febrero 13, 2022

Cocaína adulterada y las mujeres que ponen el cuerpo en los barrios



Las ambulancias entran y salen por la calle 5 en Lanzone, con sus sirenas alertando que algo pasa. Cuando ya son varixs lxs vecinxs en las veredas tratando de entender la situación, una persona cae al piso y empieza a convulsionar. Un policía le hace maniobras de resucitación mientras espera que llegue una de las ambulancias, que no está lejos. 

“Abrió las puertas de su casa para que entre el aire, empezó a tomar mucha agua y cortó. Se enjuagó la nariz con agua tibia y eso la ayudó a sentirse mejor, pero estuvo toda la noche vomitando. Las otras personas que estaban en esa casa y habían consumido se descompensaron, pero lograron reponerse al rato con las mismas medidas de cuidados”, relata una vecina del barrio Carcova, San Martín. 

Pasado el mediodía, las ambulancias y autos con personas en estado de shock llegaban todas juntas a la guardia del Hospital Fleming. Sobre la calle San Ramón familiares de lxs envenenadxs se apiñaban en la puerta de entrada esperando una respuesta o, por lo menos, saber qué les estaba pasando a sus seres queridos.

El miércoles 1° de febrero en algunos municipios de la Provincia de Buenos Aires se detectaron casos graves de intoxicación por cocaína adulterada. La cifra de fallecidos al cierre de esta edición escala a 23 y las hospitalizaciones, a más de 80. En San Martín, redes de sostén y equipos de salud mayormente conformados por mujeres le pusieron el cuerpo a la situación para contener lxs consumidorxs y sus allegadxs. 

Frente al prohibicionismo, un abordaje comunitario

Paola Acevedo es la responsable del consultorio diverso del Hospital Fleming y militante de “El teje de San Martín”. En diálogo con Feminacida, cuenta que el miércoles el hospital “fue una locura”. “Trabajamos arduamente, todo el equipo: desde pediatría, administración hasta promoción estuvimos todas haciendo una cadena de contactos para saber que hacíamos. Desde salud del municipio nos iban diciendo más o menos como era el protocolo para saber a dónde llevar a los casos urgentes”, señala.

Con la preocupación que las desbordaba, y con un nudo en la garganta, lograron atender a todas las personas que llegaban. Ya por la tarde, sentada en su consultorio y con la carga emocional de la jornada transcurrida, agarró su teléfono y comenzó a reenviar a todos sus contactos el mensaje con las medidas de cuidados para usarixs de sustancias.

“Como organización queremos que se empiece a trabajar en una ley de políticas de drogas ya, equipos de reducción de daños en todos los centros de salud de San Martín que trabajen con las voces de los y las usuarias. Hoy tenemos la pérdida de un montón de pibes y pibas y esto se podría haber evitado”, enfatiza Paola.

Lucia Capra es coordinadora de la casa de atención y acompañamiento comunitario “Kuña Guapa” en el barrio Costa Esperanza en José León Suarez. Entre todas las trabajadoras del espacio lo primero que hicieron fue transmitir la información de la manera más clara posible. 

¿Qué hacer en caso de haber consumido? Armaron un mensaje y lo enviaron, no solamente a los grupos de trabajo, sino también a las personas que sabían que consumían esta sustancia ya que las venían acompañando: todas ellas estaban en riesgo. Las llamaron por teléfono y a las que no atendían las fueron a buscar. A medida que las cifras de muertes y personas internadas iban incrementando, se enfocaron en no caer en la desesperación. Con las SUBE cargadas, efectivo para remis y la llave del único auto que tienen a disposición acompañaron a diferentes vecinas que querían acercarse a los hospitales pero tenían miedo de ser criminalizadas. 

“También tuvimos que acompañar a muchas personas de manera telefónica sobre todo por la angustia que esto les generaba, por no saber si la cocaína que habían consumido estaba o no envenenada. Hay un problema estructural que no se soluciona prohibiendo a la gente que consuma, hay que repensar todo el sistema y este es el momento”, afirma Lucía.

La Casa Convivencial “La Marabunta” está ubicada en el barrio Villa Lynch en San Martín. Manuela Orellano, quien coordina el espacio junto a otras compañeras, caracteriza un día después a ese momento como un escenario casi irreal. A todo el equipo le costó caer en la cuenta de lo que estaba pasando. Activaron sus redes de contención, llamaron a las compañeras que están en situación de consumo o que saben que de vez en cuando consumen para corroborar que estuvieran bien. Hicieron un rastrillaje y a algunas las fueron a buscar para transmitirles la información de lo que estaba pasando y ponerlas en alerta. 

Mediante un comunicado en conjunto con otros dispositivos comunitarios, difundieron las medidas de cuidado y los síntomas para prestar atención. Muchas otras llamaron directamente a “La Marabunta” para decir: “Yo tomé y no sé qué hacer”. Manuela cree, como las demás, que el marco legal que existe no funciona: está totalmente caduco y esta situación lo deja en evidencia.

Fuente: Feminacida