Mercedes D’Alessandro: “Milei logró bajar la inflación, pero la economía está hecha pelota”
La economista y candidata a senadora por Fuerza Patria analiza la gestión de Javier Milei, advierte sobre el costo social del ajuste y niega que el feminismo haya sido el culpable de la derrota en 2023. En estas elecciones legislativas, D’Alessandro busca llegar al Congreso para impulsar un impuesto a las grandes fortunas y a los grandes grupos económicos.

De chica, Mercedes D’Alessandro fue campeona de taekwondo, piragüista, jugadora de hockey y de vóley, aspirante a profesora de educación física y creadora del primer centro de estudiantes de un colegio jesuita en Posadas, Misiones. Pasó su infancia en una casa de la que había que salir para ir al baño. Estudió latín y griego. Y a los 18 años, como muchas, se vino a Buenos Aires y se anotó en la universidad. Desde un departamento de techos altos en Colegiales que comparte con amigos, Mercedes recuerda su experiencia en Nueva York, donde vivió ocho años, y los gorros tejidos color rosa de las protestas contra Donald Trump. Y rememora su paso por el Ministerio de Economía de la Nación, donde fue la primera Directora Nacional de Economía, Igualdad y Género —un área que la motosierra libertaria recortó— durante la gestión de Alberto Fernández, aunque no sin críticas.
Mercedes lleva un vestido fucsia, botas de plataforma color rosa metálico y un delineado que hace juego. Sobre su regazo descansa Kikuchi, un perro chiquito de color negro, al que le dio su nombre el armador de Javier Milei allá por 2021 —hoy marginado por el gobierno libertario—, que estuvo muy presente en la mente de Mercedes durante la redacción de su último libro Motosierra y confusión (2024), que recorre la primera fase del gobierno de La Libertad Avanza. A Kikuchi lo comparte con su amigo Martín Piroyanski, a quien conoció en una fiesta de año nuevo. Mientras lo acaricia, ceba mate y analiza los desafíos de la Argentina libertaria.
Doctora en Economía de la Universidad de Buenos Aires y con un PhD en Economics, Mercedes D’Alessandro fue cofundadora de Economía Femini(s)ta, un espacio que surgió en mayo de 2015 para difundir la economía con perspectiva de género y del que Mercedes participó hasta asumir en la gestión pública. Actualmente es candidata a senadora nacional por Fuerza Patria y busca llegar al Congreso para impulsar un impuesto a las grandes fortunas y a los grandes grupos económicos.
— ¿Cómo fue recibirse en 2001, en plena crisis?
— Me recibí el 20 de diciembre, en medio del estallido. Fuimos directo a la Plaza de Mayo. Me acuerdo que teníamos nuestra fiesta de egresados a la noche y no sabíamos si mantenerla o no. Al final la hicimos, pero eramos pocos. Fuimos ahí con dos carteles que decían “Afuera de la Rúa y Cavallo” y “Afuera el FMI”. Bailamos en medio del estado de sitio.
— ¿Y cuándo empezó tu militancia?
— Yo militaba desde chica. Fui a un colegio de curas jesuitas en Misiones, con orientación en Letras. Ahí aprendí a rezar en latín y en griego. Y en ese colegio fundé el primer centro de estudiantes, a los 12 años. Pero esa militancia era más juntar plata para comprar libros que otra cosa. Aunque una vez sí tomamos el colegio porque había un cura medio maltratador.
— ¿Cómo fue tu llegada a Buenos Aires?
— Pasé de un curso de 14 personas en donde nos conocíamos todas las miserias y las cosas lindas, a un aula de 200 alumnos en el sótano de la sede del CBC en la calle Uriburu. No entendía nada. Para mí fue un shock. Vivía en una pensión y daba clases particulares para pagar las cuentas. Trabajaba ocho horas de corrido en un cubículo a la vuelta de la UADE (Universidad Argentina de la Empresa) y me iba caminando a la facultad porque no me alcanzaba para el boleto.
