Seis de cada diez mujeres pobres también son pobres de tiempo
La medición del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado puede también abrir la puerta para repensar la noción de pobreza. Es interesante saber que cuando se calcula la pobreza, el trabajo doméstico y de cuidados se encuentra invisibilizado, pero está. Vivir con los ingresos de la canasta de pobreza requiere un mínimo de trabajo doméstico y de cuidados (preparar comidas, cuidado de niños y niñas y otros dependientes, limpieza, etcétera). ¿Qué sucede si no se dispone del tiempo para proveer este trabajo? Las personas se hacen pobres de tiempo. Esto puede suceder porque el tiempo disponible es muy poco luego de trajinar la jornada laboral remunerada, porque las cargas de cuidado son muchas o porque ambas cuestiones se combinan con el hecho de que sólo algunas –las mujeres– asuman todos los trabajos en sus hogares, ya sea porque los varones hacen menos o porque no están.
En el estudio La pobreza de ingreso y tiempo en Buenos Aires, Argentina. Un ejercicio de medición de la pobreza para el diseño de políticas públicas, realizado en base a la Encuesta de Uso del Tiempo de la Ciudad de Buenos Aires 2005, recientemente publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se muestra cuánto cambia la pobreza cuando se incorpora la pobreza de tiempo en su cálculo.
La pobreza de tiempo e ingreso duplicaba a la incidencia de la pobreza de ingreso (pasaba de 7,2 por ciento a 13 por ciento entre los hombres y de 6,5 por ciento al 12,5 por ciento entre las mujeres en la Ciudad de Buenos Aires). En los hogares pobres, aproximadamente el 40 por ciento de los hombres y de las mujeres eran pobres de tiempo, aunque las razones difieren entre unos y otras: para las y los ocupados, las largas jornadas de trabajo explican esta pobreza de tiempo. Si la pobreza de tiempo total es parecida, es porque las ocupadas pesan menos entre las mujeres, ya que su pobreza de tiempo es superior al 60 por ciento. Para las mujeres que viven en hogares pobres y están ocupadas, la imposibilidad de proveer el trabajo doméstico y de cuidado necesario contribuye a empobrecerlas en términos de tiempo, sin que sea posible comprar sustitutos para dicho trabajo.
En los hogares no pobres, la pobreza de tiempo es menor, aunque entre las mujeres ocupadas no pobres llega al 45 por ciento (sólo el 35 por ciento de los hombres en igual condición son pobres de tiempo). Ellas no podrían proveer el trabajo doméstico necesario para vivir con los ingresos de la línea de pobreza, pero sus hogares tienen los ingresos necesarios para comprar sustitutos, en forma de servicio doméstico, de servicios de cuidado privado, o de otros consumos ahorradores de tiempo.
En otras palabras, la pobreza de tiempo (una dimensión de la pobreza que se desconoce si no se cuentan con datos de uso del tiempo) tiene distintas caras entre las mujeres pobres y no pobres. Es otra manera de mirar el viejo concepto doble jornada, pero ahora sabiendo que la doble jornada, además, empobrece.
Por Valeria Esquivel
Investigadora y docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento y Conicet.
Fuente: Página/12