agosto 03, 2009

Conciliar lo doméstico con el trabajo afuera estresa a las mujeres

Las mujeres de sectores pobres se ven más afectadas por cuadros de estrés debido a las responsabilidades del ámbito doméstico. Mientras que el trabajo fuera de la casa no es un factor de estrés, sí lo es la necesidad de conciliar las tareas laborales con las obligaciones familiares. Estas son algunas de las respuestas a la pregunta ¿qué estresa a las mujeres? planteada por Graciela Climent en una reciente investigación.

El estudio “Género, pobreza y estrés: ¿Qué estresa a las mujeres?”, difundido por el Observatorio de Género y Pobreza, establece que las mujeres en situación de pobreza son más vulnerables al estrés que causan las tareas del hogar, el cuidado de los y las hijas y la relación con la pareja. No ocurre lo mismo con el trabajo, en todo caso el estrés viene de la necesidad de conciliar las responsabilidades domésticas con las laborales. Por el contrario para los varones el empleo es la principal causa de estrés.
El ámbito doméstico es estresante para las mujeres por el tipo de sociabilización que asumen: forman vínculos más sólidos y al mismo tiempo se comprometen más en las relaciones, y en los problemas de los allegados, y también tienen mayores responsabilidades en el cuidado de los demás. Algunos testimonios evidencian lo que la investigadora Graciela Climent denomina “estresores”.

Griselda, de 34 años, tiene cinco hijos, está embarazada del sexto, es empleada en el servicio doméstico, y relata que “cuando quedé embarazada me agarró como una depresión porque ya no quería tener más chicos. Yo manejaba todo. Si yo no estaba, los chicos más grandes se arreglaban (...) con tantos chicos a veces uno no tiene tiempo ni para uno, ni para peinarse ni para decir un día me voy a tomar sol a la plaza (...) Siempre trabajé como empleada doméstica. Ahora dejé por el embarazo, pero después que lo tenga pienso que voy a trabajar, ya estoy acostumbrada a manejar mi dinero a tener lo mío. Pero no sé, son cinco chicos para la escuela y el bebé, entonces me parece que va a ser muy difícil (...). Nosotros tenemos una casa precaria, no está terminada. Pero como están las cosas, pasa el tiempo y seguimos así”.

Marcela, de 23 años, esta embarazada de su segunda hija y dejó de trabajar en una fábrica cuando nació la primera. Sobre su experiencia dice: “vivo para ella y me aburro mucho al no trabajar. El trabajo es importante, una porque distrae y otra porque ahora no andan bien las cosas, y más con dos hijos. Trabajar es otra cosa, es hablar con la gente, es aprender. (...) Estoy cansada de hacer todos los días lo mismo. Me gustaría salir, ir a un cine, a caminar, a mirar vidrieras”.

En el caso de Griselda, el estrés viene de un embarazo no deseado, pero también de problemas económicos y de vivienda, y la dificultad para conciliar el trabajo y las obligaciones familiares. En cambio la situación de Marcela expone que la rutina y el no poder trabajar también pueden ser estresantes.

En general, para las mujeres que trabajan y a la vez son amas de casas y madres, el trabajo no es un factor de estrés. De hecho en el caso de las jóvenes, las que más se involucran en las tareas domésticas y el cuidado de los y las hijas presentan más síntomas de ansiedad y depresión frecuentemente relacionados a la falta de trabajo y escasas actividades fuera del hogar. Ocurre que el empleo permite a las mujeres una independencia económica y es una fuente de autoestima.

No obstante, los estresores que más peso tienen refieren a las relaciones conflictivas con la pareja, los hijos, hijas u otros integrantes de la familia, el ambiente doméstico, las responsabilidades económicas, los vínculos sociales, el bienestar físico y también la situación sociopolítica del país (desocupación, inseguridad, etcétera).

Un estresor intenso es la necesidad de compaginar la familia con el trabajo. Según Climent esto demuestra que “la mujer no se desliga de sus roles familiares a pesar de que su responsabilidad e involucramiento a nivel laboral es cada vez mayor”.

La relación conyugal o de pareja, si es buena, genera en las mujeres sentimientos de seguridad y percepción de apoyo, pero si es conflictiva se convierte en una fuente de estrés crónico, sobre todo cuando los conflictos se expresan en violencia doméstica.

La edad de los hijos e hijas puede estar asociada a síntomas de depresión. “Tener un hijo en edad preescolar constituye un estresor diario de importancia por el tiempo y la atención que requiere. Además compite con el tiempo que la mujer debe dedicar a su trabajo, a su relación de pareja y a ella misma”, se asegura en la investigación, donde se aclara que en caso de mujeres empleadas la depresión es menor cuando se comparte con la pareja la responsabilidad en el cuidado de los hijos e hijas.

Los embarazos inoportunos y las dificultades para controlar la fecundidad debido a la falta de acceso a los métodos anticonceptivos o el rechazo de éstos por parte de la pareja también son preocupaciones generadoras de estrés. El contexto de pobreza en el que transcurre la vida de estas mujeres, con la presencia constante de la desocupación o la amenaza de la misma y la creciente inseguridad urbana contribuyen a delinear una realidad que resulta estresante.
Fuente: Artemisa Noticias

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