Las aventuras del feminismo interseccional sueco
El partido Iniciativa Feminista ha visto aumentar enormemente su popularidad este año. De ser un partido minoritario con menos del 1% de los votos según las encuestas nacionales, Fi ha doblado su membresía, las donaciones a los fondos para las elecciones se han multiplicado y son objeto frecuente de discusión en medios populares, en los que se le augura una alta probabilidad de entrar en el Gobierno este otoño. Si esto sucediera, sería un punto de inflexión para el feminismo sueco. Analizamos las claves del éxito.
Integrantes de Iniciativa Feminista, durante la marcha del Orgullo LGTB en 2010./ Fredrik Wass
El próximo septiembre tendrán lugar en Suecia elecciones generales. El partido político Iniciativa Feminista (Feministiskt Initiativ,abreviado como Fi or F!) está ganando terreno político y se presenta como un agente político a tener en cuenta; aspira a obtener escaños en el Gobierno. Al mismo tiempo, se discuten a diario temas del feminismo en los medios de masas, proliferan como setas los blogs feministas, y el pasado junio la ciudad de Malmö acogió el Nordiskt Forum 2014 (Foro Nórdico), la mayor conferencia sobre feminismo e igualdad celebrada en los países nórdicos. A pesar de que también se entonan voces anti-feministas por todo el país (que, por desgracia, son seguidas por muchas personas), y queda aún mucho por recorrer en el camino de la igualdad, es también cierto que el feminismo está floreciendo en Suecia. Como asegura el nuevo lema adoptado por Fi: ”Está ocurriendo ahora”.
¿Por qué ahora? Un buen número de elementos ha contribuido a esta reciente ola de participación y popularidad del feminismo en Suecia. En enero una cadena de televisión pública emitió una serie de tres capítulos sobre el estado actual del feminismo sueco, una serie que, de hecho, criticaba el feminismo y debatía si “había ido demasiado lejos” y que, por el contrario, provocó una ola de apoyo al movimiento. Poco después, Fi organizó una manifestación en Estocolmo contra la violencia sexual y a favor de las nuevas leyes que establecerían la obligatoriedad del consentimiento activo de todas partes en el acto sexual. Esto quiere decir que la definición de violación no sería cuando alguien diga que no, sino cuando no todas partes hayan dicho que sí. Detrás de la propuesta está la retórica de que las mujeres no son sujetos sexuales considerados en disposición de los hombres hasta que digan ”no”. La convocatoria logró reunir a miles de personas, recibió atención mediática a nivel nacional y una lluvia de afiliaciones al partido.
La interseccionalidad se ha vuelto una suerte de rescate para muchas feministas suecas ante uno de los mayores obstáculos de la historia del feminismo: aquél que lo suponía relevante sólo para las mujeres blancas de clase media
Pero estos eventos no explican, por sí solos, el mencionado florecimiento del feminismo sueco. Durante varios años, ha tenido que configurarse un clima político y social del país que posibilitase el interés público y la simpatía hacia el discurso y la ideología feministas.
La igualdad feminista que se materializó a primeros de los noventa ganó pronto apoyos entre las feministas suecas. Con su visión constructivista del género (y la sexualidad), motivó que la lucha feminista no sólo incluyera a las mujeres sino también a las personas homosexuales, bisexuales, transexuales y queer. El feminismo ampliaba su perspectiva. Se expandía la teoría queer en los estudios de género de las instituciones y universidades, así como las teorías de la interseccionalidad, y las demandas del colectivo LGTB (como el matrimonio entre personas del mismo sexo) pasaron a ser temas muy debatidos entre el activismo feminista, y así han permanecido hasta la fecha. Aunque la idea de la interseccionalidad como tal no pasaría a ser el foco de atención hasta mucho más tarde. Y eso es lo que está pasando ahora.
El término ‘interseccionalidad’ fue acuñado por Kimberlé Crenshaw como el estudio de las intersecciones entre diversas formas de opresión, dominación y discriminación, estuvieran basadas en el género, la sexualidad, la clase, la etnia, la religión, la edad, la apareciencia física, etc. De nuevo el feminismo amplía sus horizontes. La interseccionalidad se ha vuelto una suerte de rescate para muchas/os feministas suecas/os ante uno de los mayores obstáculos de la historia del feminismo: aquél que suponía que el feminismo sólo era relevante para las mujeres blancas de clase media.
La revista cultural feminista sueca BANG es el primer ejemplo del feminismo interseccional. Cada número trata una amplia variedad de temas que incluyen la migración, el transgénero, la clase política, la etnicidad, la diversidad funcional física y muchos más, todos ellos en relación a la opresión y la desigualdad. Además, la interseccionalidad es un término clave del contenido político de Iniciativa Feminista, que aparece tan a menudo como la palabra “mujer” en numerosos blogs y foros feministas. Y ésta es una de las razones principales de la avalancha de interés y acción feministas en Suecia.
El feminismo sin interseccionalidad es incoherente: no podemos luchar contra una forma de opresión si ignoramos otra, como el racismo o la transfobia
La intereseccionalidad es una forma de descentralizar el feminismo. Abandona la idea del género como la cuestión más relevante, al entender las diferentes formas de opresión como interrelacionadas. Las experiencias de una mujer negra no se pueden entender de forma exclusiva en términos de ser negra, o de ser mujer, sino que debe incluir las interacciones de las discriminaciones por ambos aspectos (que tienden, a menudo, a reforzarse el uno al otro). Una perspectiva intereseccional puede comprender y resistir mejor la opresión (patriarcal, capitalista). Lo que es más importante, amplía y fortalece al feminismo. La interseccionalidad es una forma de transformar el feminismo como ideología o movimiento social en una dimensión global de poder y liberación en nuestras sociedades.
El feminismo sin interseccionalidad es incoherente: no podemos luchar contra una forma de opresión si ignoramos otra. Cuando Lilly Allen lanza su cación ‘Hard Out There’, en la que satiriza sobre el sexismo en la industria musical cantando “No tengo que sacudir mi trasero para ti porque tengo cerebro”, pareciera que está todo bien. Pero cuando el videoclip muestra a Allen vestida íntegramente mientras en segundo plano aparecen varias mujeres negras sacudiendo sus traseros (¡a cámara lenta!), hay un problema. Es muy “duro ahí afuera” para las mujeres blancas que quieren ser tomadas en serio, mientras las mujeres negras pueden quedarse tranquilamente en ropa interior, contonéandose y moviendo sus culos. El mismo problema surge cuando el feminismo mainstream se vuelve transfóbico en su adherencia a categorías binarias de género (Hombre/Mujer). La igualdad será siempre una mentira si no incluye a todas las personas.
Un feminismo que es interseccional debería dejar de ser una ideología estigmatizada y asociada al arquetipo de la ‘histérica’ mujer-odiadora-de-hombres. Es una voz que no habla sólo por las mujeres, sino por todas aquellas personas que son discriminadas, contra toda forma de desigualdad. Es una voz de antirracismo, antifascismo y, muchas de las veces, contra el neoliberalismo y la explotación económica. Puede ser una voz que hable por un gran número de personas, de muchas formas diversas.
La idea de interseccionalidad aún necesita arraigarse en el discurso popular del feminismo en Suecia. Y el feminismo necesita suscitar una mayor adhesión popular. Pero está ocurriendo ahora. El porcentaje de votos requeridos para que un partido político entre en el Gobierno sueco es de un 4%. Si todo va bien, en septiembre ahí estaremos.
Por Alexander Ceciliasson es antropólogo, activista feminista y miembro del partido Feministiskt Initiativ.
Fuente: Pikara