Pactos entre feministas
Analista de ficción audiovisual y crítica de cine. Licenciada en Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales por la Universidad Denis Diderot de París. Lee el blog de cine de Pilar Aguilar: http://pilaraguilarcine.blogspot.com.es
En dos artículos anteriores comenté el rechazo que manifiestan muchos (y muchas ¡ay!) ante la creación de nuestro partido, Feministas al Congreso.
Los hombres, mayoritariamente opinan que dividimos a la izquierda. Se muestran, pues, ciegos a la evidencia de que es la izquierda la que olvida a la mitad de la población, tal y como argumenté en El Punto ciego (https://elcomun.es/2022/01/04/el-punto-ciego/?fbclid=IwAR2qzkYGeDbj3EuFZcGz3JOLCZJkfENOXMtn8p8NMslIttJRh40D3aj95DU)
Y, como también dije en otro artículo, publicado aquí, en Tribuna Feminista (https://tribunafeminista.elplural.com/2022/01/que-voy-a-hacer-si-soy-mujer-y-se-querer/?fbclid=IwAR1yC77u_7wyXCg1PgzOu8NVj1e-Tx-_OLDBKtiIm_JgTmWG5D1qow93b5c) algunas mujeres piensan lo mismo y argumentan de manera similar. Sin embargo, por lo general, las mujeres que rechazan la creación de un partido feminista lo hacen movidas y condicionadas por otros mecanismos mentales. En efecto, no estamos socializadas para pensarnos como centro del mundo, ni para creer que somos quienes trazamos la ruta y, en consecuencia, tranquilamente nos permitimos acusar a los (en este caso, las) “disidentes” de dividir, perjudicar y minar el “glorioso camino” de la humanidad que ellos trazan…
No, nosotras hemos sido socializadas y condicionadas para acompañar, apoyar, servir y agradar. De modo que lo que a muchas horroriza es la posibilidad de primar nuestro bien, nuestra libertad, nuestra dignidad por encima de la de otros.
Como ya traté de ambos supuestos, aquí voy a referirme a quienes no se enmarcan en ninguno de ellos: las mujeres feministas que, sin embargo, no se afiliarán a nuestro partido. Y no lo harán por la más diversas razones: porque militan en otro, porque no desean militar en ninguno, porque no creen que un partido feminista sea la solución, porque están ya muy comprometidas militando en diversos grupos y asociaciones feministas y la vida no les da para más, etc. etc.
Hacia ellas, nosotras, Feministas al Congreso, no sentimos la más mínima hostilidad. Por el contrario: tenemos el radical convencimiento de que todas las feministas, estemos donde estemos, somos aliadas.
Ojo, que no predicamos un angelismo bobo, del tipo: “Nos queremos y entre nosotras no puede haber desencuentros, ni debates ásperos, ni críticas de ninguna clase”. No, nada de eso.
Ser aliadas significa que perseguimos los mismos objetivos finales y coincidimos en los puntos esenciales de la agenda inmediata: lucha contra la comercialización de nuestro cuerpo, lucha contra la sumisión, lucha contra la doble explotación de las mujeres, lucha contra la servidumbre a la que se nos somete…
Y esas demandas comunes son tan definitorias, tan fuertes, tan esenciales que crean unos potentes lazos, una fuerte base común que, como dije antes, más allá de desencuentros y discrepancias, nos hace aliadas.
Ahora bien, hemos de aceptar que existen esos desacuerdos y que, incluso, pueden ser importantes. ¿Cómo afrontar nuestras divergencias? Desde luego, no rehuyendo el debate. No debemos temerlo porque el debate es esencial para ponderar, afinar, estructurar ideas. Cuando debatimos entre nosotras, progresamos. Y, de hecho, desde sus orígenes, los debates han sido fundamentales en el movimiento feminista. Gracias a ellos, se ha ido enriqueciendo nuestro pensamiento y se han ido decantando los objetivos básicos en cada momento, las alianzas, las tácticas y las estrategias, etc.
Entre feministas debatimos –mucho y, a veces, con dureza – justamente porque nos valoramos unas a otras y, en consecuencia, nos consideramos interlocutoras válidas. Por eso debatimos.
en Feministas al Congreso sabemos que, para hacer avanzar nuestra causa, es esencial la colaboración entre organizaciones feministas.
Pero, claro, tampoco podemos esquivar todos los escollos que los debates propician y/o generan: no podemos evitar –unas más que otras, porque el carácter también cuenta- pasarnos de agresivas, o mostrarnos excesivamente sordas o duras con los argumentos ajenos.
Es difícil debatir manteniendo en todo momento el autodominio, la ecuanimidad, el tono cordial, Algunas lo consiguen, cierto. Yo siempre admiré a las feministas capaces de soltar los más contundentes argumentos envueltos en una impecable amabilidad. Siempre me parecieron prodigiosas.
Además, como bien sabemos: las mujeres no somos angelicales (ni tenemos por qué serlo, ojo). No nos libramos de los egos desmesurados de aquellas que se “apropian de un tema” y se consideran a sí mismas las únicas voces autorizadas, catalogando a las demás como intrusas.
También existe la obcecación grupal: colectivos y asociaciones con un espíritu tan de piña que, fuera del grupo, es como si no existiera salvación…
¿Nos salvaremos de estas problemáticas tan humanas en Feministas al Congreso? No lo aseguro, pero tenemos mucho ganado siendo conscientes, como somos, de que no debemos desdeñar a aquellas feministas que optan por trabajar por el feminismo en otros partidos (feministas o no), ni menospreciar las propuestas de las demás organizaciones, ni minusvalorar a las que, por las más diversas razones, no desean unirse a nosotras.
En definitiva: en Feministas al Congreso sabemos que, para hacer avanzar nuestra causa, es esencial la colaboración entre organizaciones feministas. Y sabemos que el intercambio de ideas, opiniones, saberes -e incluso emociones- nos hace más inteligentes individual y colectivamente.
Por ello, FAC se compromete públicamente a trabajar por la creación y el fortalecimiento de alianzas y proyectos conjuntos.
Queda dicho.
Fuente: Tribuna Feminista