Harriet Tubman, “la conductora”
Harriet Tubman es un icono en Estados Unidos por su intervención en pro de la abolición de la esclavitud. Tras escapar de su situación de esclavitud, se unió a la trama clandestina conocida como ‘El ferrocarril subterráneo’, mediante el que ayudó a 70 personas a alcanzar su libertad recorriendo una y otra vez largas rutas hasta los estados libres. Trubman fue además la primera mujer en dirigir un asalto armado e inspiró en los setenta a la Colectiva del Río Combahee en la realización de su declaración negra feminista.
Tubman, a la izquierda, con su familia liberada.
Araminta Ross (después Harriet Tubman) nació bajo la condición de esclava en el Condado de Dorchester, Maryland. Su actitud contestataria y su negación rotunda a resignarse ya tuvo sus primeros gestos en su infancia, en la que la niña se escondía y se rebelaba contra los castigos que le eran impuestos.
Ella misma contó que con seis años de edad ejerció de niñera: si el bebé que tenía a su cargo despertaba llorando, Tubman era azotada con un látigo. Cada práctica violenta tenía la función de generar un estado de miedo y de inacción en las personas que sufrían la condición de esclavas. Sin embargo, esto no pareció funcionar con Tubman, cuya resistencia y fortaleza era notable.
Por robar un terrón de azúcar, la niña permaneció escondida en una pocilga durante cinco días alimentándose de la comida que recibían los animales. En otra ocasión mordió la rodilla a un hombre blanco que la golpeó. Tras el acto, éste no se le volvió acercar. Su trabajo durante la niñez incluyó cuidar trampas de ratas y duras jornadas en el campo, cada vez más intensas.
Ya en su adolescencia, tuvo lugar un suceso que cambió su particular visión del mundo. Su “supervisor” ordenó a Tumban que le ayudara a capturar a un joven que había abandonado sus tierras para devolverle a su condición de “esclavo”. La adolescente se negó y el joven huyó mientras el supervisor le lanzó una pesa para evitar su huida. Finalmente la pesa acabó alcanzando la cabeza de Tubman, quien creyó que su pelo (en forma de cesta) había actuado amortiguando el golpe.
A pesar de las heridas y de un estado de semiinconsciencia, fue enviada de inmediato para continuar con su trabajo en el campo. Tras este hecho, la joven empezó a sufrir constantes mareos, desmayos y epilepsias que atribuyó a cuestiones espirituales y a una conexión directa con su Dios. Tubman era una mujer tremendamente religiosa y de una fe que, según quienes la conocían, era inquebrantable. De hecho, conocedora del Antiguo Testamento, rechazó en todo momento la interpretación normativa del mismo que asumía la obediencia de las personas en situación de esclavitud. Tubman empezó a darle un sentido trascendental a sus sueños y empezó a asumirlos como “visiones”.
Cambio de nombre y huida
Hacia 1844 (con 24 años), Harriet Tubman contrajo matrimonio obligada por su madre con John Tubman, un hombre negro que no compartía su condición de esclava. Este tipo de uniones resultaban complicadas, sobre todo si era la mujer la que carecía de libertad, ya que las y los hijos fruto de este matrimonio pasarían a estar automáticamente en situación de esclavitud.
En 1662, la Asamblea de Virginia aprobó una ley por la que se decidía si la niña o el niño era esclavo o no “de acuerdo a la condición de la madre”. Sin embargo, la ley inglesa se aplicaba de manera inversa y era la situación del padre la que decidía. En 1667 se aprobó en Maryland otra ley que hablaba de que “las mujeres, olvidándose de su condición de libre, y para desgracia de la nación, se casan con negros esclavos”. Se promulgó, para evitar matrimonios mixtos, que estas mujeres debían ser sirvientas de los amos de sus maridos y que “estos matrimonios debían ser esclavos de por vida”.
La actriz Cicely Tyson interpretó a Harriet Tubman en el telefilm titulado ‘Una mujer llamada Moisés’(A Woman Called Moses, 1978)
Fue tras su matrimonio cuando Tubman renunció a su nombre de Araminta a Harriet, según se argumenta, con intenciones ya de huir de la esclavitud. Hacia 1849 volvió a caer enferma, por lo que su valor como esclava disminuyó. Edward Brodess intentó de manera fallida venderla mientras Tubman rezaba concienzudamente por que su venta no se llevara a cabo: “Hasta principios de marzo estuvo trayendo a gente e intentando venderme”, aseguró. Tras un tiempo, y al ver que el hombre no desistía en su empeño, cambió su estrategia de rezo y empezó a pedir la muerte de Brodess con la sorpresa de que su fallecimiento se produjo una semana después.
Tubman se arrepintió mucho de sus deseos y tuvo que ver cómo la situación empeoró tras la muerte de Brodess ya que su viuda, Eliza, retomó las negociaciones de su venta. Decidió huir definitivamente tras un primer intento realizado con sus hermanos, quienes finalmente la persuadieron para volver. En la segunda ocasión, huyó sola: “Podía hacer dos cosas”, afirmó, “libertad o muerte”. “Si no podía tener una, tendría la otra”.
