Ejercen activismo para exigir ratificación de Convenio de OIT. Reportaje - Trabajadoras del hogar se organizan por sus derechos
CIMACFoto: César Martínez López
A pesar de lidiar con la violencia intrafamiliar, presión laboral, escasos recursos y poco tiempo, estas mujeres se agrupan y capacitan para tener mejores condiciones.
En México existen más de dos millones 300 mil trabajadoras y trabajadores del hogar, de las que 95 por ciento son mujeres y aproximadamente cuatro mil forman parte de la Red de Nacional de Trabajadoras del Hogar en México.
La red está integrada por organizaciones como el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH) en el DF, la Red de Mujeres Empleadas del Hogar en Guerrero, el Colectivo de Mujeres Indígenas Trabajadoras del Hogar en Morelos, y el Colectivo de Empleadas Domésticas de los Altos de Chiapas.
Desde hace más de 30 años estas trabajadoras pelean por sus derechos, aunque esto signifique destinar sus días de descanso en capacitaciones, extender sus jornadas diarias para la lectura de algún documento, y enfrentar el riesgo de despido por parte de sus empleadoras y empleadores si descubren lo que hacen.
Este 22 de julio se conmemora el Día Internacional del Trabajo Doméstico, pero las más de cuatro mil trabajadoras del hogar aún se organizan para exigir que México ratifique el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sobre trabajo decente para este personal.
Marcelina Bautista, fundadora del CACEH y coordinadora regional para América Latina de la Red Internacional de Trabajadoras del Hogar, detalla en entrevista que lograr que las trabajadoras acudan a reuniones y decidan formar un grupo es el primer reto que tienen que afrontar.
Las mujeres que deciden participar activamente desafían violencia intrafamiliar, largas jornadas laborales, falta de recursos y de información, lo que dificulta que acudan a una capacitación de cuatro horas los sábados cada 15 días, o que decidan intervenir permanentemente en el movimiento.
La activista señala que la mayoría de estas trabajadoras primero debe luchar contra una tradición de sumisión y no reconocimiento de sus derechos para luego defenderse.
Bautista detalla que en muchos de los casos, quienes ya participan en el movimiento, son muy activas y se empeñan en convencer a otras mujeres y promover sus derechos, tienen que negociar con sus parejas e hijos para que las apoyen en las responsabilidades de su hogar, y destinar algunos de sus recursos para gastos de transporte.
Las trabajadoras, dice, se acercan a la organización cuando experimentan una injusticia, abuso o violencia en sus trabajos, por ejemplo, que después de 30 años de trabajo las despidan sin dar ninguna bonificación; pero las diferentes organizaciones que las acompañan no se dan a abasto para atender estas problemáticas individuales, a lo que se suma que constantemente tienen que emprender movilizaciones por sus derechos colectivos.
Bautista indica que su estrategia para acercar a más mujeres está en garantizar que sean las mismas trabajadoras del hogar quienes hablen a las otras empleadas, convencerlas que deben conocer sus derechos, y que tienen la posibilidad de tener más ganancias económicas y “emocionales” por la actividad que realizan.
Detalla que las condiciones en las que su agrupación trabaja, la cual conformó hace 14 años, son muy limitadas, ya que dentro de un cuarto reducido trabajan 10 personas que día a día buscan “enseñar los derechos, movilizar a las trabajadoras y orquestar un movimiento”.
La agrupación también consigue trabajos dignos a mujeres que desean emplearse en esta labor –de las cuales muchas son migrantes, indígenas y en situación de pobreza–, para que aseguren que tendrán buenas condiciones laborales y un pago justo.
Pero nada es fácil, Marcelina acusa que el abandono de las autoridades ha hecho que estos procesos sean más lentos, y que el mayor obstáculo está en la indiferencia de las autoridades.
LAS DEUDAS DEL ESTADO
Hasta ahora suman 15 países que ya ratificaron el Convenio 189, la mayoría de ellos de AL, lo que se tradujo en mayor igualdad entre los sectores laborales, la garantía a los derechos de las y los trabajadores del hogar, e incluso en la prevención de violencia y discriminación contra las empleadas.
