enero 31, 2017

Barriendo los secretos del desierto

Aunque se puedan tener diferentes opiniones sobre los dibujos y su significado, una cosa es cierta (…) y es que la existencia de las figuras demuestra que los habitantes de la costa peruana habían alcanzado un nivel cultural insospechado.
María Reiche Neumann


María Reiche.

La nada y el todo. María Reiche lo dio todo por averiguar qué se escondía ante la inmensa nada del desierto de Nazca: una tierra yerma de la que brotaban líneas y formas geométricas imposibles de entender. Un páramo vacío de vida, pero lleno de misterio, que la absorbió de tal manera, que aún hoy su teoría de que en la Pampa del Perú sus antiguos moradores crearon el mayor calendario astronómico del mundo sigue dando mucho de qué hablar. Reiche dedicó su vida a la investigación y conservación de las líneas de Nasca (Nazca), declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995.

María Reiche Neumann (Dresde, 1903- Lima, 1998) llegó a esa tierra, ahora estéril, que va desde los Andes hasta el Océano Pacífico, por primera vez en diciembre de 1941. Allí se da la mayor concentración de geoglifos jamás descubierta. Concretamente, en las pampas de Jumana y San José, entre las poblaciones de Nazca y Palpa actuales, es donde más figuras de enorme tamaño se han contabilizado: existen más de diez mil líneas y setenta figuras de enormes dimensiones. Ese ‘misterio del desierto’ como denominó su obra la matemática y arqueóloga alemana en el año 1968, sigue atrayendo hasta ese terreno árido y hostil a miles de curiosos,investigadores y estudiosos. De hecho, así llegó esta graduada en la universidad de Hamburgo: el arqueólogo estadounidense Paul Kosok la invitó a observar aquellas figuras que sólo podían verse en su totalidad desde el aire. Kosok había sobrevolado la zona con su avioneta en 1927. Reiche llegó a Nazca en 1941 como asistente de Kosok, y no abandonó el desierto hasta su muerte: Kosok dejaría Perú en 1948; Reiche se quedó sola, continuando con los mapas sobre las figuras de Nazca iniciados en 1946.

Según la teoría de Reiche los pobladores de Nazca utilizaron ese sistema astronómico como calendario de lluvias y planificación de cosechas. Publicó los primeros resultados de sus investigaciones bajo el título Los dibujos gigantescos en el suelo de las Pampas de Nazca y Palpa. Descripción y ensayo de interpretación (1949). Al estudiar la figura de la Parihuana o flamenco (de trescientos metros), Reiche descubrió que (ver 5.) si “nos paramos en su cabeza en las mañanas, del 20 al 23 de junio y seguíamos con nuestra mirada la dirección del pico, podríamos observar claramente la salida del sol, exactamente en un punto de un cerro ubicado en esa dirección.”
Parihuana o flamenco.
Cuando el desierto era fértil

Las líneas y figuras que copan la pampa del Perú datan de la época que va desde 200 AC hasta 700 DC, período durante el que habitó la cultura Nazca. Durante todos esos años se desarrolló allí, como en otras partes de Latinoamérica, una civilización rica en hacer valer los recursos naturales y ensalzar las divinidades con enormes y complicadas construcciones arquitectónicas.

Las figuras ocupan una superficie de 450 kilómetros de desierto (ver 8.). Al parecer los primeros geoglifos fueron creados durante el período de la cultura de los Paracas. La zona más reconocida es la de Chichictara, a once kilómetros por encima de Palpa, con más de doscientos petroglifos compuestos por figuras antropomórficas (ver 2.).

Aunque hasta la década de los 80 la teoría de María Reiche fue la hipótesis más aceptada sobre las figuras de Nazca, posteriores investigaciones apuntan a que los geoglifos de Nazca son manifestaciones de una tradición de organización social así como de prácticas religiosas y conceptos culturales: muestras de una cultura que desapareció debido a la desertización de la zona. Sin embargo, las figuras han llegado hasta nuestros días gracias a las especiales condiciones climatológicas de la zona. Tal y como explica de manera sencilla el arqueólogo Lizardo Tavera Vega: “sólo llueve durante media hora cada dos años; eso combinado con el viento y el suelo rico en minerales, formaron una delgadísima costra oscura, la que al ser retirada contrasta con el color claro del subsuelo. De ese modo las amplias líneas y figuras aparecen como trazos claros sobre un fondo oscuro que sólo pueden ser observadas desde gran altura”.


