octubre 30, 2019

Arpilleras: relatos de luchas y sufrimientos


Foto: Germán Romeo Pena

La arpillera de Feodora tiene la aguja lista para continuar bordando. Su historia hilvana el presente chileno. Cuando las torturas y violaciones vuelven a la vida cotidiana. La necesidad de contar resistencias como sean; en una tela clandestina en dictadura o en un grafitti en las calles del 2019. Por ANRed desde Chile

La reconocida cantautora chilena Violeta Parra dijo que “las arpilleras son como canciones que se pintan” al referirse a la técnica de bordar con hilo y lana sobre tela, cuando cayó enferma en cama en los años sesenta. Esta tradición fue continuada por las bordadoras de Isla Negra, mujeres que motivadas por problemas económicos se dedican a bordar escenas cotidianas para venderlas y obtener recursos.

El trabajo manual permite expresar experiencias que son difíciles o imposibles de comunicar en palabras (Bacic, 2008), lo que es común en las arpilleras, un arte de lo femenino y marginal, del silencio de las palabras, pero del tanto que decir del cuerpo, de la experiencia, de lo social, expresaba la historiadora Rafaella Ruilova en una nota para la Izquierda Diario.

En esta oportunidad entrevistamos a Feodora Marín de la población Peñalolén, barrios de la periferia de Santiago, que nos narra con sus arpilleras historias de luchas y sufrimientos.

ANRed: ¿Vos eras del MIR? ¿Cómo llegaste acá?

Feodora: Llegué a Chile en el ’68. Después mis padres se separaron y nosotros estábamos viviendo en Quillagua, ahí estuve viviendo un tiempo en el centro, en la calle San Francisco, y mi mamá pertenecía a la Octava Comuna del Partido Comunista y yo también me movía. Mi misión en un momento fue cercar el lugar dónde íbamos a realizar las concentraciones, entonces me ponía unos banderines en la boca y trepaba a los postes y ponía los banderines de la Octava Comuna para que la gente supiera que ahí estábamos. En ese entonces tenía 8 años y con el golpe tenía 10, para mí fue terrible ver a mi madre desmayándose y llorando. Mi papá en esa época estaba en Chuquicamata, ellos estaban los dos separados desde el ‘70 y mi papá se casó con una gringa, luego con una checoslovaca, y después se fue a Brasil, era “muy putazo el caballero”. Yo me acuerdo de haber visto a mi madre desmayarse cuando dijeron que habían bombardeado Tomás Moro y ahí me quedé “con la escoba en la mano”, viendo cómo esa mujer fuerte que yo veía arriba de los camiones dirigiendo, se desmayara.

ANRed: ¿Tu vieja era una dirigente del PC?

Feodora: Sí, y tenía su carácter. Ver eso fue muy fuerte, ahí me di cuenta de que era algo grande y que algo malo estaba pasando. Esa noche fue espantosa porque mi prima había hecho unos cuadros de madera tallados del Che Guevara y mi mamá estaba en la cocina con un hacha rompiéndolos. Nosotros estábamos en las piezas rompiendo discos, el disco de la cantora Santa María firmada por Carrasco uno de Quilapayún. Toda mi infancia y toda mi vida se estaba yendo al tacho de la basura, lo estábamos botando y quemando todo. Con mi hermana estábamos tirando y rompiendo libros, cartas, fotos, una foto que tenía mi papá con el Che Guevara rompiéndola porque podía causar problemas, entonces fue muy fuerte. Desde los 14, 15 años para el 12 de septiembre me visto de luto riguroso y todos me preguntan porqué y yo les digo que porque ese día me mataron la inocencia, me mataron la ilusión y la alegría ese día al ver cómo mi mamá y nosotros destruíamos nuestro pasado.

Después yo fui creciendo con códigos yo tenía un primo que era del MIR y era mayor que yo. En el año ‘74 estuvo en la casa y el día 5 de octubre no apareció. El 6 de octubre seguía sin aparecer y al día 7 llegó todo sucio trasnochado, chascón. Agarró sus cosas y le dijo a mi mamá que hasta aquí llegaba todo porque ya el 5 de octubre habían matado a Miguel Enríquez. Lo que hacía mi primo eran las bombas para el MIR, nunca más lo vi a mi primo. En ese momento no había celulares y los teléfonos estaban en Las Plazas y yo llamaba a mi tía por si a mi otro primo, que había caído preso, le habían dado de alta, si lo habían operado o seguía internado.