Se despidió de su madre a través de una amiga a quien cantó una canción con mensaje incluido dando a entender que volvería a rescatarla: “Te encontraré en la mañana, me dirigiré a la tierra prometida”.
La ruta de su huida era la marcada por el Ferrocaril Subterráneo, del que se convertiría después en su principal conductora.
Un ferrocarril subterráneo
No existía un ferrocarril subterráneo físico sino que éste era el nombre que se daba a la red clandestina que circulaba entre Estados Unidos y Canadá en el siglo XIX para ayudar a las y los esclavos afroamericanos a escapar a estados que les permitieran vivir en libertad.
Las personas pertenecientes a esta red usaban términos ferroviarios para desentramar sus estrategias y recorridos. Por ejemplo, las personas en situación de esclavitud que realizaban la fuga eran pasajeras. Conductoras o maquinistas eran quienes ayudaban a la realización de este viaje hacia la libertad proporcionándoles mapas, instrucciones de los lugares donde podían hospedarse. En el caso de Tubman (que se desempeñó como conductora) ésta misma las guiaba y acompaña a su destino. En su día aseguró que “no había perdido ni un solo pasajero”.
El trayecto que se realizaba era duro: además de atravesar pantanos y bosques, sólo se viajaba de noche mientras que por el día debían esconderse. En ocasiones el viaje era de miles de kilómetros y lo llegaron a realizar familias completas. Harriet Tubam tuvo que desarrollar una fortaleza mental y física extraordinaria para poder finalizar con éxito cada objetivo. Las rutas estaban llenas de señales que solo conocían quienes la realizaban.
Mapa del ferrocarril subterráneo. 1895, History of slavery in Maryland, History of the United States
Un papel fundamental lo desarrollaban las llamadas estaciones del ferrocarril o casas seguras que no eran otra cosa que las casas particulares de personas blancas abolicionistas que formaban también parte de la red clandestina. Allí, pasajeras y pasajeros podían esconderse, comer y descansar o incluso recibir asistencia médica. Jefes de la estación durante más de veinte años fuer el matrimonio cuáquero formado por Catherine y Levi Coffin de Newport, Indiana. Por su casa pasaron alrededor de 2.000 pasajerxs.
Otros términos usados en el ferrocarril subterráneo eran los carriles o rutas de escape, la Estación central, que era la jefatura y el destino, compuesto por los estados del norte y Canadá, a la que llamaban Tierra de Canann.
Las personas que formaban parte del Ferrocarril solo se conocían por su pseudónimo. Harriet Tubman era conocida como “La Moisés de los esclavos” y por su activismo como conductora se convirtió en el personaje más relevante del movimiento. Su labor estaba perseguida incluso con la muerte.
El Ferrocarril Subterráneo funcionó hasta el final de la Guerra de Secesión (1861-1865), momento en el que la esclavitud fue abolida. En la guerra, y por sus conocimientos sobre el terreno, quienes habían formado parte de este grupo clandestino tuvieron un papel protagonista. Lo integraban personas afroamericanas libres, blancas abolicionistas y activistas en relación con el cristianismo y con la Sociedad Religiosa de los Amigos (cuáqueros).
La Ruta de Harriet
Para conseguir un estado de libertad, Harriet Tubman viajó hacia el noroeste atravesando Choptank River y Delaware. Luego, tuvo que ir hacia el norte, a Pennsylvania: 145 kilómetros que realizó a pie. De noche, era habitual seguir la Estrella Polar para evitar a los “cazadores de esclavos”.
En su primera “casa segura” la dueña le pidió que barriera la hierba para dar a entender que trabajaba para ella y no levantar sospechas. Luego, viaje en carro oculta y así hasta la siguiente casa…
Su destino final era Filadelfia, a donde llegó por fin tras recorrer una ruta que nunca desveló hasta sus últimos años de vida bajo la idea de que otras persona en situación de esclavitud pudieran usarla.
La emoción de Tubman tras alcanzar Pensilvania fue enorme: “Cuando supe que había atravesado la frontera, miré mis manos para comprobar si seguía siendo la misma persona. El sol con sus rayos dorados atravesaba los árboles y caía sobre los campos y yo sentí que estaba en el cielo”.
“Cada gran sueño comienza con un soñador. Recuerda siempre, tú tienes en tu interior la fuerza, la paciencia y la pasión para alcanzar las estrellas y cambiar el mundo.” Harriet Tubman
Tras llegar, decidió que debía volver por su familia y trabajar por la abolición de la esclavitud y por que otras personas que quisieran huir lo hicieran. Al mismo tiempo, se aprobó entonces la Ley de Esclavos Fugitivos que obligaba a los organismos oficiales a capturas a fugitivas y fugitivos de la esclavitud y a imponerles castigos por la huida.