En esa época se hacían cosas de calculadora científica, que era algo inaccesible para mí. Mientras mis compañeros hacían el examen con la calculadora, yo lo hacía a mano, o sea, tenía que derivar matrices y hacer unas cuentas estratosféricas, que igual me sirvieron porque aprendí a hacer muchas cuentas muy rápidamente.
— ¿Y en ese período militaste en alguna agrupación?
— Cerca de 2001 estaban las agrupaciones independientes, Axel (Kicillof) con la TNT (Tontos pero no Tanto), Mariano Recalde y Wado de Pedro con el NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas), pero yo militaba en el PO (Partido Obrero). Lo digo porque algunos me dicen “la troska”. Todo bien, pero ninguno que se asume peronista hoy lo hacía en ese entonces, porque en ese momento el peronismo era Menem. Así que milité en el PO durante dos o tres años y siempre estuve en la gremial docente, y compartí con Augusto Costa —hoy ministro de Producción de la provincia de Buenos Aires— con quien cursamos juntos Economía del CBC y Epistemología.
— ¿Por qué te mudaste a Nueva York?
— Por amor. Me puse de novia con un chico que ya estaba estudiando allá y le quedaban seis meses para terminar su tesis, en neurociencias. Yo había dirigido la carrera de Economía Política en la Universidad de General Sarmiento (UNGS) y dando clases en la UBA. Entonces, pedí una licencia especial de un semestre. Me fui por seis meses y me quedé ocho años. Yo vengo de Posadas, nací cerca del límite con Corrientes, en el medio del campo, con solamente la familia de mis tíos a mi alrededor. No había baño dentro de mi casa. Nunca estuvo en mi cabeza ni estudiar economía ni vivir en otro país, y la verdad que estuvo buenísimo. Es una ciudad súper excitante. Todo el tiempo están pasando cosas. Buenos Aires también tiene un poco de eso, pero allá es mucho más.
— ¿Cambió en algo tu visión viviendo allá?
— Una cosa que aprendí allá, que fue lo que más me impactó, es que acá cualquier problema que hay, siempre uno está mirando al Estado, al gobierno: “No, porque el gobierno hizo esto; el gobierno hizo lo otro”. Allá pasa algo y es tu culpa, sos vos, individuo. Y eso es muy loco.
— ¿Estuviste ahí durante la elección de Trump en 2017?
— Estuve cuando ganó Donald Trump. De hecho, fui a un montón de reuniones de la campaña presidencial, primero de Bernie Sanders y después, Hillary Clinton. Para la campaña de Hillary las minas tenían remeras que decían “nasty woman”, que era lo que les había dicho Trump. Me acuerdo que el día de la elección hicimos como una especie de mitin rally y nos juntamos en el bar de un amigo mío en Brooklyn a ver el escrutinio. Hillary iba a dar su discurso en el Javits Center, un edificio que es todo de vidrio, porque iba a romper el techo de cristal. Y fue re loco. Me acuerdo que mi amigo que estaba ahí cubriendo me mandó una foto de un cañón de papel picado. Nunca se prendió ese cañón. Volví a casa a las cinco de la mañana pateando una piñata de Donald Trump por la Metropolitan Avenue con un amigo.
— ¿Cómo se vivió allá la ola feminista?
— Yo me fui en 2013, cuando el feminismo empezaba a retomar fuerzas en Argentina. Viví allá durante el Ni una Menos. Aprendí mucho, tuve un curso acelerado porque allá ya se estaba debatiendo el tema de los pronombres.
Motosierra y confusión: la economía libertaria
— ¿Cómo ves la economía en la era Milei?
