mayo 16, 2015

Luchas abiertas desde el feminismo.


Sí, efectivamente, hay una crisis abierta del régimen y del propio sistema. Esta crisis de momento se está saldando con unas draconianas medidas, de todo tipo, que caen sobre las espaldas (y a costa de ellas) de los sectores más frágiles de la sociedad. Se está produciendo un cambio que cruje las condiciones de vida y niega la satisfacción de las necesidades más urgentes. Y las mujeres están en el centro de este cambio retrógrado y conservador.

Mª José Comendeiro.
El capitalismo, en esta fase neoliberal, necesita de otra vuelta de tuerca en su alianza con la dominación patriarcal para asentar las bases de esta contrarreforma.

Una vez más la familia estará en el centro de las atenciones: más nuclear, más patriarcal, con lazos de dependencia más fuertes y parcheando para el sistema lo que él mismo ya no quiere sustentar: la importante tarea de los cuidados, del trabajo doméstico, de la reproducción. El ejercicio de la maternidad y de la paternidad (incluso de la abuelidad), se convierte ya en una tarea más personal e indelegable, a tiempo cada vez más completo y escasamente socializada.

Además, ahora, la familia se torna también elemento central en la redistribución salarial. Volvemos al salario familiar. Sí, al de la dictadura franquista, el del hombre-sustentador que subvenía a las necesidades de toda la familia, y así se calculaba. En virtud de tal trabajo asalariado, el cabeza de familia disfrutaba de los derechos de la Seguridad Social, que, en algunos casos, transfería a sus familiares “dependientes”. Sólo que ahora este salario incluso va a abarcar más que a la propia familia nuclear. Incluso puede no haber salario, sino que una pensión o una ayuda, por ejemplo de una abuelilla, puede mantener a una familia un poco más amplia, que abarca a algún hijo o hija, con su pareja, y a algún descendiente más.

Reestructurar el modelo familiar conlleva ataques importantes a los derechos de las mujeres y a las condiciones de vida ya adquiridas y disfrutadas. Supone relanzar la importancia de la familia, de la maternidad (en sí misma, o con paternidad), de las criaturas, como bien en sí, para nuestro futuro, de las tareas de cuidados. Desprestigiar y degradar las condiciones de prestación de los servicios públicos mediante la privatización de los mismos y la precarización del personal trabajador lleva directamente a la asunción por parte de las familias (léase mujeres) de estas tareas. Vuelta a magnificar el amor a la familia, y a los mayores que tanto han hecho por nuestro bienestar. ¿Lo abandonarías en una gasolinera? ¿La dejarías en una residencia, donde hay tan mala atención? Ya, desde luego, sin discusión, si es la persona que aporta algún dinero en efectivo, quizá el único, en esta familia, remanso de paz y buen convivir.

Y en el correlato de las tareas y trabajos familiares, no llamados trabajo, debemos analizar el trabajo por excelencia, el remunerado. Éste que cada vez es más precario y se desarrolla en peores condiciones. Hacer más difícil el acceso al trabajo remunerado para las mujeres o hacer más inestables e insuperables sus condiciones, impidiendo además el parchecillo de la conciliación entre la vida personal y la laboral, hará a muchas mujeres optar por la vida familiar, que, si no es voluntaria y bien elegida, atenaza las condiciones de autonomía y libertad. Ahí pueden empezar los relatos de cárceles de mujeres[1].

Sin duda también hay movilización, e importante. El movimiento feminista ha dado buena prueba de ello frente al intento de modificación o derogación de la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo. Las movilizaciones se han llevado por delante al ante-proyecto de ley, al ministro Gallardón y a su carrera política. La contestación a las agresiones también está siendo importante. Y en todo esto parece vislumbrarse un nuevo paso adelante en las luchas feministas. De esto hablamos.

Aunque también debemos hablar de las movilizaciones gigantescas que se están haciendo frente a los llamados “recortes”, que son algo más que todo eso: privatizaciones de servicios públicos; legislaciones que atacan los derechos elementales de educación pública, gratuita y laica; o el derecho fundamental de reunión, manifestación, concentración y protesta; o el derecho, también fundamental, a una vivienda diga. En éstas también el movimiento feminista está haciendo red con otros movimientos y está poniendo su grano de arena, desde su mar morado, para confluir en la protesta global.

