marzo 16, 2024

La ley y el modelo organizativo de las mujeres zapatistas: fuente de igualdad, seguridad y desarrollo femenino en sus comunidades





Actualmente en México siete mujeres y niñas son desaparecidas al día y diariamente once son asesinadas, de acuerdo con informes del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y el Observatorio Ciudadano Nacional de feminicidios.


Sin embargo, hoy en día existe una pequeña zona en el estado de Chiapas al sur de este país, que definitivamente es punto y aparte porque las niñas, adolescentes, adultas y ancianas que viven en las comunidades indígenas zapatistas, hoy en día no forman parte de estas escalofriantes e indignantes estadísticas.

(Todo esto en medio de y a pesar de las agresiones constantes del gobierno, los paramilitares y el narcotráfico que en complicidad intentan arrebatar su tierra y su autonomía a los pueblos originarios, y perpetuar el sistema de dominación generador de desigualdad y violencia de género).

Este enorme logro fue dado a conocer al mundo por sus representantes y por primera vez en el Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, realizado en diciembre de 2019 en Chiapas, México al que asistieron más de 4000 mujeres provenientes de 49 países.

“En los Caracoles no hay mujeres asesinadas ni desaparecidas”, dijo orgullosamente en ese momento Elizabeth, coordinadora zapatista del segundo encuentro que vive en el caracol a la periodista Laura Guarinoni quien después de su experiencia conociéndolas, escuchándolas y acompañándolas expresó: “las zapatistas viven en una suerte de oasis”.

Pero he de remarcar (sin ninguna intención ni ánimo de apoyar y promover la lucha armada), que este oasis femenino no apareció de la nada como por arte de magia en suelo maya, sino que es el resultado de tres décadas de organización y arduo trabajo colectivo en la vigilancia del cumplimiento de La Ley Revolucionaria de Mujeres, dada a conocer al interior del movimiento el 31 de diciembre de 1993 previa al levantamiento armado del EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional), el primero de enero de 1994 en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México.

“El día que votaron y aprobaron esta ley se produjo el verdadero levantamiento”, palabras dichas por el Subcomandante Marcos.

Esta importante declaración la entendemos mejor si tomamos en cuenta el hecho de que la gestación del movimiento zapatista comenzó en 1984 y durante esos diez años de formación previos al levantamiento público, se creó no sólo conciencia de la situación de opresión y violencia que sufrían las mujeres y niñas indígenas dentro de sus comunidades, sino también la conciencia de lo vitales que ellas eran para la preservación de la vida misma, de los pueblos indígenas y del sostén del movimiento, dicho de otro modo, sin procurar primero el bienestar integral de niñas y mujeres, no se podría hablar de la posibilidad de lograr un verdadero cambio.

Así entonces, partiendo de este razonamiento individual y colectivo sus compañeros insurgentes impulsaron la emancipación de sus mujeres votando a favor, cumpliendo y haciendo cumplir La Ley Revolucionaria de las Mujeres que ellas mismas redactaron, con la cual unidas y decididas iniciaban oficialmente el largo y difícil camino hacia la eliminación de las violencias de género, sentando con esta ley y su cumplimiento, el modelo a seguir para las siguientes generaciones de hombres y mujeres dentro de sus comunidades.

Dicha ley constó inicialmente de 10 puntos en los que las zapatistas demandan sus derechos a: 

Un trabajo con salario digno, elegir a su pareja, no ser obligadas a contraer matrimonio, decidir cuántos hijos tener, alimentación salud y educación para ellas y sus hijos/hijas, a no ser golpeadas o maltratadas físicamente, castigo severo a quienes las violen, y a opción a ocupar cargos en los puestos de toma de decisiones.

Cabe mencionar que el 4 de marzo de 1996 fue aprobada la ampliación de la Ley Revolucionaria de las Mujeres Zapatistas, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Algunos de los artículos agregados son:

• Las mujeres casadas tienen derecho a usar los métodos de planificación familiar sea artificial o natural, lo que ellas decidan, sin que el hombre se oponga, sino que tienen que entender y hacer acuerdos.