— Yo empecé a escribir el libro en febrero, con Milei recién asumido, porque ya veía venir un debate, que lo veo más de nuestro lado que del de ellos. A mí no me preocupa que lo de la macroeconomía ordenada lo digan Federico Sturzenegger y Luis Caputo. Me preocupa que el año pasado gran parte de los economistas y comunicadores de este lado decían que había que ordenar la macro y que había que ajustar. O “mirá cómo bajaron la pobreza”. Yo he escuchado a algunos compañeros con muchos seguidores y con grandes canales de streaming diciendo: “Si bajan la pobreza y la inflación, es un buen gobierno. Yo voy a tener que votarlos”. Y eso me preocupa mucho más porque es como comprar un espejismo. Vos, que tenés otra postura ideológica, política y económica, no podés estar repitiendo que hay superávit cuando lo lograron a costa de los jubilados y de la universidad pública. No podés estar diciendo que ordenaron la macro cuando hay desempleo, cuando se está rompiendo el tejido productivo y se están empobreciendo las personas.
Más allá del indicador de pobreza, la pobreza también es no tener cloacas, hospitales, escuelas, obra pública. El otro día, cuando salió lo de esto de “cagar en un balde”, nos pusimos a mirar los números de la Secretaría de Obras Públicas. Este año hay dos obras de cordón de cloacas. O sea, dos obras en un país de 47 millones de personas.
— En tu libro hablás sobre esta visión de priorizar la macroeconomía.
— Yo he tenido debates en los que frente al planteo de cómo impactan las medidas en el changuito, me responden “pero hablemos de la macro”, como si la macro no incidiera. El efecto de la macro es que sacar un crédito sea imposible porque subieron la tasa de interés para que la gente deje los depósitos en el banco, que usen todos los dólares para pisar el tipo de cambio. Entonces, no me digas que son cosas que están desconectadas. Todos los dólares que gastó el Tesoro Nacional para contener el tipo de cambio son dólares que van a faltar después para obra pública, para salarios para el Hospital Garrahan, para la discapacidad, para los y las jubiladas, para lo que sea. Hoy el presupuesto de Milei es de 14 puntos del PBI: es el presupuesto más bajo en 30 años. Los intereses de deuda con Estados Unidos son menos plata para educación, para salud, empleos, para el sector público.
A mí me preocupa mucho este lado. Y creo que ahora que a Milei le empezó a tambalear más la cosa y que se notó que la macro no estaba tan coordinada, y que te hacen una corrida y ya te quemaste los dólares, que no sabemos ni qué le prometiste al FMI porque no presentaste los papeles todavía, es también tiempo de entender cuáles son los problemas para cuando nos toque volver. Porque nos va a tocar volver y hay que saber qué vas a hacer. ¿Vas a ser un enamorado del ajuste? ¿A quién te va a quedar por ajustar cuando Milei se vaya?
“Es tiempo de entender cuáles son los problemas para cuando nos toque volver. Porque nos va a tocar volver y hay que saber qué vas a hacer. ¿Vas a ser un enamorado del ajuste? ¿A quién te va a quedar por ajustar cuando Milei se vaya?”
— ¿Qué opinás que había que hacer en términos de política económica?
— Yo no veo nada bueno en lo que hizo Milei. Nada. Porque es como que te diga: “¿Querés bajar de peso? Bueno, ni siquiera te gastes en Ozempic; dejá de comer directamente”. Probablemente bajes de peso, pero tu cuerpo no va a funcionar. Es la forma más rápida, pero no la más efectiva por el deterioro que te va a dejar. Él logró bajar la inflación, pero la economía está hecha pelota.
Cada año de Milei es como los años perro, por la velocidad con la que hace las cosas. Y fijate lo creativos que son para conseguir guita para la timba de Caputo y sus amigos. Lo dijo el otro día Kelly Olmos, ex ministra de Trabajo del gobierno de Alberto Fernández: los que entraron y salieron del carry trade y les desestabilizaron la economía son los de JP Morgan. Esa también es plata que sale de las arcas del Estado.
Ahora promulgaron la Ley de Emergencia en Discapacidad y dicen “bueno, cuéntenme cómo van a resolver la guita”. ¿Por qué no pueden resolver la guita? Así como resolvieron bajar las retenciones a cero o ir a pedirle a Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, que les preste guita. O sea, les pedís prestada guita para la timba, ¿pero no podés pedirle prestado para devolverle las pensiones a personas que no tienen una gamba? Lo único que nos van a dejar de herencia este Gobierno es más deuda.
