«Sugar Daddy» o el endulzamiento de la explotación sexual.
En la frenética carrera del neoliberalismo más patriarcal por blanquear, normalizar y plantear como novedosas, antiguas y denigrantes prácticas relacionales misóginas, nos las presentan, ya no solo como opciones de “libre elección o consentimiento” para mujeres y niñas, sino como deseables y atractivas tendencias en alza, que inundan las redes, (especialmente las destinadas a jóvenes), con la profusión de neologismos, anglicismos y nuevos conceptos.
Convirtiéndose, así ya, en una constante, en exceso abusiva.
Así surge el “sugardadismo”, machacón concepto inmerso en ese neolenguaje que de poco tiempo acá, se difunde masivamente por todos los medios, en temas musicales, redes e incluso en aplicaciones de contactos.
Blanqueando, encubriendo y normalizando relaciones basadas en el más zafio abuso de poder (por parte de hombres maduros y adinerados) a través de la mercantilización del cuerpo de las mujeres (cuanto más jóvenes, mejor, que supuestamente “se dejan querer” por estos hombres –los “sugar daddies”- a cambio de favores materiales). Todo ello, dentro, por supuesto, de la dinámica constante de la naturalización de la cultura de la violación, la pederastia y el proxenetismo.
Recientemente un compañero de aulas, profesor con gran número de seguidores, “Maestro Salieri”, así nombrado en su perfil de twitter, mostraba un interesante hilo que comenzaba así:
“Seguro que no soy el único profe que ha visto cómo niñas de 12 o 13 años ya saben perfectamente qué es eso de los daddies (los chicos, aún no, claro: ellos no reciben el mensaje, ya tan jóvenes, de que hay excrementos con dinero que les tienen ya puesto un precio a su carne). Es algo que sacan ellas mismas cuando tratamos algún tema de machismo y relaciones tóxicas. Pero lo peor no es que lo sepan, que eso es bueno para quienes sí lo detestan: es que la putrefacción patriarcal ha logrado que muchas piensen que es la chica la que se aprovecha, o que, y sobre todo prevalece esta reflexión, si ambos lo acuerdan, qué malo tiene… De ahí a normalizar la prostitución (que también normalizan), los vientres de alquiler, etc., pues no es que haya un paso, es que no hay nada.”
No se equivoca en sus apreciaciones. Los y las docentes cada vez somos más que conscientes del calado que estos discursos tienen en nuestro alumnado, imbuido en el progresivo aumento de la socialización en el sexismo generista y la hipersexualización, junto a la desideologización y ausencia de análisis de las relaciones de poder, la anulación ya completa de la conciencia de clase, sustituida por el individualismo consumista del “sálvese quien pueda!”, que el neoliberalismo cultural lleva décadas insuflando en el disco duro de la sociedad y especialmente de las nuevas generaciones.
Así, las relaciones de hombres mayores y con recursos económicos que “compran favores” de mujeres cada vez más jóvenes, las llamadas “sugar babies”, están ya tan asimiladas entre las propias menores, que muchas justifican la practica, incluso auto culpando a las propias chicas, en la asimilación del sinsentido de que son ellas las que se aprovechan y sacan partido de sus abusadores.
Mantras simulados de autoculpabilización aprendida, que en el caso de las jóvenes, se incrementa debido su sumisión dentro del cada vez más violento sistema opresivo de mandatos de genero, disfrazado y “vendido” como empoderamiento y libre elección.
Formas de auto culpabilización por otra parte, inducidas para evitar a toda costa, el complejo análisis de los condicionantes contextuales impuestos, que generan y mantienen los factores de desigualdad patriarcal e injusticia social. Tales como las relaciones productivas de explotación, la división social y sexual del trabajo, la falta de redistribución de la riqueza, la destructora acumulación de capital devenida en la privatización y saqueo de recursos y servicios públicos por las elites y el envoltorio transmoderno que nos lo endulza todo como un caramelo de azúcar (sugar).
La normalización cultural de semejantes aberraciones, llega a niveles tan delirantes como que el hecho de que la critica razonada desde el feminismo, la enseñanza y ciertos sectores sociales, de la reciente discutible selección de una canción para representar al país en Eurovisión, con los “daddies” que solucionan el problema “monetary”, incluidos en su letra, se manipule por los medios mainstream , como un reprochable linchamiento personal de la interprete del tema, en una pirueta de vuelta de tuerca del explotado argumento ab hominen.