Y desde Euskal Herria no podemos dejar de mentar, con sana envidia y admiración, la lucha constante y paciente del pueblo catalán en pos del derecho a decidir y por la autodeterminación y soberanía del pueblo. Son acciones que están dando en los morros a los artífices del estado centralista. Son palabras, consignas y luchas que nos dicen muchas cosas para el movimiento feminista. Ligan muy bien con la soberanía y la autodeterminación de los cuerpos de las mujeres. También con el derecho a decidir, la maternidad o la no maternidad, la propia sexualidad.

Sí, como se ha dicho, la situación de crisis es importante. Se considere sistémica, civilizatoria o estructural. Pero la contestación también está siendo épica. Y además, está siendo radical y poniendo en el centro una alternativa que atenta directamente contra el régimen y su configuración como capitalista y patriarcal[2].

Movimiento, más movimiento

Desde el primer momento de la contestación ha salido a la palestra el movimiento feminista. Desde las estructuras, más o menos organizadas, las feministas han tomado el discurso en sus manos para plantar cara a estos ataques. Hay muchos análisis y aportaciones que se llevan articulando desde años, que pretenden dar una salida más integrada a la crisis. Es decir, teniendo en cuenta los planteamientos feministas y las necesidades de las mujeres más golpeadas por el sistema.

Si se ha podido hacer algo de esto ha sido gracias a la existencia, aunque no sea su momento más álgido, del movimiento feminista o de los movimientos feministas. Así que, entre las luchas pendientes y abiertas que se señalan en el titular, en primerísimo lugar, a mi modo de ver, estaría la construcción, organización, mantenimiento, alimentación y recreación de un movimiento feminista potente e importante, o de muchos.

Hay quien puede sostener que el movimiento espontáneo de contestación y rebelión tiene una pureza y una pulcritud no contaminada por prácticas anteriores viejunas o caducas, que lo hace más vigente y genuino. Desde el otro punto de vista a mí siempre me gusta recurrir a las genealogías de las luchas y de los saberes históricos. Esto creo que ha sido muy útil para el feminismo. Las miradas retrospectivas y los análisis, con una reflexión autocrítica, sirven para resituar los elementos importantes de la pelea.

A raíz de las últimas movilizaciones

Las movilizaciones contra la ley del aborto nos dan algunas pistas interesantes sobre el estado actual del movimiento feminista. En primer lugar, han introducido unos elementos importantes que están suponiendo un nuevo repunte en las luchas y en la organización[3].

Se ha visto una incorporación más que masiva de mucha gente joven a manifestaciones, concentraciones, protestas y encierros varios. Muchas en número y muy jóvenes en edad. Lo cual, para aquí, resulta novedoso. Además, las formas que se han articulado para la protesta apuntan a una recuperación de la calle y de los espacios y lugares públicos, y a una radicalización de las formas de esta ocupación, siempre desde las actitudes de resistencia, insumisión y planteamientos no violentos. Estas prácticas han aparecido de la mano y con el recordatorio de anteriores luchas de los setenta y ochenta. También con muchas de sus protagonistas. Se han podido relacionar las prácticas de las más veteranas del movimiento con las que se incorporaban. Probablemente, con una vueltilla de tuerca más hacia la radicalización y hacia la ocupación.

Lo interesante de estas formas desarrolladas es que pueden hacer puente con las experiencias de un montón de chicas que han pasado y están pasando por algo parecido desde los espaciosokupas, de expresiones performativas, de prácticas de desobediencia, de los denominados escraches o señalamiento de los políticos y de sus partidos, en sus propios lugares. El llamado a los actos políticamente incorrectos, fuera de los márgenes que quieren imponer los que gobiernan y con otras formas más descaradas y alternativas, está suponiendo otra forma de protestar y de visibilizar nuestras posturas.

