julio 11, 2015

Querida Alicia...

Alejandra Alarcón

Querida Alicia,

Aunque pueda resultar un recurso manido, o haya pasado de moda, la epístola me ha parecido la manera más adecuada de acercarme a ti. Ha habido otros rituales antes, desde luego; pero, para celebrar que existes desde hace ciento cincuenta años, escribirte una carta me ha parecido lógico. Probablemente naciste mucho antes de 1865 en la cabeza del profesor de matemáticas y reverendo Charles Lutwidge Dogson. Naciste tú, y nació Lewis Carroll. De la búsqueda de la perfección, del afán por hallar una pureza que sólo puede ser posible en los terrenos fértiles, eternos, de la imaginación. No estoy hablando de una mera proyección, sino de la manifestación arquetípica de una heroína autónoma, rebelde, destinada a romper el espejo.

Alicia, fuiste creada para habitar en el folclore, en la ficción; fuiste imaginada para entrar en la cabeza de todas las aventureras. No sé si sabes que Carroll, en una de las muchas misivas como ésta que compartió con sus confidentes, le comunicó a una dama amiga que el problema de las mujeres adultas, de las niñas que crecen, es el sometimiento de su imaginación. Al abrazar el estereotipo y sus servidumbres, al firmar el contrato social que dicta qué es ser mujer (en la Inglaterra del XIX), todas ellas claudican. Se convierten en Reinas de Corazones. Sin embargo, la idea de romper la baraja siempre ha estado ahí, en Alicia en el País de las Maravillas y en A través del espejo, y eso es inspirador. Tanto o más que una interpretación de tu caída por la madriguera firmada por Salvador Dalí, o una primera edición de Macmillan and co, si me permites el comentario irónico.
Alicia, fuiste creada para habitar en el folclore, en la ficción; fuiste imaginada para entrar en la cabeza de todas las aventureras

Precisamente, como seguidora de tus hazañas más allá de Carroll, sean éstas en viñetas, fotogramas, ilustración o novela, no me sorprende que las editoriales hayan querido hacer de este ciento cincuenta aniversario una oportunidad de mercado. Desde una versión de lujo de La Alicia anotada, de Martin Gardner, obra importante para aquellos y aquellas que tengan aprecio por las referencias escondidas en cada página de las dos Alicias, por el contexto y el subtexto de ambas obras; pasando por todas las ediciones infantiles que se te puedan ocurrir, y mangas de matiz perverso, como es el caso de Alice in Murderland, de Kaori Yuki. Y no sólo las editoriales; en Reino Unido te has convertido en una excusa cultural para programar toda clase de eventos, exposiciones y horas del té. Parece que el pistoletazo de salida será el próximo 4 de julio, misma fecha en la que, en 1862, cuenta la leyenda que Lewis Carroll llevó a pasear en barca a las tres hermanas Liddell.

Siendo una habitante de la ficción, esa forma de realidad ajena a nuestro tiempo y nuestro espacio donde todo es posible, no sé si tiene mucho sentido preguntarte por aquella que, en opinión de críticos y biógrafos, fue la carne que te dio tu primera forma, la pequeña Alice Liddell. Por el contrario, me gustaría saber qué opinas sobre cómo has sido representada a lo largo de este siglo y medio. La estampa de niña victoriana que te dio el ilustrador John Tenniel en 1865, y el refuerzo de esa misma imagen que supuso la película de animación de Disney, casi un siglo después, en 1951, ha definido muchas de tus posteriores encarnaciones, hasta el punto de que es difícil encontrar a una Alicia sin vestido azul y rubia cabellera.

De las más recientes, Alice Abernathy (Milla Jovovich), protagonista de la saga cinematográfica Resident Evil, es una de mis preferidas. Como Alicia nacida con el nuevo milenio, su aventura está íntimamente ligada a la desprogramación; algo que comparte con Neo (Keanu Reeves), otra Alicia destinada a enseñarnos que Matrix nos posee, incluso una vez hemos cruzado el espejo. Como reza la película de los Hermanos Wachowski, hemos despertado en el desierto de lo real, por lo que la tercera encarnación pueda resultarte improbable como heroína, aunque a mi me parezca obvia, dada la querencia de su creador por el cuento tradicional inglés. Se trata de Coraline, protagonista de la obra de Neil Gaiman del mismo nombre; una pequeña aventurera que me recuerda a ti en el descaro, en esa desobediencia educada que siempre te ha llevado a caminar otras realidades. Como tú, Coraline comprende, tras su viaje, que vencer a la Reina de Corazones pasa por aceptar que existe un reverso tenebroso, y que ese lado oscuro tiene que ver con aquello en lo que todas tememos convertirnos.

Me preguntaba una amiga que por qué tanto miedo a crecer. Decía Carroll que no somos más que niños viejos, “también tenemos miedo a que llegue la noche”. Sin embargo, la Alicia que ha llegado a nosotras parece no temer al espejo. De todas las Alicias de estos últimos tiempos, las que más me inspiran son las que imagina el autor de cómic Alan Moore. Él quiso ver en tu aventura una metáfora de la pérdida de la inocencia, como rito de paso a un mundo adulto que pedía ser resignificado. Fue así como Melinda Gebbie, en el cómic erótico Lost Girls, te dibujó junto a otras niñas perdidas, Dorothy y Wendy, mirándoos las tres en el espejo de la ficción, reconociéndoos entre vosotras como deso­bedientes. Moore y Gebbie idearon una (per)versión con vocación transformadora. Algo parecido a lo que ocurre en otro cómic de Moore, Promethea, heroína cuya aventura radica en traer el apocalipsis a este plano de la realidad; o lo que es lo mismo, hacer añicos el tan traído espejo.

De Alicia en Sunderland , artefacto meta firmado por Bryan Talbot, también autor de cómic, te he traído una cita: “Vagar por un mundo de fantasía no supone evadirse de la realidad, sino, más bien, adentrarse en una fuente de conocimientos sobre la naturaleza de la existencia. Asimismo, la realidad no supone evadirse de lo absurdo. Nuestro aprendizaje prosigue en todas partes”. Sé que no te estoy contando nada nuevo, pero me parecía importante subrayarlo, sobre todo porque me obsesiona que algunos de tus analistas vean en tu aventura, como último grado de la metáfora contenida en los dos libros de Carroll, “que la vida, observada racionalmente y sin ilusión, parece un disparate contado por un matemático idiota”.

Como habitante de la ficción, has logrado deshacerte del cetro y de la corona que te dieron al final del cuento. En este siglo y medio de vida, has abandonado tu rol de sacerdotisa made in England y te has convertido en inspiradora de viajes imposibles.Pedirán tu cabeza, pero no te rendirás. Preferirás crear un nuevo lenguaje, caminar hacia lo desconocido. Ejercer de loca, de heroína. Eso me dicen las cartas. 

Fuente: Periodico Diagonal

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The Blood of Fish, Published in