diego Rivera popularizaron dichas ideas, cuando hay mujeres como Rina Lazo que hoy día tiene más de 90 años y sigue pintando murales. El machismo a flor de piel.

Fanny Rabel, Sobrevivencia de un pueblo por su espíritu, 1957, 35 x 2.4 m, 125 m2, acrílico,
salón de fiestas del Centro Deportivo Israelita, Ciudad de México

Esta investigación además de controvertir dichas falacias que permanecen como verdades, da cuenta de lo parcial que ha sido la escritura sobre el muralismo mexicano, identificando durante el proceso de la investigación que no solamente han invisibilizado el trabajo de muchas mujeres artistas, sino también de otras personas que su trabajo no es tan conocido, ni estudiado. Según esto Dina señala que otra de las razones que ha permitido dicho borramiento tiene que ver con que en la historia del arte como disciplina hay una suerte de inercia de decir una y otra vez lo que ya se ha dicho, y también “una asociación muy absurda pero vigente hasta la fecha […] de decir bueno, si yo escribo, sobre Diego Rivera, que es una persona internacionalmente conocida, consagradísima, entonces yo como historiador del arte también soy importante”. De esta manera para Dina uno de sus intereses ha sido desafiar los prejuicios y malas prácticas que existen en esta disciplina.

Olga Costa, Motivos marinos, 1952, mosaico de vidrio, 200 m2,
Balneario Agua Hedionda de Cuatla, Morelos

Debido a la falta de información de las artistas, de documentación, al mal estado en el que algunos de los murales se encuentran y dada la dificultad para acceder algunos de ellos, Dina comprendió la necesidad de no sólo estudiarlas de manera independiente, sino poder encontrar “los diálogos artísticos que hay entre (…) mujeres, justamente para no verlas como estos casos excepcionales que es como uno de los tópicos típicos de la historiografía del arte mexicano: -bueno esta sí llegó pero porque tenía algo extraño” muchas veces estos acercamientos al trabajo de las aristas anteponen su biografía, como en el caso icónico de Frida Kahlo, en donde su historia afectiva, íntima y personal particularmente justifica su relación con el campo artístico.

Leonora Carrington, El mundo de los mayas, 1964, óleo sobre bastidor de madera, 2 x 4.30 m, MNA, Ciudad de México

Razón por lo cual fue fundamental para Dina ver qué mujeres hacían muralismo, y qué cosas podían tener en común por vivir y ser definidas en una sociedad patriarcal, y no porque su creatividad o producción artística respondiera a un esencialismo por el hecho de ser mujeres: “creo que uno de los problemas que hemos tenido históricamente las mujeres ha sido (…) que siempre nos dejan solas, nos dicen que lo que nos pasa, nos pasa sólo a nosotras, y cuando nos empezamos a dar cuenta que no, que hay muchas cosas que tenemos en común es cuando realmente podemos empezar a resistir todas esas opresiones”.

Fanny Rabel pintando Ronda en el tiempo, 1965

De este modo, para Dina la importancia de que existan mujeres artistas o historiadoras del arte no reside en que necesariamente haya un número mayor de mujeres en estos campos sino que más bien es urgente “hacer historia del arte con una conciencia de género clara que nos sirva justamente para poder interpretar mejor lo que hacen nuestras artistas. (…) sin tener esos prejuicios de género, que incluso a veces las artistas o a las mismas historiadoras del arte nos hacen repetir esquemas, que van en contra de nosotras mismas”.

Es importante entender de qué manera las diferentes condiciones dadas por el género, la racialización, la sexualidad, la edad, entre muchas otras suscriben la producción de artística, y por lo mismo son elementos de estudio indispensables para la historia del arte, esta no puede ser ajena a ello y seguir reproduciendo la ficción de un punto de vista neutral y objetivo sobre la realidad, que termina por naturalizar un canon del arte y de la historia del arte patriarcal en el que las mujeres somos casos aislados. Así la tarea de una historiadora del arte feminista, no consiste en escribir sobre mujeres, sino en cuestionar los fundamentos patriarcales sobre los que la categoría de arte y artista se han constituido.