En todo ello, el cuerpo de las mujeres ha aparecido como eje central, no sólo de la formulación de la reivindicación (mi cuerpo es mío, yo decido), sino como cuerpo visible que actúa: se desnuda, se viste de negro, con capucha, baila, hace performances, resiste frente a la agresión…

No cabe duda que esta puesta en escena también ha tenido importantes conexiones con el movimiento LGTB, algo que ha permitido estrechar unos lazos importantes en un tema, que, como el aborto, algunos pretendían que sólo concernía a las heterosexuales.

Todo ello nos sugiere que se está volviendo a rediseñar el espacio público, cuestión en la que tenemos un papel muy importante. Llevamos años haciendo manifestaciones custodiadas por la policía, después de haber comunicado legalmente la celebración del evento (¿de qué nos custodian?) y muchas veces nos multan por habernos salido del recorrido o haber gritado una consigna no indicada previamente. Después de un crimen machista se acude a un protocolo formal y “todo el arco parlamentario o representativo” guarda un minuto de silencio delante de alguna sede o local, que no toma ni media medida para mejorar las condiciones de vida de las mujeres; las declaraciones institucionales se repiten por doquier, aunque quienes las realizan sean quienes nos quieren llevar a la cárcel por un aborto, que consideran delito…

Ahora queremos ocupar los espacios y los lugares, y las calles y las plazas, con nuestro estilo. Sin protocolos. Políticamente incorrectas. Denunciando públicamente a quienes nos agreden. Siendo irrespetuosas con quienes nos acosan o recortan nuestras libertades. Desbordando los estrechos márgenes de no-libertad que nos tratan de imponer. Tengo la sensación de que todo esto lleva a nuevas formas de luchas, y también de que muchas enlazan con viejas formas.

Las reivindicaciones

Alguien se ha querido empeñar en que el paradigma del feminismo es la igualdad. Y efectivamente lo es para el feminismo liberal, institucional y oficial. Así que las demandas, las reivindicaciones, las comparaciones, los adelantos y retrocesos, siempre vienen de la mano de la igualdad. No voy a hacer una crítica aquí, me remito a Pérez Orozco[4]. No es lo que practicamos ni decimos desde un movimiento feminista radical y autónomo. Nuestros paradigmas pasan más por otro tipo de consideraciones.

Digamos que la lucha final pasa por que las mujeres rompan definitivamente las luchas de la opresión patriarcal. Pero dado que la dominación patriarcal es ya, y desde hace mucho, indisoluble del capitalismo, resulta que hay, una vez más, que romper más ataduras que las propiamente denominadas del patriarcado, y así entra también el anticapitalismo. También es obvio que el capital, mundialmente, se ha transmutado en neoliberalismo, el dueño del imperio, recolonizando los países del sur, y sub-alterizando, por tanto a sus poblaciones, más si éstas pretenden desplazarse al reino de la igualdad. También produce una depredación de los recursos sin límites que está agotando el planeta. Así se hace un feminismo anticolonialista, antimperialista, y antidesarrollista. La construcción de los sexos y géneros, realizada a través de nuestra historia capitalista occidental, ha dado en terminar por construir un patriarcado heteronormativizado, que nos impone unos modelos de ser mujer o de ser hombre, y ya está. Se estructura todo el mundo de relaciones en torno a esta dicotomía o binarismo. Así entramos en el campo no heteronormativo. Aquí está la familia, la sexualidad, la maternidad…

Esto es como decir que aquel sujeto único mujer que imagináramos en los 70, con alguna especificidad de clase y de nación, ha devenido en más complejo. En el sujeto imaginado no están ya todas las mujeres (por más que exista un nivel de opresión a todas común); no están ya todas las ciudadanas, o todas las españolas o todas las vascas, por más que existan compartimentos comunes entre ellas; no están ya todas las mujeres trabajadoras, que siguen siendo explotadas como clase y como mujeres… Se está construyendo un nuevo sujeto, en el imaginario, que va a pasar por las intersecciones, por la complejidad, por la multiplicidad, por la diversidad. Siempre entiendo que la construcción del sujeto es una tarea de voluntad política, no de sujeto dado, ni de querencias teóricas.

