febrero 20, 2008

Guatemala: Mujeres mayas entre la extinción y la conservación de sus trajes


Es la resistencia a olvidar la historia milenaria, a que se extingan los colores sagrados, a que se abandone el significado de la vida, pero sobre todo, es la lucha a que se respete el derecho cultural, de identidad y autodeterminación que ellas tienen de portar su traje regional como parte del pueblo maya.

Las mujeres indígenas de Guatemala buscan mantener viva la utilización de su vestimenta y luchan por perpetuar su indumentaria ante lo que podría significar la pérdida de su uso. Las prendas culturales han comenzado a sucumbir en este país centroamericano por razones de pobreza, exclusión y racismo.

El Güipil ceremonial, el pot de diario, el corte, la faja y el perraje con el que protegen sus cuerpos y el de sus hijos, son prendas bordadas a mano por generaciones que representan la identidad del pueblo indígena. Ahora son reemplazadas, en algunos casos, por las blusas ajustadas, suéter, jeans y faldas.

El racismo persistente en la sociedad es una de las causas a las que se le atribuye la pérdida del uso del traje regional, el cual, según la antropóloga maya-k´iché, Irma Alicia Nimatuj, ha inducido a algunas mujeres a desprenderse del corte (prenda usada en la parte inferior del cuerpo) y güipil (en la superior) para ser aceptada en la población ladina (no indígena) en cualquier ámbito profesional, laboral y estudiantil.

En Guatemala, el 40 por ciento de los 13 millones de pobladores se consideran descendientes de los españoles, mientras el 60 por ciento restante lo conforman 23 etnias. Este país cuenta con 21 departamentos, de los cuales 14 están habitados por las diferentes culturas mayas, lo cual lo convierte en una de las naciones de Latinoamérica con mayor población indígena.

A pesar de que la población ladina es menor que la indígena, la discriminación pesa más que la aceptación, tanto así que el traje regional, principalmente en la mujer, es objeto de burla entre los hombres, quienes incluso cuestionan el uso de ropa interior bajo el corte de las mujeres, que les cubre hasta los tobillos.

La pérdida de las ropas regionales, a criterio de la doctora Barbara de Arathoon, directora del único Museo del traje indígena en Guatemala, conocido como el Ixchel en honor a la diosa maya de la fertilidad, se da mayormente en el hombre, y en algunas prendas de uso común en las mujeres. Este lugar conserva unos 6.000 trajes regionales desde el período colonial hasta la fecha.

La experta considera que la conservación de la ropa maya en la población femenina radica en que la mujer es más valiente que el hombre en este sentido, porque se opone al cambio, a usar jeans, blusas o vestidos de influencia occidental y por eso se pueden ver en el interior del país a indígenas con prendas únicas que han tejido con sus propias manos.

Explica que el hombre, al estar en contacto público, es vulnerable a la presión social y cambia su traje regional por playeras, camisas y pantalones comunes. De hecho, se escuda en la excusa de que cuando va a la ciudad se quita su vestimenta regional por el calor.

A la indígena, en cambio, le ha ayudado mucho estar en el seno doméstico porque al permanecer en la comunidad, conserva sus prendas originales y así puede enseñar a tejer los trajes a sus hijas. A criterio de Arathoon, aproximadamente un 35 por ciento de las niñas aprenden a confeccionar las prendas mayas.

Esta especialista admite que el uso completo del traje se ha perdido, por lo menos, en 200 sitios indígenas y sólo en 120 lugares se usan todas las piezas.

Las mujeres que son víctimas de la presión social reemplazaron el güipil por la playera, aunque siguen usando el corte, y cambiaron la faja gruesa bordada para ceñir su cintura, por una angosta que ahora usan bajo la cintura por moda.

La antropóloga Nimatuj se atreve a decir que quizás sea el perraje, una prenda usada en los entierros o para sostener a los hijos o cubrirse el vientre en el embarazo, la que ha desaparecido y ha sido sustituida por el suéter.

Barbara de Arathoon agrega que también el traje ceremonial ha sufrido abandono, tanto así que ya sólo las reinas indígenas lo usan en las ceremonias lo mismo que en las cofradías (grupos reducidos de indígenas que rigen los aspectos político-religiosos comunales). Esta vestimenta es una de las más importantes ya que contiene la mayor simbología indígena.

Los trajes ceremoniales son manuscritos de tela que cuentan entre hilos las historias de guerra, amor, trabajo, espiritualidad, y sus bordados van desde cruces, soles, animales, flores, lunas, estrellas y series onduladas que representan los límites del continente terrestre.

El documento Conquista de Guatemala señala que el traje regional surgió cuando los españoles obligaron a los indígenas a vivir en pueblos divididos y que, para identificarlos, pidieron a las mujeres que tejieran trajes con diseños inspirados en la enorme riqueza y variedad de los trajes típicos de la península Ibérica. Con el tiempo, los indígenas les pusieron su sello de comunidad y algo personal.

Nimatuj señala que además de ser una muestra de sincretismo, los tejidos indígenas son portadores de una historia de exclusión racial, cultural, social y económica a la que “hemos estado sometidos, pero al mismo tiempo resistiendo desde hace más de 479 años”.

Agrega la antropóloga, a quien en una ocasión le vedaron el acceso a un bar por vestir su traje regional, que la ideología dominante le ha enseñado y repetido una y otra vez a nuestros habitantes mayas que sus prendas implican “atraso” “subdesarrollo”, “falta de higiene”, “ignorancia”, “costumbrismo” y “uniforme colonial”.

Eso sigue ocurriendo en Guatemala, a pesar de que las penas por racismo y discriminación étnica oscilan entre tres y cuatro años, y una multa de 800 dólares estadounidenses. La legislación incluso pena cuatro tipos de discriminación: la exclusión, la restricción, la distinción y la preferencia.

Aunque Nimatuj señala que la discriminación es un aspecto que ha forzado a las mujeres mayas a desprenderse de sus vestimentas originales, también admite que la pobreza extrema las lleva a emigrar en busca de empleo y es ahí donde son más vulnerables.

En Guatemala, las empleadas domésticas son, en su mayoría, indígenas y en muchas de las viviendas estas mujeres están obligadas a usar uniforme en vez de su traje regional.

Otilia Lux de Cojtí, representante maya de Guatemala ante la UNESCO, ve que, además de discriminación, el traje tejido a mano ha ido desapareciendo también por razones económicas.

Actualmente un traje completo bordado en telar de cintura puede costar hasta 1.500 dólares estadounidenses, mientras que un güipil cuesta hasta 2.000 dólares estadounidenses.

Ello hace definitivamente inaccesible para la mujer maya tener una prenda bordada porque, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ella apenas alcanza a cubrir sus necesidades básicas diarias con un dólar.

La situación de la indígena en este país se encuentra en desventaja frente a la de la ladina. Las descendientes mayas apenas terminan dos años del ciclo escolar; entre los niños y niñas indígenas el índice de malnutrición es de 29 por ciento frente al 17 por ciento en los no indígenas, y la tasa de mortalidad es de 69 por ciento en los descendientes mayas frente al 54 por ciento de los que no lo son.

Hoy en día los hilos de seda de colores vistosos usados para tejer trajes simbólicos han sido sustituidos por otros elaborados a máquina, que resultan más baratos, y también la ropa usada proveniente de los Estados Unidos es mayormente accesible a los indígenas, lo que contribuye a ese desprendimiento cultural.


Por Alba Trejo
Fuente: Semlac

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