Entre los dibujos del desierto destacan las representaciones de grandes animales como aves, colibríes, grullas, loros, garzas, además de un mono, un caracol, un lagarto, una araña… Pero sin duda las figuras que más se repiten son líneas rectas, espirales y otras figuras geométricas, denominadas por Lambers “altares del desierto”: casi todas las figuras de animales están dibujadas de un solo trazo, por lo que se pueden recorrer de un lado a otro sin cruzarse con ninguna línea; esto hace suponer que, en algún momento, dejaron de ser simples imágenes para convertirse en caminos para procesiones ceremoniales.

Ya en 1939, el arqueólogo e historiador Mejia Xesspe (ver 4.) había adelantado durante el XXVII Congreso de Americanistas, desarrollado en Perú, que los orígenes y funciones de estos geoglifos podrían ser, precisamente, caminos procesionales por los que los antiguos habitantes de la zona se desplazaban en actos rituales y religiosos.

Pero, más allá de para qué fueron utilizados, la cuestión que más ha dado que hablar y más difícil de explicar fue, quizá, cómo los antiguos moradores de la Pampa realizaron los geoglifos a una escala tal que sólo se puedan apreciar en su totalidad desde el aire.
El primer mapa de Nazca

Esa fue precisamente una de las tareas de Maria Reiche: medir con los pocos recursos que tenía (cinta métrica y una brújula para topografía) una gran cantidad de geoglifos, y crear así el primer mapa sobre las figuras de Nazca (1974). Su principal herramienta fue un teodolito que utilizó para trazar esquemas de geoglifos figurativos, y determinar así la orientación azimutal de las partes rectas, como líneas, secciones rectas de figuras o bordes de trapecio; no olvidemos que Reiche relacionó las figuras con la astronomía.

Una de las primeras figuras que descifró fue también una de las más conocidas: un mono con una cola enroscada en espiral. Según su teoría esa figura debía de ser la representación de la unión de las constelaciones que conocemos como la Osa Mayor con otras estrellas cercanas a ésta. A través de cálculos matemáticos dedujo que, miles de años antes, esa pista había servido para marcar la posición de la estrella Benetnasch, ubicada en un extremo de la Osa Mayor. El conjunto de las líneas y geoglifos constituían, por tanto, un calendario en el que las figuras estaban relacionadas con los astros, como por ejemplo la Araña, que ella identificó con la constelación de Orión.


La teoría de Reiche fue criticada porque se dudaba de la capacidad de cálculo matemático de los habitantes de aquella lejana época –obviando que habían creado un sistema de irrigación, dando muestras de su perspicacia tecnológica, para recoger el agua filtrada–. Por ello, otras teorías fueron sumando adeptos; teorías con poca o ninguna base científica, como que las figuras fueron realizadas por entes extraterrestres (ver 7.) o que eran señales para que esos seres extraterrestres llegasen a la tierra. Existe mucha literatura sobre esas teorías (ver 6.), pero que no aporta, más allá de avivar el imaginario colectivo, ninguna prueba científica.

Reiche tuvo que hacer frente a todo ese furor extraterrestre para que la zona dejara de recibir turistas que en ningún caso ayudaban a la conservación de las figuras; esto la llevó a contratar a habitantes de la zona para que la ayudaran en esa tarea.

Guardiana del desierto
María Reiche, 1985.

Durante las largas décadas que vivió en la Pampa –a la que llegó después de trabajar como institutriz de las hijas del cónsul alemán de Perú en Cuzco desde 1932– no tuvo más compañía que sus herramientas de medición, una escalera y una escoba con la que iba barriendo los trazos de las figuras; algo que por otro lado, y según cuentan las crónicas de la época, dio que hablar entre los peruanos que cruzaban el desierto. La apodaron “la mujer que barría el desierto”.

Tanto la absorbió el trabajo que se mudó a una choza a veintisiete kilómetros de la ciudad de Nazca, en la Pascana de San Pablo, junto al valle del Ingenio, para poder estar lo más cerca posible del campo de estudio. No cejó en su trabajo, aunque le llevó veintiseis años descubrir su misión. Ya se lo advirtió por carta a su madre, tras finalizar su tarea como institutriz: “Es posible que viva algunos años más en el completo anonimato, hasta que el destino me considere digna de asignarme la tarea que ha determinado para mí, aquella tarea para la cual he nacido (…) yo creo que se trata de un trabajo específico para el cual me estoy preparando inconscientemente, formándome y aprendiendo”.