La antropóloga Mary Goldsmith, de la Universidad Autónoma Metropolitana, detalla que Uruguay, país sudamericano que desde 2005 adoptó una ley que reconoce derechos para las trabajadoras del hogar, incluso fue más allá de cumplir con lo que plantea el Convenio, ya que favoreció la negociación colectiva y creó un protocolo de buenas prácticas para empleadores.
Costa Rica, otro de los países que ya ratificó el Convenio, logró garantizar inspecciones laborales a los centros de trabajo e incorporar a las trabajadoras a un régimen de protección social que, además, reconoce los derechos vinculados con la maternidad.
De acuerdo con la OIT, México es uno de los cuatro países donde el trabajo del hogar cuenta con una fuerza de trabajo muy numerosa, pero aún así ha hecho muy poco para garantizar derechos laborales.
En concreto, dice Goldsmith, los argumentos para la no ratificación están centrados en que no habría financiamiento para cubrir los gastos que implique la seguridad social de estos millones de trabajadoras, además de que las y los empleadores tendrían que incorporarse al régimen hacendario, lo que sería difícil de lograr.
Sin embargo, los otros países que ya ratificaron también se enfrentaron a estas dificultades para armonizar el Convenio con su legislación, pero todos ellos lograron superarlos luego de que sus autoridades erradicaran la idea de que las trabajadoras realizan un trabajo de confianza para un ámbito privado, algo que México no ha superado.
La académica agrega que ante este argumento las autoridades podrían adoptar un sistema de seguridad social restringido para empezar a cubrir necesidades de estas trabajadoras.
La Ley Federal del Trabajo actualmente establece que las trabajadoras tienen derecho a un salario, a descanso, higiene y alimentación, pero no reconoce su derecho a la vivienda, reinstalación laboral, seguridad social, negociación colectiva, guardería ni otras prestaciones sociales.
A decir de Mary Goldsmith y Marcelina Bautista estas limitaciones permiten que hoy en día las trabajadoras no conozcan sus derechos y sus patrones no los respeten; sin embargo su movilización está sentando precedentes para que países más atrasados también se organicen y para que en México se legisle a favor de sus organismos sindicales y no en su contra.
En México existen más de dos millones 300 mil trabajadoras y trabajadores del hogar, de las que 95 por ciento son mujeres y aproximadamente cuatro mil forman parte de la Red de Nacional de Trabajadoras del Hogar en México.
La red está integrada por organizaciones como el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH) en el DF, la Red de Mujeres Empleadas del Hogar en Guerrero, el Colectivo de Mujeres Indígenas Trabajadoras del Hogar en Morelos, y el Colectivo de Empleadas Domésticas de los Altos de Chiapas.
Desde hace más de 30 años estas trabajadoras pelean por sus derechos, aunque esto signifique destinar sus días de descanso en capacitaciones, extender sus jornadas diarias para la lectura de algún documento, y enfrentar el riesgo de despido por parte de sus empleadoras y empleadores si descubren lo que hacen.
Este 22 de julio se conmemora el Día Internacional del Trabajo Doméstico, pero las más de cuatro mil trabajadoras del hogar aún se organizan para exigir que México ratifique el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sobre trabajo decente para este personal.
Marcelina Bautista, fundadora del CACEH y coordinadora regional para América Latina de la Red Internacional de Trabajadoras del Hogar, detalla en entrevista que lograr que las trabajadoras acudan a reuniones y decidan formar un grupo es el primer reto que tienen que afrontar.
Las mujeres que deciden participar activamente desafían violencia intrafamiliar, largas jornadas laborales, falta de recursos y de información, lo que dificulta que acudan a una capacitación de cuatro horas los sábados cada 15 días, o que decidan intervenir permanentemente en el movimiento.
La activista señala que la mayoría de estas trabajadoras primero debe luchar contra una tradición de sumisión y no reconocimiento de sus derechos para luego defenderse.
Bautista detalla que en muchos de los casos, quienes ya participan en el movimiento, son muy activas y se empeñan en convencer a otras mujeres y promover sus derechos, tienen que negociar con sus parejas e hijos para que las apoyen en las responsabilidades de su hogar, y destinar algunos de sus recursos para gastos de transporte.