¿Tiene esto algo que ver con las reivindicaciones o con los ejes de lucha o con las luchas pendientes? Según lo señalado, se me ocurre[5]:

  • La reconceptualización económica y jurídica del “trabajo” es, además de una necesidad imperiosa en el campo del pensamiento, un instrumento que debe presidir todas las reivindicaciones sobre el trabajo. Y las consecuencias que tiene esta nueva redefinición deben estudiarse y analizarse para empezar su puesta en práctica[6].
  • Quiero hacer especial referencia a la crisis de los cuidados, o a los cuidados y su asunción por las administraciones públicas, por las mujeres, por las familias, por mujeres asalariadas, por organismos de apoyo mutuo. Detrás de ésta se encuentra además la crisis de la familia y la grave crisis demográfica de desplazamiento forzado de millones de mujeres. ¿Volveremos a plantear insumisión al servicio familiar obligatorio? ¿Pensamos que la familia está siendo poco denostada?
  • Los derechos sociales derivados del trabajo asalariado normalizado en la Seguridad Social son derechos universales, a los que las personas, con independencia de su posición en el mercado de trabajo o en la familia, deben tener acceso libre y gratuito.
  • La eliminación del concepto de “ciudadanía” como perteneciente a un estado-nación que concede los derechos según su pertenencia e inclusión debe ser el paso necesario, para no hacer distinción entre las personas que habitan un territorio. Para nuestros pueblos aspirantes y ejercitantes de la soberanía y de la independencia éste será un elemento de primer orden.
  • La formulación y articulación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, como derechos humanos que son, deben ser declarados como tales en nuestra normativa, y su ejercicio propiciado por las administraciones públicas, de modo que se acceda a ellos de forma libre y gratuita en los centros propios. La articulación de estos derechos debe pasar por el paradigma de la soberanía de los cuerpos de las mujeres, y así cada mujer decide, con las mayores cotas de libertad, su maternidad o no maternidad, su sexualidad y su marco convivencial. Para ello, las medidas y los medios adecuados deben recorrer todas las instancias de la educación teniendo siempre en cuenta que son pautas culturales las que facilitan o posibilitan que estos derechos sean realmente ejercidos por mujeres de otras culturas o costumbres diferentes a las nuestras.
  • La violencia sexista sigue siendo nuestra prioridad total. Sin la violencia que utilizan contra las mujeres, ellos no ocuparían el espacio y el predominio que tienen. Salir de este sistema de dominación y de perpetuación de la violencia es nuestra tarea individual y colectiva de primer orden.

Estas son unas reflexiones realizadas al amparo de la situación en la que vivimos. Nada que ver con un programa político, ni mucho menos con unas elecciones. La tarea del movimiento feminista la jugamos nosotras en la calle.

Por Begoña Zabala González forma parte de Emakume Internazionalistak.

Notas:

Para este tema véase el interesante trabajo de Mertxe Larrañaga Sarriegi en: Carrasco Bengoa, Cristina (Ed.) (2014): La economía feminista como apuesta teórica y política, La oveja roja, Madrid. Analiza el impacto de la crisis en la participación laboral de las mujeres y los diferentes efectos que tiene la misma en la deficiente inserción laboral. 
Para este tema ver “Desde Catalunya con amor”, de Montserrat Cervera Rodon, en la revista digital Viento Sur (www.vientosur.info). 
Zabala, Begoña (2014): Aborto libre y gratuito. Una mirada feminista. Ver, en especial, el capítulo tercero. Disponible en www.zabaldi.org
Pérez Orozco, Amaia (2014): Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida, Traficantes de Sueños, Madrid. 
Zabala González, Begoña (2009): “Feminismos para tiempos de crisis”, Jornadas Feministas Estatales, Granada, 30 años después. Coordinadora estatal de organizaciones Feministas
Carrasco Bengoa, Cristina (Ed.) (2014), op. cit.

Sí a la Diversidad Familiar!
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