Reiche no sólo se dedicó a estudiar las figuras y recoger multitud de mediciones en mapas, cartas, dibujos y documentación fotográfica, sino que su tarea más difícil fue tratar de conservar los geoglifos intactos (ver 3.), por lo que tuvo que luchar, ella sola, incluso paralizando un proyecto de irrigación en la zona que hubiera supuesto la destrucción de muchos de los geoglifos de Nazca. Obviamente la publicación y reconocimiento de su trabajo le supuso algo de ayuda externa en su tarea. Uno de esos trabajos fue la publicación de las fotografías tomadas desde el patín de un helicóptero en 1954.

Posteriormente, y tras la llegada masiva de turistas y curiosos a la zona, se creó entre 1965 y 1968, la Corporación de Reconstrucción y Fomento de Ica, para ayudar a la conservación de la zona. Ese mismo año, en 1968, la publicación de la obra Secreto de la Pampa, editado en Alemania, le procuró a la ‘dama del desierto’, como ya era conocida, un gran éxito, e hizo que la comunidad científica empezara a interesarse seriamente por su trabajo. Sin embargo, la protección de las figuras siguió corriendo únicamente a cargo de ella –llegó a pagar a un vigilante para que controlara el acceso al desierto–. En 1976, con la ayuda de su hermana Renate Reiche, construyó una torre-mirador, junto a la carretera Panamericana, como observatorio para los visitantes y evitar así que deambularan por las figuras. En 1978 la región de Nazca fue declarada zona protegida.
Respeto a los pueblos primitivos

Sin duda, más allá de los usos que los antiguos habitantes de Nazca hicieron de las figuras que pueblan el desierto, María Reiche admiró la capacidad de creación de los mismos:


Los resultados y conclusiones a los que he llegado se han basado siempre en la observación, en la medición y en el registro minucioso de todas las líneas y figuras. Aunque se pueda tener diferentes opiniones sobre los dibujos y su significado, sin embargo una cosa es cierta, y es que la existencia de las figuras, demuestra que los habitantes de la costa peruana habían alcanzado un nivel cultural insospechado. El proceso de planear y convertir una escala a otra necesita de una mente capaz de formar conceptos abstractos y de una facultad de razonar que debe haberse encontrado en por lo menos una parte de la población y que no podría esperarse de un pueblo primitivo. Tenemos que dejar a un lado por el momento, el estudio de aquellos elementos que constituyen la esencia del arte primitivo, es decir, totemismo, religión y magia, ritos y ceremonias. Debemos tratar de penetrar en sus mentes y seguir su lucha por la perfección y los caminos emprendidos para lograrlo.
María Reiche. Blog Alex Guerra Terra

Así, los dibujos de Nazca le deben su conservación hasta nuestros días a la tarea que se impuso María Reiche día tras día, durante tantas décadas viviendo en el desierto. Por toda aquella labor, la matemática alemana recibió innumerables reconocimientos hacia el final de sus días. Fue cinco veces Doctora honoris causa, y el gobierno de Perú le concedió las más altas condecoraciones del país, además de la de su país de origen: la condecoración de la República Federal alemana, el Bundesverdienstkreuz 1. Klasse(Cruz federal del mérito de primera clase).

Reiche también recibió la nacionalidad peruana (1992) “en mérito a su arduo trabajo de investigación y preservación de las Pampas”, y nunca abandonó el país andino, aunque tuvo que dejar el desierto cuando, ciega y enferma de Parkinson, se trasladó junto a su hermana Renata hasta Lima, donde vivió hasta su muerte, enferma de cáncer. Su última obra publicada fue Contribuciones a la Geometría y Astronomía en el Perú antiguo (Lima, 1993), donde se recogen más de cuatro décadas de investigación. María Reiche murió el 8 de junio de 1998 en la ciudad de Lima.

Referencias

Sobre la autora
Marijo Deogracias Horrillo es periodista e investigadora predoctoral en NOR Taldea, Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la UPV/EHU.
Fuente: Mujeres con Ciencia

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