• Queda prohibido por la ley revolucionaria de mujeres que el hombre tenga dos mujeres porque de esa manera a la esposa se le lastiman sus sentimientos, se violan sus derechos y se lastima su dignidad como esposa y como mujer.

A treinta años y un mes de haber sido publicada esta ley, continúa vigente en el territorio zapatista dando respaldo, seguridad, igualdad y libertad a sus mujeres y niñas, prueba de ello es el hecho de que en sus comunidades siguen sin tener ningún caso de violación sexual, de desaparición ni de feminicidio, y los casos cada vez menos frecuentes de violencia intrafamiliar son inmediatamente denunciados atendidos y castigados.

Dulce María García quien es antropóloga y activista zapatista comentó recientemente que además de La Ley Revolucionaria de las Mujeres, existe una ley no escrita pero que igualmente es cumplida, que es la total prohibición de alcohol y drogas, algo que definitivamente favorece la disminución y eventualmente la eliminación de la violencia.

Por su parte y en relación a la lucha feminista en contra de la violencia de género, la maestra en lingüística Yásnaya Elena Aguilar Gil, escritora y activista mixe, menciona que “antes de las grandes movilizaciones que colocaron de nuevo al feminismo en la agenda pública, el EZLN y las zapatistas habían planteado situaciones y tomado medidas para combatir la violencia y opresión recibidas por las mujeres indígenas por parte del patriarcado”…

Y continúa diciendo …”Las mujeres zapatistas nos hablan de cómo combatir los sistemas de opresiones, de cómo emprender una lucha sí antipatriarcal, pero también antirracista y anticapitalista, porque no se puede hacer una sin las otras. De ellas podemos aprender dignidad, pues nos han enseñado un horizonte de emancipación más integral, humano, centrado en la reproducción de la vida y nos dan elementos para pensar que, efectivamente, otros mundos son posibles”.

En concordancia con lo anterior, Márgara Millán de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, expresa lo siguiente: 

“Las mujeres que han crecido dentro del movimiento zapatista nos regresan una visión crítica de lo que son y han llegado a ser tanto el estado mexicano como el feminismo. 

Se trata de generaciones que se autoafirman y que han decidido construir junto con sus pueblos y comunidades, una forma de vida que no se somete, nos proponen que nos organicemos como mujeres que luchan, pues la categoría de feministas (o no) queda en segundo lugar cuando sabemos contra quién o qué luchamos”.

Innegablemente la aparición del movimiento zapatista transformó la historia política y social del México contemporáneo, forjando intelectual y políticamente a toda una generación nacional e internacional desde su narrativa desafiante y esperanzadora.

Y a mi entender, si bien es cierto que lamentablemente tuvieron que tomar las armas al inicio de su lucha contra el sistema de gobierno, la estructura colonial, racista, clasista y patriarcal, también es verdad que después de doce días de enfrentamiento armado, su mayor pelea la dieron y la dan mediante ideas y palabras en un diálogo pacífico, pronunciado por mujeres y hombres que se forman en sus propias escuelas de educación autónoma, que pese a no ser reconocidas por la Secretaría de Educación Pública ni por ninguna universidad, ofrecen a sus niños niñas y jóvenes una educación de alto nivel académico.

Si en tres décadas el trabajo comunal realizado entre los dos sexos, basado en gran parte en la ley y el modelo organizativo de las mujeres zapatistas, (afín al ecofeminismo, pero nutrido de una raíz ancestral maya), logró en sus comunidades la igualdad entre hombres y mujeres, erradicó la violación sexual, la desaparición y el asesinato de mujeres y niñas, eso quiere decir, que el cambio no es una utopía inalcanzable sino una realidad totalmente posible de lograr.

Quizá es tiempo de que sociedades, gobiernos, instituciones, organismos internacionales y feminismos nos abramos a la autocrítica, a otros análisis y a otras posibilidades haciendo del cuidado y el respeto de la tierra, de la naturaleza, del otro y de la otra, la base sólida interdependiente y colectiva sobre la que construyamos nuevas políticas para una auténtica y permanente transformación social.

Por Galilea Libertad Fausto.
Créditos de la ilustración a quien corresponda.
Fuente: Mujer del Mediterráneo

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