Estrategia en la lógica “influencer” de dicha falacia ad hominem, en la que impera la emocionalidad inmediatista/consumista, en vez de la racionalidad, tan usada y abusada en los medios y las tertulias televisivas, como recurso falaz para pretender deslegitimar tesis y razonamientos, a falta de argumentos, en base a las descalificaciones personales hacia quien lo emite. Práctica que tanto sufrimos en carne propia, en los últimos tiempos, las mujeres y especialmente las feministas.
En este caso, dando la vuelta a la táctica e invisibilizando los lógicos argumentos críticos expuestos contra semejante letra de una canción, culpando a quienes los han expresado de “linchar” a la cantante.
Tampoco dudamos que en este ambiente misógino, muchas voces hayan cargado tintas personalistas contra la artista, acoso que les ha venido muy bien, para desviar y silenciar las criticas razonadas al mensaje transmitido.
Amparo Mañés Barbé, publicaba recientemente una opinión que tuvo eco por las redes, en la que reflexionaba sobre su asombro con este asunto, aún sin enterarse ni interesarse por los entresijos de la selección:
“La letra viene a decir que la chica no tiene problemas de dinero porque los daddies, o sea, «los viejos babosos con dinero» le solucionan la vida holgadamente.
Lo que viene siendo prostitución, pero vestida de pseudo-glamour y brilli brilli.
El neoliberalismo hace muy bien su trabajo y esos discursos calan en cada vez niñas más jóvenes que creen que es dinero fácil y rápido, entrando en un mercado al que es fácil acceder pero del que no es tan fácil salir. Y menos sin secuelas.
Pero claro, que la televisión pública no tenga filtro para estas letras que ponen en riesgo a nuestras adolescentes me indigna hasta lo indecible”.
Con todo esto, a mí me venían a la cabeza las imágenes publicadas hasta la saciedad, de aquel anciano Hugh Hefner en batín rodeado de chicas jovencísimas hipersexualizadas de forma infantil , sus famosas “conejitas”, desde los años 70, hasta su muerte en 2017.
No he podido evitar recordar el laureado libro “Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en ‘Playboy’ durante la guerra fría”, firmado por una entonces aún Beatriz Preciado y galardonado con el Premio Anagrama de Ensayo en el año 2010.
Libro en el que se ofrecía una imagen amable y progresista de todo el imperio Playboy. Imagen que lejos de cosificar e infantilizar a las mujeres, se mostraba como vanguardista e incluso luchadora por los derechos el colectivo LGTB del momento. Anticipando lo que luego, hoy, sería la instrumentalización ultra neoliberal de la teoría Queer a nivel global, normalizando, bajo ese brillo de novedad permanente, con el que comenzamos el siglo XXI, la explotación sexual más machista, blindando los estereotipos y mandatos de género.
Y todo esto como un mal menor, en un momento en el que en nuestro contexto, nos despertamos con la indignación de la publicación de las pasadas declaraciones de un entrenador de futbol, hablando de violar mujeres en grupo, -mejor que no sean menores para evitar complicaciones-, para motivar y unir al equipo. Poniendo de ejemplo a imitar la reciente violación en grupo a una menor por parte de unos futbolistas.
Para seguir escuchando en los medios, como unos partidos utilizan diaria y estratégicamente contra otros, la reclamada socialmente investigación y depuración de responsabilidades en el caso de una de las últimas redes desmanteladas de explotación sexual de menores tuteladas por el Estado.
Madrid y grupos de oposición utilizando este y otros casos similares, como seña política, cuando sabemos que es una escandalosa red, hace tiempo ya, institucionalizada y generalizada en muchos territorios del país, con diferentes colores de gestiones políticas, y por la que deberían dimitir muchos e importantes cargos políticos, como sucedería sin duda en los países del entorno.
Mientras en muchos contextos a nivel global, se lucha contra tradiciones como el matrimonio infantil, aquí se juega con los anglicismos, blanqueando el proxenetismo y la explotación sexual de las niñas y jóvenes más vulnerables económica y socialmente, prostituidas a cambio del último iPhone, eso si, aderezado con mucha azúcar glas.
Por todo ello, no pararemos.
Docente de Artes plásticas y diseño
Fuente: Tribuna Feminista