mayo 15, 2018

Tích Dàm Thanh, Directora en Jefa de la pagoda Mia, en la ciudad de Son Tay.

No es la única directora de pagoda, “somos 23 en el país”


Monjas budistas se visibilizan por iniciativa personal, porque representan el 61 por ciento de la congregación religiosa de Buda, actualmente a 2 mil 562 años de su nacimiento. Su trabajo es feminista porque no solamente se ocupan de templos y pagodas sino administran la vida social alrededor de éstos y promueven cambios en las agrupaciones de mujeres “para visibilizar y valorar nuestras actividades” dice la monja Tích Dàm Thanh, Directora en Jefa de la pagoda Mia, en la ciudad de Son Tay.

Fuera de mis planes en ese momento de la primavera de abril estaba el entrevistar a una monja budista feminista. Había llegado de visita al pueblo Duong Lam porque con sus mil 200 años de historia es el más anciano del norte de Vietnam, donde se encuentra la pagoda Mia, la más antigua de las existentes en el país, que ostenta el mayor número de Budas en sus diversas representaciones, nada menos que 287 en varias salas que fuimos recorriendo junto a numerosos fieles orando y dejando fervorosos ofrendas de comida, golosinas, bebidas y hasta dinero –no mucho, es mero simbolismo, me dicen. 

La pagoda está dedicada a Buda Mia, que se traduce como el de caña de azúcar por lo que no es coincidencia que el poblado sea el centro del distrito agrícola productor de azúcar. 

Invitados al té verde y dulces de cacahuates recubiertos de melaza, veía a la anfitriona, monja budista, sorprendida de su locuacidad y expresividad en relatarnos la historia de la pagoda que nos iba traduciendo un amigo; deduje, por su don de mando, que era alguna autoridad, lo que pregunté para saber instantes después que era la Monja en Jefa. 

Explicándome quién era, dos palabras me sorprenden escucharle: soy feminista. ¿Feminista? pregunté incrédula. Si lo soy, refrenda. Así que picada por la curiosidad, le pido su acuerdo para entrevistarla. 

“Soy una monja feminista” dice así de categórico. Mi oído se agudiza con el solo mencionar el adjetivo de feminista; ¿feminista una monja, y budista? me pregunto incrédula, pero sí, dice serlo desde hace más de tres décadas y viene dirigiendo la famosa pagoda por dos décadas. ¿Cómo se explica o caracteriza el feminismo en el budismo? Simple para ella: “somos mujeres, nos ocupamos de temas de mujeres, y por si fuera poco, de la población budista en Vietnam el 61 por ciento somos mujeres”. La escucho atónita y mientras oigo la traducción la veo mirarme con risa franca.

¿Sabe lo que es ser feminista en occidente? Y contesta que sí, que aquí como allá se trata del mismo hecho, de dónde viene y la forma de ejercerse. Explica que se debe analizar el rol de la mujer en la sociedad budista, del pasado, de las guerras, hasta su evolución contemporánea en la cual el enfoque es la creación de una mejor sociedad budista donde hombres y mujeres sean iguales en derechos.

En el pasado, tradicionalmente en la sociedad vietnamita la mujer tiene como mera responsabilidad el cuidado de la familia y no participa de los asuntos de la sociedad; si lo hace, entonces en el pensamiento de los familiares es que esta mujer no le da suficiente cuidado a la familia. Esta consideración ha cambiado, en mucho por las guerras enfrentadas donde las mujeres incluso fueron soldadas e integrantes de la resistencia, por lo que en la actualidad son participantes activas en la sociedad.

Similarmente en budismo, cuando la gente viene a la pagoda lo que ve es al hombre monje con un poderoso rol pero atrás de éste hay monjas que hacen mucho, incluso a veces todo el trabajo digamos tras bambalinas, pero no son reconocidas por ello.

“Me considero feminista porque promuevo actividades para que las monjas budistas tengan la visibilidad, tengan más apariencia en la sociedad, tengan autoridad en la administración de la pagoda sí, pero también con un rol fuerte en la sociedad, para hacer que su figura sea más familiar en la vida pública de la congregación”.

Es sumamente raro que tengamos este caso de una mujer al frente de una pagoda y más de una pagoda tan sagrada como esta y tan antigua. Mis amistades vietnamitas se sorprenden tanto como yo. Tích Dàm Thanh creo que no se sorprende pues continúa: “es la continuación del involucramiento de la mujer en los asuntos sociales, sea monja o no, es la lucha por el avance de la mujer en la religión budista, y ello da por resultado una gran contribución a la sociedad”.

Me causa igualmente admiración observar que a este pueblo sagrado por su antigüedad, por el Buda Mia de caña de azúcar y por la importancia de la industria azucarera, vengan las parejas aquí a casarse al estilo occidental. Hai y Thao, en el más clásico de los atuendos de ceremonia matrimonial, ella con un largo vestido blanco, corona que sujeta un largo velo y ramo de azahar, él de smoking, llegan al momento de las fotos del recuerdo. La directora de la pagoda no se sorprende, al contrario, dice que es muy lindo; aunque aún las novias siguen usando el Ao Dai (el típico vestido vietnamita de pantalón holgado y blusa larga abierta a los lados), ahora la moda es esta, que vemos en las revistas –dice riendo abiertamente.

Tích Dàm Thanh, no es la única directora de pagoda, “somos 23 en el país” y muchas más vendrán porque se están preparando. Ella considera desigual que siendo las monjas budistas las que se encargan de todo lo relacionado con el templo y los fervientes, con los asuntos de la sociedad como la educación y la capacitación para el trabajo económico de las mujeres y de los niños, no sean dirigentes religiosas. “Así que estudiamos y nos preparamos y pasamos los duros rigores de exámenes para obtener una plaza administrativa”.

¿Cómo hacemos feminismo? Repite la pregunta para contestarla y mientras ella habla en vietnamita y yo espero la traducción, veo lo expresiva que es y luego escucho: En términos prácticos la forma de lograrlo no es nada fácil, pero da resultado. Primero, la pagoda se ha convertido en un centro vital del poblado gracias a las clases de la escuela, a los talleres de capacitación, a la guardería para cubrir las necesidades de las madres trabajadoras y también a un hecho innovador: ser tutela de 7 infantes huérfanos de padre y madre; los tres chiquillos y cuatro niñas que rodean a la monja budista feminista llenos de amor, son presentados por ella como “excelentes seres humanos y muy estudiosos".


Fuente: SemMéxico

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in