En pleno panorama político tenso, Tubman decidió volver a la tierra donde había sido esclava para liberar a parte de su familia. Realizó dos viajes con éxito y comenzó a su vez a trabajar con Thomas Garret, abolicionista de Wilminton. Comenzó a ser apodada “Moses” (Moisés) en un paralelismo con el profeta que guió hacia la libertad a las y los hebreos.
La ruta de Moses fue revelada durante una entrevista a Wilbur Siebert en 1897. No hubiera sido posible sin la ayuda de muchas personas que colaboraron en ella o bien abriendo las puertas de sus casas o transportando a pasajeras y pasajeros de un sitio a otro.
Harriet Tubman llegó a liberar en sus viajes a unas 70 personas en situación de esclavitud.
En busca y captura: cómo pasar desapercibida
Fueron once años los que Harriet Tubman dedicó a ir y venir a Maryland para hacer de conductora. No fueron pocas las estrategias que tuvo que emplear en esos tiempos para pasar desapercibida. Una de ellas era abandonar la ciudad con su grupo organizado las tardes de los sábados ya que los periódicos no salían hasta el lunes: esto les daba un margen para estar ya lejos cuando la noticia se produjera.
Otra forma que tenía de pasar desapercibida en una tierra donde podía ser apresarda era llevar consigo dos pollos vivos haciéndose pasar por vendedora ambulante. En una de las ocasiones en las que se topó con su antiguo propietario, tiró de las patas de los pollos para que el despliegue de plumas evitara el contacto visual.
En ningún momento se sospechó que fuera Tubman la que estaba realizando y dirigiendo estas huidas debido a que había sido considerada una “esclava débil”, algo que le ayudó también a pasar desapercibida.
Una de sus últimas misiones fue la de mantener a su madre y a su padre a salvo. Lo consiguió cumpliendo así la promesa hecha años atrás: “Te encontraré en la mañana, me dirigiré a la tierra prometida”.
Primera mujer en dirigir un asalto armado
En los comienzos de la Guerra Civil (1861), Tubman puso sus esperanzas en la victoria abolicionista del norte. Contrabans eran el término que se usaba para hace referencia a personas que habían escapado de la esclavitud y que se convertían en propiedad de las tropas de la unión. La conductora ofreció su sabiduría sobre el terreno al bando norte y dirigió a un grupo de exploradores por la región de Port Royal.
Trabajó para el Secretario de guerra Edwin M. Stanton y posteriormente para el Coronel James Montgomery. Tubman hizo de consejera guiando el asalto de Combahee River la mañana del 2 de junio de 1863. Más de 700 personas en situación de esclavitud fueron rescatadas en esta operación que convirtió a Tubman en la primera mujer en dirigir un asalto armado.
A pesar de sus servicios a la patria, jamás fue reconocida con un salario o compensación por sus méritos. Se mantuvo en situación de pobreza hasta el final de sus días.
Asimismo, Tubman se sintió muy decepcionada tras la guerra al comprobar el arraigo que tenían las actitudes racistas contra las que había dedicado su lucha y su vida.
Su lucha sufragista
Los últimos año de su vida, Tubman los dedicó a reclamar los derechos de las mujeres: concretamente su derecho al voto. Trabajó con Susan B. Anthony y Emily Howland realizando varios viajes para ofrecer discursos a favor de la causa. Visibilizaba la aportación de las mujeres y los sacrificios realizados por éstas para afianzar la idea de equidad entre géneros.
En sus intervenciones hablaba de sus propias experiencias y sus contribuciones en la Guerra Civil. Fue Tubman quien realizó el discurso de apertura en la fundación de la Federación Nacional de mujeres afroamericanas (1886).
Años después, en abril de 1977, la Colectiva del Río Combahee (Combahee River Collective) tomó el nombre de la acción guerrillera que dirigió Tubman durante la Guerra Civil para realizar su manifiesto: una declaración negra feminista.
Aunque la figura de Tubman es muy desconocida en muchos países, es un icono estadounidense por su lucha contra el racismo y el esclavismo. En una encuesta que se realizó a finales del siglo XX, Tubman aparecía en tercer lugar entre las personas más famosas de la historia estadounidense tras Betsy Ross y Paul Revere.
Tubman describió que cuando alcanzó su propia libertad se reconoció como una persona diferente. Debió ser emocionante la llegada y finalización de cada una de sus rutas cuando toda las personas se unían para cantar el “Swing low, sweet chariot” que Tubman amaba. El 10 de marzo de 1913, miles de personas la entonaron en su casa de Auburn, Nueva York, con motivo del fallecimiento de la mujer a la que tanto debían.
A pesar de los pesares, no pudo liberar a todxs.
Como ella misma afirmó: “He liberado a miles de esclavos y habría liberado a miles más si ellos hubieran sabido que lo eran”.
Por Mar Gallego
Fuente: Pikara Magazine