Las trabajadoras, dice, se acercan a la organización cuando experimentan una injusticia, abuso o violencia en sus trabajos, por ejemplo, que después de 30 años de trabajo las despidan sin dar ninguna bonificación; pero las diferentes organizaciones que las acompañan no se dan a abasto para atender estas problemáticas individuales, a lo que se suma que constantemente tienen que emprender movilizaciones por sus derechos colectivos.
Bautista indica que su estrategia para acercar a más mujeres está en garantizar que sean las mismas trabajadoras del hogar quienes hablen a las otras empleadas, convencerlas que deben conocer sus derechos, y que tienen la posibilidad de tener más ganancias económicas y “emocionales” por la actividad que realizan.
Detalla que las condiciones en las que su agrupación trabaja, la cual conformó hace 14 años, son muy limitadas, ya que dentro de un cuarto reducido trabajan 10 personas que día a día buscan “enseñar los derechos, movilizar a las trabajadoras y orquestar un movimiento”.
La agrupación también consigue trabajos dignos a mujeres que desean emplearse en esta labor –de las cuales muchas son migrantes, indígenas y en situación de pobreza–, para que aseguren que tendrán buenas condiciones laborales y un pago justo.
Pero nada es fácil, Marcelina acusa que el abandono de las autoridades ha hecho que estos procesos sean más lentos, y que el mayor obstáculo está en la indiferencia de las autoridades.
LAS DEUDAS DEL ESTADO
Hasta ahora suman 15 países que ya ratificaron el Convenio 189, la mayoría de ellos de AL, lo que se tradujo en mayor igualdad entre los sectores laborales, la garantía a los derechos de las y los trabajadores del hogar, e incluso en la prevención de violencia y discriminación contra las empleadas.
La antropóloga Mary Goldsmith, de la Universidad Autónoma Metropolitana, detalla que Uruguay, país sudamericano que desde 2005 adoptó una ley que reconoce derechos para las trabajadoras del hogar, incluso fue más allá de cumplir con lo que plantea el Convenio, ya que favoreció la negociación colectiva y creó un protocolo de buenas prácticas para empleadores.
Costa Rica, otro de los países que ya ratificó el Convenio, logró garantizar inspecciones laborales a los centros de trabajo e incorporar a las trabajadoras a un régimen de protección social que, además, reconoce los derechos vinculados con la maternidad.
De acuerdo con la OIT, México es uno de los cuatro países donde el trabajo del hogar cuenta con una fuerza de trabajo muy numerosa, pero aún así ha hecho muy poco para garantizar derechos laborales.
En concreto, dice Goldsmith, los argumentos para la no ratificación están centrados en que no habría financiamiento para cubrir los gastos que implique la seguridad social de estos millones de trabajadoras, además de que las y los empleadores tendrían que incorporarse al régimen hacendario, lo que sería difícil de lograr.
Sin embargo, los otros países que ya ratificaron también se enfrentaron a estas dificultades para armonizar el Convenio con su legislación, pero todos ellos lograron superarlos luego de que sus autoridades erradicaran la idea de que las trabajadoras realizan un trabajo de confianza para un ámbito privado, algo que México no ha superado.
La académica agrega que ante este argumento las autoridades podrían adoptar un sistema de seguridad social restringido para empezar a cubrir necesidades de estas trabajadoras.
La Ley Federal del Trabajo actualmente establece que las trabajadoras tienen derecho a un salario, a descanso, higiene y alimentación, pero no reconoce su derecho a la vivienda, reinstalación laboral, seguridad social, negociación colectiva, guardería ni otras prestaciones sociales.
A decir de Mary Goldsmith y Marcelina Bautista estas limitaciones permiten que hoy en día las trabajadoras no conozcan sus derechos y sus patrones no los respeten; sin embargo su movilización está sentando precedentes para que países más atrasados también se organicen y para que en México se legisle a favor de sus organismos sindicales y no en su contra.
Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Cimacnoticias