Si lo habían dado de alta significaba que lo habían liberado, si lo habían operado significaba que lo habían matado, esos eran los códigos para comunicarnos. Yo con diez u once años tenía que saber ese tipo de cosas, los milicos parados al lado de los teléfonos, y yo con 11 años llamando a mi tía. Fue crecer en un ambiente de desconfianza, de no decir lo que tú realmente sientes. En mi casa tenía dos roperos, uno muy rosadito muy «cuico», qué se yo, y otra ropa normal que era para la militancia. Entonces cuando había problemas me ponía la ropa de “cuiquer” y me maquillaba, yo era otra. Me camuflaba totalmente.Yo militaba en Pudahuel a los 21 – 22 años en el ‘85, ’86.

Yo estaba aprendiendo artes marciales, taekwondo por una amiga que vivía en Pudahuel y estaba viviendo acá y enseñaba artes marciales y estaba encargada de la seguridad de las marchas. Nosotras estábamos en la COP, la Coordinadora de Organizaciones Populares de Pudahuel, compuesta por muchas organizaciones sociales y de la iglesia. Movilizábamos en reclamo por la libertad y en contra de la dictadura, la misión era estar en las marchas y en los mítines y cuando la gente estaba replegando, quedarme para enfrentar la represión a los pacos. Un día estaba en un punto, qué es lo que se dice una cita, esperando que me tenían que entregar unos boletines y mi punto no apareció. En su lugar había un Paco y por mi pinta yo me delaté sola, y me pidieron documentos y yo tenía un certificado de residencia de Santiago Centro porque yo me estaba atendiendo por un problema de la columna en un consultorio de allá porque aquí no había nada, entonces paraba donde vivía mi tía en 10 de julio y me pregunta la dirección y yo doy la dirección de acá, de Pudahuel. Me ven el certificado de residencia y ven 10 de julio y entonces me dijeron «vividora la concha de su madre». Encima andaba con un collar rojinegro que me delató, me lo rompieron, me subieron arriba de la “cuca” y me violaron los dos pacos, el chofer después me soltó. Yo pensaba que me iban a matar.

Llegué a casa a Puerto Pelado sin mis lentes, como a las 2 de la mañana, mi mamá me reta “porque algún día me va a pasar algo”, y yo recién hace 5 años que le conté de esto. Me dio rabia, lo único que quería era abrazarla contarle, desahogarme y ella me reta. Al tiempo no me llegaba la regla, le pedí a una amiga que me ayudara a hacerme un examen de orina y dio positivo. Yo no tenía pareja en ese momento. Me golpeé la “guata”, me tiré escaleras abajo y me provoqué un aborto. Llegué a la posta sangrando y la tipa se dio cuenta y me cacheteó, me hizo raspar, así “a sangre de pato”, sin ninguna anestesia y el sonido era igual al que uno hace al raspar una sandía, por eso es hoy en día que no puedo comer sandía. La tipa que me atendió después de cachetearme, iba a ir a carabineros a denunciarme porque me había provocado un aborto y cómo le explicaba yo a la “huevona” lo que había pasado, que ese aborto era producto de una violación. Me cagaron la vida. No es algo que se borre de un momento para otro.

ANRed: ¿Era común que eso les pase a las militantes?

Feodora: Si era una forma de represión. Y me di cuenta con horror de qué estaban haciendo nuevamente eso ahora con estas protestas, y pensé que estos no habían aprendido nada.

ANRed: ¿Y seguiste militando en el MIR después de eso?

Feodora: Si un tiempo más, pero después de todo esto preferí quedarme acá y activar en Peñalolén, más cerca de mi casa y también ubiqué gente del MIR acá. Después llegó la democracia y en el ‘88 me fui a Valparaíso a estudiar y me pilló ahí el plebiscito y después no pude seguir estudiando. Hasta que llegó la democracia y me dediqué a mis hijas por un tiempo. Hasta que volví a estudiar y saqué mi profesión. Pero como que la democracia nos dejó a todos aletargados, los que no agarraron puestos de poder nos quedamos en el limbo preocupados más por la vida y la subsistencia y no desde la actividad política o social. En el ‘86 fue cuando empecé aquí a activar con una chica mirista cuya mamá, la Manola, me invitó a participar del grupo Arpillera y yo estuve ahí clandestinamente haciendo mis arpilleras. Esto fue un año después de la violación de los pacos. Ahí me enseñaron la técnica, en este lugar, eran de frecuentar en las capillas del Espíritu Santo, y la mayoría de las que estaban presidiendo, eran comunistas. Cuando la Manola pidió un cupo para una amiga de su hija dijeron que no porque como su hija era mirista, no querían que entren más miristas.Y así estuvimos trabajando clandestinamente. Ella me pedía que haga cosas y las presentaba como si fueran de ella. Nunca pude entender por qué era así y no abrían las puertas para que más gente pudiera estar adentro. Fueron momentos de mucha precariedad y escasez y había en este sentido poca solidaridad, y los partidos políticos se metían en las relaciones entre la gente.

