La feminización de la agricultura
Desempeñan un importante papel como guardianas de los conocimientos ancestrales en el campo
El cambio climático, la pobreza, la escasez de empleo y oportunidades y conflictos por recursos naturales hacen que la población del campo migre a las ciudades en búsqueda de trabajo. Esta migración es principalmente masculina, dejando un mayor protagonismo a las mujeres en el medio rural. Así, la participación de las mujeres en la actividad agrícola se ha incrementado en la última década y esto estaría relacionado con la migración a veces temporal, a veces más permanente, de los hombres con el fin de mejorar sus ingresos.
Evaluaciones de los sistemas alimentarios desarrollados a escala mundial han mostrado que el Perú, un país con una gran diversidad biológica y una amplia diversidad de climas, paisajes y ecosistemas, presenta grandes oportunidades para garantizar la seguridad alimentaria y la nutrición de su población, pero también tiene aún grandes desafíos para preservarlos. Estos estudios reafirman el importante papel que desempeñan las mujeres en el desarrollo rural como guardianas de los conocimientos ancestrales en el campo.
Jenny Ureta, del distrito de Pucará, en Huancayo, participante del proyecto Reducción de la vulnerabilidad de las mujeres productoras rurales y de sus medios de vida para una agricultura resiliente, de la FAO y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), menciona que la actividad agrícola tiene mucho valor, sobre todo la que promueve prácticas protectoras del ambiente y libre de agroquímicos, y quiere que sus dos hijas, ambas estudiantes universitarias, reciban de ella estos aprendizajes: “Alimentamos a los cuyes de manera agroecológica con cereales, pastos naturales, paja seca, maíz y la cebada que sembramos. Producimos carne libre de agroquímicos para el mercado, pero también para nuestra propia seguridad alimentaria”, “sé que les cuesta dedicarse a esta actividad, pero quiero que tengan este conocimiento”.
Las mujeres rurales participan en importantes cadenas productivas, como las de café, cacao, quinua, papa y crianzas de ganado lechero, ovinas, cuyes, camélidos, entre otros. Por lo tanto, su actividad incluye una gran diversidad de tareas, como el manejo y cuidado de los animales, la siembra y la cosecha, el manejo del riego, la limpieza de canales, la preparación de los suelos, la pesca, recolección de leña, procesamiento, transporte y comercialización de productos agrícolas, a las que además se suman las tareas domésticas, como el transporte de agua para el hogar, la preparación de las comidas, el cuidado de las hijas e hijos, e incluso de personas ancianas y enfermas de la familia.
La feminización de la agricultura constituye una gran oportunidad para situar a las mujeres como protagonistas del desarrollo y no solo como apoyo para sus parejas o parientes masculinos. Existen muchos casos exitosos en diferentes partes del país que han avanzado en el empoderamiento de las mujeres y que describen lo vital del acceso a los recursos y servicios necesarios para que las mujeres mejoren sus oportunidades y el ejercicio de sus derechos. Sin embargo, a largo plazo se requieren otras medidas que lo hagan sostenible.
Es necesario incidir aún más en la aplicación del enfoque de género en las iniciativas a todo nivel. Es fundamental mejorar las líneas de base de la información y los datos estadísticos que permitan visibilizar la participación de las mujeres en su dimensión real y permitir la implementación de programas y proyectos más efectivos para promover, por ejemplo, una mayor titulación de propiedades rurales de las unidades agrícolas lideradas por mujeres, o fortalecer el avance en la conectividad y el uso de internet en la población femenina rural.
Aplicar el enfoque de género permite comprender las distintas necesidades que tienen las mujeres, pero además permite generar precondiciones laborales que les permitan un ejercicio real de sus derechos. Tal es el caso del acceso a tecnologías asequibles, a los servicios públicos de atención a personas dependientes y la atención de cuestiones como el trabajo doméstico no remunerado, la autonomía económica, la violencia de género, las habilidades blandas, entre otros.
Esto constituiría una oportunidad para que ellas asuman el control de sus actividades y accedan a recursos y servicios necesarios. Para lograrlo es indispensable que las intervenciones que brinden el Estado, el sector privado y las organizaciones en general que trabajan para el desarrollo rural tomen en cuenta el enfoque de género al momento de diseñar e implementar sus actividades, y de esta manera fortalecer a las mujeres peruanas y avanzar hacia logros más efectivos y sostenibles.
Por Fernando Castro, Coordinador equipo de género de FAO Perú)
AmecoPress/ElPeruano.-