agosto 15, 2018

Machismo ‘incel’, misoginia desde el victimismo.

A diferencia del discurso machista tradicional, los incel no expresan su misoginia desde la superioridad sino desde el victimismo. El desprecio y el odio hacia las mujeres no adquieren la forma de la afirmación de un género que se cree superior, sino la de un grupo social que se cree víctima. 



La pista la dio un mensaje en Facebook. Horas antes de provocar el atentado que acabaría con la vida de diez personas y dejaría heridas a otras 15, Alek Minassian había publicado en su muro un texto en el que llamaba a “la rebelión de los incel” y alababa a Elliot Rodger. El mensaje contenía términos difíciles de identificar, como chad o stacey, pero la referencia a Rodger no dejaba lugar a dudas. A finales de mayo de 2014, Rodger había asesinado a seis personas en el campus de la Universidad de California, suicidándose antes de ser detenido por la Policía. La motivación del atentado se encontraba en un vídeo colgado horas antes en YouTube en el que culpaba de la masacre a las mujeres que le habían rechazado: “Si no os puedo tener, os destruiré”.

El texto en el muro de Minassian puso el foco de la prensa en los incel, una comunidad surgida en foros como 4chan y Reddit, y cuyos miembros tienen en común una profunda misoginia. Su discurso no tiene nada que no hayamos visto demasiadas veces en las cloacas del patriarcado, pero la forma en que se expresa sí tiene una novedad interesante. A diferencia del discurso machista tradicional, los incel no expresan su misoginia desde la superioridad sino desde el victimismo. El desprecio y el odio hacia las mujeres no adquieren la forma de la afirmación de un género que se cree superior, sino la de un grupo social que se cree víctima. Los incel creen tener el derecho a exigir la atención, los cuidados y el deseo sexual de las mujeres, pero ese derecho se exige porque se consideran víctimas y creen que, como tales, la sociedad y, en concreto las mujeres, deben reparar su situación. En los dos casos hay desprecio, odio y violencia hacia las mujeres, pero la exigencia parte de dos posicionamientos ideológicos diferentes y, por tanto, tiene implicaciones políticas y sociales diferentes.

Una posible pista sobre estas implicaciones se encuentra en un grupo social más amplio de la sociedad estadounidense, a la que pertenecen los incel y que está formado por hombres blancos heterosexuales de clases medias y bajas, y de ideología racista y machista. Los análisis electorales señalaron a este grupo social como responsable de la victoria de Donald Trump, que supo explotar el descontento producido por el empeoramiento en las condiciones de vida de las clases trabajadoras. Para lograrlo, alimentó un discurso victimista que presentaba a este grupo social como un colectivo oprimido, como una víctima de grupos de presión formados por mujeres, migrantes y minorías racializadas que habrían conseguido imponer sus reivindicaciones e intereses.

En realidad, el discurso no era más que una apropiación perversa de las tesis del privilegio y la interseccionalidad, pero fue tremendamente efectivo porque permitió crear un sentimiento de identidad y pertenencia que, además, era capaz de explicar el empeoramiento en las condiciones de vida de ese sector de la población. La élite económica y política a la que pertenece Trump conseguía así responsabilizar a los inmigrantes, las mujeres y las minorías racializadas de lo que en realidad solo era culpa suya.

La consolidación de este sentimiento identitario se produjo fundamentalmente en internet, especialmente en foros en los que los integrantes compartían opiniones e iban creando códigos propios a base de memes y términos nuevos. En siguiente paso fue el activismo en la red, que permitió la aparición de campañas de acoso salvaje, como la que vivió Zoey Quinn cuando su ex novio colgó fotos e información privada. Sin embargo, no se quedó ahí. La manifestación racista de Charlottesville en agosto del año pasado y los disturbios posteriores, en los que fue asesinada una activista de izquierdas, evidenciaron que este sentimiento identitario había dado un paso más. 
La capacidad de organización política de esta identidad racista y machista, tanto en las redes como fuera de ella, mostraba el riesgo de que actuase como la base social de candidaturas políticas como la de Donald Trump y de grupos como el National Policy Institute de Richard Spencer, de ideología abiertamente nazi y que ha adquirido visibilidad a partir de lo sucedido en Charlotesville. En el Estado español, las miradas se han centrado en Forocoches, que ha importado una gran parte del vocabulario incel y desde donde se han organizado campañas de activismo, como la que impidió el evento Gaming Ladies.

Para frenar este discurso e impedir que sus defensores consigan aupar políticamente a candidaturas de extrema derecha, quizá la única posibilidad sea el fortalecimiento de un discurso de clase capaz de generar una identidad fuerte y de señalar las verdaderas causas del aumento de la pobreza, el paro y la precariedad. Sin embargo, para ello debería ser capaz de integrar adecuadamente el feminismo y el antirracismo, algo que todavía está pendiente.

Por Layla Martínez
Fuente: El Salto

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