Deconstruirse para construir otras historias

Dina reconoce que por su historia familiar, sus condiciones de clase y sus posibilidades de estudio, la violencia y discriminación patriarcal no las experimentaba de manera obvia, y paradójicamente es dentro de la academia donde ubica algunas de las experiencias más dolorosas al respecto. Aún cuando era el lugar en el que ella se sentía particularmente cómoda y protegida, especialmente porque ahí se acercó a los estudios de género. No obstante es en el marco de su doctorado donde experimentó la manera en que los prejuicios y los roles de género deslegitimaron su trabajo y desempeño profesional, nos cuenta que la relación profesional y académica que tenía con uno de sus profesores a quien ella admiraba, se transformó radicalmente cuando ella presentó un embarazo “de golpe yo había dejado de ser académica a sus ojos por el sólo hecho de quedarme embarazada”.

Ahora bien, en el desarrollo de la investigación en cuestión, comenta que además de las dificultades que tuvo para rastrear el trabajo de las artistas, lo más difícil fue el proceso de publicación. Debido a que enfrentó los mismos prejuicios que la motivaron a realizar la investigación, no es anecdótico saber que la investigación tomó entre dos y tres años y el proceso de publicación 7 años, pues pone de manifiesto que aún hoy en el siglo XXI se están vigentes prejuicios contra aquello que de alguna manera confronte la norma patriarcal. Así Dina se encontró con que aún en editoriales especializadas en muralismo mexicano, le pidieron que así como habla de mujeres muralistas, le diera el mismo trato a los hombres, cuando en la mayoría de libros que tienen sobre el tema ni siquiera se hace mención de una sola mujer. También se encontró con la idea generalizada de que las mujeres que estudiaba no eran lo suficientemente buenas razón por lo cual no eran reconocidas.

María Izquierdo, boceto para La Música, 2.40 x 1.70 m, para el techo de la escalera monumental del edificio de gobierno del Distrito Federal, posgrado Auditorio Ius Semper Loquitur, Facultad de Derecho, UNAM, Ciudad de México

De modo que sus experiencias como mujer y como académica bajo el rasero patriarcal, la llevaron a indagar y entender las imágenes de otra manera y querer aportar al vacío crítico e historiográfico normalizado. Sabe que desde su campo también puede haber una incidencia social que aunque no es inmediata, si son granitos de arena que pueden abonar a un cambio de perspectiva.

Por ello, además de su trabajo investigativo le apasiona la docencia. Considera que el aula puede ser un lugar fundamental para “abrir ventanas” especialmente a personas que por distintas razones no han reflexionado sobre situaciones y aspectos que nos cruzan cotidiana, corporal, emocionalmente, que nos constituyen subjetivamente, y que se manifiestan en diferentes ámbitos como el académico, familiar y laboral. De modo que para Dina este espacio permite compartir, confrontar experiencias y también paulatinamente deconstruirlas, posibilita que las personas puedan ponerse en el lugar de otras, y lo ve justamente como una de las lecciones más importantes del feminismo.

¿Muralismo feminista?

Para pensar en una categoría como muralismo feminista, es necesario entender cómo la connotación social de ser mujer y a su vez ser artista ha cambiado a lo largo del tiempo, al igual que las diferentes perspectivas que han existido tanto en la teoría como en el movimiento feminista a lo largo del siglo XX y en consecuencia las respectivas percepciones generacionales frente al hecho de ser mujer.

Aunque para la realización del libro Dina reúne mujeres artistas, ellas no necesariamente se reconocen como feministas. Dentro del periodo de tiempo en el que se enmarca la investigación (1920-1970) la única que puede ser reconocida como tal, es la muralista Aurora Reyes quien tuvo una importante militancia política en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y en el Partido Comunista Mexicano.

Es posible rastrear en su archivo personal algunas declaraciones feministas, y en su obra tan contundente y directa es evidente la reivindicación que hace del papel de las mujeres, así como se distancia de los estereotipos con los que se había representado a las mujeres.

