abril 05, 2024

Por qué Palestina sigue siendo una causa feminista


Sobre Palestina avanzan tres acciones: la creación de un enemigo, la deshumanización y la eliminación. ¿Cómo escribir sobre las mujeres de Gaza y contar su desesperación? La especialista en Medio Oriente, Carolina Bracco lo hace con la urgencia de la palabra, cuando hay demasiada indiferencia ante la matanza.


Fotos: LIBERTINUS (CREATIVE COMMONS)


Palestina es desde hace más de veinte años la ventana por la que me asomo al mundo. A través de Palestina me acerqué al feminismo, al anticolonialismo y a la militancia política. Viajé, conocí compañeras, aprendí su lengua y forjé una carrera académica. En Palestina aprendí que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Y sin embargo esta es la primera vez que escribo desde los eventos de octubre pasado. A partir del nacimiento de mi hija se me hizo imposible acercarme a las imágenes de Gaza. A pesar de la malacostumbre de analizar ataques, masacres, demoliciones, asesinatos, torturas, violaciones y tantas otras atrocidades preponderaron una nueva sensibilidad y un sentimiento de resguardar esta nueva vida que comienza.

Durante ese tiempo intenté limitar mi contacto con las noticias de Gaza, aunque me llegaban las más aterradoras: cesáreas que se practicaban sin anestesia por la falta de insumos, abortos espontáneos por los ataques, niñes que perdían a sus madres, familias enteras enterradas bajo los escombros, otras separadas por no poder acceder a los territorios, mujeres con dos, tres, cuatro niñes a cuestas desplazándose a pie de una ciudad a otra… ¿Cómo describir a estas mujeres? ¿Cómo narrar su sufrimiento, su desesperación? ¿Cómo escribir durante y después de Gaza? ¿Cómo enseñar a vivir ante tanta muerte?

Mis amigas palestinas me decían “no mires las noticias que se te va a cortar la leche”, “esta crisis va a seguir y ya habrá tiempo para hablar”.

Hoy es ese tiempo. Hoy urge la palabra. La palabra como un grito para romper el muro de silencio que oculta el hambre, la destrucción y la muerte.

El cine documental y los estudios de género tienen una valiosa tradición de recolección de testimonios de las mujeres palestinas. Su palabra desafía la construcción colonialista que les atribuye una identidad inmutable en tanto víctimas pasivas de una cultura atrasada y misógina. Su palabra desafía también la narrativa nacionalista eminentemente masculina y patriarcal que ha pensado históricamente a las mujeres como símbolo e incubadoras de la nación. Madres, hijas, hermanas de mártires, presos, luchadores. La mujer anulada en rol relacional, la madre como encarnación de los valores tradicionales, figura idealizada no como sujeto de la historia sino como símbolo mudo, inmutable, depósito de la identidad nacional, mil veces representada en la literatura nacionalista.

Los discursos sobre las mujeres están fuertemente impregnados de la contraposición entre tradición y modernidad ligada al proyecto colonial que se extendió sobre Palestina y la región proponiendo una supuesta inferioridad de la población local en detrimento de la europea. Los recuerdos de las mujeres están mediados por elementos como la división del trabajo por género, las identidades sexuales, los roles asignados, su lugar en el contexto social pero también por la experiencia colonial y su impacto en las relaciones de género principalmente en la construcción de un nacionalismo judío masculinizado y militarizado construido en oposición al “otro” feminizado. La feminización del otro se utiliza como mecanismo de humillación y sometimiento.

La colonización de Palestina fue el capítulo piloto de una serie a la que asistimos hoy en el resto del mundo: creación de un enemigo-deshumanización-eliminación. En ese mecanismo perverso la feminización del otro para anular su condición de sujeto juega un rol fundamental. La eliminación simbólica se expresa en la naturalidad con la que se asume la narrativa sionista y su fusión entre la visión liberal occidental y la israelí-sionista instalada en nuestros medios como sentido común. Éste, se encuentra cimentado en el imaginario occidental y ha operado como promotor de la imposibilidad de condenar e incluso en muchos casos siquiera nombrar a los responsables de los crímenes cometidos contra la población palestina. A pesar de las abrumadoras pruebas de las matanzas salvajes y despiadadas desde la instalación del proyecto sionista en la región, ningún israelí fue juzgado por crímenes de guerra ni parece que vaya a serlo en el futuro cercano. Por ello, no es suficiente solamente documentar las atrocidades, sino que también se precisa de un marco teórico que sustente la consolidación de una contra-narrativa: tomar la palabra por asalto.

Entonces, ¿por qué seguir hablando sobre Palestina? Porque es el laboratorio donde se fabrican las armas y estrategias que luego se ponen en práctica en nuestros territorios. Porque no hay liberación nacional sin liberación de las mujeres. Porque el feminismo es un movimiento de liberación, una genealogía de resistencia que reverbera y teje, que abraza y alienta. Porque a la política de la muerte del colonizador se responde con la política de la vida, de crear vida, de enseñar vida.

Por Carolina Braccomarzo 
Fuente: Latfem

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