ANRed: ¿Cómo fue el acercamiento a la técnica de arpillera? ¿Surge como una necesidad de contar lo que habían transitado y lo que les había tocado vivir o como una necesidad económica?

Feodora: Ni la una ni la otra. Yo siempre he sido artista, siempre estuve dibujando o haciendo cosas con las manos más que nada. Para mí era una necesidad de expresar lo que estaba pasando en la sociedad. Cuando mi amiga me mostró la arpillera yo dije “Uy qué lindo, también quiero aprender a hacerlo”. Empecé más que nada para aprender la técnica y para poder expresar lo que estaba pasando como una forma de rebeldía, ya no estando en las calles batallando, sino de otra forma.

Fue mi espíritu artístico que estaba ahí dando vueltas. Yo estudié artes manuales, era muralista en Pudahuel. Mi amiga me llevó con la madre y ella me enseñó. La Manola fue la fundadora. Ella tenía un comedor en la Capilla del Espíritu Santo y una lavandería. Llegó una tipa de la vicaría de la solidaridad qué enseñó la técnica y en un principio era más de retratar paisajes, pero de a poco fueron mostrando las protestas y a la gente de afuera les fue gustando los mensajes que se mostraban y eran una forma de denuncia. Al principio se hacían con retazos de tela, con faldas, con ropa vieja, con lo que se conseguía, con lanas con hilos, era muy precario. Al principio hacíamos dibujos planos con los presos, con sombras, con la gente detenida con vendas en los ojos y después se comenzó a usar el relieve y el 3D. No teníamos demasiado técnica artística, no había perspectiva, no había teorías del color, no había profundidad, mujeres que ni siquiera sabían coser muy bien estaban aprendiendo a bordar.

ANRed: ¿Y después empezó a hacer una salida laboral?

Feodora: Sí, también era una salida laboral porque se vendía. Se hacían por una cuestión de remuneración y por una cuestión de denuncia. De diferentes lugares mandaban sus trabajos y la vicaría los sacaba de Chile, en Francia, Suecia y Suiza los compraban.

ANRed: ¿Y vos seguías militando en el MIR mientras hacías eso?

ANRed: Sí, porque en esa época estaba militando acá en Peñalolén y después me fui a Valparaíso a estudiar y después desde el 89 hubo un quiebre en el MIR cuándo fue la elección entre Gutiérrez y Pascal. Entonces ahí me dice mi jefe político “vamos con Gutiérrez”. Y yo ahí les dije “¿quién me preguntó a mí? ¿quién me hizo algún planteamiento? porque yo no soy vaca” y ahí me echaron del MIR. Eso fue en el ’88. A principios de los noventa, yo ya tenía mi hija mayor, me fui a militar en el Partido Socialista y también me fui de ahí porque se estaban poniendo muy clasistas y me fui del PS y estuve en el PRO apoyando a Marco Enríquez-Ominami para que fuera presidente y después cuando descubrimos que también tenía chanchullos también me fui del Pro.

ANRed: ¿Y en las últimas elecciones votaste?

ANRed: Si yo siempre voto. En el ‘88 estaba tan contenta, tan emocionada, tenía 26 años y recién votando por primera vez. Yo siempre voy a votar y obligo a mis hijas a que vayan a votar porque no quiero que otros decidan por mí, porque no me gusta. Yo tengo que decidir aunque sea nulo o lo que sea pero tengo que dar mi decisión.

(Mostrando alguna arpillera) Esta es la historia de mi vida todavía la sigo cambiando modificando porque mi vida está en proceso.

Foto: Germán Romeo Pena

Fuente: ANRed

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