Por ejemplo en “El ataque a la maestra rural” la representación de las maestras dentro del muralismo es un tema recurrente, sin embargo generalmente es tratado de una manera “muy cuidada, muy tibia, son las maestras que están enseñando alrededor de una mesa, como una extensión de la labor de la mamá en la casa, [y en la obra de Aurora Reyes] era todo lo contrario, estaba poniendo así de relieve, de una manera muy directa (…) un ataque a una mujer´, en el que obviamente estaba denunciando esa realidad, pero también en general, la violencia de género en contra de las mujeres”.

Por otro lado, en el caso de las artistas que no se consideran feministas como Rina Lazo, analizar su obra y su percepción de la misma nos da luces para ver de qué manera la participación de las mujeres en el arte, en este caso en el muralismo, arrojan preguntas y comprensiones distintas de la función del artista y del arte. En 1965 Rina Lazo ganó el concurso para reproducir a escala natural las pinturas mayas del Templo de Bonampak en el Museo Nacional de Antropología, la realización de estas réplicas le tomó casi dos años. Y respecto al hecho de hacer una réplica mural o haber hecho una obra propia, ella considera que haber hecho esas réplicas fue mucho más importante que lo que ella habría podido hacer como contribución personal al campo de la pintura mural. Pues como nos cuenta Dina gracias a estas réplicas maravillosas es que todavía se puede apreciar cómo era el legado artístico de la cultura maya. Esta posición que encarna Lazo, representa una inflexión respecto a la originalidad e individualismo como características hegemónicas que han definido la función del arte y las y los artistas.

Rina Lazo pintando réplicas de las pinturas Mayas de Bonampak para el Museo de Antropología e Historia, 1964, ciudad de México

Así mismo Dina también señala que hay muchas artistas que aún cuando les de pánico identificarse con la palabra feminista, no implica que su obra no se pueda ver y analizar desde ese lugar. Muchas de las obras que revisa en su investigación denuncian opresiones de las mujeres y reivindican el lugar que ocupan en la sociedad desde sus diferentes roles. Su arte sí podía representar espacios de emancipación para las mujeres en la sociedad, y también atraer la lectura de otras mujeres que siendo feministas podrían originar en esa iconografía una fuente de conocimiento.

Finalmente Eclipse de Siete Lunas. Mujeres Muralistas en México es una invitación para que las nuevas generaciones estudien el trabajo de muchas otras mujeres como Teresa Morán, Martha Ramírez, Carmen Parra, Martha Tanguma, entre otras. Y sirva a su vez para pensar la categoría de muralismo feminista. Dina identifica que en la contemporaneidad muchas mujeres muralistas sí se posicionan explícitamente desde el feminismo y han desarrollado formas de trabajo congruentes políticamente. Es el caso por ejemplo de Patricia Quijano Ferrer, quien ha vinculado a su práctica mural, formas de trabajo colectivo y el desarrollo de talleres de concientización de género y violencia.

No estamos empezando de cero

Es necesario que recuperemos, nuestra historia, nuestra voz, nuestra existencia y nuestra luz propia. Así como en el poema “Eclipse de siete Lunas” de Aurora Reyes que da título a la investigación de Dina, aquellas mujeres que fueron eclipsadas que pueden ser 7 o más y que por compartir dicha situación a su vez son una sola, este esfuerzo por recuperar la historia de mujeres del pasado, seca los ríos de silencio que nos han dejado mudas, y nos dan una luz renovada para seguir expresándonos en el presente y en el futuro de la forma que queramos.

Construir y defender esa memoria es tremendamente necesario como asegura enfáticamente Dina, para que no creamos que siempre estamos empezando de cero, de modo que esta investigación y conocer el trabajo de mujeres muralistas mexicanas no es una cuestión únicamente de justicia historiográfica sino que aporta a la construcción de la autoestima y dignificación de las mujeres hoy en día, y nos motiva a seguir creando formas de tomarnos la calles desde el muralismo, el graffiti y un sin fin de intervenciones en el espacio público, porque también queremos que ese espacio sea nuestro. Ese pasado que hoy ilumina nuestro presente, de ese trabajo de mujeres que nos permite a muchas creer hoy en un arte feminista, no sólo hecho por mujeres, sino que busca dar pie a las generaciones de otras artistas por venir y para su emancipación estética y social.

Fuente: Luchadoras.mx