— ¿Qué proyectos te interesaría impulsar desde el Congreso?
— Yo iría por un shock redistributivo: un impuesto a las grandes fortunas y un impuesto a los grandes grupos económicos. En una búsqueda de que la reconstrucción de este país, que vamos a tener que hacer una vez que se vaya Milei, se haga con la guita de los que la levantaron en pala, no con la guita de los que la están pagando todos los días con sus vidas.
“La reconstrucción de este país tiene que hacerse con la guita de los que la levantaron en pala, no con la guita de los que la están pagando todos los días con sus vidas”.
— ¿Cómo interpretaste la derrota del peronismo?
— Por un lado, nosotros perdimos. Perdieron los partidos tradicionales y eso incluye a Juntos por el Cambio, pero nosotros perdimos. A mí me interesaba el: ¿y ahora cómo reaccionamos?
No puedo creer que compañeros, que están tan frustrados como yo porque nos fue mal en el gobierno anterior, se dejen atrapar por esa fantasía de que había que ajustar y se pregunten en voz alta: “¿Y si sale bien?”. No perdimos por Alberto o Cristina, o por “pasarnos tres pueblos” con el feminismo, aunque sí el gobierno de Alberto Fernández se terminó desconectando bastante de lo que pasaba y terminó encerrado en peleas de Palacio.
— ¿Creés que eso tuvo que ver con la interna entre Alberto y Cristina?
— Sí, porque estaban ocupados en esta guerrilla y no en resolver otras cuestiones. Cuando estás todo el tiempo yendo para adelante y para atrás, la cosa no avanza. Yo renuncié en su momento al Ministerio de Economía cuando se firmó el acuerdo con el Fondo, porque yo no quería ser parte del Ministerio de Economía que iba a trabajar para el Fondo Monetario Internacional.
También ahí hay que tomar la delantera, hay que empezar a hacer más cosas y eso es lo que está haciendo la sociedad hoy. Nadie está esperando a ver qué dice Cristina, Axel o Sergio Massa. La gente sale a la plaza a pelear por sus derechos. Yo tengo el recuerdo del 2001 como algo que empezó a salir desde abajo y de ahí apareció Néstor, que nadie lo tenía ni visto. Bueno, quizás todavía no sabemos quién es nuestro Néstor.
— ¿Pensás que el peronismo hoy no se ordena detrás de Cristina o una figura en particular?
— Creo que le está costando mucho eso. Cristina obviamente es una referente para gran parte del peronismo, pero no para todos. Axel es alguien que quiere ser presidente, que está mostrando ahora los dientes. Yo creo que a él lo que le falta también es mostrar algo más, un proyecto que el peronismo compre. Por eso, cuando me convocaron a estas elecciones, realmente me interesó sumarme y participar porque quiero seguir construyendo una alternativa. Yo creo que también hay que buscar un poco más el protagonismo por abajo, y eso no significa no confiar en los liderazgos.
“Hay que buscar un poco más el protagonismo por abajo, y eso no significa no confiar en los liderazgos”.
— ¿Pero no creés que, en ese sentido, los grandes liderazgos en el peronismo puedan terminar siendo un obstáculo?
— No, yo creo que exponerlos como un obstáculo es una manera autocomplaciente de no tomar el protagonismo que necesitamos tomar. El “No porque Cristina” a mí me hincha las pelotas. La verdad es que Cristina está ahí en San José 1111, encerrada y con una tobillera. En todo caso, vos estás suelto y podés hacer un montón de cosas.
“La Grieta y la Libertad”, cortometraje animado del que participa Mercedes D’Alessandro y que busca promover el debate sobre los mecanismos del neoliberalismo en Argentina, y mostrar con evidencia cómo y a quiénes perjudica y a quiénes beneficia este sistema.
Entrevista original en: https://latfem.org/mercedes-dalessandro-milei-logro-bajar-la-inflacion-pero-la-economia-esta-hecha-pelota/
Por Maga de Castro
Fuente: Latfem