En su nuevo libro, 'La raíz del poder', la escritora y profesora Ana Bernal-Triviño hace un recorrido histórico desde el paleolítico hasta la actualidad para explicar el origen de la desigualdad.
¿Cuándo surgió la desigualdad entre hombres y mujeres?

Ana Bernal-Triviño.
La desigualdad entre hombres y mujeres no es un accidente histórico, sino más bien una construcción que se ha reforzado durante milenios a través de mitos, religiones, leyes y narrativas culturales. Esa es la premisa que guía 'La raíz del poder' (2025), el nuevo libro de la profesora, periodista y escritora Ana Bernal-Triviño. En él, la autora recorre un extenso marco temporal —desde las primeras sociedades neolíticas hasta nuestras estructuras contemporáneas— para explicar cómo se consolidó el patriarcado y por qué sus efectos siguen presentes.
En esta conversación con Historia National Geographic, Bernal-Triviño profundiza en la creación de los Estados, la institucionalización de la religión y la persistencia de los sistemas que aún hoy condicionan la autonomía de las mujeres.
Historia National Geographic: En 'La raíz del poder' (2025) haces un recorrido desde las primeras sociedades neolíticas hasta hoy. ¿Qué rasgo estructural te parece más revelador de este tránsito milenario hacia la desigualdad?
Ana Bernal-Triviño: «Cada una de las unidades temáticas que comento en el libro reflejan estructuras de poder que siguen vigentes hoy en día. Quise reflejar esto, obviamente, porque documentalmente de lo que más tenemos información es de la antigua Roma y de Grecia, y además son estructuras occidentales que siguen perdurando y nos explican como civilización y cultura.
Pero quería ir más atrás, y en este caso voy a citar a Gerda Lerner, de quien soy una profunda admiradora. Un texto de ella habla sobre esa creación del patriarcado y revela algo interesante: en las primeras comunidades del Paleolítico, que desde nuestra perspectiva actual (año 2025, con nuevas tecnologías e inteligencia artificial) podríamos ver con inferioridad, se demuestra que no se nace machista.
Estas comunidades eran mucho más igualitarias, menos jerárquicas y se basaban en el trabajo comunitario para la supervivencia. Sin embargo, a partir de la Edad de Bronce, con las migraciones y el inicio de los periodos de conquista, la estructura social comenzó a cambiar. La agricultura, por ejemplo, transformó la organización social, y fue en este contexto cuando la mujer quedó relegada a un segundo lugar. La sumisión y opresión que sufren las mujeres, insisto, provienen de la explotación de su capacidad sexual y reproductiva.»
Historia National Geographic: ¿La creación de una organización de Estado es un fundamento clave para el surgimiento de la desigualdad?
Ana Bernal-Triviño: «Cuando se empiezan a crear esas primeras comunidades como entidades estructuradas y se busca una legitimación a través de las leyes, se necesita crear una estructura de poder. Esta estructura de poder lleva aparejada la necesidad de mantener propiedades, y la única manera de conservar ese poder es a través de la descendencia, lo que relega a la mujer a su función sexual y reproductiva para garantizarla. Un ejemplo de ello es el Código de Hammurabi, que es uno de los primeros registros escritos en los que se contempla el uso de la violencia como una manera de modular el comportamiento de las mujeres.
A partir de entonces, construimos una estructura de pensamiento en el que cualquier cambio se considera subversivo, en lugar de justo.»
Historia National Geographic: ¿Y qué papel juegan los mitos, las religiones y creencias, en este sentido?
Ana Bernal-Triviño: «El ser humano tiene una dimensión jurídica y otra espiritual, y esta última también ha funcionado históricamente como instrumento de poder. Desde las primeras comunidades paleolíticas y neolíticas, donde la divinidad era el sol, la luna o la naturaleza, las creencias evolucionaron hacia figuras personificadas.
En esas sociedades tempranas, las mujeres gozaban de mayor libertad que en etapas posteriores: la Grecia arcaica era más igualitaria que la Grecia clásica, y en momentos como la Revolución Francesa o la Ilustración las mujeres quedaron relegadas pese a los ideales de libertad.
En 'La raíz del poder'analizo cómo las antiguas diosas fueron desapareciendo conforme el patriarcado se impuso en la religión. Desde la mirada histórica, Jesús de Nazaret resulta fascinante porque su figura sigue marcando nuestra era y moldeando nuestras culturas. A la vez, es inevitable criticar el cristianismo y el catolicismo, nacidos en sociedades profundamente patriarcales e influenciados por mitologías llenas de violencia contra las mujeres, como la griega o la romana. Ejemplos como las Vestales romanas muestran cómo el cuerpo femenino era propiedad del Estado.
