noviembre 29, 2009

Educación y violencia machista

El pasado miércoles se conmemoró el Día Internacional contra la Violencia que se ejerce contra las Mujeres. Este año, de varios medios de comunicación se hizo hincapié en la temprana edad en que los maltratadores comienzan a actuar sobre las víctimas. Incluso en otro medios de comunicación se abordó el tema de las secuelas que este tipo de terrorismo, el machista, deja en las niñas y niños que, como espectadores macabros, asisten a estas sesiones violentas entre sus madres y padres.

Es cierto que como sociedad tendremos que prestar más atención a lo que ocurre en las aulas de nuestra juventud. Pero no es menos cierto que mientras los grandes partidos políticos se sigan tirando piedras los unos a los otros por temas relacionados con el modelo de educación que queremos para nuestras hijas e hijos, no avanzaremos nada.

La salud emocional y sentimental de nuestras niñas y niños ha pasado inadvertida en todas las reformas de la educación que han tenido lugar desde la transición. Los esquemas de valores se van diluyendo entre soledades, compañías inadecuadas, culpas, premios y castigos no siempre merecidos por parte de nuestros menores. Y mientras (y según la opinión de gente experta) la poca resistencia a la frustración por parte de la gente más joven se va convirtiendo cada día en un polvorín más explosivo para nuestras niñas y mujeres jóvenes.

Tendremos que plantearnos seriamente que los intereses partidistas o religiosos se deben quedar fuera de las aulas, puesto que ya vemos que no facilitan un aprendizaje completo e íntegro en valores como libertad, tolerancia, respeto a las diferencias e integración de las mismas en nuestro propio código.

Tendremos que pensar en las consecuencias que, bajo los discursos del respeto a los valores católicos, se están transmitiendo en las escuelas, incluso las públicas. Unos valores que no tratan por igual a niñas y niños. Unos valores que siguen intentando educar en la obediencia y la sumisión a las niñas para que después, de mayores sean dóciles a los deseos de los hombres. Porque quienes defienden esa escuela afianzada en valores cristianos, defiende la desigualdad entre mujeres y hombres. Defienden, por ende, que dentro de la sumisión y la obediencia de las mujeres entre también la resistencia a la primera bofetada, bajo el epígrafe del perdón.

Podríamos caer en la tentación de pensar que en nuestras escuelas públicas y privadas se educa por igual a niñas y niños, pero eso es del todo incierto. El hecho de que niñas y niños compartan espacios y materias no significa que se esté llevando a cabo una verdadera coeducación. No, lo que se está haciendo es educar en la uniformidad, es decir en que todo el mundo reciba la misma instrucción y los mismos contenidos sin analizar ni los sesgos de los mismos, ni la importancia de adecuar las enseñanzas a niñas y niños.

Por tanto y si esa parte nos resulta casi utópica, la posibilidad de generar e impartir contenidos para la educación en valores de equidad, respeto y sobre todo igualdad (que insisto, no hay que confundir con uniformidad), en definitiva en ciudadanía, es todavía más utópica.

Si a eso le sumamos la falta total de educación sentimental u emocional, nos encontraremos con una sociedad cuyas niñas y niños reciben una cantidad de información extraescolar inmensa y unos contenidos curriculares en valores poco adecuados para el momento histórico de cambios continuos que estamos viviendo.

Y a todo esto hay que añadir la competitividad que generamos los adultos y la violencia intrínseca y manifiesta que ello implica que trasladamos mediante juegos, series televisivas, videojuegos, etc… a nuestros menores.

Así las cosas yo me pregunto ¿de qué nos extrañamos cuando la violencia forma parte de su día a día?.

La prevención de estas violencias manifiestas debe pasar porque en la próxima reforma de la educación (seguro que habrá otras en pocos años) incorpore un nuevo modelo educativo que integre la coeducación de verdad, la formación en valores de ciudadanía reales, el respeto a las diferencias y la integración de las mismas en nosotros mismos para sumar y enriquecernos.

Así, quizás, podremos dejar de mirar a otro lado y afrontar el futuro de las niñas con cierto optimismo puesto que una educación adecuada es fundamental para la prevención del terrorismo machismo que cada año sesga la vida de unas setenta mujeres.

Teresa Mollá Castells
tmolla@teremolla.net
La Ciudad de las Diosas

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in