Pero lo revolucionario del cristianismo primitivo es que los Evangelios no contienen ninguna escena que justifique restricciones actuales sobre los derechos de las mujeres: Jesús no habla del aborto, del velo ni de normas que las limiten; al contrario, se acerca a mujeres marginadas y les otorga dignidad. Celso decía que el cristianismo triunfó “por los tontos, los mezquinos, los necios y las mujeres”, lo que nos hace preguntarnos: entonces, ¿qué ofrecía el cristianismo a las mujeres? Para muchas mujeres romanas, fue una vía de escape a relaciones de violencia y control. Sin embargo, cuando en las primeras comunidades —sobre todo en las domus ecclesiae— las mujeres adquirieron autoridad, esa autonomía fue rápidamente anulada conforme la religión se institucionalizó dentro de un sistema patriarcal.»
Historia National Geographic: Las iglesias, antes casas particulares donde la mujer oficiaba y transmitía el conocimiento, acabaron institucionalizándose.
Ana Bernal-Triviño: «Claro. Entonces, la religión pasa de la esfera privada a la esfera pública, que queda bajo dominio masculino y político. Y en ese proceso, la religión se patriarcaliza.
Me interesan especialmente los estudios de Antonio Piñero porque, cuando analizamos ciertos textos atribuidos a San Pablo, surge una contradicción evidente: por un lado, él creó comunidades cercanas en las que trabajó con mujeres; por otro, aparecen pasajes profundamente misóginos. Piñero plantea que estos textos fueron modificados posteriormente. Es decir, se añadieron interpolaciones para justificar el nuevo papel subordinado que se asignó a las mujeres.
Ese descubrimiento abre una grieta interesante: revela cómo la estructura patriarcal terminó reconfigurando la religión hasta borrar el poder que las mujeres habían tenido en sus inicios. Las escrituras fueron manipuladas en su contra y, al mismo tiempo, se generó un escenario en el que algunas mujeres intentaron recuperar cierta autoridad ingresando en conventos, porque era el único espacio que les garantizaba educación, lectura y escritura. Sin embargo, esa misma institución eclesiástica también funcionó como herramienta de opresión. En lugares como Venecia esto se ve con una claridad brutal: muchas familias que no podían pagar la dote de sus hijas las enviaban a conventos para librarse de ese coste. Y esas mujeres quedaban encerradas en una especie de cárcel que nunca habían elegido.»
Historia National Geographic: ¿Por qué la historiografía tradicional invisibiliza esta narrativa que nos permite conocer el papel de la mujer en todos estos procesos?
Ana Bernal-Triviño: «Creo que muchas resistencias persisten simplemente porque no conviene cambiarlas. Cuando algunos hombres se ofenden por la historia del feminismo, yo me pregunto: ¿creen que para nosotras es cómodo? También nos educamos en una sociedad patriarcal, con referentes y narrativas que ahora descubrimos incompletas o manipuladas. Investigar y encontrar otra versión más justa y realista es un shock, pero es necesaria porque la sociedad está formada por hombres y mujeres.
Incluso en épocas recientes vemos cómo premios Nobel o grandes académicos se han apropiado de descubrimientos realizados por mujeres. Esa lógica se mantiene porque las estructuras de poder se sostienen en la idea de autoridad masculina. Y cuando una nueva mirada cuestiona esa autoridad, tambalea su posición. Aun así, ha habido hombres generosos —como John Stuart Mill— que rompieron con ese patrón. Pero muchos otros no lo hicieron porque, en el fondo, todo gira en torno a lo mismo: poder, dinero y capacidad de decisión.»
Historia National Geographic: Privilegio.
Ana Bernal-Triviño: «Nadie quiere ser segundo: todos quieren participar, que su opinión cuente y poder decidir, porque en eso se juega el propio futuro. El problema es que muchas mujeres no han podido construir el suyo en plenitud, sino siempre dependiendo de permisos, estructuras y límites impuestos por otros.
Cuando lees la historia de Marie Curie —y de tantas otras— y descubres que incluso tenía que cruzar edificios para poder ir al baño porque no se le permitía usar las instalaciones de la universidad donde trabajaba, entiendes hasta qué punto algo tan básico, tan ligado a la dignidad humana, le estaba vetado. Entonces comprendes que incluso un cuarto de baño puede convertirse en una estructura de poder.»
Periodista especializada en historia, cultura y actualidad
Fuente: National Geographic





